El viento tormentoso aún sopla frenético. Su energía no se alcanza a disipar. El poder destructivo de su soplo hace mella en todo lo que se atraviesa en su camino.
La fresca temperatura, impropia de la despedida de esta primavera seca, agitada y calurosa, nos hace pensar en que se trata de una impostora. Dos días antes del inicio del estío, queda la sensación de estar viviendo un tiempo tramposo.
Si de impostores se trata, en un breve y magistral relato de Jorge Luis Borges, titulado como “El impostor inverosímil Tom Castro” (el cual sugiero leer) es posible encontrar muchos de los elementos que componen la naturaleza del embauque.
- Una persona decidida a hacerse pasar por otra, o por exhibir una profesión o habilidades que no tiene.
- Un socio, ayudante, amigo o familiar cercano dispuesto a certificar lo anterior.
- Una historia de mentiras consabida por ambos que es repetida de memoria.
- Una ubicación geográfica donde no se pueda corroborar la misma.
- Personas que tienen carencias afectivas, económicas, de pertenencia social o religiosa, que conforman el grupo de estafados.
De los resultados del período de estafas surgen otros pormenores no menos interesantes:
- Gran parte del grupo de estafados adopta por conveniencia de algún tipo (económica, de prestigio, por no pasar de tontos), como verdadera la historia del estafador.
- Existe una retroalimentación permanente, varios que se suman al éxito del embaucador, lo que genera un período de duración largo que resulta poco creíble cuando se conoce la naturaleza del fraude.
El final sobreviene cuando suceden uno o varios hechos conjugados tales como:
- Un amor despechado que busca venganza o revancha por el desaire.
- La estafa a pesos pesados que no se bancan el cuento del tío.
- Un gran número de personas que son perjudicadas por sus intereses contrapuestos.
- Un marcado desinterés por el objeto o fin que persigue la estafa.
Cuando la historia se desmorona el impostor queda a merced de la justicia, de los estafados, y de sus propias creencias personales que terminan de aniquilar sus sueños de grandeza con pies de barro, transformándolo en un fantasma. Los espera el exilio, la condena social y/o la cárcel, donde por lo general son capaces de profesar la empatía que los caracteriza, consiguiendo salir unos años antes producto de su buena conducta y su innegable capacidad de enamorar.
Es común que alguno de ellos terminen por escribir su libro biográfico. Acto seguido deambulan por el mundo contando su historia con ribetes de fantasía, una mezcla de verdades y mentiras, con mayor proporción de una o de otra dependiendo el público presente.
El genial Borges nos deleita con la reseña de la vida del falso Castro, siendo su final como el de todos los mortales, acompañada de una nota aclaratoria, propia de una mente iluminada.
«El 2 de abril de 1898 murió».
(1) Esta metáfora me sirve para recordar al lector que estas biografías infames aparecieron en el suplemento sabático de un diario de la tarde.
Síndrome del Impostor y Efecto Dunning-Kruger
El síndrome del impostor, a veces llamado síndrome del fraude, es un trastorno psicológico en el cual las personas exitosas son incapaces de asimilar sus logros. Quienes tienen muchos logros y triunfos suelen sufrir; así que esta enfermedad no se compara con la baja autoestima o falta de confianza. De hecho, algunos investigadores la han vinculado al perfeccionismo, sobre todo en mujeres. La tendencia a minimizar y subestimar el éxito es significativa en quienes padecen el síndrome del impostor.
Según Aida Baida Gil la autora del libro «Cómo superar el síndrome del impostor», cuando ella oyó hablar por primera vez del síndrome, no pudo sentirse más identificada.
Quienes lo sufren «tienen la sensación de no estar nunca a la altura; de no ser lo suficientemente buenos, competentes o capaces; de ser impostores, un fraude».
«Asumes que tu éxito es cuestión de suerte y nunca lo achacas a tu inteligencia sino a factores externos o al hecho de que hayas tenido que trabajar muy duro para lograrlo«, explica.
Según la autora, las causas conocidas de este síndrome son:
- Dinámicas familiares durante la infancia. «Cuando tu hermano es ‘el inteligente’ y tú eres ‘la simpática’, o tienes presión para sacar buenas notas, padres muy exitosos o sientes que eres la oveja negra», cuenta Aida.
- Estereotipos sexuales. El síndrome del impostor, según la especialista, es «igual de frecuente en mujeres que en hombres», aunque hasta hace poco se pensaba que ocurría principalmente en mujeres debido a los «mensajes de éxito y fracaso en la sociedad» y a la «presión ante ser madre y, al mismo tiempo, una profesional de éxito».
- Diferencias salariales. Aida trabaja principalmente con mujeres profesionales y asegura que «la realidad de la mujer en el mundo profesional» es también una causa de este síndrome.
- Percepción de éxito, fracaso y competencia. «Las personas que sufren el síndrome son muy exigentes consigo mismas y tienen una lista de requisitos prácticamente imposibles de llevar a cabo».
En el otro extremo encontramos lo que se denomina el efecto Dunning-Kruger , el cual nos enseña que las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar las capacidades y conocimientos que realmente tienen
¿Cómo se explica este extraño fenómeno?
Se practicaron un total de cuatro investigaciones distintas, tomando como muestra los estudiantes de la Facultad de Psicología de la Cornell University. Se estudiaron principalmente la competencia de los sujetos en los ámbitos de la gramática, el razonamiento lógico y el humor (que puede ser definida como la capacidad para detectar aquello gracioso).
Los participantes del estudio fueron preguntados, uno por uno, acerca de cómo estimaban su grado de competencia en cada uno de los campos nombrados. Posteriormente, se les hizo responder un test escrito para comprobar su competencia real en cada uno de los ámbitos.
Se recogieron todos los datos y se procedió a comparar los resultados, para observar si se había constatado algún sentido de correlación. Como puedes imaginar, sí se encontraron correlaciones muy relevantes.
Los investigadores se percataron que cuanto mayor era la incompetencia del sujeto, menos consciente era de ella. Por contra, los sujetos más competentes y capacitados eran los que, paradójicamente, más tendían a infraestimar su competencia.
Las conclusiones se pueden resumir para las personas incompetentes de la siguiente manera:
- Se muestran incapaces de reconocer su propia incompetencia.
- Tienden a no poder reconocer la competencia de las demás personas.
- No son capaces de tomar consciencia de hasta qué punto son incompetentes en un ámbito.
- Si son entrenados para incrementar su competencia, serán capaces de reconocer y aceptar su incompetencia previa.
En consecuencia, el individuo que alardea de saber cantar como un ángel pero sus “conciertos” siempre quedan desiertos, es una clara muestra del efecto Dunning-Kruger. También podemos observar este fenómeno cuando los expertos en alguna materia ofrecen opiniones y consideraciones deliberadas y sosegadas sobre algún problema, mientras las personas ignorantes en el asunto creen tener respuestas absolutas y sencillas a las mismas cuestiones.
Tal como señalan Dunning y Kruger, esta percepción irreal se debe a que las habilidades y competencias necesarias para hacer algo bien son, precisamente, las habilidades requeridas para poder estimar acertadamente el propio desempeño en la tarea.
Absolutamente nadie es experto en todas las disciplinas de conocimiento y ámbitos de la vida; todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Cada persona tiene cierto potencial de mejora en cualquier punto de su etapa vital: el error es olvidar este punto.
Los seres humanos podemos manifestar de manera transitoria algún evento vinculado con estos fenómenos, producto de hechos y situaciones circunstanciales. Cuando estos eventos se transforman en conductas habituales podemos ingresar de lleno en las patologías del fraude (como el mencionado Castro), del síndrome del impostor o las descriptas en el efecto de Dunning-Kruger.
Impostores existieron, existen y existirán a futuro en las áreas de la vida más increíbles.
Para los que tienen hijos preadolescentes, Among us, es un juego en línea muy difundido en donde coexisten diez jugadores que viajan en una nave espacial, divididos en tripulantes e impostores (sin que se sepa quiénes son estos últimos). La idea central del juego es que los tripulantes desarrollen todas las tareas programadas sin que los impostores (que fingen ser tripulantes) puedan sabotear ese objetivo, para lo cual los tripulantes deben ser capaces de descubrirlos y sacarlos del vuelo espacial.
Casi como en la vida real, este juego nos alerta del hecho evidente que podemos estar en presencia de personas tramposas, con fines desleales.
Para culminar dos frases memorables de Borges, nuestro gran escritor y pensador:
“ Si de algo soy rico es de perplejidades y no de certezas”
“ La duda es uno de los nombres de la inteligencia”