Este año pandémico se acerca a su fin de manera inexorable. Un período histórico que aún no culmina, cargado de hechos tristes, donde millones de personas se vieron afectadas por la enfermedad, dentro de las cuales un porcentaje perdió la vida, otros muchos resignaron sus trabajos, sus empresas, parte de sus sueños y sus afectos. Los propósitos para este año 2020, tuvieron varios estadios de recálculo. En este contexto muchos hicimos lo que pudimos y no tanto lo que quisimos, como tantas veces nos ha ocurrido antes, con la salvedad que ahora tenemos la excusa perfecta y la queja a flor de piel.
Niños sin colegio, encierro prolongado, poca actividad social, deportiva y cultural, se conjugan como elementos que producen un desgaste emocional difícil de digerir. Nosotros, los humanos digitales, modernos, ávidos de turismo y esparcimiento, necesitamos mantener a menudo nuestra canasta llena con múltiples actividades. A veces no nos preguntamos en el fondo para qué, pero seguimos apegados a gastar el tiempo a como sea, sin preguntarnos mucho por la calidad de lo que vivimos, o si lo disfrutamos o no.
Habituados a usar nuestro tiempo de manera lúdica compartida, aderezadas con grandes cuotas de ansiedad, no nos gusta perdernos de nada. Creemos que la vida pasa por los mensajes, los chateos y la comunicación hiperconectada y sobrevaluada. Por lo tanto, no nos bancamos mucho que un bichito imperceptible nos ponga límites para mostrarnos cuan frágiles y mortales que resultamos ser. No somos ni mucho más ni mucho menos que el homo sapiens, un animal más dentro del conjunto de especies que conforman el reino de los seres vivos, aunque por momentos pretendamos actuar como una clase de superhéroes.
Los avances en la lucha para controlar al coronavirus, tales como tratamientos paliativos relativamente exitosos, vacunas a un tris de salir, se han producido en un tiempo muy corto, si hacemos una valoración comparativa con otras pestes que nos afectaron en el pasado, las cuales provocaron situaciones catastróficas y descontroladas. Nuestra cultura de la inmediatez nos hace ver qué el tiempo pudo ser exagerado, ya que por momentos caemos en la tentación de pensar que algunas de las soluciones se pueden semejar a efectuar un pedido online por cualquiera de las plataformas comerciales disponibles.
La segunda ola se esparce por Europa, mientras que en América nos encontramos en la primera, dentro de una curva aplanada con ligera tendencia descendente dependiendo del país o región. Esta remake, más bien ya ligada a una endemia que a una pandemia, tiene características propias, de las cuales estamos recién conociendo las más tempranas.
Dentro del escenario se visualizan determinadas cosas por las cuales al menos podemos esbozar una sonrisa:
- La enfermedad nos ha permitido librarnos de ella con sencillas recomendaciones y cuidados higiénicos que nos servirán para prevenir otras futuras.
- La letalidad ha disminuido con el avance de los tratamientos paliativos.
- Un gran número de vacunas se encontrarán prontamente disponibles.
- Las actividades esenciales o no esenciales se han podido restablecer sin producir grandes contagios.
- Hemos creado y progresado en base a nuevos mecanismos sociales, culturales y afectivos.
Por ello, cuando observo en los medios de comunicación masivos, en las redes sociales u otros medios digitales, en las cámaras de representación pública y política, en el juego del gobierno y de la oposición, debates o más bien confrontaciones con poco sentido de la oportunidad acerca de:
- Competencia ideológica de la efectividad de las vacunas, provengan estas de los sistemas capitalistas o socialistas. Incluyendo extremismos tales como tratar de imponer que las mismas serán un arma letal que implique la muerte para muchas personas.
- Mecanismos para definir acerca de si esta pandemia necesita ser mitigada con más o menos impuestos, con recortes o no de los sistemas políticos.
- Coyunturas perimidas respecto de si a las personas hay que darles la caña para aprender a pescar o previamente tenemos que alimentarlas.
- Investigaciones en curso y acusaciones acerca del origen real de este virus, como si operara una fuerza invisible y demoníaca tratando de destruir la humanidad.
- Discusiones acerca de las libertades o no libertades respetadas o no respetadas.
Lo primero que se me ocurre pensar y decir es:
«Bajemos los decibeles, en proporción al grado de responsabilidad que nos competa».
Tenemos la oportunidad de aprender, salir fortalecidos y generar sistemas convivencia mejorados, dentro de un contexto difícil.
No pensemos que somos los únicos afectados o caigamos en la incomprobable comparación de quien se ha visto más perjudicado o no.
Los medios tecnológicos con los que contamos para vencer a este y otros flagelos, construyendo nuevos escenarios y prácticas sustentables no estaban disponibles en los anteriores hitos históricos, donde fuimos atacados por iguales o peores pestes.
Los medios tecnológicos necesitan de manera impostergable, ser complementados por acciones y planes que sirvan construir una sociedad formada por socios mejorados.
Es por ello que opino como propicio no sumar más tensiones a la cuerda, que ya a esta altura esta bastante estirada, sino por lo contrario bajar decibeles para tomar la recta final de este año, emprendiendo el que viene con otros ánimos, con la esperanza puesta en que nuestras acciones nos depositarán en una etapa más fructífera.
Bajar los decibeles es un acto consciente.
Una elección que creo no debemos demorar.
Una chance única para aprender desde una mirada un poco más calma, sin abandonar nuestros principios, pero no creyendo que son los únicos.
Vos qué opinas?
Muy buen articulo, llega y cala hasta los huesos, muchas veces nos ponemos tantas cosas en la agenda que nos aturdimiento con nuestros propios ruidos creados. Gracias Marcelo por hacernos reflexionar!
Me gustaMe gusta