Una receta por favor!

Nos gustan las prescripciones o recetas?

En general pienso que sí.

Ante un problema, una circunstancia negativa, o incluso positiva, es muy tentador buscar por allí a alguien que nos diga qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué hacer.

Cuando concurrimos a una cita médica, después de los análisis, sabiendo lo que más o menos nos van a transmitir, el momento cúlmine llega cuando el terapeuta saca su recetario, escribe el nombre de uno o varios medicamentos, con su modo de aplicación y sus dosis, con esa letra algunas veces ininteligible (qué no sé cómo entienden en la farmacia) y nos la entrega; viene acompañada de algunas recomendaciones más que no están escritas, pero que son tanto más relevantes a la hora de erradicar nuestros males: haga ejercicio, deje de fumar, no coma tantas harinas, duerma más, etc, etc.; en raras ocasiones las escuchamos, menos aún las ponemos en marcha, ya que implican cambios de hábito y procederes.

Sin embargo ya tenemos lo que buscábamos, es decir no comprometernos con algo que no podemos o no sabemos cómo resolver del todo, pero al menos ya tenemos nuestro salvoconducto para asegurar que pese a lo nocivo podremos seguir respirando.

De la misma manera, encaramos nuestro camino personal, cargando mucha información con nuestros estudios, ya que pensamos que esa cantidad de conocimiento nos sea útil en algunos momentos para destacar y progresar.

Entonces capaz que algunas recetas nos están mejorando las ventajas comparativas, ya que es muy claro que disponer de graduaciones a conciencia, y estudios profundos, nos brinde mayores y mejores posibilidades  de acceder a instancias superadoras.

La cuestión es que no existen fórmulas que pueden aplicarse de manera general y global para incrementar nuestra competitividad tanto individual como grupal.

La tentación es creer que la complejidad tecnológica  viene a ser como la frutilla del postre. Es decir lo que no está en las recetas convencionales, está en la web, en la internet inteligente, en la automatización de nuestra vida.

Lo que hacemos de manera tradicional, es decir aquellas cosas asociadas con nuestros tiempos biológicos, educación primaria, secundaria, terciaria, trabajo, familia, vienen de alguna manera tabulados, dentro de marcos o sistemas convencionales;  son importantes porque dan fortaleza a nuestra existencia, aunque no son la perfecta formulación que nos garantiza el bienestar físico y emocional, ni mucho menos la consecución de logros. Son un medio para diferenciarnos y aumentar nuestra visibilidad de los fenómenos, y por lo tanto disponer de ello nos abre puertas y nos brinda un marco para conseguir parte de  nuestro desarrollo.

Los cambios de timón y salirnos de las reglas convencionales, generando nuevos tiempos con aires remozados, no siguen patrones particulares, y contribuyen bastante a posibilitarnos  una energía distinta.

Sólo por citar un ejemplo una persona funda una empresa desde muy jóven, alcanzando un éxito temprano, juzgado desde una óptica común; sin embargo otra puede llegar bastante más tarde a formar una compañía lograda. Cada uno de ellos tuvo la posibilidad de atrapar su destino trascendente cuando pudo hacerlo, dado que poseen diferencias sutiles de maneras de ser, de pensar, de madurar. Ambos no encajan dentro de las matrices usuales, porque aún cuando tuvieran las mismas ventajas comparativas, uno se iluminó a temprana edad, mientras que el segundo siendo más longevo. Encontraron el complemento  a la receta en tiempos dispares, medidos con el reloj, pero quizás no en términos de crecimiento y desarrollo personal.

Opino que allí radica el secreto: buscar nuestra propia formulación personal, en un tiempo único e irrepetible que nos pertenece

En mi actual situación, a mis casi cincuenta años, estoy estudiando un postgrado que de acuerdo a las convenciones corresponde hacer siendo más joven. Me tomé mi tiempo y disfruto hacerlo con personas de menor edad, las cuales me traen ideas de las nuevas generaciones, los millenials y los Y.

Los mandatos sociales, familiares, culturales, religiosos, o de cualquier índole,  pretenden establecerse como principios universales, reglas claras y aplicables para llegar a transitar una vida en plenitud.  Te invito a revisarlos porque vienen acompañados de fórmulas  que pretenden ser la gran verdad develada para varios de los aspectos y ámbitos en donde nos toca transcurrir, pero son las tuyas?

Esto que escribo no tiene muchas pretensiones, más que servir como un cuestionamiento a mis propios paradigmas y mapas mentales, agregando algún condimento nuevo a la ensalada de nuestra existencia.

Por este bocallave de hoy,  mirando el interior encontrarás las más variadas recetas que puedes aplicar: para ser feliz, para ser exitoso, para el amor, para el trabajo, para…..

Te pregunto y me pregunto:

Qué relación te une con cada una de ellas?

Te interesa tener tu propia fórmula?

Pienso en el sinnúmero de científicos y alquimistas que gastaron su vida tratando de encontrar la receta de la eterna juventud.

Yo me conformaría con encontrar la receta para controlar la calvicie y recuperar el cabello (por razones obvias)

Ser no convencional a veces cuesta un poco…..

Pero la rentabilidad es superlativa.

 

2 comentarios en “Una receta por favor!”

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