En lenguaje americano, Malvinas !

Lo que sentimos tiene tantos matices entremezclados de difusa procedencia, tan personales que resulta difícil encasillarlo en conceptos claros y definidos. Allí radica su belleza, a tal punto que el amor podría ser resumido a una extraña coincidencia de sensaciones compartidas, que nos hacen creer en la vida.

Así transcurrimos, muchos instantes de nuestra existencia, sintiéndonos vivos por y a través de alegrías, tristezas, agradecimientos, enojos, aceptaciones, rechazos, en una danza vibrante de rostros, palabras y acciones.

Por qué quiero lo que quiero, no tiene un origen racional, aunque después trate de disimular mi elección, con alguna explicación para el resto de los mortales, que muchas veces no encuentran un motivo, pero intentan entender la justificación de los otros.

Lo que emocionamos, paradójicamente nos tiene llorando por una alegría o riendo ante un infortunio.

Estos días nos traen de la mano, algunos eventos que me producen innumerables y profundas sensaciones.

El primero que hemos vivido, aquí en nuestra Córdoba, está ligado de manera íntima a nuestra lengua española. Un congreso que tiene como homenajeado a nuestro actual idioma, la materia prima con la que excelsos escritores, narradores y poetas, nos han deleitado con sus cuentos, historias, ensayos y rimas. Se respiran aires impregnados de Cervantes, García Lorca, Cortázar, Borges, García Marquez, y tantos otros arquitectos de la palabra, que nos regalaron cada uno a su manera, una sentida organización de voces que pretenden transmitir algo.

Inmensa alegría, por percibirnos hermanos americanos, munidos de palabras en un mismo lenguaje, de las cuales nos servimos para identificar e interpretar la realidad.

Aquí me detengo a preguntarnos:

¿Si la lengua nos facilita la unión, que nos desune, tal que no podemos unirnos?

Se me ocurren tantas cosas, que podríamos hacer un nuevo congreso, sólo para identificar al menos o como mucho tres elementos comunes, que nos sirvieran para trabajar en la creación de una identidad americana. Un viejo y anhelado sueño, que venimos postergando, desde las luchas por nuestra emancipación, hace más de dos siglos.

Vivo con entusiasmo que se festeje el respeto por la palabra y sus regionalismos.

El lenguaje cambió al hombre, la escritura hizo trascendente el mensaje, a través del proceso de imaginar el contenido de algo,  describirlo y transmitirlo inequivocamente. Las grandes declaraciones, por ejemplo, la de la Independencia, posibilitaron crear una realidad superadora.

El renovado devenir humano, producto de la visión de aquellos con el poder de revelar un rumbo distinto, necesitó de palabras que proyecten la luz que nos hizo de guía.

Volvemos al idioma, que es mucho más que lo que nos dice el diccionario que es, ya que no nos muestra una parte sustancial:

Cómo unir los términos para significar algo con más poder, que nos atraviese los sentidos y nos posibilite crear.

Retornamos al punto de partida, lo que nos emociona, puesto en palabras, nos sigue diferenciando, entrelazando o separando, inclusive en un espacio tan pequeño como una casa.

Esa dimensión tan estrecha, pero tan íntima, de convivencia familiar, nos encontró, a gran parte de nosotros, unidos en la alegría inicial por la recuperación de Malvinas, y sufriendo por aquellos muchachos, poco más que adolescentes, que intentaban conservar parte de nuestra tierra recobrada.

El segundo evento y último de este escrito  arrancó un 2 de abril de 1982. Por espacio de unas pocas semanas, que duró el conflicto bélico, gran parte de nosotros, con edad para ello,  siguió el desarrollo de la guerra, pegados a la radio y a los noticiarios televisivos.

No es mi intención, dedicar un espacio para hacer un juzgamiento ético o político de la situación.

Si es mi propósito remarcar el hecho de que en aquellos años, gran parte de la sociedad, vivió y se organizó con los medios disponibles para dar sustento a los muchachos- hombres de la guerra. Hubo un esbozo de identidad americana, ya que muchos países del continente, dieron validez y apoyo material a la declaración fundamental: «Las Malvinas son argentinas».

Muchos soldados, hijos argentinos, entregaron su vida, en el suelo de esos istmos, fríos y lejanos. Pasaron más de treinta años, para que gran parte de aquellos que fueron inhumados como: «Soldado argentino sólo conocido por Dios», pudieran recuperar su identidad, un nombre que los personalice, grabado sobre la lápida de su tumba.

Familiares pudieron abrazar el lugar donde yacen las promesas de sus hijos, regando ese suelo con lágrimas que guardaron por varias décadas.

Otros, encontraron la muerte a bordo del General Belgrano, en las aguas de nuestro Mar Argentino. Me pongo en la piel de sus seres queridos, que no tendrán la oportunidad de poner una flor, en esa inmensidad del sepulcro que cobija sus afectos.

Aviadores, perdieron sus alas, cabalgando los cielos con sus aeronaves, bastante desprotegidas.

En todos los casos, vivimos la tristeza de perderlos.

Otros tanto regresaron, con las secuelas propias de una guerra, con suerte dispar, y exiguo reconocimiento como sobrevientes veteranos.

De nuevo las emociones, que nos contienen, y el lenguaje que trata de interpretarlas infructuosamente.

En varios días, pasamos de la celebración de la palabra, a rememorar en este 2 de abril, a los caídos de Malvinas.

Mi más profundo respeto y admiración por nuestros muchachos-hombres.

A continuación una historia de dos enemigos durante la guerra de Malvinas. Te recomiendo especialmente que lo leas. Si puedes conseguir el video de la BBC Mundo aún mejor.

Fueron enemigos en Malvinas y se reencontraron como amigos casi 30 años después

Un veterano inglés se encontró con su par argentino, luego de haber disparado contra su avión, y darlo por muerto, durante la guerra.

 

REENCUENTRO. Velasco y Wilkinsson se mostraron entusiasmados por el encuentro. FOTO TOMADA DE BBC.UK.CO

BUENOS AIRES.- Increíble. Neil Wilkinson es un soldado inglés que combatió en Malvinas y no se pudo sacar la imagen de un avión argentino que derribó casi 30 años atrás. Después de más de dos décadas de dar por sentado que el piloto de dicha nave había muerto, se enteró que vivía y comenzó su cruzada para reencotrarse con quien era su enemigo.

El veterano inglés primero viajó a Malvinas a visitar el lugar donde ocurrió el ataque, para después reunirse con Mariano Velasco, el piloto a quien atacó, en su casa en Córdoba. El militar argentino opinó que «los buenos soldados deben ser capaces de perdonarnos unos a otros. Y, después de todo, ¿por qué no ser amigos?», así es como le cumplió el sueño a Wilkison que resumió: 2estoy muy contento2, en un encuentro documentado por la BBC. 

La búsqueda por su ex enemigo comenzó en 2007, cuando se cumplía el 25° aniversario de la guerra y se enteró por medio de un documental que el argentino estaba vivo. Velasco daba su testimonio acerca del enfrentamiento con los ingleses y en él explicaba cómo se había eyectado del Skyhawk después de ser atacado.  «Durante todo este tiempo he tenido esta sensación? sin saber si estaba vivo durante 25 años y luego descubrir que sí lo estaba, y durante 5 años haber planeado este viaje? y ahora estoy como éxtasis», resumió el inglés.

En mayo de 1982 tres aviones Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina, uno de ellos piloteado por el entonces primer teniente Velasco, descargaron sus bombas sobre el destructor británico HMS Coventry, provocando la muerte de 19 británicos. Dos días después, vino la revancha de Wilkinson que vació su cañón de disparo simple Bofors sobre el Skyhawk de Velasco. «Esto no es algo sobre lo que yo siento júbilo. Veo un avión todos los días en mi cabeza», aseguró el soldado inglés. «Pensé que estaba muerto, no hay manera de que alguien salga vivo de ese avión», agregó. 

Con lo que no contaba era que Velasco logre expulsarse de su nave y caer en tierra. Herido, caminó 16 kilómetros por el archipiélago hasta que consiguió ayuda y pudo regresar a una base argentina situada en el oeste de la isla. «Su fuerza interior lo hizo salir del avión y conseguir sobrevivir. Estoy muy contento», resumió Wilkinson. «Esto es demasiado para ponerlo en palabras. Conocerlo [a Velasco] en persona es el cierre de un ciclo. Ahora sé que está vivo y que somos amigos», concluyó, logrando un final feliz para su historia.

Así son las emociones,  tantas veces  nos dejan sin palabras, pero por lo general casi siempre nos impulsan a un lugar mejor.

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