Comprometido con Pipo

Me esforcé bastante bastante para recordar a qué edad Pipo llegó a nuestra quinta.

No encontré una fecha exacta; es probable situar ese hecho  cuando tenía entre ocho y nueve años. Fue un regalo familiar que recibimos de unos primos de la Falda, que  nos visitaban casi todos los fines de semana. Con ellos disfrutábamos el Domingo a pleno. Muchos juegos, aventuras y derroche de energía.

Vino en un cajón de fruta, arropado con una pequeña mantita. Era un cachorrito de raza no definida.  Vino en un cajón de fruta, arropado con una pequeña mantita. Era un cachorrito de raza no definida.  Llegó temblando, con hambre, quejoso. Fue recibido con inmensa alegría.

La quinta era habitada por numerosos perros, muchos de ellos callejeros, que recibían comida y cobijo en el galpón de herramientas. Ellos formaban una comunidad canina, encargada de cuidar su territorio de otros perros, proteger la casa. Su población se mantenía estable y numerosa, del orden de diez o más, entre machos, hembras y cachorros.

Esa comunidad tenía sus propias reglas para aceptar o rechazar a nuevos integrantes callejeros. Desconozco exactamente cuáles eran, sólo tengo ligeras presunciones. El alimento para ellos no abundaba, sin embargo alcanzaba para mantenerlos activos y vigilantes. Recuerdo que durante bastante tiempo, el macho dominante, el alfa, según su ascendencia lobuna, fue León, grandote, fuerte y amenazante.

León imponía orden y respeto. A él se dirigían los familiares adultos, para llamarlo por su nombre y  salvar a algún desprevenido visitante, que ingresaba a la quinta sin previo aviso. Si León se alertaba, se calmaba, o se enardecía, la manada casi siempre lo seguía. Así ejerció su liderazgo hasta muy avanzada edad.

A esta comunidad de perros libres ,y para ser concreto,  ninguno de ellos elegido ni seleccionado, se sumó Pipo. Para distinguirlo del resto , él fue el primer perro adoptado de manera consciente ,  por nosotros los niños de la familia. Jugábamos con todos los perros, obviamente con los cachorros, pero desde el primer momento, y sobre todo para mí, Pipo fue ese cachorrito que había que querer y cuidar.

Pipo permaneció varios días dentro de la casa, hecho vedado para el resto de la comunidad. Por las noches al ser muy pequeño lloraba con desconsuelo. Yo permanecía varias horas no con él, hasta que se calmaba y dormía. Este proceso podía repetirse varias veces a lo largo de la noche.

Sucedió que Pipo a las pocas semanas de arribado, se  enfermó de parvovirus, y el pronóstico del veterinario de la zona resultó terminante. Sin más, nos dijo: miren aquí tienen las inyecciones con la cura, y algo de suero a aplicar, ya que está muy débil. Cada cuatro horas durante una semana, inyecten todo esto al cachorrito, aunque no existe garantía que sobreviva.

Así como Pipo, fue entre comillas el primer perro elegido, esta fue la primera vez en mi vida que elegí un compromiso. Decidí que haría todo lo que estaba a mi alcance para salvarlo, siguiendo las instrucciones del veterinario. Comprometido sin ninguna excusa, ni justificación para dejar de hacer algo por él.

Tenía compromiso con el estudio, con mis padres, con la lectura, con los juegos, algunos de ellos eran instintivos, pero con Pipo fue lo más.

Durante una semana fui su enfermero, su cuidador; soportó pobrecito con mucha entereza, todas las inyecciones. De estar muy mal y con pronóstico reservado, finalmente sobrevivió con algunas pequeñas secuelas, que no le impidieron llevar una vida normal, integrada finalmente a la manada.

Aceptado por León,  vivió casi once años más.

Pipo se transformó durante su penosa enfermedad en ese compromiso de alto nivel, que concentró todas mis acciones y esfuerzos.

A lo largo de mi vida, fui asumiendo compromisos (con promesas) del mismo tenor, respecto de la familia, el trabajo, el amor, áreas donde sostengo a diario acciones comprometidas, con resultados de los más variados, pero eligiendo nuevamente el camino de la promesa.

Reflexiono que no se puede vivir sin compromisos. A donde se verifican nuestras acciones, se ubica nuestro compromiso.

Nuestros compromisos pueden ser distintos,  podemos sentir predilección por las finanzas, por las relaciones, por nuestra formación, por el trabajo, la salud, la espiritualidad, el ocio, sin embargo en cada momento aparece un Pipo que nos mueve, nos motiva a un grado superlativo. Es clave disponer de compromiso y habilidad para descubrirlo y elegirlo.

Por este bocallave, te invito a compartir las visiones del compromiso. Las promesas que hacemos y nos hacemos diariamente, aquellas que nos posibilitan relaciones, nos abren puertas, ofrecen algo a otras personas, piden ayuda, cubren carencias,  y devuelven gratitud por lo recibido.

En este inmenso combo de promesas y confianzas, que conforman nuestros compromisos, cimentamos proyectos, relaciones y forjamos nuestro devenir.  

Si transformamos y fortalecemos nuestros compromisos, podemos cambiar nuestra manera de ser, de sentir, de vivir.

Podemos transitar nuestra ruta, alcanzando distintos logros. Con acciones renovadas obtener mejores resultados.

Preguntas de cajón:

Con que estás comprometido y para qué?

Tenes encendido a pleno el motor del compromiso?

Distinguís dónde estás más comprometido?

Sostienes a diario tus promesas?

Encontrar y reflexionar acerca de tus promesas, y las que recibes, nos abre a un mundo nuevo.

Te invito a desafiar los pensamientos y paradigmas arraigados. Te desafío a poner en marcha tu motor con un poquito más de vueltas, a un régimen un tanto más alto.

Te animas a hacerlo?

 

2 comentarios en “Comprometido con Pipo”

  1. Creo que hay dos tipos de compromisos: los sociales externos y los espirituales… En mi caso, soy MUY buena con el compromiso social, con la responsabilidad, con ponerse un objetivo, y cumplirlo a como de lugar… bajo cualquier costo personal… dejar de lado a mi persona, con tal de cumplir la responsabilidad…. Pero luego de varios años de vida, aprendí que a veces el cumplir el compromiso social, compromete demasiado a nuestra esencia… no siempre lo interno coincide con lo que la sociedad nos exige… Por lo que hoy por hoy, mi compromiso es con la espiritualidad, con el corazón, con el amor de la humanidad, pero sin dejar de surfear en la tormenta social… todo un hermoso desafío!… Besos y gracias otra vez!

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