Marianna, esa mujer !

Las jornadas dedicadas al aprendizaje nos abren la mente y el corazón hacia instancias inesperadas. Israel Cinman, más conocido como el Isra, tiene esa facilidad de conectar rápidamente con sus entrenados, usando la provocación y la irreverencia para desafiar nuestros paradigmas más arraigados.

En uno de nuestros últimos encuentros, estuvimos hablando de innovación y trascendencia, pero desde distintos enfoques, algunos de los cuales resultaron bastante novedosos, si es que vale la redundancia. En todas sus alocuciones siempre está presente el propósito compartido, como eje vital de la construcción de cualquier comunidad. Esta vez agregó entre los ejes del conocimiento personal, la cronología y el conocimiento de nuestros antepasados.

¿Todos saben de dónde vienen?, disparó a la audiencia.

La pregunta estaba dirigida fundamentalmente a encontrar dentro de nuestra historia familiar aquellos hitos distintivos, ese ADN natural que explicaría parte de nuestro temperamento, a partir del cual se edifican después nuestra construcción personal e identidad propias, las cuales desarrollaremos durante gran parte de nuestra vida. Es esa propia historia la que luego será una marca o un punto de partida en el devenir de nuestros descendientes, en un ciclo que abarcará a varias generaciones sucesivas. La idea es conocer al menos, nos dijo el Isra, quienes eran, qué hacían, qué los inquietaba y motivaba a nuestros tatarabuelos, bisabuelos y abuelos. De seguro es la línea de los abuelos con la que hemos tenido más contacto personal, algunos llegando incluso hasta tener la posibilidad de compartir tiempo con algún bisabuelo.

En mi caso personal, provengo de mi papá Ramón que era el menor de ocho hermanos. Además, Ramón Bordolini contrajo matrimonio a una edad tardía para los cánones de la época, por lo que no tuve la oportunidad de conocer a ningún abuelo de mi línea paterna, menos aún por cierto a mis bisabuelos Bordolini y Pierini.

En la línea de mis bisabuelos maternos, todos ellos eran todos italianos del Friuli, nacidos en las cercanías de la ciudad cabecera Udine, siendo mis tatarabuelos de la misma zona, pero cuando esa parte de Italia formaba parte del Imperio Austro-húngaro. Tuve la suerte de conocer a mi centenaria bisabuela Ana Strasorier (falleció con cien años y 1 mes de vida), mamá de mi abuelo Lorenzo Carlos, la cual falleció cuando yo tenía 6 años de edad. Aún recuerdo la conmemoración de sus 99 años durante el año 1974, en una fiesta donde según ella cumplía 100.

Todos mis bisabuelos maternos, vinieron siendo pequeños junto a sus padres (mis tatarabuelos), desde ese territorio friulano, para instalarse o bien en Córdoba (la familia Della Vedova) o bien para construir y recrear una especie de nuevo Friuli, en la denominada Colonia Caroya (las familias Strasorier, Micolini y Di Giusto). La unión de mis bisabuelos Giovanni Giuseppe (Juan José) Della Vedova y Anna Strasorier dio origen a mi nono Lorenzo Carlos Della Vedova y la unión de mis bisabuelos Giacomo Micolini (Jacum en friulano o Santiago en Castellano) y Marianna Di Giusto, dieron origen a mi abuela Clementina, con la cual tuve la oportunidad de coexistir durante 7 años.

Tengo el recuerdo imborrable del viaje a Mina Clavero, que hicimos junto a mis padres y mi nona Clementina, durante aquel febrero del año 1974, cuando yo tenía apenas cinco años. Clementina fue siempre una especie de hada protectora para mí. Ella dejó este mundo sólo dos años después de ese viaje. Varias fotos familiares me muestran sentado en su falda rodeado por sus brazos, donde según mi mamá era uno de los únicos lugares donde encontraba calma ese niño travieso y por demás inquieto que era yo. Clementina me decía dulces frases en friulano que por cierto no entendía, pero las cuales de alguna manera inexplicable lograban el efecto de sosegar mi espíritu y mi cuerpo en permanente movimiento. Su esposo mi nono Lorenzo Carlos Della Vedova, sobrevivió solo un año a mi nacimiento, por lo que no tengo muchas referencias de nuestro contacto personal. Mas allá de lo que contaba mi mamá Ana sobre su papá, que me resultaba fascinante, por cierto, siempre sentí una profunda admiración por él, dado que fue el constructor responsable de un baño ubicado en el exterior de la casa, en la quinta de los Bordolini donde nací. La particularidad de ese baño era que, si bien era de ladrillo, no contenía ni una gota de cemento en su construcción, sino sólo mortero de barro, tanto para unir los ladrillos como para hacer el revoque de la pared. Esa edificación que puede sonar a endeble, se mantuvo en pie, sin grietas y sin problemas durante más de sesenta años hasta que la casa fue demolida en su totalidad. Lorenzo Carlos era muy hábil con los manos, y a pesar de sólo tener el primario concluido, se las arreglaba muy bien para todo tipo de construcciones y reparaciones, usando madera, metal y ladrillos, rompiendo con los paradigmas de ser un agricultor de base.

La historia de los Della Vedova es bastante rica, y será motivo de un escrito particular y dedicado en los sucesivos blogs.

Me quiero centrar ahora en la historia caroyense de Marianna Di Giusto, mi bisabuela mamá de ni nona Clementina, a la cual ya me he referido.

En la conmemoración de la semana de la mujer, con epicentro en el día de la mujer que se celebra cada 8 de marzo, quise y pude reconstruir parte de la historia y legado de Marianna, basándome en investigaciones de sitios genealógicos de internet, además de los comentarios y recuerdos que me transmitía mi mamá Ana sobre ella.

Marianna, nació un año 1864 en una pequeña porción denominada Galleriano (un poblado de apenas 600 habitantes), dentro de la comuna de Lestizza, ubicada a 15 kms al sudeste de Udine, capital de la provincia homónima, dentro de la región denominada Friuli-Venezia-Giulia. Sus padres (mis tatarabuelos) eran Domenico (Domingo) Lorenzo Di Giusto y Anna María Savoya.  Domenico y Anna María vinieron a Argentina en una de las tantas inmigraciones del Friuli, que tuvieron su epicentro en el año 1878. Trajeron con ellos a todos sus hijos entre adolescentes y pequeños, entre los cuales se encontraba mi bisabuela Marianna.  En Colonia Caroya se dedicaron al cultivo de la tierra y en particular de la vid, dando origen a una de las zonas con mayor desarrollo de la industria del vino, más allá de Mendoza, San Juan y otras latitudes.

Se casó durante el año 1883 (con 19 años de edad) con Giacomo (Jacum en friulano, de 21 años) Micolini, en el curato de Colonia Caroya, siendo madre de la primogénita Maria tan sólo un año después. Marianna fue mamá once veces entre 1884 y 1906 (última vez a la edad de 42 años). Durante el transcurso de dieciocho años nacieron Maria, Luis, Ana (fallecida con un año de edad), Antonio, Judith, Catalina, Ana, Úrsula, Victoria, Clementina (mi nona, en el 1900) y Juan. Conformaron una familia muy numerosa, donde Marianna laboreaba la tierra caroyense junto a su marit Jacum (marido Santiago, mi bisabuelo) y sus hijos. La gran familia friulana de Caroya (compuesta por muchos inmigrantes del Friuli) se caracterizaba por la producción de vino y otros productos del campo tales como salames, compartiendo valores en una comunidad con grandes celebraciones donde abundaba la alegría y los bailes típicos bajo las melodías que salían de los acordeones y armónicas friulanas.

Esta mujer muy fuerte y temperamental como la definía mi mamá, sufrió el fallecimiento de su esposo Giacomo (Jacum) durante el año 1918, producto de una infección sobre la cual no existe conocimiento preciso respecto de cuál se trataba (pululaban el cólera, la fiebre amarilla, el tifus y la gripe española). Un siglo atrás no se contaba con ninguna clase de antibióticos y la medicina estaba muy lejos de ser una disciplina muy desarrollada. Mi bisabuelo tenía 56 años cuando falleció dejando hijos adolescentes y jóvenes mayores, todos bajo la responsabilidad de Marianna.

A partir del deceso de su esposo, mi bisabuela Marianna, lejos de amilanarse o decaer, generó mayor prosperidad para su familia, durante los 28 años que sobrevivió a su marit (marido). Fue la cabeza de su familia, generando una agricultura más tecnificada, comprando tractores y otras maquinarias que facilitaban las labores. Construyó nuevas dependencias, instalaciones, reinvirtiendo ganancias para aumentar rindes , cosechas y procesamientos. Por otro lado fue miembra muy presente en la sociedad caroyense de la época, formando parte activa de organizaciones comunitarias y de fomento para el crecimiento de Caroya. Como hecho peculiar, y con el objeto de visitar los fines de semana a sus hijas casadas que vivían en Córdoba, compró un flamante vehículo, el cual cargaba todos los domingos con víveres y frutos del campo, para llevar a sus hijas. Mi nona Clementina era una de las hijas que recibía casi todos los domingos a su madre (en su casa de barrio Alberdi, casi esquina entre Maestro Vidal y Santa Ana), generando un recuerdo imborrable en mi mamá, que veía como esa señora agradable, pero de carácter fuerte, se bajaba de ese enorme (así lo vislumbraba ella) automóvil conducido por uno de sus hijos (tíos de mi mamá Ana, en especial el menor su tío Juan), que venía lleno de numerosas mercancías (ropa y víveres). Mi mamá disfrutaba de su abuela Marianna, la cual resultaba cariñosa y condescendiente.

Marianna dejó este mundo en 1946, con casi 82 años de edad (una cifra alta para el promedio de esos tiempos), habiendo ejercido un liderazgo desusado en aquellos tiempos, siendo una matriarca que tuvo que aprender a ser una especie de empresaria mujer en tiempos difíciles. Según mi madre, era costumbre en aquellos tiempos, que los hijos varones tomaran luego el mando de las haciendas familiares que se heredaban, lo que generaba rispideces y desencuentros, por lo que con el tiempo la relación de los descendientes que habitaban en Córdoba se fuera alejando de los que quedaron viviendo en Colonia Caroya. El pasaje de los años, produjo aún más distanciamiento, provocando que ya no queden lazos familiares conocidos, aunque probablemente existan.

Mi mamá Ana Aldina Della Vedova con 19 años de edad, a la derecha en la imagen, parada junto a familares caroyenses en el portal de la chacra de Colonia Caroya.

Culminando la semana de la mujer, y cumpliendo en parte con el cometido de saber algo más de los hitos que produjeron mis antepasados, quise rescatar la figura y memoria de esta mujer decidida y emprendedora, mi bisabuela Marianna Di Giusto. La figura de ella es quizás la de muchas mujeres que en la actualidad se desenvuelven a la perfección en el liderazgo de emprendimientos y proyectos, pero su labor llevada a cabo hace más de un siglo, donde imperaban otros cánones, la sitúa a ella en la figura de pionera en ese campo. El orgullo, la necesidad, la pérdida de su Jacum, y su propia naturaleza y amor propio la impulsaron a ser una mujer distinta y propulsora de conductas y quehaceres femeninos poco usuales para la época.

Los salames y el vino de Colonia Caroya tienen su origen en el empuje, el conocimiento y las tradiciones que trajeron los inmigrantes del Friuli. Parte de mis genes provienen de esa parte de Italia, que formó parte del imperio Napoleónico, luego del Austro Húngaro, luego del Reino de Italia, para finalmente ser una región de la República de Italia.

En la semana de la mujer, Marianna representa mucho de lo que la mujer es capaz de ser y combinar: hija, esposa, madre, abuela, amiga, trabajadora, emprendedora, líder, conformando una lista inagotable de actividades, procederes y seres. Rescatando su figura, descubro y muestro parte de mis raíces y lo que representa el rol decisivo de la mujer en nuestras vidas.

Para culminar les regalo varios refranes en friulano que muestran el espíritu de los friulanos y de sus fogolâres (hogares) distribuidos por el mundo, de los cuales Colonia Caroya es uno de los más importantes.

«Joibe rivade, setemane lade,
ma par chei che no an nuie ce mangjà

son imò tre dis di digiunà.»

«Llegó el jueves, terminó la semana,
pero para quien no tiene nada que comer,
todavía quedan tres días de ayuno.»

«L’ore di gustâ: pai siôrs e je quanch’e àn fan,
pai puars, quanch’e a’nd àn.»

«La hora de comer: para los ricos, cuando tienen hambre,
para los pobres, cuando hay algo pa’ comer.»

«Il vin si cognòs tal savôr,
il pan tal colôr»

«El vino se conoce por el sabor,
el pan por el color»

«No bisugne domandà al’ ustiôr se il vin l’è bon»

«No hace falta preguntar al tabernero si el vino es bueno»

«La fan è je un bon cuisinîr»

«El hambre es un buen cocinero»

«Pan d’un dì, ûf di un’ ore, lat di un minût e vin di un an»

«Pan de un día, huevo de una hora, leche de un minuto y vino de un año»

«Par cuincjà ben il lidric al ûl:
pal ueli un avâr,

pal asêt un moderât,

e a mesedâlu un mat»

«Para condimentar bien la achicoria se necesita:
un avaro para el aceite,
un moderado para el aceto
y un loco para mezclar»

«Quanche la cintùrie si slargje, la vite si scurte»

«Cuando la cintura se alarga, la vida se acorta»

«Il miôr condiment l’è l’apetit»

«El mejor condimento es el apetito»

«Passât il glotidôr la robe no à savôr»

«Pasada la glotis, las cosas no tienen sabor»

Y este para «lis feminis»…
«Miôr un zovin cence cjamise,
che un vecjo cu la barbe grise»

«Mejor un joven sin camisa,
que un viejo con la barba gris»

3 comentarios en “Marianna, esa mujer !”

  1. Hola! Soy un Della Vedova,mi papa es Rodolfo Della Vedova,su papa (mi abuelo) Marcos Della Vedova,que el,es hijo de Don Carlos Della Vedova.

    Me gusta

  2. Don Carlos Della Vedova,es uno de los de la 3er generación que participaron de la fiesta de la abuela que cumplió los 100 años

    Me gusta

Replica a Zeise Nuevetres Cancelar la respuesta