Estudiar a los cincuenta!

Mañana de sábado con cielo gris y llovizna persistente. Me he levantado algo tarde, cerca de las 8 y mientras disfruto el rico desayuno que me ha preparado mi mamá  Ana, empiezo a percibir sonidos que vienen desde no sé dónde. Parecen tañidos de campanas algunos, otros golpes secos y acompasados sobre algo duro. La sinfonía no cesa colándose en mis oídos y arribando a mi cerebro inquieto.

Termino muy rápido, calzo mis zapatillas, un abrigo medio desgastado y salgo en busca del origen de la partitura que se está ejecutando. Mis pies caminan tan de prisa que parece que con mis siete años de edad pudiera flotar. A medida que me acerco voy descubriendo a los músicos; son dos no me cabe ninguna duda. Finalmente llego al galpón de las herramientas y tareas varias, y compruebo que son mis tíos Luis y Marochi, los cuales están dedicados al mantenimiento de sus herramientas de labranza. Levantan la vista, me saludan y continúan con sus tareas.

Les pido que me den algo para hacer, y Marochi alarga su brazo y me entrega una azada y  un voluminoso martillo. Me invita a que copie sus movimientos arrancando despacito, para ir tomando ritmo en la tarea de forjado de la hoja, que servirá para penetrar la tierra. Hago lo que puedo y mis primeros movimiento son bastante improlijos y por cierto no efectivos. Él se ríe y disfruta el momento. Luis, aunque concentrado aporta su enseñanza: el brazo que sostiene el cabo de madera ubícalo lo más cerca posible de donde vayas a dar el golpe, que tiene que ser sólido y soportado por el yunque. Para mí suena bastante raro;  entonces Marochi se levanta y me ayuda a tomar posición. Luego de practicar algunos golpes sostenido por mi tío, la tarea ya  parece natural y le voy encontrando el gustito.

Es así que esa mañana me sumé como aprendiz de músico y forjador de hojas. Marochi nos dice: ahora que la llovizna nos impide salir a la quinta, tenemos que aprovechar el tiempo, y prepararnos para cuando podamos hacerlo. Entonces la llovizna no es mala, sólo sirve para hacer otras cosas, se me ocurre preguntarle. Marochi me mira cómo confirmando y agrega: lo importante no es el tiempo sino qué hacemos con él.

Han pasado cuarenta y tres años desde aquel episodio y puedo darle acabado sentido a este comentario de una querible  persona,  que aun no teniendo el primario terminado,  atesoraba sabiduría y no tenía problemas en compartirla.

Estudiar de nuevo  y aprender a los cincuenta, es preparar las herramientas que te ayuden a tocar nuevas melodías, en compañía de otras personas, dejando los sonidos viejos y buscando nuevos acordes. En eso estoy, a unos meses de mis cinco décadas y volviendo a agarrar los libros (en este caso la notebook, la Tablet y el celular).

Me siento reconfortado porque estamos migrando de a poco desde la enseñanza tradicional que nos formaba para acumular información, a una enseñanza basada en  cuestionamientos, aplicaciones prácticas sobre casos reales, trabajo en equipo con notas compartidas. Otro aspecto relevante es que aprendemos a incluir valores que nos permiten generar impacto en la sociedad y practicar el concepto de Comunidad. Los para qué estudio adquieren relevancia concreta y  es posible distinguirlos.

Llevando a cabo las tareas, me brillan los ojos porque me da placer continuar en la senda del ignorante.

Este bocallave, traído desde mis raíces en aquella  quinta de personas laboriosas, tiene albergado dentro de la habitación que estás escudriñando, la dimensión de lo que es nuestro capital más importante: el tiempo.  Los minutos y segundos tienen distintos  pesos relativos. Algunos al fondo son muy pesados y  anclan mi mirada. Otros, los más livianos, me ayudan a imaginar, a crear, y en definitiva a volar en equilibrio.  De eso se trata para mí estudiar a los cincuenta: recuperar el valor de la dimensión tiempo, dándole mayor jerarquía: lo importante no es el tiempo sino qué hacemos con él.

Por eso te pregunto y me pregunto:

Qué estás haciendo con tus horas?

No es tiempo de otros tiempos?

Terminando de escribir, siento la mano de Marochi que guía mis golpes sobre el yunque……

Me siento acompañado y dispuesto a seguir aprendiendo……

La llovizna cae mansamente en mi interior……

 

 

Deja un comentario