Domingo de visita en la casa de mi nona Clementina. La única abuela que tuve la oportunidad y suerte de conocer de manera consciente. Su esposo Carlo Lorenzo, padre de mi madre, había fallecido algunos años atrás, un año después de mi nacimiento. César, origen de mi segundo nombre, padre de mi padre, y su esposa Filomena , madre de mi padre, no vivían cuando nací.
Recuerdo a Clementina, como una mujer sonriente, muy trabajadora, vestida comúnmente de batón con grandes bolsillos, donde, por lo general, guardaba temporalmente los huevos que recogía de las gallinas. Todos ellos inmigrantes o descendientes de inmigrantes, hacendosos, respeto y unción con la tierra. De parte de mi padre, italianos del centro, de la ciudad marítima de Ancona. De parte de mi madre italianos de Udine, ciudad del dialecto friulano, cuyas raíces, si bien no son tan precisas, ubican al latín, al alemán y al italiano, como aportantes esenciales de su conformación y estructura.
Este domingo, al que hago referencia, transcurría como una tarde de un invierno frío. Encuentro a mi padre conversando con otros hombres, familiares de mi madre , nucleados en esas duraderas sobremesas, degustando merengues de crema chantilly. Los preferidos de papá como postre. Me ubico a mí, pequeño niño de unos 5 años de edad, en la cocina, donde habían confluido mi madre, mi nona Clementina, mi tía Margarita, la Negra, hermana de mi madre y mi tía Rosa, esposa de mi tío Armando.
Comúnmente, a esa edad seguía a mi madre a todos lados, por lo que mi presencia en la cocina, se explica de ese modo. Observaba atentamente, todos los pasos necesarios para producir café. Esa tarea era la excusa perfecta, para que este grupo de mujeres, se aislaran momentáneamente de los hombres, y pudieran explayarse en charlas distendidas y sinceras.
Ahora denoto que las mismas eran poco propicias o adecuadas para mí. Es por ello que mi presencia, las forzaba a hablar el friulano, su dialecto italiano. Allí me encontraba yo, sin entender ni jota, pero sintiéndome parte de ese diminuto escenario. Aún sin comprender, percibía sus gestos, sus emociones, sus risas. De más está decir que el café se demoró más de lo previsto.
Escribiendo, me doy cuenta, que ese momento en esa pequeña sala, fue mi primer contacto, con esa sensación de Torre de Babel. No poder hablar ese dialecto, me excluía del entendimiento y de la interpretación completa de lo que en esa reunión se estaba conversando.
Este fenómeno, al que fuimos condenados producto de haber osado jugar a ser Dios, según versa en la Biblia, nos obligaba a hablar en lenguas distintas, para que no nos entendiéramos plenamente. En este caso particular, era sustanciado por esas mujeres que no tenían interés en que yo accediera al contenido de sus charlas. Esto, les evitaba esfuerzos , por ocultar, cambiar , morigerar, sus dichos, de modo tal de poder adaptarlos a este esmirriado niño presente. Lo único que realmente me importaba, era no perder de vista a mi madre, por lo que no protestaba, ni reclamaba debido a ese contratiempo. Disfrutaba de sonidos nuevos, alegrías y ceños fruncidos, vaya a saber uno por qué.
Con el tiempo, ya con más experiencia de vida, distingo que la Torre de Babel, no se refiere sólo al hecho de hablar idiomas distintos, sino que dentro de un mismo sistema cultural y de lengua común, existe una diferenciación cotidiana, entre lo que entendemos unos y otros, como conceptos e ideas. Mi manera de ser, mis vivencias, le dan un sentido distinto o desigual, a un simple objeto. Ni que hablar, si es que mencionamos o nos referimos a un hecho opinable o subjetivo.
De este modo, si hablo de amor, existirán los más variados significados e interpretaciones de la palabra, casi como humanos en este mundo. Quizás hagamos el esfuerzo para definir lo contrario a amor, con un modo de encontrar un común denominador. Eso no nos garantiza el éxito, sólo una conciliación de los conceptos.
El ojito de cerradura o bocallave, por el que hoy te invito a observar, nos muestra que ante un mismo hecho, evento, situación, objeto, existen múltiples interpretaciones que dependen del observador, de su naturaleza, su formación, su cultura.
Ninguna es más verdad que otra, simplemente son distintas, porque aún dentro de la misma matriz social e idiomática, poseemos matices diferentes.
Pretender que los demás vean los hechos con nuestros propios ojos, y seguir insistiendo en ello, a pesar de que no es posible, disipa nuestra energía de una manera fenomenal. Para no caer en ello, es que, según la medida de mis posibilidades , trato de chequear con los otros y conmigo mismo, de que estamos hablando cuando hablamos, de qué estoy escuchando cuando escucho, y que escuchan los demás cuando me expreso.
Suena medio loco, pero vale la pena. Tiene sus resultados positivos, a la hora de entendernos en esta Torre de Babel expandida.
Si a esta brecha de interpretaciones, le sumamos la brecha lingüística que ofrece la tecnología (intenten comprender por favor a un joven super tecnológico), la ciencia, las comunicaciones, la genética, esta nueva Torre de Babel resulta inexpugnable. Le han sido agregados varios cocodrilos más, a la fosa con agua, usada para poder defender sus murallas.
Por consiguiente, dentro de nuestro idioma castellano:
¿Cuántos idiomas hay contenidos?
¿Qué significa comunicarnos de manera efectiva?
¿Muchas redes sociales implican mejor comunicación?
Entonces te pregunto y me pregunto: (sabiendo de antemano que existen numerosos entendimientos a mis preguntas, y respuestas implicadas)
¿Usas parte de tu tiempo para chequear lo que escuchan los demás ?
¿Te importa que el otro te entienda a la hora de hablar ?
¿Pedís o das aclaraciones ?
En una organización humana, existen grados de compromiso y responsabilidad con respecto a gestionar esta brecha, aminorar el impacto de la Torre de Babel en nuestras vidas, sabiendo que está allí y vino para quedarse.
Si eres un líder, te invito a pensar qué rol juegas en este proceso.
Desde esa posición, elijo tener un rol decididamente activo, y responsable. Las diferencias conceptuales y de conocimiento, son cada vez más vertiginosas, son reemplazadas constantemente, ampliadas. Por lo tanto los significados mutan a velocidades, cuanto menos asombrosas.
Trabajo todos los días, para acercarme a la comprensión mutua.
¿Estás dispuesta/to a asumir el compromiso de distinguirte distinto y desde allí distinguir distintas a las otras personas o viceversa?
La torre de Babel, infinitamente mutable, nos espera……
Muy bueno marcelo. A mi me pasaba lo mismo. Mi madre era descendiente de piamonteses, y si bien nunca los escuche hablar en piamontes con su familia si lo hacía con mi papá, quien pese a ser descendientes de árabes había aprendido el dialecto del norte de italia. Y entonces hablaban entre ellos los q no querían q entnedieramos yo y mis hermanos.
Como vos sabes x mi actividad estoy siempre en conacto con situaciones de conflicto. Y a lo largo del tiempo he advertido que muchos de ellos pasan por la falta de comunicación o por no ser ella correcta. Es por ello q trato de hacer el mismo ejercicio de chequear que estamos siendo claros en lo q decimos o queremos transmitir
Me gustaMe gusta
Excelente Sergio. Cada vez se hace más imprescindible entenderno, más en tu trabajo es superclave. Los líderes tenemos más responsabilidad en ello. Achicar la brecha para ser efectivos. Gracias por tu comentario. Sos una gran persona.
Me gustaMe gusta