¡Mortales, pero oportunos!

Desde que el ser humano encerró el tiempo en una pequeña caja, ya no hubo vuelta atrás. Era posible medir el discurrir de la vida, en segundos, minutos y horas. Nuestro reloj natural y primitivo se puede contar con los latidos de nuestro corazón, los cuales nos dan poco más de 90 pulsaciones por minuto, pero no existe precisión, sino emoción contenido en ese órgano vital. Es por ello, que esos hechos en donde nuestro corazón se acelera, los solemos vincular con situaciones que nos marcan, ya sea por trágicas, o por placenteras, dependiendo de cuales hormonas se liberan, para acompañar el momento. En esos momentos podemos decir que nuestra vida se acelera, se pone en una marcha elevada, veloz o forzosa. Del mismo modo, cuando nos relajamos, nuestro tiempo natural se ralentiza, pareciera que se alarga, expande o enlentece. Es allí cuando nuestro corazón pulsa menos, dado que el ritmo cardíaco se pone a mínimo, provocando sensación de calma, paz y relajación. Nuestra respiración, que es nuestra batería, se acelera o reduce su ritmo, de modo tal de acompañar con oxígeno, el momento que estamos viviendo. Respiraciones profundas, suelen ser el primer paso, para lograr condiciones de quietud y ralentización de nuestra máquina humana.

Los momentos, en alta, baja y marcha normal, no son para todos, ya que por ejemplo en mi caso , que soy un abonado a la actividad o múltiples actividades a plena marcha, los momentos de relajación son muy escasos y no deseados. Si hubiera de medir mi ritmo de vida, según mi ritmo de marcha, respiraciones y pulsaciones, es probable que este bastante desequilibrado, para el lado de estar por encima del promedio. Es como si estuviera consumiendo el tiempo, a un ritmo voraz y por momentos frenético. Mi hija menor me acompaña en esa versión del uso del tiempo natural: «ella no para nunca», ni de manera física, ni mental, ni emocional. En el caso de mis hijas mellizas, el contraste es notorio, ya que una tiene tendencia a la pachorra, mientras la otra a la celeridad, aunque sin llegar a los niveles de mi hija más pequeña.

El hombre desde que descubrió como medir el tiempo, en una escala por fuera de la natural, creo un marco de referencia único, aplicable a todo el mundo, sin distinciones, ni consideraciones de ningún tipo. Desde el ritmo natural propio de los animales, pasamos a este ritmo único, y cada vez más presente en nuestras vidas, desde el mismo momento en que se puso en práctica esta manera de encerrar el tiempo. Los ritmos naturales primitivos de cosechas, ciclos estacionales y tiempos de espera naturales, se cambiaron por el minutero, que tuvo adquirió más protagonismo que el sol y la luna. Los calendarios, tales como el juliano y el gregoriano, este último aplicable hasta nuestros días, marcan el ritmo de los trabajos, actividades y oportunidades. Medimos nuestro ciclo de vida en años, y estamos coqueteando siempre con la idea de ser inmortales, vale decir manejar definitivamente al tiempo.

Estamos desde hace bastante tiempo (que paradoja), obsesionados con la idea de que finalmente podremos vencer el paso del tiempo, ganando la batalla a la vejez y a la inexorable muerte. La fuente de vida, la piedra filosofal, fueron conceptos elegidos para tratar de perdurar, transformándonos en dioses. Mientras esto sucede, abandonamos deliberadamente la idea de que somos un animal más del reino animal, despojándonos todo vestigio de nuestra antiquísima pertenencia, con objetivos claros de conquistar otros mundos.

El tiempo no se detiene, por más que lo intentemos, por lo que por momentos bailamos desacompasados, inquietos y con un sinfín de actividades, que nos suman stress y requisitos por fuera de nuestro ADN.

La puntualidad se ha transformado en un requisito esencial de la era digital y exponencial, en donde las ventanas de tiempo para hacer algo son bastante comunes, en todos y cada uno de los episodios de nuestra vida diaria.

La primera persona que conocí en mi vida, poco afecto a la puntualidad (salvo para el trabajo) fue mi padre. Experto en manejar sus propios ritmos de vida, priorizaba una cosa sobre otra, haciendo que fuese impensado, planificar o programar algo, ya que por lo general llegaba tarde a todo, salvo en donde obligadamente debía hacerlo. Conservaba su propio ritmo lento, meticuloso, campero y preciso, para todas las tareas que emprendía, incluso en su trabajo como contador.

Era un impuntual responsable y comprometido con su propio patrón de tiempos. No admitía que fuera de su trabajo, alguien le impusiera un ritmo determinado, y sus planes de actividades podían cambiar dependiendo su humor, el clima u otros motivos que ciertamente nunca pude entender. Eso exasperaba a mamá, la cual muchas veces tuvo problemas sociales, ya que no llegaban temprano a sus compromisos. «No se puede coordinar nada, solía decirle, mientras enojada, corría tras él acercándole cosas para acelerar su preparación».

Antiguamente la puntualidad quizás fuera medida por fenómenos naturales como el amanecer, el cenit, la puesta del sol, la aparición de una estrella, el brote de primavera, la presencia de tal o cual flor, la migración de los animales, entre otras cosas. Nunca sabremos si alguien fue castigado, despedido, premiado o ascendido en la escala social, producto de su apego a presentarse al alba, al ocaso o a la caza exitosa de animales migratorios. Es probable que sí, porque está en nuestra condición, la búsqueda incesante de la perfección y en cierta manera la gestión del tiempo es parte de eso.

Generar un tiempo de calidad, distinto, capturando oportunidades y proyectos, se denomina Kairós o Cero (en griego Kαιρός, Kairós). Se trata de un concepto de la filosofía griega que representa un lapso indeterminado en que algo importante sucede. Su significado literal es «momento adecuado u oportuno», y en la teología cristiana se lo asocia con el «tiempo de Dios». La principal diferencia con Tiempo o Crono (en griego antiguo, χρόνος, chrónos) es que, mientras Kairós es de naturaleza cualitativa, Cronos es cuantitativo. Como dios, Kairós era semidesconocido, mientras que Cronos era la divinidad por excelencia de la época, siendo a veces asociado como el hermano y otras como el hijo de Tiempo.

El término utilizado en la antigüedad varía en los diferentes textos y aparece con significados ligeramente distintos. Así, Hesíodo lo define como «todo lo que es mejor que algo», y Eurípides dice que es «el mejor guía en cualquier actividad humana». Por eso, no se pueden unificar todos sus usos y el significado exacto debe extraerse del contexto en el que se emplee. Ni siquiera es siempre asociado con el tiempo, pero sí con la eficiencia y aparentemente siempre juega un papel decisivo en las situaciones imprevisibles e inusuales. En ciertos contextos es empleado para nombrar esa condición necesaria para lograr el éxito en una empresa.

El hombre que pretende temporizar todo, no cae en la cuenta de la relevancia vital de los tiempos de calidad, que abarcan eventos y proyectos que nos marcan de manera individual y como especie. Al final de cuentas, mi padre vivía sus propios y oportunos mecanismos de trascendencia más allá de los cronos. Era un impuntual oportuno, decidido a emprender su especial camino.

Celebro a todos los seres atemporales, que aunque no llegaron a ser eternos, contribuyeron a conseguir un mundo revalorizado para todos, optando por aportar sus obras y cosmovisiones, más allá de la puntualidad (probable la practicaban), y de las reglas del tiempo.

El deseo de la vida eterna, que no es más que un sueño irrealizable por el momento, tiene como contrapartida, dejar una huella con los objetivos hechos realidad, sin medir lo que no se puede medir, ni poner en números lo que perdura.

«Mortales, pero oportunos, las personas que crean eras que no tienen fin«

¡Cuatrocientos!

Termina este año y con él se queda parte de mi energía. Otra parte la reservo para el comienzo del que tímidamente asoma. Sería un pecado capital no agradecer todo lo que logré hacer en este período, de todo lo que fui capaz.

Podría decirse, de manera sucinta, que pude vencer muchos miedos, algunos que ya estaban, viejos, quejumbrosos y pesados, otros más nuevos, recién horneados, fresquitos, pero no por eso no menos consistentes.

Y he decidido que esté escrito será de a tres renglones por vez, como los tres cambios decisivos que hube de dar, aquellos que me permiten sentirme de nuevo útil, productivo, con fuerzas renovadas y siempre para adelante.

Casi como una poesía extraña, desinhibida, rara y algo perturbadora, de a tres a tres, fueron madurando algunas ideas calladas, y silenciadas por el paso del tiempo, aquel que lo puede todo, a favor y a pesar de nosotros.

La primera explosión de la conciencia me llevó a considerarme joven, dejando al viejo que me ataba, con cuerdas invisibles y poderosas, el que no me dejaba ver más allá de la cómoda y acogedora sensación de seguridad.

Mi segundo big bang se produjo cuando tuve que aceptar que no había más que remedio que el cambio, para después cambiarlo todo, y tantas veces todo como fuera necesario, hasta que nazca algo distinto del dolor.

El tercer evento, fueron en realidad una serie de eventos, vinculados con meterme a repetición, dentro de mí, para rescatar lo que me trajo hasta acá, me impulsó hacia algún lugar y me hizo ser quien soy o quien deseo ser.

Todas estas batallas, donde no hubo ganadores ni vencidos, hube de darles a lo largo de este desafiante año que me deja fortalecido, con más ganas que antes, con un millón de dudas, pero con la cabeza y el corazón alineados.

Pensar, sentir y vivir siendo joven no es nada fácil, ya que hay que romper varios paradigmas, sobre todo los que te hacen creer que no existe sentido, en dejar de lado el confort, para lanzarse a la aventura.

Cambiar es una decisión harto difícil, que te brinda oportunidades, pero es como jugar en una mesa de poker, donde sabes que están todas las cartas, pero no sabes quien las tiene, y cuando las van a tirar, confiando en tus instintos.

Las inmersiones profundas en uno mismo, para recuperar aquellos tesoros perdidos que una vez te animaron, son por general de bajo nivel de éxito. De eso se trata, de ser consistentemente un buceador a tiempo completo.

Uniendo todos los hilos mágicos, de decisiones que significaron muchas cosas, mezclas de alegrías y tristezas, de dolor y de placer, es que pude migrar dos veces de ciudad, y dos veces de trabajo, «hasta encontrarme de nuevo».

Perdón, por este escrito intimista, corto, que parece que no dijera nada, aunque a mí me diga mucho. Perdón por el egoísmo de hablarme en frente de ustedes, como si nada más importara, en este texto personalista.

Gracias por lo que pude hacer y por lo que no. Gracias a los que creen en mí, mucho más que la fe que yo tengo en mí mismo. He vuelto en parte a ser la persona, que elegí ser, con más vitalidad y entereza que nunca.

Recuperar el amor propio es todo un reto, para lo cual no hay reglas, ni tiempos, ni posibilidades de retroceder. Muñirse del valor para emprender desafíos, sortearlos, y ganar en confianza es aconsejable y redituable.

¿Soy una versión mejorada? Es probable que sí. ¿Soy la mejor versión posible? Es probable que no. La diferencia está en la actitud permanente, constante, pero con altibajos, para tratar de ser mi mejor versión.

En este fin de año, hay muchos yo, vuelvo a pedir perdón por ello. Necesitaba tener esta charla, luego de un año revolucionado, algo caótico, desequilibrado por momentos, pero sonriente al final de cuentas.

De aquel que comenzó este año, queda muy poco. Las elecciones fueron rompiendo las anclas que me ataban confortablemente, a todo lo que construí para estar cada vez más cómodo, pero sin proyectos y con pocos sueños.

En este diálogo personal, que comparto con ustedes, quiero expresar mi más profundo agradecimiento a mi familia, mis amigos, mis compañeros y amigos de ruta, y a los que aportaron aceptación y rechazo. Todo me sirvió.

Arranca un nuevo año, con más desafíos que el anterior. No tengo palabras para contarles lo que eso significa para mí. Los que me conocen, capaz puedan entender de que les hablo. Los que leen mis escritos, creo que también.

Un año bisagra el que está acabando, un año de consolidación el que viene. Es la mejor forma de definirlos. Mi decisión es poner lo que esté a mi alcance para que esto sea de esta manera. Trabajar y confiar en uno mismo y los demás.

En este breve resumen de lo acontecido, te cuento que termino estos doce meses, «escribiendo mi blog número cuatrocientos». Que son los fines de semana ininterrumpidos y sucesivos en los cuales he publicado.

“Gracias totales”, como diría un famoso artista. Vamos por cuatrocientos más, de a uno en uno, respetando cada palabra, cuidándola y dándole sentido o al menos intentándolo. Al final de cuentas de eso se trata “seguir”. Felicidades y nos vemos el año que viene.

¡Don´t Worry, Be Happy!

A mediados del 2024, un viernes cerca del mediodía, luego de varias reuniones de trabajo, una persona del equipo me pidió conversar. No había sido necesario de que él participara de ninguna de las reuniones que se hicieron previamente. Le dije que sí, que no había inconvenientes, que me esperara una media hora y nos juntábamos. Le pregunté sobre que tema quería hablar y no recibí una respuesta concreta: sobre varias cosas, pero prefiero charlarlo después.  Mi respuesta fue afirmativa, respecto de la modalidad, porque noté que era más importante escuchar, que saber de antemano el temario.

Para ser honesto, me produce incomodidad no saber previamente el motivo de una reunión, sobre todo por el hecho de preparar algún material o incluir temas adicionales que pudieran servir para dar mayor sentido a la charla. Sin embargo, acepté en función de poder servir con mi escucha.

El funcionario que me había solicitado la reunión se presentó puntual a las 12.30, y luego de varios intercambios de saludos e indagación acerca de cómo estábamos cada uno personalmente, le pregunté cuál era el motivo del pedido.

Sin demasiados preámbulos, esta persona me dijo que no entendía muy bien la modalidad de trabajo, los objetivos y la valoración que yo hacía de la efectividad de las tareas que se le encomendaban y la vinculación que yo solicitaba entre compañeros de equipo.

Estas cuestiones por lo general no me toman por sorpresa, pero en este caso sí debido a la profundidad de las cuestiones planteadas.

Le pedí que vayamos por partes y si era posible ejemplificar o fundamentar cada una de las inquietudes planteadas.

Sobre la modalidad de trabajo, me comentó que por momentos se solicitaba cumplir un horario, en otros momentos no importaba el horario si cumplimos con los objetivos, y por otro lado no había muchas veces un adecuado descanso.

MI respuesta fue que la visión mía como líder de líderes, era que los responsables tienen como premisa esencial alcanzar objetivos y resultados, sin descuidar aspectos personales y de descanso, para lo cual tienen que ser capaces de asociarse con otros compañeros, para cubrir emergentes y contingencias. Esto de alguna manera aclaro este punto, porque me agradeció la respuesta.

Respecto de la valoración de la efectividad de las tareas, me comentó que daba la sensación de que las tareas nunca estaban terminadas, porque de mis preguntas y diálogos, se desprendía una cierta sensación de que nunca se alcanzaba a saber si algo estaba bien o mal.

Le dije que corregiría eso, agregando calificativos o más bien ponderaciones, respecto de lo bien o mal, que algo estaba siendo hecho. Que era muy válido el reclamo y que en caso de que yo me olvidara, el me hiciera recordar este acuerdo.

Sobre la vinculación de los compañeros de trabajo, el me dijo que yo no era claro respecto de cómo debían ser esas vinculaciones, porque las exigencias eran desparejas, y no todos tenían ganas de compartir problemas y soluciones.

Luego de pensar unos instantes antes de responder, pude hilvanar una secuencia apropiada. Le hice recordar que, en casi todas las reuniones de trabajo, les había dicho repetidamente, que necesitaba que todos desarrollaran habilidades cooperativas de preferencia a las competitivas, vale decir que era más importante el cumplimiento de objetivos comunes, por sobre los individuales. Que más allá de esto, en las próximas reuniones daría ejemplos concretos, para que todos entendieran el significado.

Tanto lo planteado, como las respuestas sirvieron para calmar la ansiedad de ambos, calibrar las expectativas comunes y además esta conversación fue la primera de otras tantas, que sostuvimos hasta mi alejamiento de la empresa, que sucedió unos meses después de este evento.

La confianza mutua fue creciendo, y un día en donde conversábamos acerca de que cada uno procura su propio bienestar como puede y le sale, evitando tirar la culpa de los males a los demás, como una práctica superadora, me dijo algo que realmente me dejo atónito:

“Marcelo, después de todos los momentos compartidos, y viendo tu manera de proceder, creo que en la vida hay tres formas nítidas de hacer las cosas: bien es una, mal es otra y la tercera es como las hace Marcelo Bordolini”.

“Si hay algo que tengo que agradecer, por sobre muchas cosas, es que tu accionar es genuino y como un sello distintivo de tu persona y ser profesional”.

“Me gustaría sinceramente, que alguien en el futuro diga lo mismo de mí”.

Le dije que eso que él distinguía, surgía desde la apertura y confianza mutua que habíamos logrado, y que eso a la larga, nos permite conseguir objetivos y trabajar en armonía. Le agradecí, mientras le confirmaba, que a mí me había costado mucho tiempo y trabajo, darme cuenta de que el valor está en buscar el equilibrio entre lo bueno y lo malo, no sumando más preocupaciones donde no las hay, y tratando de ver el vaso medio lleno, a pesar de……

El crecimiento de las personas en sus relaciones no tiene que ver con las jerarquías, sino más bien con el compromiso, la comunicación y la confianza. La famosa regla de las “Tres C”.

Como hoy estoy recordando gente que me sumo valor, les comparto la historia da una canción muy positiva y difundida, que marcó una época, aunque algunos como yo no supieran a ciencia cierta cómo surgió.

Meher Baba (1894 – 1969) a menudo utilizaba la expresión «Don’t worry, be happy» («No te preocupes, sé feliz») mientras guiaba a sus seguidores en el mundo occidental. Entre los numerosos ejemplos, el 6 de diciembre de 1958, después de sufrir un grave accidente automovilístico en las afueras de Satara, India, Meher Baba le dio este mensaje personal a sus seguidores «No te preocupes, sé feliz. Todo estará bien. Fielmente seguid con las instrucciones que os he dado». Más tarde, en los años 1960, esta expresión de Baba fue impresa en tarjetas inspiracionales, e incluso en los afiches fosforescentes de aquella época. En 1988, Bobby McFerrin notó un afiche parecido en el apartamento de la banda Tuck & Patti de San Francisco; inspirado por el encanto y la simplicidad de la frase McFerrin escribió la ahora famosa canción «Don’t Worry, Be Happy».

Fue la primera canción a capela en llegar al número uno en la lista de los Billboard Hot 100 en los Estados Unidos, manteniendo esa posición por dos semanas en septiembre de 1988. El título de la canción, como ya dijimos, es tomado de una famosa frase de Meher Baba (Revista Time, edición norteamericana, 17 de octubre de 1988).

La canción fue grabada sin el uso de instrumentos musicales, utilizando únicamente una superposición de voces del propio McFerrin.

Un malentendido general existe al creer que la canción fue escrita por Bob Marley. La verdad es que él murió casi una década antes del lanzamiento de esta canción.

La canción ha provocado un mito urbano acerca de que el compositor se suicidó después de escribirla; aunque Bobby McFerrin continúa vivo y aún en actividad.

En el video musical participan Robin Williams y Bill Irwin, junto a McFerrin.

La canción fue ubicada en el número 31, en una lista realizada por VH1 de los 100 mejores one hit wonders de los 80’s. En 1989, la canción se alzó con tres Premios Grammy en las categorías: Canción del añograbación del año y mejor interpretación vocal pop masculina.

Para finalizar aquí va la letra completa.

No Te Preocupes, Sé Feliz

Don’t Worry Be Happy

Aquí hay una pequeña canción que escribí.
Es posible que desees cantarla nota por nota.
No te preocupes, sé Feliz.

En cada vida tenemos algunos problemas.

Pero cuando te preocupas, lo haces doble.

No te preocupes, sé Feliz.

No te preocupes, sé feliz ahora.

Oo, oooOh, ooh

No te preocupes, sé Feliz.
No te preocupes, sé Feliz.

No te preocupes, sé Feliz.
No te preocupes, sé Feliz.

Oo, oooOh, ooh

No hay lugar donde poner la cabeza.
Alguien vino y tomó tu cama.
No te preocupes, sé Feliz.

El señor de la tierra dice que tu alquiler se atrasó.

Puede que tenga que litigar.
No te preocupes, sé Feliz.

Mírame, soy Feliz.

No te preocupes, sé feliz.

Déjame darte mi número de teléfono.
Cuando te preocupes, llámame. Te haré Feliz.

No te preocupes, sé Feliz.

No tienes dinero, no tienes estilo.
No tienes ninguna chica que te haga sonreír.
No te preocupes, sé feliz.

Porque cuando te preocupas tu cara fruncirá el ceño.

Y eso hará que todo el mundo caiga.
Así que no te preocupes, sé Feliz.

No te preocupes, sé feliz ahora.

Oo, oooOh, ooh

No te preocupes, sé feliz.

No te preocupes, sé feliz.
No te preocupes, sé feliz.

No te preocupes, sé feliz.
Oo, oooOh, ooh

No te preocupes, no te preocupes, no lo hagas, sé feliz.

Deja una sonrisa en tu cara.
No tires abajo a todos.

No te preocupes, pronto pasará.

Lo que sea, que sea.

No te preocupes, sé Feliz.

No estoy preocupado, estoy Feliz.

No son sólo palabras!

Las palabras son decididamente nuestra distinción más específica y humana, aquellas que nos diferencian, del resto del reino animal, vegetal e inanimado.

Como seres humanos, estamos siempre expectantes de los que nos decimos, nos dicen y lo que decimos a los demás. Una declaración cambia las cosas para bien o para mal, sobre todo cuando esas palabras nos llevan a la acción, nos movilizan y emocionan, son un antes y un después, que se enuncian en el presente, aunque se refieran al pasado o al futuro.

Los poetas las manejan incorporando belleza, sentimiento y armonía. Los que narran las concatenan para encontrarles un sentido, incluso en la dramaturgia o el teatro, para que sean representadas, por otros seres que dialogan mientras actúan. Los silencios, son las pausas necesarias para que el cerebro las interprete y las asimile, guardándolas u olvidándolas, según causen alegría, dolor o indiferencia.

Somos seres de palabras, hechos de barro cocido, sostenidos por hilos invisibles y poderosos, como oraciones no editadas. Antes, cuando no existían los contratos, los hombres eran sólo de palabra. Hoy lo siguen siendo, más allá de toda la literatura e intenciones que se escriban en un acuerdo. Honrar la palabra es dignamente humano, indefectiblemente nuestra única fuente de confianza.

De miles de millones de sensaciones, pensamientos y afectaciones corporales, se compone decir “te amo”, “te perdono”, “te agradezco”, “no sé, ayúdame”, “te digo que no”, “te digo que sí”.

Cuando alcanzamos un hito añorado en nuestras vidas, lo hemos hecho sumando, restando, multiplicando y dividiendo, un montón de esas simples declaraciones y decisiones, que nos han permitido estar donde estamos, alcanzar lo que hemos deseado alcanzar.

Este discurso de fin de ciclo de primario le corresponde a mi más querida discípula, Lucía, mi pequeña niña de luz. Textual y con permiso para compartirla.

Queridos egresados

Hoy es un día muy especial, un día que marca el cierre de una etapa única e irrepetible y el comienzo de otra. Un día que simboliza el final de un camino, de un largo viaje que pudimos transitar, a pesar de sus obstáculos y dificultades, un camino lleno de aprendizajes, no sólo escolares, sino también personales, estos aprendizajes nos ayudarán a crecer y entender la vida hasta el día en que finalmente volemos libres, un viaje colmado de recuerdos que llegaron a nuestro corazón y encontraron su lugar para no irse nunca.

Al mirar hacia atrás nos damos cuenta de que lo que recorrimos fue un trayecto enorme y hermoso. Desde ese primer día en salita de cuatro donde nos conocíamos nuestras caras, nuestros nombres, hacíamos una merienda compartida, jugábamos, llorábamos porque extrañábamos a nuestros seres queridos y elegíamos a nuestros primeros compañeros de vida, algunos nos acompañan hasta el día de hoy, otros llegaron a nuestra vida con el paso del tiempo, y otros nos acompañaron y marcaron nuestras infancias para luego despedirse y seguir sus propios rumbos, pero con la certeza de que permanecerán en nuestros corazones por siempre.

Llegó nuestro primer año en esta etapa, nuestro primer grado, con la seño Georgina, donde corríamos en los recreos, aprendíamos a leer y escribir, y como el Lolo sabía hacer ambas cosas, siempre se paraba y nos leía cada palabra del pizarrón en voz alta, siempre nos terminaban retando.

Luego llegamos a segundo grado, de la mano de la seño Roxana, un grado especial ya que, debido a la cuarentena, debimos pasarlo viéndonos y compartiendo sólo a través de tecnología.

Tercer grado, acompañados primero por una seño que aún no siendo la titular nos pudo hacer los meses que estuvimos con ella, mágicos y que siempre anhelamos que cuando nos digan que viene una suplente entre ella por la puerta y pueda ver cómo crecimos y maduramos, la seño Flor, y luego llegó la seño Lu, que hizo de tercer grado una experiencia colmada de aprendizajes y momentos divertidos, en fin, una grado hermoso que al principio estuvo dividido en dos burbujas, pero en septiembre todo cambió y volvimos a ser uno solo de nuevo.

Llegaba cuarto grado, con la seño Silvi, que, aunque no pudo acompañarnos todo el año siempre estará en nuestros corazones, ese año tuvimos un hermoso y gracioso proyecto y una obra de teatro llamada “Lorenzo Talatodo”. Este grado lo terminamos con la seño Ema y estos dos últimos increíbles años estuvieron bajo el ala de la seño Elo y de la seño Nati, que pudieron transformar cada experiencia en algo inolvidable, cada aprendizaje en algo divertido, que pudieron poner color en días grises, claridad en nuestro camino y recuerdos en nuestros corazones. El tiempo transitado con ellas fue maravilloso, realmente se pusieron la diez, e hicieron de todo algo mágico, como los Just Dance para divertirnos un rato, las siestas en el suelo para relajarnos, el baile de trolls, los juegos, las charlas y aprendizajes que nos llevamos para toda la vida. Las seños eternas, gracias por todo, y aunque ya llegó el momento de despedirnos y dejarlas atrás, ustedes son un eco que resonará en nosotros por siempre.

Gracias también a las seños de áreas especiales que hemos tenido a lo largo de esta bella etapa, que nos vieron crecer y nos ayudaron siempre y también agradecemos la compañía del Equipo Directivo, seño Andrea, seño Analía y seño Eli, en estas hermosas experiencias.

Gracias, chicos por todos los momentos compartidos, por los recreos de juegos, por todos los partidos de quemado, por todas las risas que siempre resuenan, por la unión y la compañía, por los llantos y las peleas que nos enseñaron a crecer, por habernos acompañado mutuamente en la experiencia de ser promo, por haber sido una familia todos estos años y por todos los recuerdos y aprendizajes que van más allá de lo escolar.

Bueno llegó el final, el momento en donde dejamos atrás una ruta para comenzar otra, momento en que algunos seguirán otros caminos, pero les aseguro que el tiempo es sabio, y si así lo desea unirá nuestros viajes en algún otro momento de la vida.

«Esta etapa llena de recuerdos la debemos dejar atrás, pero nunca debemos olvidar que nuestras raíces se encuentran acá».

Gracias Lucía, por tan emotivo discurso.

Mucha suerte con todo lo que vendrá, fortaleza , ánimo e inteligencia no te faltan.

A seguir por este y otros rumbos, mi querida niña.

¡Enojarse es un arte exquisito!

Transitar las calles conduciendo un vehículo es muchas veces una odisea. Somos muchos los que queremos apropiarnos de ese espacio vital, con la expectativa de fluir sin interrupciones, haciendo prevalecer nuestras necesidades de movernos a la de los demás. Las ciudades suramericanas, sobre todo las más grandes, no están preparadas, para tanto flujo vehicular, y mucho menos para que coexistan en movimiento camiones pequeños, utilitarios, camionetas, automóviles, motocicletas y rodados menores como bicicletas y ahora patines eléctricos.

Manejar, es como adentrarse en una jungla, como tantas veces hemos escuchado, y ganan los que tienen el tamaño y la potencia más grande. Proliferan actitudes imprudentes, y salvo honrosas excepciones, todos y cada uno de nosotros, tenemos una marcada vocación por no respetar las señales.

El enojo, las discusiones, las disputas acompañadas de agresiones verbales y físicas, son comunes y recurrentes en todo momento, siendo fuente de inspiración para la trama de cualquier libro o película, en donde por lo general, existen escenas que se desarrollan conduciendo vehículos, a toda velocidad, con derivaciones y consecuencias disparatadas y/o terroríficas.

Si hubiera la posibilidad de instalar un aparato para medir “el enojo o crispación generalizada”, de seguro las mediciones más elevadas, se darían durante las horas pico de tránsito en ciudades multitudinarias.

El enojo, la crispación y su amiga más elevada y persistente que llamamos “IRA” son moneda corriente, en todas las interacciones humanas, incluyendo una versión más íntima “el enojo con uno mismo”.

El enojo es una de las emociones más presentes desde nuestro nacimiento. El ceño fruncido es algo muy común en los infantes, siendo la reacción más natural que tenemos al alcance de la mano, para decir que algo no está gustando o resultando confortable.

Recuerdo el haber sido un niño con bastante tendencia a la ofuscación. Me producía irritación que otros infantes no quisieran jugar, que mis padres no me compraran un juguete, una mala nota en el colegio, sólo por citar ejemplos comunes. No vivía crispado, pero sí con una gran frecuencia, me sentía irritado con las cosas, vale decir intranquilo, inquieto y molesto. A pesar, de eso siempre hacía todo lo que se me pedía, no tenía problemas para estudiar y relacionarme con los demás. Era algo más vinculado a mi mismo y mis expectativas.

Durante la adolescencia, los enojos pueden ser más reiterados, impulsivos y derivar en situaciones complejas de violencia o descontrol. Los púberes, adolecen o están en búsqueda de muchas cosas, una de las cuales, es la posibilidad de frenar a tiempo, sin descarrilar con sus emociones. En mi caso, esa etapa fue de bastante equilibrio en ese aspecto, no así a la hora de frenar la parranda, en donde, por cierto, frecuentemente descarrilé.

Unida a la frustración y camino previo a la ira, a una edad más madura, el enojo se produce fundamentalmente, debido a aquello que se interpone con nuestros objetivos personales. Es por ello, que nos molestan situaciones, actitudes de otras personas, pedidos no satisfechos, errores propios y ajenos, metas que no alcanzamos. Vivir como un adulto enojado, considero que es una de las peores decisiones de modo de vivir, por la que podemos optar.

Te quiero compartir ahora algunas reflexiones sobre el enojo y sus derivados. Como siempre te digo, puedes tomarlos, dejarlos o considerarlos parcialmente, dentro de tu esfera de pensamiento crítico.

Vivir enojado, puede resultar nocivo para mantener relaciones estables, conservar amigos, trabajo. Nos limita la oportunidad de expandir nuestras posibilidades.

En el otro extremo, no enojarse por casi nada, puede implicar la aceptación pasiva de agresiones. La exacerbación de la calma, puede atentar contra nuestra dignidad humana. Vale decir, ante una agresión manifiesta recibida, mantenerse sin decir palabra, puede resultar contraproducente.

La exasperación usada como un mecanismo de manipulación hacia los demás, es inconducente para mantener sanas relaciones humanas.

La calma fingida, utilizada como un mecanismo de simulación para mostrar equilibrio, es una condición de inautenticidad, que se puede caer por su propio peso.

Poner conciencia y detectar lo que nos está enfadando, nos permite encontrar una salida para no permanecer en esa emoción. De este modo evitamos entrar en la cólera.

No manifestar enojos a tiempo, puede derivar en el resentimiento, que prolongado en el tiempo nos lleva al odio.

El enojo reduce el espacio de posibilidades para accionar. Es espontáneo y una reacción impulsiva.

Poner conciencia de la limitación que produce, es clave para sortear obstáculos y conseguir metas.

En un sentido práctico, cuando nos disgustamos con alguien, estamos emitiendo una señal de alarma hacia el otro. Le estamos diciendo:

¡Oye esto que estás haciendo es inaceptable!

Ahora bien, si nuestro devenir no es acompañado de otras señales en sentido contrario, de que aceptamos determinadas cosas de los demás, la cuestión se torna poco sostenible.

Los orígenes del cabreo pueden ser muy variados:

Enojos amorosos en relaciones profundas entre personas.

Enojos en el entorno de la amistad por promesas incumplidas.

Enojos por desavenencias laborales o contractuales.

Enojos por inconductas a la hora de conducir.

Enojos por situaciones injustas.

Así podemos enumerar cientos de razones.

El común denominador de los motivos, es por lo general un disparador o sea algo que no esperaba. No estaba en mi radar.

Mantener una adecuada gestión de lo que nos irrita, nos puede llevar a tomar mejores decisiones.

Estoy enojado conmigo mismo, porque las cosas no me salen cómo quería:

  • concurro a terapia, buscando ayuda profesional.
  • busco la asistencia de un coach.
  • genero nuevas relaciones.
  • indago en otras personas que hacen lo mismo, para saber cómo lo hacen.

Poner conciencia sobre el enojo, me permite articular numerosas acciones posibles.

Es por ello que mi escrito de hoy tiene este título:

¡ENOJARSE ES UN ARTE EXQUISITO!

¿Hay que aprender de nuestros disgustos?

Sin lugar a dudas.

Estando en una situación de rabia, o frustración, es probable que al hablar ofendamos, o produzcamos un daño que puede ser irreparable. Al mismo tiempo si no manifestamos adecuadamente lo que nos enoja, el efecto puede ser nocivo para nosotros mismos.

El hilo es muy delgado, por lo tanto, se puede romper fácilmente. Nosotros somos como equilibristas manteniéndonos arriba, muchas veces en situaciones distintas con personas diferentes, aunque con algunos elementos comunes.

Ser un maestro viviendo nuestras irritaciones y las de los demás, suena a utopía, pero cuando más nos acerquemos a bajar a tierra esta emoción, tendremos nuevas oportunidades para crecer.

¿Cómo andas de enojos?

¿Cuál es tu equilibrio en relación con los acontecimientos y otras personas que te disgustan?

¿Te sale fácil la cara de…..?

Hace miles de años, Aristóteles, un filósofo de los más reconocidos, nos regalaba esta frase genial.

“cualquier pueda estar enojado, eso es fácil, pero estar enojado con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta…. eso sí que no es fácil”.

Tantas veces escuchamos:

¿Es tan difícil no enojarse por pavadas?

Depende las pavadas……

Un chiste malo para el final:

Me gritó: “Sal de mi vida”.

Yo le respondí: “Pimienta de mi corazón”.

Y luego de eso, se enojó aún más.

La verdad no entiendo.

No te irrites por mi broma, por favor.

Créeme, que el humor salva vidas y relaciones.

Al menos, en mi caso, ha venido sucediendo.

El valor del cariño!

Me encuentro contemplando viejas fotos a color impresas, de esas cuando las personas sacaban fotos para atesorar los momentos, y las guardaban en álbumes, para hojearlas y revisarlas cada tanto, en ocasiones especiales, reuniones familiares, o ante la despedida de un ser querido. La nostalgia, que es ni más ni menos, que las huellas o cicatrices, que la vida va dejando en nuestros corazones, es por lo general el punto de partida para esa revisión de los afectos, de los rostros, de lo que emana de esas imágenes grabadas en un papel.

El avance de la tecnología hace que sacar una instantánea digital, guardarla en la memoria de un teléfono o en la nube, sea moneda corriente, transformando lo que antes era todo un acontecimiento, en una situación rutinaria y en cierta medida desvalorizada, dada su repetición y frecuencia. Podemos decir que se ha depreciado, el valor de conservar un recuerdo y se ha apreciado, el valor de que el mundo conozca al instante lo que estoy haciendo, celebrando, disfrutando o sufriendo.

Mientras observo una foto de mamá, otra de papá, de mis tíos, y otros tantos seres queridos que ya no están físicamente, en esa imagen impresa en el papel, me siento atravesado por aquel momento, aquellas vivencias que no se repetirán, pero que significan poner en la piel, el valor del cariño, sus virtudes sanadoras y todo lo que eso conlleva.

Siempre tuve una discusión interna, sobre lo que es más importante, si la educación o el cariño. Con los años pude caer en la cuenta, que, en realidad, la realidad superlativa y superadora, es la educación con cariño. Revisando las fotos, percibo el cariño de mis padres y otras personas que me rodeaban, los cuales acompañaban a los niños con una fuerza educadora, comprometida y responsable sin igual.
Las fotos en papel, me transportan a ese mundo mágico y edificante de vivir rodeado de cariño y sentimientos afectuosos, como esa fuerza impulsora, creadora de mundos a donde las personas por lo general quieren pertenecer. Los lazos afectivos, te mantienen con los pies sobre la tierra, equilibran tus expectativas con tus posibilidades, perteneciendo al mundo de los que sienten y se emocionan.

El cariño, resulta tan necesario, y puede provenir de la familia, de los amigos, de los compañeros y hasta de algún desconocido, aquel que nos encuentra a la vera del camino, con una cubierta pinchada y con necesidad de ayuda.

El valor de las fotos en papel, para los de mi generación, traspasa los umbrales de la tecnología, nos humaniza y nos hace revivir aquellos momentos, que alguien valoró como inmortales. En esas fotos se se hace perenne el cariño, haciéndose palpable, asequible y omnipresente.

A continuación, les traigo reflexiones que le pertenecen al escritor Francesc Miralles:

El elixir de la amistad

Braulio había sido siempre un hombre de pocos amigos, pero contaba con una aliada que había acompañado sus cambios de humor desde los primeros cursos en la escuela. Casada y con familia numerosa, Montse siempre había lamentado que su compañero de la infancia hubiera crecido como un hombre huraño y solitario. Sabía que tras aquel caparazón de intolerancia y acritud se ocultaba una persona sensible y con buenas intenciones.

Más de una vez Montse se había preguntado por qué Braulio tenía una vida social casi nula. Cuando él le presentaba una nueva amistad, esta desaparecía poco después y no se volvía a hablar del asunto. ¿Se habrían peleado? ¿Sería que los demás no eran capaces de ver sus virtudes?

Montse se hacía estas preguntas mientras paseaba por una calle comercial buscando, precisamente, un regalo para su amigo. Su cumpleaños era al día siguiente y aún no había encontrado nada para él. De repente, se detuvo ante un vendedor ambulante. Mostraba orgulloso un ambientador, pero lo que le llamó la atención fue su etiqueta: «elixir de la amistad«. Intrigada, le preguntó en qué consistía, y aquel caballero elegantemente vestido le explicó:

—El ambientador es de lavanda, pero se trata solo de una artimaña. Con la excusa de enseñar a la persona su funcionamiento, le hago un diagnóstico de su capacidad para hacer amigos y le indico aspectos a mejorar.

A la mañana siguiente, aquel mismo caballero llamaba al domicilio de Braulio, que estuvo a punto de cerrarle la puerta en las narices.

—Le traigo un obsequio de su amiga Montse. Junto con el precio del ambientador, su amiga ha pagado una demostración.

De no haberse tratado de ella, Braulio habría agarrado el frasco y despedido al comercial de malas maneras. Sin embargo, no le quedaba otra opción que dejarle entrar.

—Podría haber elegido otro momento que no fuera el sábado por la mañana –gruñó mientras le mostraba el camino al salón.

—Su amiga me ha dicho que le trajera el obsequio cuanto antes, Braulio –dijo sonriendo el vendedor mientras pulverizaba la esencia de lavanda a su paso–. Mis clientes aseguran que este ambientador, haciendo honor a su nombre, ha cambiado el ambiente de su vida.

—¡Bobadas! Hay que ser muy ingenuo para pensar que un aroma a lavanda puede cambiar la existencia de alguien.


—¿Hubiera preferido otra esencia, Braulio?

El aludido ni contestó. El comercial no perdía el buen humor, y eso lo irritaba aún más.
—Tengo que felicitarle por el buen gusto con el que ha decorado la casa. Este podría ser un lugar muy agradable donde recibir amigos.

En este punto, el inquilino perdió la paciencia y se dispuso a librarse de la visita.
—Concédame unos minutos, se lo ruego. Ahora viene la parte más interesante del regalo. Braulio, ¿se ha fijado usted en la etiqueta del frasco? Dice: Elixir de la amistad.

El hombre, que aquel día cumplía años, le miró pasmado y con un poco de curiosidad.
—Lo del ambientador ha sido una excusa para charlar con usted y hacer un diagnóstico de su capacidad para hacer amigos. Ahora mismo es baja, pero con unas pocas correcciones va a ser el rey de la fiesta.

Braulio cruzó los brazos, dispuesto a escuchar, solo por respeto a lo que había pagado su amiga, lo que aquel tipo tuviera que decirle.

—Mi primer consejo es que usted cambie las críticas por los elogios.

—¿Por qué? Cuando algo está mal, como venir a molestar un sábado, hay que decirlo.

—Señalar un defecto no hace que nadie rectifique –repuso el comercial–. Al contrario, criticar solo sirve para que se ponga a la defensiva, se justifique y quede resentido. Se consigue mucho más elogiando sinceramente lo bueno que esa persona pueda tener.

—Tomo nota, ¿algo más?

—Si quiere crear usted un ambiente amistoso, antes de nada, escuche.

—¡Ya lo estoy haciendo! –protestó Braulio.

—Se trata de que el otro se sienta importante –prosiguió sin perder la calma–, pues de hecho lo es.

Después 
de escuchar, trate aquellos temas que interesen al interlocutor, en vez de hablar
de sí mismo. El objetivo sería conseguir que el otro hablara más que usted.

Braulio se rascó la cabeza, sorprendido ante aquel curso de empatía a domicilio, y repuso:
—Lo explica usted como si cambiar de forma de ser fuera sencillo.

—Así será si usted lo cree, Braulio. De hecho, este es el secreto para alentar a los demás: hacer que los defectos o problemas parezcan fáciles de solucionar.

—Entiendo la lógica de todo lo que dice, señor…

—Gabriel –el comercial estaba ahora entusiasmado–. Ha tardado usted en hacerlo, pero dirigirse al otro por su nombre es también importante porque crea cercanía.

—Lo que quiero decir es que el test que ha realizado en esta casa no es significativo porque, con todos mis respetos, no se puede tratar a un extraño como a un amigo.

—¡Ahí está la clave! Le agradezco que haya sacado el tema, Braulio. Trate a cualquier persona como si fuera un amigo y nunca le faltará compañía o una mano cuando la necesite.

A fin de cuentas, como decía Will Rogers, un extraño es un amigo al que aún no conocemos.

Pedir, ofrecer y prometer !

En esta tarde-noche de Asunción el calor es decididamente sofocante. El asfalto parece derretirse, mientras las personas buscan refugio y algo de fresco donde sea. La final de una copa internacional de fútbol ha sumado miles de personas, a esta impactante y bella ciudad, la cual se ha quedado sin alojamientos, en su casco central, su pintoresca y moderna parte nueva y todas las ciudades que conforman el gran Asunción. Los hinchas argentinos de Racing festejan después de mucho tiempo, un nuevo título internacional, que revalida aquel primer campeonato obtenido hace mucho tiempo. Muchos vinieron munidos de una gran fe, esperanzados y de seguro habiendo pedido al creador o a quien sea, que hoy fuera una tarde-noche de festejos. La moneda de la alegría fue tirada al aire, mostrando cuando cayó al suelo, los colores celeste y blanco, los mismos que detenta nuestra enseña patria.

Aprovecho la palabra “pedido” para repasar dos de las más grandes acciones lingüísticas que distinguen al ser humano. La otra es el “ofrecimiento” o la “oferta”. Vivimos en una danza constante de pedidos y ofertas, que nos caracteriza como especie, nos diferencia a través de la capacidad de expresarnos. Cada vez que pedimos algo, y del mismo cada vez que ofertamos, el vínculo de confianza que une a ambas personas se llama “compromiso”, que no es más que una promesa que nos une con los otros y con uno mismo. Las relaciones humanas se construyen en una red interminable de promesas, que generan confianza, y que se expresan a través de pedidos y de ofertas.

Tenemos que entrenarnos para ser capaces de trabajar en una organización donde todos tengan una excelente relación, los proyectos y tiempos se cumplan sin protesta alguna y que incluso, todo fluya con completa naturalidad permitiendo que cada individuo de el cien por cien de sí para el bien del conjunto. Es posible, pero ¿Cómo se logra?. Podemos resignarnos a la idea de no alcanzar jamás un trabajo así, podemos enviar hoy mismo nuestro currículum, o aprender y transformar el lugar donde estamos actualmente, mediante una cultura de pedidos, ofertas y promesas. Nosotros tenemos la capacidad de accionar, para transformar positivamente los entornos de trabajo, donde nos relacionamos y convivimos.

¿Qué son los pedidos, ofertas y promesas?

Más allá de lo ya expresado, desde la mirada del coaching ontológico se sostiene un modelo de trabajo que refuerza las relaciones y a la vez, se le otorga una preponderancia a ese futuro ideal al que aspiramos: los pedidos, ofertas y promesas. Esta dinámica no es únicamente aplicable a individuos particulares, sino también a equipos de alto rendimiento.

Pedidos: Permiten que dejemos fluir nuestras ideas, planes y proyectos, y que a través de la solicitud de ayuda hacia otros, especializados en áreas distintas a las nuestras, podamos llevarlos a cabo.

Ofertas: Ser oferta para nuestros compañeros no sólo nos hace útiles y dar en conocimiento nuestras habilidades profesionales; también refuerza y genera lazos de confianza con quienes nos rodean.

Promesas: El compromiso es la base para caminar enfocados hacia el futuro. Al prometer algo, a los demás y a nosotros mismos, debemos ser conscientes de cuáles son nuestros horizontes de acción, saber y poder, para poder cumplir algo en base a los parámetros que establecemos con otros.

A continuación, describimos algunas recomendaciones útiles para empezar a aplicar esta rueda de comunicación efectiva en nuestras empresas, para generar los cambios que tanto anhelamos como equipo de trabajo.

  1. Lo principal y más importante en el inicio.
    Una de las etapas fundamentales en una relación es el inicio de esta. Por ello, si trabajamos en una empresa con un amplio volumen de trabajadores, realizar dinámicas de presentación que se amplíen más allá de cada área hará que todos sean conscientes de quiénes están en cada sector y cómo pueden, de manera cierta y concreta realizar pedidos entre sí. “Entrenar en el arte de pedir y de ofrecer”.
  2. El ingrediente infaltable: “la empatía”.
    La mejor manera de hacer pedidos es ser empáticos con el resto. Para generar consciencia en cada miembro de una empresa, se pueden hacer ejercicios de “Shadowing”, que consiste en trabajos de observación profesional donde cada área intercambia a alguien de su equipo para que conozca cómo se trabaja en “el otro lado”.
    Esta práctica, también es utilizada para introducir a los nuevos trabajadores, quienes, a través de la observación y seguimiento de sus superiores, aprenden poco a poco cómo se debe hacer cada trabajo. Actualmente, Microsoft y varias empresas más, aplican esta dinámica para generar empatía.
  3. Aprendamos y enseñemos.
    La clave para crecer personal y colectivamente es aprendiendo de forma constante y siendo, a la vez, generosos con nuestro conocimiento a la hora de compartirlo con alguien más; abriendo así, las posibilidades de que más adelante, algún compañero se anime a darnos la pieza clave que faltaba en nuestros proyectos.
    Todos, dentro de nuestros saberes, contamos con un mar de conocimientos; pero ¿por qué no convertirlo en un océano? Esto es posible si todos prestamos un poco más de atención a lo que tienen que decir nuestros compañeros, o si nos atrevemos a participar dentro de una reunión corporativa, sólo por citar un ejemplo.
  4. Abramos posibilidades.
    No nos cerremos únicamente en lo que sabemos hacer. Si un compañero de otra área propone una idea, anímalo a juntarse con las áreas vecinas. Aprovechemos los momentos en el trabajo para pensar en todas las posibilidades que se abren desde la importante labor que realizas dentro de la empresa en la que trabajas.
    Guardar nuestras opiniones e ideas, hace que las oportunidades se queden encerradas en nuestra imaginación y mucho tiempo después nos preguntemos: “¿qué hubiese pasado si…?”. Puede que en un inicio sientas miedo al rechazo cuando estés a punto de contar tus ideas, pero no hay nada mejor que descubrir que otros pueden ayudarnos a hacerla mejor.
  5. Seamos pro-activos.
    Seamos ofertas para los que nos rodean. Si alguien necesita ayuda, y está dentro de nuestros saberes la respuesta, no dudemos en ser partícipe y ayudar a dicha persona a encontrar la solución. Esta es una excelente práctica para incrementar la confianza y promover en los equipos el apoyo mutuo.

Como conclusión, si queremos generar ambiente de trabajo colaborativos, no perdamos ninguna oportunidad para fomentar las buenas relaciones. Cualquier ocasión donde se propongan proyectos, ingrese gente nueva, o incluso, cuando no comprendamos del todo las tareas de otros, serán excelentes oportunidades para impulsar el rendimiento y las buenas relaciones.

Un ambiente de trabajo donde se respeten los pedidos, las ofertas y las promesas, es un antes y un después respecto de los resultados, del clima y del confort que se siente. Sobre la base de respetar los compromisos con uno mismo y con los demás, se edifican los equipos de alto desempeño, resilientes ante los obstáculos y aprendientes tanto de los éxitos como de los fracasos.

Para finalizar les dejo una frase que pertenece a Peter Drucker:

“ A menos que se haga un compromiso, sólo hay promesas y esperanzas; pero no hay planes”.

Spreen… ¿que hiciste?

El debate sobre temas polémicos es sumamente necesario para encontrar nuevas maneras, que por lo general suelen ser mejores que las anteriores, o por lo menos pretenden serlo. La probabilidad del éxito es relativamente baja, del mismo modo que la probabilidad del fracaso, por lo que, vivimos inmersos en un conjunto de acciones de efectividad relativa, que se objetivan, cuando aparecen los números, la información, los datos y las ciencias estadísticas.

¿A qué viene todo este juego de palabras?

A tratar de poner sensatez sobre un hecho acontecido durante un partido oficial, en el cual se hizo debutar en primera división, a un jugador no profesional, el cual sólo estuvo durante un minuto en el campo de juego, sin tocar una sola vez la pelota. Este jugador es un difusor de contenido en tiempo real, vale decir coloquialmente, un streamer, que se valió de una campaña publicitaria, impulsada por una reconocida marca de bebidas energizantes, para cumplir el objetivo de debutar profesionalmente al fútbol.

Lo curioso o extraño de todo esto, es el hecho de que este jugador no posee una carrera previa en las divisiones inferiores de ese club o de otros, no tiene entrenamiento táctico y físico en la disciplina del fútbol, y por ende es un advenedizo total, en la materia.

Las sospechas de arreglos y apuestas extra deportivas, se sumó al combo de los temas a debatir o mejor dicho polemizar, mientras algunos dirigentes del fútbol, manifestaron públicamente que propiciarían una investigación sobre este caso, y algunos responsables deportivos del club de fútbol, expresaron sus públicas disculpas.

El reportaje al final del partido, al goleador del equipo contrario, fue un compendio de connotaciones negativas sobre este hecho. El mensaje a los jóvenes, que pretenden iniciar o continuar una carrera deportiva en el fútbol, fue la del sacrificio, la entrega, el compromiso, que por lo general van a acompañados de una alta dosis de resultados fallidos o fracasos. Hablo de la falta de respeto que conllevaba lo que se había permitido esa jornada, la falta de consideración por todos los que se esfuerzan día a día por intentar cumplir con sus sueños.

Los medios de comunicación reaccionaron casi al unísono, expresándose en contra de estas prácticas, tomando la declaración de este jugador que mencionamos, como un ejemplo a seguir para las generaciones que pretenden sostener una actividad profesional en el deporte.

La difusión de esta noticia, ocupó casi todos los portales informativos, las redes sociales y todos los medios de difusión formales e informales.Vale decir que, en términos promocionales, la movida fue exitosa, y es probable haya cumplido con creces los propósitos que se proponían ser alcanzados.
Viéndolo en un contexto general, se trata o se trató de un hecho aislado, que no produjo otras réplicas. Quedó como un globo de ensayo promocional, con mucha repercusión, ligada por cierta, a un sinnúmero de voces condenatorios.

Los medios masivos de comunicación abrieron canales de debate, donde se profundizaron los aspectos perniciosos, los que no ameritan que estas acciones no vuelvan a repetirse.
Hasta el momento se pueden destacar los siguientes elementos:

  • Fue un hecho promocional aislado
  • El conjunto general de la actividad futbolística no vio con buenos ojos la movida.
  • Se fortaleció la idea o el consenso de “la carrera o preparación que se necesita para desarrollar profesionalmente una actividad”.

Más allá de esto, creo que hubo otros hechos que no se difundieron o analizaron.

  • Este streamer es un emergente exitoso de una contracultura que “no es fruto del esfuerzo”.
  • Que esta y otras tantas actividades están dentro de una cultura de marketing, del que pocas actividades escapan.
  • Dentro de este apartado, los límites suelen ser difusos, ya que incluso los niños que antes acercaban las pelotas para el inicio del partido, han sido reemplazados por camioncitos guiados, que representan a una marca o empresa.
  • Que el mundo de las apuestas deportivas o de cualquier rubro es un negocio creciente, provocando problemas crecientes de adicción, que incluye a los niños.
  • Que no existe una condena unánime acerca de estos sitios de apuestas, los cuales reparten fondos por publicidad a todos los actores de la cadena deportiva.

Expresado todo esto, y ya en una opinión más personal y propia, la pregunta que me hago es si el real debate o polémica, no está desenfocada.

¿No será que hemos gastado mucho tiempo en condenar y debatir un hecho aislado, mientras los elefantes blancos nos pasan por el frente de nuestras narices?

Estamos inmersos en un mundo pleno de ansiedades, que se amortiguan con varias prácticas adictivas, tanto sociales como individuales, pero parece ser que, si la torta es repartida y beneficia a gran parte de los socios de la cadena de valor, tenemos paradigmas condenatorios distintos.

Soy un convencido que no se puede tapar el sol con las manos, pero al mismo tiempo creo no podemos ni debemos abandonar, la idea del debate y de la discusión positiva y productiva sobre este y varios temas más.

Mi desarrollo profesional y laboral, ha sido producto de miles de acciones individuales, en donde primaron el esfuerzo, la responsabilidad y el compromiso, y en donde también fueron efectivas las relaciones humanas, las actividades de promoción y algo del factor suerte.

No por ello voy a atacar el éxito de un streamer, por el hecho de suponer que consiguió todo lo que consiguió sin esfuerzo o sin inteligencia.

El aprovechamiento de los medios masivos de comunicación, es una habilidad que suma y mucho, al desarrollo de una actividad individual o social (club, empresa, asociación), por lo que no beneficiarse de ello resultaría un sinsentido.

Del mismo modo, resulta un despropósito, desentenderse de aquello que está produciendo daño a nuestros niños, adolescentes y adultos. Sobre este particular, hay mucho para debatir y dilucidar, sobre todo en lo que, a claras vistas, está siendo un fenómeno adictivo y difícil de controlar.

La tecnología, la inteligencia artificial, pueden ser aliados poderosos, para facilitar nuestras vidas y porque no para detectar a tiempo conductas, que pueden tornarse adictivas y denigrantes.

Próximo a encaminarme en otro proyecto profesional, ahora más allá de las fronteras de mi país, encuentro oportuno decir, que no creo en las recetas, en los mandatos, ni en los paradigmas que vinculan edades, con posibles cosas para hacer, como si hubiera tiempos preestablecidos para todo.

Lo importante, al menos para mí, es seguir nuestros propios designios y sueños, confiando en nuestras capacidades, las cuales incluyen la habilidad de tejer un número importante y gestionable de relaciones, mientras actuamos más allá de nuestras palabras, de manera coherente y consistente.

Para culminar les regalo una frase de las tantas que no me pertenecen.

“Un compromiso sin actuación tiene el mismo valor que una bicicleta sin ruedas; no lleva a ninguna parte”.

Liderazgo por aprender

Más allá de los estudios de ingeniería, los postgrados, y todos los entrenamientos duros y blandos que he recibido a lo largo de actividad profesional, el campo que siempre me costó un montón, fue el de liderar y armar equipos de trabajo.

En ese campo, a menudo me queda la sensación, que cada día se aprende algo nuevo, que no todo está dicho a la hora de generar influencias positivas en los entornos de trabajo.
Al principio creo que era muy fácil distinguir mi estilo, más caracterizado por componentes tradicionales, con rasgos de autoridad devenidos de mi posición. Era fácilmente influenciado por lo que me pedía la dirección de la empresa, saliéndome poco de los cánones, para seguir directrices y bajarlas, sin importarme mucho, porque como eran recibidas las indicaciones, las órdenes y las instrucciones en general. No tenía mucho registro de las diferencias que había entre las personas, respecto de los trabajos y sus expectativas, escuchaba poco y me apegaba mucho a los resultados.

Cuando me fui de mis primeros trabajos en puestos de responsabilidad, con gente a cargo, como se acostumbraba decir, la evolución de la tecnología era incipiente y las comunicaciones no fluían tanto como en la actualidad. Más allá de eso, no creo que ninguno de mis colaboradores, se haya sentido atraído a conservar el vínculo, una vez que la relación laboral se acabara. Es que resultaba bastante notable, que no era muy capaz de generar relaciones poderosas y humanas, con los integrantes del equipo. Me encontraba, casi siempre muy apegado a encontrar buenos números de gestión, encarando programas, que pocas veces contaban con la opinión de los demás.

Los resultados no eran malos, las relaciones, puede decirse que tampoco, pero a la distancia puedo distinguir, que las conexiones que establecía no eran fuertes, no les permitían crecer a todos, ni en la toma de decisiones, ni en la autonomía que las personas necesitamos para la consecución de metas y objetivos.

Con el tiempo, las empresas fueron migrando en sus conceptos de liderazgo en general, munidos de herramientas de vinculación que nos permiten estar, al menos muy informados y por momentos más comunicados. Todas las opiniones son tenidas en cuenta, independientemente del grado de responsabilidad, y las estructuras humanas, se fueron flexibilizando y achatando, para ser matriciales. Se busca o se pretende más el desarrollo de funciones, en detrimento de las posiciones.

Los que veníamos del modelo anterior, y yo efectivamente era uno de ellos, tuvimos un proceso de adaptación algo difícil y por momentos lento. Tuve la suerte de que, en mis últimos trabajos como líder, la misma organización me brindó herramientas para entrenarme en nuevas miradas, en conceptos más armonizados para liderar y gestionar entornos de trabajo productivos y eficientes. Hice un buen entrenamiento como coach, donde aprendí a conocerme más y mejor, y a partir de allí poder ser una influencia positiva, y a transformarme de a poco, en un facilitador y al mismo tiempo en una persona con mucho más registro del otro, de sus circunstancias, y de sus inquietudes.

Es por ello, que mi modo de liderar, se basó mucho más establecer un compromiso en la relación con el equipo, dando más y mejores oportunidades, para que los que quisieran, pudieran asumir roles de líderes, con mayor autonomía a la hora de proponer, actuar y resolver. Cuando fui capaz, de comprender la importancia, de que las personas necesitan conectar primero, para luego y a partir de la confianza, dar o intentar dar lo mejor de sí mismos, es cuando pude ver cambios en la naturaleza sostenible y constante de los objetivos que se alcanzaban.

A partir de allí, ya hace poco más de quince años, es que pude conservar relaciones más allá del trabajo, que si bien no creo sean decididamente de amistad, si puedo decir que son de intercambio mutuo, a la hora de enfrentar los problemas de la diaria, y porque no de las estrategias de más largo plazo. Algunos, que oficiaban de colaboradores, aún me escriben para consultarme acerca de sus problemas, sus conflictos humanos y acerca de cómo enfrentar políticas nuevas o asumir renovados desafíos.

Mi estructura de liderazgo actual es bastante más abierta y desinteresada de mi persona, con más foco en el desarrollo profesional y humano, de las personas que administran funciones, que la organización, pide que se equilibren unas con otras. Dar lugar a los valores propios y de los demás, en el contexto de los valores que persigue la empresa, es otra clave a tener en cuenta. Motivar, que es un todo un desafío en sí mismo, ya que para motivar el primer motivado debe ser uno mismo, es una condición esencial y al mismo tiempo única.

En este modelo de menos autoridad formal y más autoridad potencial, con más foco en la contribución a la formación de otros líderes, me he sentido por momentos muy cómodo, y por otros no tanto, a veces por miedos propios y otras veces por miedos ajenos. Pienso que, la balanza está más inclinada, a que muchos reconocen en mí, una persona para nada egoísta con lo poco que sé, y capaz de no guardar nada, y con mucha voluntad por que las personas puedan relacionarse bien conmigo, y con los demás. He recibido agradecimiento, porque he sabido valorar el desarrollo personal de otros, por encima del mío. En esos momentos, me he sentido muy halagado. También he recibido críticas, porque no he sabido ver determinados potenciales en otros, perdiendo tiempo y esfuerzo por ello. Tanto del halago como de la crítica he aprendido.

En el mientras, de no hablar más que de temas laborales, en la actualidad las personas en mi entorno de trabajo, sean colaboradores directos, indirectos, pares o jefes, saben que pueden contar conmigo, para discutir lo que sea, hecho que me ha valido más buenas vibras y menos rispideces. En la manera y la intensidad de conexión con las personas, es donde creo que ha hecho una pequeña diferencia, que es reconocible por los demás, de su propia boca, cuando estoy y no estoy presente. La calidez, el buen humor y el ponerme en los zapatos del otro, han contribuido, para generar buenas relaciones humanas en el trabajo.

Al mismo tiempo, he mejorado mi apertura para dejarme influenciar por otros líderes, y cuando me refiero a ello, me refiero a líderes, tanto de dentro como de fuera de la empresa, independientemente de su posición en la estructura. Hay líderes por doquier, sólo hay que saber distinguirlos, y para ello es necesario, abandonar la noción sólo de la posición formal e ir más allá de lo que muestran los organigramas.

Las lecciones de liderazgo no se acaban nunca, en este contexto exponencialmente cambiante, donde lo que fue muy bueno ayer, puedo no serlo tanto hoy. Revisar y recalcular las decisiones es una práctica, casi del minuto a minuto.

De hecho, los líderes mundiales, ya no parecen ser tan hábiles para liderar, quedando en el camino con todas sus aspiraciones y programas a cuestas. El común denominador, es que la adaptabilidad, la flexibilidad y el pensar fuera de la caja, son ingredientes necesarios, aunque no definitivos, para gestionar equipos humanos, en entornos volátiles.

Soy un convencido de que las organizaciones del futuro, sobrevivirán de la mano de entornos hiper humanizados, dentro de la micro y macro tecnología que lo abarcará todas las ramas del quehacer humano.

Asimismo, soy consciente, de que resulta cada vez más oportuno y desafiante liderar, aunque la tarea es crecientemente compleja.

Lecciones de liderazgo, ni más ni menos. Aprendizajes que no se acaban.

¡Sueños de bailarina!

Faltando poco más de un mes para una de sus noches más esperadas, sobreviene lo impensado. Esa pequeña molestia en unos de sus pies, se intensifica, transformándose en un dolor incipiente y luego en un sufrimiento constante, que se manifiesta y agudiza con cada movimiento. El dolor es casi invalidante para desplegar la destreza, la fuerza física acompañada de elegancia, que se necesita para entrenar toda la secuencia de su baile.

Elegida para bailar un solo como “Cupido”, en la parte central de la pieza con el mismo nombre, es su oportunidad para brillar con su propia luz, aquella que deriva de su nombre “Lucía”. Parece ser que aquello que había deseado tanto, tiene pronóstico reservado, se escurre como el agua, en la grieta de su malestar físico. El paso de los días no muestra una evolución favorable.

Las lágrimas que son la manifestación del desconsuelo, se hacen presente. Rápidamente se pide cita con el traumatólogo, el cual le pide unos estudios. El problema, por suerte, no es tan complejo. Es una articulación inflamada, que se puede aliviar con sesiones de kinesiología, las cuales se activan y planifican de inmediato. La recomendación es reposo y no más movimientos bruscos ni exigentes, sobre la parte afectada. Ante la pregunta, de si se puede entrenar suavemente, para tratar de llegar a la noche del primer día de noviembre, de modo tal de poder estar presente en la celebración, donde oficiaría de “Cupido”, la cara del doctor ya refleja la duda, y sus palabras lo confirman:

“Mi dictamen profesional es de no hacer ninguna actividad física. Con la evolución de las sesiones de kinesiología, más los calmantes, quizás pueda intentar y probar. No descarto incluso que pueda agravarse”.

Lucía, ya de pequeña se manifestaba como una persona con tendencia a sobrellevar las adversidades, y poner todo lo que haya que poner, para avanzar en lo que se propone. Este evento activa el modo de acción que lleva incorporado, aquel que la motiva y le dice que puede superar el escollo. Lucía entra en la modalidad actitudinal: “esto no me quitará la posibilidad que se me presenta”.

Cumple con el tratamiento a rajatabla, aguanta las molestias y dolores, que poco a poco van cediendo. Habla con su profesora de danza clásica, y acuerda que bailará en media punta, no de punta entera, como para no forzar por demás el pie lastimado. Participa como puede y paulatinamente en los ensayos, a los cuales concurre con una sonrisa, llevando su vitalidad como estandarte y su compromiso como un valor innegociable. Así se toma las cosas, mientras no cede en sus intenciones de ser una buena “Cupido”, lanzando flechas de amor, mientras danza.

En los últimos ensayos se nota un poco más plena. Los dolores casi han desaparecido, le permiten soltarse, mostrar sus cualidades, desplegando toda su energía en el escenario. Su papel en solitario dura unos setenta segundos, que semejan varios minutos, cuando se tiene que armonizar el compás, la precisión, el cuerpo entero y la fortaleza del espíritu. Los sueños nacen para ser vividos, para ser un cúmulo de acciones para llegar al objetivo deseado. Mientras baila, la voz de la profesora la alienta, la inspira y le da sorbos de aire que la mantienen respirando acompasadamente.

Finalmente llega el día, que viene completo de preparativos, que incluyen el vestuario, los apliques, el maquillaje y los nervios. Mamá se encarga de todo. Desde que nació la acompaña, la alienta y le da fuerzas para alcanzar sus anhelos. Cuando llega al teatro municipal, reparte alegría para todos. Lucía más que un Cupido, es un sol irradiando energía, generosa con su entrega y devoción por lo que hace.

Cuando arranca por fin con su turno de danza, la interpretación que hace de “Cupido” es superlativa, al menos para mis ojos de papá, y para muchos que se asombran de su teatralidad, su baile rítmico y contagioso, que adereza con sus mejores gestos, sonrisas y gráciles movimientos. Los comentarios por lo bajo, culminan en un sinfín de aplausos para la bella Cupido. Sus disparos han dado en el blanco del público, al cual ha comprado con esa mezcla equilibrada de cuerpo, mente y alma.

Al final de la jornada, la gente se acerca a ella y la felicita. Ella agradece con una sonrisa humilde, al tiempo que se saca algunas fotos. Los resabios de la lesión han quedado atrás, se volvieron insignificantes, debido al empeño de la bailarina, que eligió vivir su sueño. Durante su interpretación que fue decididamente artística, sobrevolaban sus abuelos que ya no están, como ángeles custodios de sus pies. Ramón, Ana y Rodolfo, estaban presentes y felices observando sus compases. Su abuela Coqui la aplaudía a más no poder, lo mismo que sus hermanas. Nosotros, los papás, nos quedamos sin respirar, por espacio de los eternos segundos que duró la magia. El resto de familia, está expectante de los videos y las fotos de “Cupido”. Todos embelesados, viviendo cada movimiento en nuestro corazón.

Llegará el momento, en que nos queden estos recuerdos como un tesoro preciado, imágenes y vivencias que no tienen parangón. Los momentos felices, son tan únicos e irrepetibles, que disfrutarlos no admite discusión.

Cuando las luces del escenario se apaguen, quedará en nosotros, nuestra propia luz, aquella que Lucía nos regala cada día. Decidida, firme en lo que quiere y proyecta, es una pequeña giganta, que desborda de emociones y protagonismo.

Sus sueños de bailarina la llevan a lugares inefables, difíciles de describir.

Felicitaciones hija, te deseo que sigas brillando, y superando aquello que semeje ser un escollo.

¡Gracias por todo!

¡Te amamos!