La vida incluye por lo general episodios con distintos niveles de dramatismo. Dependiendo de la sintonía personal, estos tendrán un impacto más o menos profundo. El mundo de las relaciones nos sostiene y colabora a superar estos momentos adversos, sobre todo los vínculos con personas con las cuales empatizamos, equilibrando nuestras emociones. No sólo buscamos el hombro sobre el cual llorar, sino además generar y compartir risas, carcajadas y buen sentido del humor. La posibilidad de reír junto a otros nos ha permitido sobrellevar delicadas circunstancias sociales e individuales.
“¡No tienes sentido del humor!”. Es muy frecuente escuchar esta frase entre parejas, padres e hijos, amigos y compañeros de trabajo. Se dice a modo de reproche a quien cree haber dicho algo en broma o con una doble intención y no consigue que el otro le festeje el punto. Lo cierto es que nadie piensa que tenga poca gracia porque su pareja no se haya reído con su chiste. Dudamos y cuestionamos del humor del otro, no del nuestro propio.
¿Por qué nos suele afectar que nos acusen de no tener sentido del humor? La respuesta es bastante simple: comúnmente asociamos características positivas a las personas graciosas, y no provocar una carcajada significaría no tener estas virtudes que valoramos en los demás.
Las personas con sentido del humor nos semejan ser verdaderos genios: Forges, Quino, Groucho Marx, Charles Chaplin o Woody Allen. Es un hecho comprobado que aquellos que se ríen más consiguen ser más felices y tienen índices más elevados de bienestar y satisfacción personal. Son muchos los beneficios de tomarse la vida con ganas de reír:
- La risa libera endorfinas, nuestra droga natural de la felicidad.
- Es una respuesta a la ansiedad ya que relaja la musculatura. Es fácil recordar que buen gusto uno siente cada vez que se echa una risotada.
- El humor y la risa relativizan los hechos. Con ello nos enfrentamos a los problemas con menos miedo, mayor creatividad y con un estado emocional que permite buscar soluciones.
- La risa mejora nuestro sistema inmunológico. Las personas deprimidas y ansiosas pueden ser más propensas a enfermedades, infecciones u otros trastornos.
- Reduce los niveles de dolor. Después de una sesión de risoterapia muchos aseguran sentir alivio en su dolor crónico.
- Favorece las relaciones de pareja. Uno de los mayores atractivos a la hora de buscar a nuestra media naranja es el valor que le damos a que nos saquen una sonrisa.
Los estudios de Seligman y Peterson, pioneros de la psicología positiva –definida como el estudio de las emociones, los estados y las instituciones positivas–, determinan que el buen humor es una de las principales fortalezas de nuestra especie. Es un estado anímico que hace referencia a cómo nos sentimos en general y depende de muchos factores. Si atraviesas una situación de duelo, seguro que estas de menos humor que si acabas de ganarte la lotería, momento en el que quizás te reirías de todo. Cuando decimos que una persona está de buen humor, interpretamos que estará más accesible y que si hubiera que pedirle un aumento del sueldo o comunicarle una mala noticia, este estado facilitaría la situación.
Si bien no es del todo cierto, es posible reducir el concepto de humor –tal y como la psicología positiva y Seligman lo definen– a la capacidad de una persona de experimentar la carcajada. La risa es la reacción a un acto placentero que se manifiesta verbal y no verbalmente. Nos reímos cuando nos sentimos bien y con ello desencadenamos dopamina, un neurotransmisor relacionado con los estados placenteros. El buen humor es lo que causa la risa: chistes, bromas, despistes, juegos, meteduras de pata, inocentadas, todo aquello de lo que en general nos reímos y que no todos compartimos.
Hablamos de distintos sentidos del humor y de tenerlo o no. Pero poseer esta cualidad no es un todo o nada. Richard Wiseman, investigador británico y miembro de la Universidad inglesa de Hertfordshire, ha dedicado mucho tiempo a estudiar este estado anímico. De hecho, Wiseman lideró el proyecto Laughlab , conocido como “el laboratorio de la risa”, una investigación sobre los mecanismos de la risa y el humor. Este investigador británico trató de analizar si los hombres y mujeres nos reímos de las mismas cosas, si mantenemos el sentido del humor a medida que cambian nuestras circunstancias y si la jovialidad difiere según las culturas. Por ejemplo, en la tradición mística oriental se entiende el humor como parte de la madurez. De hecho, líderes como Gandhi o el actual Dalái Lama incluso se reían de circunstancias que para otros pudieran parecer trágicas. Durante su investigación, Wiseman descubrió que cuanto más superior te hace sentir un chiste, más carcajada provoca. También nos reímos de aquello que nos causa ansiedad, como ya adelantó Freud. Nos reímos de la muerte, de los miedos y de lo absurdo.
Para que no te quedes con la duda de si posees o no está saludable cualidad, comprueba si te hace gracia uno de los chistes más votados en la investigación de Wiseman:
“Sherlock Holmes y el doctor Watson se van de campamento. Montan su tienda bajo las estrellas y se van a dormir. En algún momento de la noche, Holmes despierta a Watson y dice:
–Watson, mira las estrellas y dime qué ves.
–Veo millones y millones de estrellas –responde Watson.
–¿Y qué deduces de esto? –pregunta Holmes.
–Si hay millones de estrellas y solo unas pocas tienen planetas, es muy posible que haya planetas como la Tierra allí fuera. Y si existen algunos planetas como la Tierra, también es posible que haya vida.
–Watson, no seas idiota –replica Holmes–. Quiere decir que nos han robado la tienda”.
A lo largo de la historia, filósofos, médicos, psicólogos, psiquiatras y todo otro tipo de científicos han tenido curiosidad por el humor; desde Platón, pasando por Aristóteles, hasta Freud, que lo consideraba una válvula de escape para expresar aspectos reprimidos y poder manejar emociones, tales como la ansiedad y el miedo. Todavía resta mucho que investigar para tener datos fiables de los beneficios que produce la risa, pero hasta ahora en lo personal no he escuchado a nadie que se queje de que esbozar una carcajada le haga mal. Datos como los obtenidos en el estudio “Humor”, realizado por de H. M. Lefcourt y publicado en el libro Handbook of Positive Psychology (manual de psicología positiva, en español), ponen de manifiesto que las personas que gestionan el estrés a través del humor fortalecen su sistema inmunológico, tienen un 40% menos de probabilidad de sufrir un ataque al corazón y viven cuatro años y medio más la mayoría.
A pesar de que no siempre compartimos el mismo sentido del humor, sí existe una línea que no deberíamos cruzar. ¿Cuáles son esos límites? Algo deja de tener gracia cuando solo se ríe uno o una parte muy pequeña del grupo. Normalmente estas bromas van asociadas a la burla y a la humillación. Tampoco es gracioso reírse de temas que son sensibles. Hacer chistes machistas delante de una víctima de maltrato seguro que no tiene ninguna gracia. Resulta conveniente que evitemos recurrir a la humillación, basándonos en la prudencia.
«La clave es ser gracioso y reírse con la gente, no de la gente».
Por otro lado, todos queremos ser felices y para ello buscamos circunstancias, actividades y personas que nos potencien ese estado. Ser un “avinagrado” es algo que nadie desea, pero tampoco quiere casarse con alguien así, ni tener amigos ni compañeros que lo entristezcan. Es más fácil acercarse a una persona que sonríe que al que está con cara de pocos amigos. Los que pueden ver el lado gracioso de la vida también dan la sensación de tener más control. Son ellos los que deciden el valor de los problemas y no dejan que estos les absorban.
Personas con mucho más conocimiento psicológico que este aprendiz de escritor, recomiendan ejercitar el humor como una convicción de vida. Ellos sugieren para aquellos que desean entrenar su capacidad de provocar una carcajada, la práctica de estos tips personales, a modo de guía para mejorar el sentido del humor:
- Sea usted mismo. Hay personas que son graciosas por su tono de voz, por cómo gesticulan, por lo rápido que hablan, por su agilidad mental, etcétera. No imite.
- Utilice juegos de palabras o chistes cortos.
- No abuse de la ironía. Es fácil entender el sarcasmo, pero difícil de compartir.
- Sonría.
- Ser oportuno es gracioso. Hay bromas a destiempo que están fuera de lugar. Y tenga en cuenta con quién se está relacionando: no son lo mismo las bromas en el trabajo, en la familia o ante un auditorio.
- No se tome usted mismo muy en serio.
- Hay un chiste para cada ocasión. Evite hacer bromas que no tienen gracia.
Las incongruencias también tienen el potencial de generar mucha risa. Decía Groucho Marx: “Fuera de un perro, un libro es el mejor amigo del hombre. Dentro de un perro, está demasiado oscuro para leer”.
Con el paso de los años tendemos por suerte a trivializar todo y a reírnos de lo que nos pareció un drama. Así que, ¿por qué esperaríamos a que pase el tiempo? Tu momento de reírte es ahora.
Para culminar dos chistes que no me pertenecen, como para despuntar la práctica:
De jubilados
Un jubilado comenta:
La gente que todavía trabaja me pregunta a menudo que qué hago diariamente, ahora que estoy retirado…
Pues bien, por ejemplo, el otro día fui al centro y entré en Correos a recoger un paquete que me había llegado, sin tardar en la gestión ni cinco minutos.
Cuando salí y llegué al coche que estaba en la puerta, un Policía Local estaba rellenando una multa por estacionamiento prohibido.
Rápidamente me acerqué a él y le dije:
– ¡Vaya hombre, no he tardado ni cinco minutos…! Dios le recompensaría si hiciera un pequeño gesto para con los jubilados…
Me ignoró olímpicamente y continuó llenando la infracción.
La verdad es que me pasé un poco y le dije que no tenía vergüenza. Me miró fríamente y empezó a llenar otra infracción alegando que, además, el vehículo no traía yo no sé qué calcomanía de la ITV. Entonces levanté la voz para decirle que me había percatado de que estaba tratando con un insensible, y que cómo le habían dejado entrar en la Policía…
Él acabó con la segunda infracción, la colocó debajo del limpiaparabrisas, y empezó con una tercera.
No me achiqué y estuve así durante unos 20 minutos llamándole de todo.
Él, a cada insulto, respondía con una nueva infracción. Con cada infracción que llenaba, se le dibujaba una sonrisa que reflejaba la satisfacción de la venganza…
Después de la enésima infracción… le dije:
– Lo siento. Lo tengo que dejar, porque… ¡Ahí viene mi autobús!
Y es que, desde mi jubilación, ensayo cada día cómo divertirme un poco. Es importante hacer algo a mi edad, para no aburrirme.
De pingüinos
Un transportista llevaba una partida de pingüinos hacia el zoológico, cuando a medio camino se le estropea el camión refrigerado. Preocupado, trata de reparar el problema, pero ve pasar un camión repartidor de leche y consigue que se detenga.
Entonces le dice al lechero:
– Mira, te voy a dar 500 euros para que me hagas el favor de llevar estos pingüinos al zoológico.
El lechero acepta el dinero y se lleva con gusto los pingüinos en su camión refrigerado.
Mientras tanto, el transportista logra arreglar el daño, y de inmediato enfila hacia el zoológico.
En cuanto llega, ve salir al lechero, con los pingüinos detrás de él, en fila. El chófer le pregunta al lechero:
– ¿A dónde vas con los pingüinos?
El lechero se lo queda mirando y le responde:
– Ya los llevé al zoológico, pero como me sobró dinero, ahora los pensaba llevar al cine…»
Siempre leo lo que publicas Marcelo y siempre me queda algo sobre que reflexionar.
No suelo comentar casi nada de lo que leo, pero este tema me toca muy de cerca. No solamente el de la risa, sino el de la risa de nuestras propias vicisitudes. La risa es sanadora y cuando podemos reírnos de nuestras propias calamidades, de nuestros propios tormentos, es que tenemos el día ganado.
A diferencia de la sonrisa, la risa siempre esconde una tragedia o, al menos de infortunio para alguien. Así lo es para Sherlock, a quien le robaron la carpa, para el ausente dueño del auto o el inflexible policía o para el lechero.
Desde hace unos años he intentado reírme de mis dolores. No siempre lo logro pero lo intento y, como decís en el texto, “Son muchos los beneficios de tomarse la vida con ganas de reír”.
Una abrazo
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Gracias por este buen comentario! Para complementarlo ojalá los políticos aprendan más a reírse que a maquinar maldades y fechorías! Un gran abraxo
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