Inteligencia no biológica: vanguardia, retroceso u oportunidad ?

Encontrar el título para esta entrega se hace difícil. Me ha pasado en numerosas ocasiones, aunque sin tantas sensaciones encontradas. Es probable que ustedes lean el epígrafe finalmente elegido con cierto grado de desilusión o desesperanza. Eso a mí no me resulta cómodo, ni placentero, ni halagador. Siempre es mejor dar buenas noticias, ornamentadas con ciertos disimulos y positivismo que honrar la honestidad intelectual.

Por otro costado, siendo autocrítico con la sucesión de temas que mi escueta mente ha podido seleccionar, caigo en la cuenta de que después de casi diez años, de escribir de manera ininterrumpida todos los fines de semana, con la de hoy llegando al total de cuatrocientas veintiséis entregas, el desafío de encontrar nuevas ideas se complica. La probabilidad de ser repetitivo se incrementa bastante. Con la posibilidad de resultar cada vez menos atractivo con mis escritos resulta lo mismo. Que alguno de mis lectores piense en la famosa frase “otra vez sopa” termina siendo algo lícito, aunque no deseado. Errores no forzados como en el tenis, porque les aseguro que le pongo mucho esmero y dedicación.

Más allá de todo, incluyendo esta mañana lluviosa y fría, elemento extraño para una región cuasi tropical, es que he juntado fuerzas y ánimos, para elegir hablar otra vez o que otros hablen mejor de que lo que pueda hacerlo yo, respecto de este intríngulis social y humano que está siendo la inteligencia artificial o si se quiere no natural. Desprovisto de cualidades inteligentes superlativas y provisto de un sinnúmero de fallas naturales, es que como nos debe pasar a muchos, el avance tecnológico produce un poco de miedo, fastidio y frustración por no poder abarcarlo, controlarlo o incluso disfrutarlo. Cuando aprendemos a manejar o gestionar algo tecnológico, parece ser que al día siguiente ha sido superado de nuevo, en una serie continuada de irrupciones digitales, que nos exponen como analfabetos en grado creciente.

Llegado a este punto es que le voy a ceder la autoridad a un pensador que se puede prestar a que alguno lo pueda catalogar de “comercial”. Más allá de esta calificación que no comparto, él como tantas otras veces se ha expresado en torno a la IA, y sus implicancias en la vida humana tanto positivas como negativas.

Harari desvela los riesgos de la revolución de la inteligencia artificial

“La inteligencia artificial no es una herramienta, es un agente que puede tomar decisiones independientes”, advierte Yuval Noah Harari en el CEO Council del Wall Street Journal en Londres. El historiador y escritor israelí subrayó durante su intervención en el WSJ News Leadership Institute la urgencia de abordar los problemas humanos de confianza y cooperación antes de esperar que la inteligencia artificial resuelva los desafíos de la humanidad.

Harari instó a los líderes empresariales y sociales a asumir la responsabilidad de “educar” a la IA, advirtiendo que su desarrollo podría transformar radicalmente la economía, la religión y la sociedad.

Durante la conversación moderada por Poppy Harlow para Wall Street Journal, Harari explicó que la IA representa una ruptura fundamental respecto a todas las invenciones tecnológicas previas. “No es una herramienta como todas las invenciones humanas anteriores. Es un agente, en el sentido de que puede tomar decisiones independientemente de nosotros. Puede inventar nuevas ideas, aprender y cambiar por sí misma”, afirmó el historiador.

Harari ilustró la diferencia con ejemplos históricos: mientras que la imprenta o la bomba atómica requerían de la intervención humana para operar y tomar decisiones, la IA puede actuar y evolucionar sin supervisión directa.

“Una imprenta no puede escribir libros por sí sola ni decidir cuáles imprimir. Una bomba atómica no puede inventar la siguiente generación de armas ni decidir a quién atacar. Un arma basada en IA puede decidir por sí misma qué objetivo atacar y diseñar la próxima generación de armas”, detalló.

Esta capacidad de agencia convierte a la IA en un actor autónomo, capaz de competir con los seres humanos en ámbitos que hasta ahora eran exclusivos de la inteligencia biológica. Harari advirtió que, por primera vez en la historia, la humanidad enfrenta una competencia real en el planeta, lo que plantea desafíos inéditos para la supervivencia y el desarrollo de la especie.

El historiador comparó el proceso de desarrollo de la IA con la educación de un niño. “Podemos pensar en la IA como un bebé o un niño, y podemos educarlo lo mejor posible, pero siempre nos sorprenderá, para bien o para mal”, señaló Harari.

Y subrayó que, al igual que en la educación infantil, lo que más influye en la formación de la IA no son las instrucciones explícitas, sino el ejemplo y el comportamiento de quienes la rodean.

“Si le dices a tus hijos que no mientan, pero ellos te ven mentir, copiarán tu comportamiento, no tus instrucciones”, explicó. Trasladando esta lógica al ámbito de la IA, Harari advirtió que no se puede esperar que una IA sea benévola si quienes la crean y la alimentan con datos no lo son. “Las personas que piensan que pueden dirigir una gran corporación de IA y, mientras mienten, enseñar a sus IA a no mentir, están equivocadas. La IA copiará su comportamiento”, afirmó.

Harari enfatizó la enorme responsabilidad que recae sobre los líderes empresariales y sociales, ya que la IA aprende observando el mundo y replicando los patrones de conducta que detecta, especialmente los de las figuras más influyentes.

Uno de los grandes debates actuales gira en torno a la “alineación” de la IA, es decir, cómo garantizar que estos nuevos agentes actúen en beneficio de la humanidad y se mantengan alineados con los objetivos humanos. El historiador y escritor israelí señaló que, aunque existen numerosos esfuerzos para programar principios éticos y objetivos en la IA, este enfoque enfrenta dos problemas fundamentales.

En primer lugar, la propia definición de IA implica la capacidad de aprender y cambiar de manera autónoma. “Si puedes anticipar todo lo que hará una IA, por definición, no es una IA”, explicó.

En segundo lugar, incluso si se logra educar a la IA con los mejores valores, su independencia puede llevarla a tomar decisiones inesperadas, algunas de las cuales podrían resultar preocupantes o incluso peligrosas.

El historiador también reflexionó sobre la tendencia humana a acumular poder sin traducirlo en sabiduría o felicidad. “La mayor parte de la información no es verdad; hay una confusión entre información y verdad”, sostuvo Harari en la entrevista con WSJ.

Señaló que, aunque la humanidad ha logrado avances extraordinarios en términos de poder y productividad, sigue sin poder responder a las grandes preguntas existenciales: “¿Quiénes somos? ¿Qué deberíamos aspirar a ser? ¿Qué es una buena vida?”.

Harari argumentó que la acumulación de poder no ha ido acompañada de un aumento proporcional en la felicidad o el conocimiento. “Podemos volar a la Luna, dividir el átomo, pero no parecemos ser significativamente más felices que en la Edad de Piedra”, observó. Añadió que la inteligencia no garantiza la verdad ni la sabiduría, y que los seres humanos, a pesar de ser la especie más inteligente, también son los más propensos a las ilusiones y creencias autodestructivas.

En cuanto al impacto sectorial, Harari anticipó que la IA transformará de manera profunda ámbitos como las finanzas y la religión. “Uno de los primeros campos donde veremos grandes cambios es el financiero. La IA va a tomar el control del sistema financiero muy rápidamente, porque es un terreno puramente informacional”, explicó.

A diferencia de los vehículos autónomos, que deben lidiar con la complejidad del mundo físico, la IA puede dominar el sector financiero al operar únicamente con información.

El Wall Street Journal detalló que Harari también prevé cambios significativos en las religiones basadas en textos, como el judaísmo, el islam y el cristianismo. Hasta ahora, los textos sagrados requerían de intermediarios humanos para su interpretación, pero la IA puede recordar y analizar todos los escritos religiosos de la historia y responder preguntas directamente. “Por primera vez en la historia, existe algo capaz de recordar cada palabra de cada rabino en los últimos 2.000 años y hablar contigo, explicar y defender sus puntos de vista”, afirmó.

Además, señaló que millones de personas ya recurren a la IA para recibir asesoramiento psicológico o apoyo emocional, lo que anticipa una transformación en la manera en que los individuos buscan guía y consuelo.

Uno de los escenarios que más preocupa a Harari es la posible aparición de una «clase inútil“, es decir, un segmento de la población desplazado por la automatización y la IA, especialmente en empleos de oficina y profesiones intelectuales. Recordó que, aunque la tecnología puede utilizarse para crear sociedades muy diferentes, la clave reside en las decisiones humanas sobre cómo desarrollar y desplegar la IA.

“No creo en el determinismo histórico o tecnológico. La misma tecnología puede usarse para construir regímenes totalitarios o democracias liberales”, afirmó.

Asimismo, insistió en que la humanidad aún conserva la mayor parte de la agencia sobre el futuro de la IA, siempre que se reconozca que se trata de agentes y no de simples herramientas.

El principal obstáculo, según Harari, es la dinámica de competencia entre empresas y países líderes en IA, que se ven atrapados en una especie de “carrera armamentista”. Esta situación dificulta la adopción de medidas de seguridad y precaución, ya que existe el temor de que cualquier desaceleración permita a otros actores tomar la delantera.

Harari identificó el colapso de la confianza y la cooperación humana como el problema central que debe resolverse antes de esperar que la IA aporte soluciones. “El principal problema es la confianza y la cooperación humana; sin resolver esto, no habrá IA confiable”, advirtió.

El historiador subrayó que la esperanza de que la IA pueda salvar a la humanidad de sus propios conflictos es infundada. “En un mundo donde los humanos compiten ferozmente y no pueden confiar entre sí, la IA producida por ese mundo será igualmente feroz y poco confiable”, explicó.

Harari instó a invertir primero en la reconstrucción de la confianza entre personas, países y sociedades, como condición indispensable para desarrollar una IA que actúe en beneficio de todos. “Demasiadas personas piensan: ‘Primero resolvamos cómo desarrollar la IA, y luego esto resolverá el problema de la confianza humana’. No funcionará. Hay que invertir el orden de prioridades”, afirmó.

En la parte final de la entrevista, Harari abordó la cuestión de la multiplicidad de IA y la imposibilidad de prever sus interacciones. “No será una sola gran IA. Hablamos de millones o miles de millones de nuevos agentes con diferentes características, producidos por distintas empresas y países”, explicó. Esta proliferación generará competencia en todos los ámbitos, desde la religión hasta las finanzas, y plantea un escenario sin precedentes en la historia humana.

La entrevista con WSJ recogió la analogía de Harari sobre la IA como «inmigrante digital“. Comparó dicha llegada masiva a la sociedad con las crisis migratorias humanas, señalando que los temores habituales —pérdida de empleos, choque cultural, agendas políticas— se aplican también a la IA, pero con la diferencia de que estos “inmigrantes digitales” no necesitan visados ni cruzan fronteras físicas, sino que llegan a la velocidad de la luz.

Harari concluyó que la humanidad se encuentra ante el mayor experimento social de la historia, sin precedentes ni capacidad de simulación en laboratorio. “Estamos ante el mayor experimento social de la historia, y nadie sabe cómo se desarrollará”, advirtió, reiterando la urgencia de priorizar la confianza y la cooperación humana como base para enfrentar el desafío de la inteligencia artificial.

Verdad, parte verdad o mito, lo concreto es que cada vez más la IA está en el foco de tensión de distintos comportamientos humanos y extrahumanos.

El tiempo dará mayor claridad a todos los interrogantes.

Liderazgo imperfecto !

En todos los ámbitos de las ciencias sociales, surgen cada tanto movimientos o escuelas de pensamiento que marcan una época, hasta que son destronadas, complementadas o cambiadas por otras. Por lo general, todos los modelos de pensamiento consiguen con el tiempo, un nivel de aceptación o rechazo, que los posiciona como tendencia durante un período de tiempo, en el cual un grupo de eruditos se encarga de desmenuzarlos, para encontrarles fortalezas y debilidades, fundamentos o vacíos, que permiten un mayor conocimiento y difusión, que lo que originalmente pensaban su o sus creadores.

El accionar concreto y aplicado de estas tendencias, es lo que finalmente le da vida, más allá de las palabras, acortando las brechas entre la idealidad del modelo y la realidad posible que se puede conseguir a partir de ellos.

Respecto del liderazgo es mucho lo que se ha hablado, escrito y promovido a lo largo de la historia. Sería posible escribir varios libros respecto de la materia y de la figura de los líderes, pero no es lo que quiero transmitir o encausar en este blog, que tiene la intención de ser acotado y de lectura relativamente rápida.

Lo que, si me gustaría dejar claro, es que a lo largo de mi vida personal y profesional he ocupado posiciones de liderazgo de áreas y de empresas (no propias), y que, de alguna manera, este hecho de vivir tratando de ser el mejor líder posible, me otorga un permiso para poder hablar sobre la materia, sin ser un experto profesional en ello.

Primer punto para recalcar es que una de las críticas que hago a los que intentan dar consejos o recomendaciones acerca de liderar, es que alguno de ellos, no se han enfrentado a la difícil tarea de hacerlo de manera concreta, ejerciendo ese distinguido y comprometido rol al frente de un equipo de personas. Es lo mismo que si yo me pusiera a dar instrucciones para hacer una empresa personal eficiente, cuando en realidad yo no he sido dueño de mi propia empresa, salvo si se pudiera considerar una empresa sin fines de lucro, a esta de llevar adelante los fines de semana este blog. Quizás les pudiera hablar del sacrificio, compromiso y dedicación que he puesto en sostener esta publicación semanal, a lo largo de varios años y de manera ininterrumpida, pero no sería honesto intelectualmente si lo hago desde una concepción de autoridad en la materia que no tengo.

Por otro lado, un segundo aspecto a destacar es que los que escriben acerca del rol de liderar, no toman en cuenta que el acto de liderar no es un acto desprovisto de los aportes buenos, malos y regulares, del ambiente o ecosistema en donde se ejerce ese rol, ni de la cultura imperante en donde se pretende o trata de sostener un modelo de liderazgo. Gran parte de las fallas o errores de los líderes provienen del hecho de que no se toman en cuenta varios aspectos de cómo se hacen las cosas en determinado equipo, de modo tal de poder adaptar o flexibilizar el modelo, para no generar una resistencia que torne su aplicabilidad imposible. Cambiar una cultura de trabajo, no es una tarea sencilla, y requiere de una preparación bastante más compleja que solo ejercer liderazgo, por lo que esta es la primera condición que debo tener en cuenta.

Tercer aspecto que necesitamos tener en cuenta es definir el enfoque del liderazgo. No es lo mismo liderar o gestionar actividades de personas, que liderar cosas o procesos, en donde las personas están inmersas, pero donde lo más importante son las cosas. A veces confundimos a las personas, pidiendo a un técnico que lidere personas, cuando por lo general lo que hace bien es liderar procesos, o pedimos a un líder de gestión de equipos, que se ponga a liderar la producción de un complejo asegurando resultados. Son pocas las personas que tienen una capacidad equilibrada para líder en los dos campos, prevaleciendo siempre una habilidad natural de una sobre la otra.

Aclarados estos puntos es donde ahora quiere enfocarme en una reciente corriente de análisis del liderazgo, aquel que se define como “liderazgo imperfecto”. Para ello voy a compartirles el concepto, trayendo extractos de una publicación de uno de sus promotores, el conferencista y humanista Jordy Alemany, quien además es el autor del libro titulado (valga la redundancia) “Liderazgo imperfecto”.

Liderazgo imperfecto: desmontando el falso mito del super líder

En el devenir de los tiempos, la cultura empresarial ha edificado un monumento a un mito, el super líder, un ser que, para muchos, es la imagen inmaculada de la sabiduría y la clarividencia, que se eleva sobre la humanidad en un pedestal de perfección inalcanzable. Llevamos siglos, desde la antigua Grecia, incluso antes, definiendo al líder como esa criatura mítica e impecable, que habita más cerca de los Dioses del Olimpo que del común de los mortales.

Algunos todavía defienden esa manida teoría del “liderazgo innato”, que no hace más que contribuir a ensanchar la brecha entre aquellos que nacen predestinados a convertirse en líderes (unos pocos elegidos) y el resto del populacho, que carecemos del gen necesario para poder liderar.

Es fácil tropezarse en internet con esas interminables listas de habilidades y virtudes, enmarcadas bajo atractivos títulos como “Las 7 habilidades del líder” o “Las 10 virtudes del líder excepcional”, que dibujan una imagen icónica de líderes a los que todo el mundo debería aspirar a parecerse.

La televisión y el cine han contribuido a extender esa imagen de perfección a través de los personajes de ficción que nos muestran en películas y series. Personajes ficticios como Tony Stark o Bruce Wayne, que siempre parecen tener todas las respuestas, más allá del tamaño del reto o la dificultad del problema, nos han hecho creer que el liderazgo es una ciencia exacta, donde cada paso es medido y calculado. Nos han llevado a crear una imagen del líder que se asemeja más a la de un superhéroe, que a la de un ser humano corriente. Pero, y si te digo que todo lo que mucho de lo que te contado hasta ahora acerca del liderazgo es mentira.

En las siguientes líneas vamos a tratar de acercar el liderazgo a las personas, desmontando ese absurdo estereotipo del líder “superhéroe” que tanto daño hace a los miles de seres humanos que cuentan con la actitud para liderar en el mundo real. Vamos a hablar del auténtico liderazgo, de ese que ejercen personas corrientes, que deciden dar un paso adelante cuando nos encontramos en un momento de dificultad, anteponiendo el interés colectivo al suyo propio, y guiándonos, con entusiasmo y pasión, hacia un lugar mejor. En eso consiste liderar. Nada más, ni nada menos.

El mito del super líder coloca una carga insostenible en los hombros de los líderes y fomenta la creación de una cultura del miedo y de falta de transparencia. El culto a figuras de líderes «quasi» divinos, que nunca se equivocan y tienen la respuesta a todas las preguntas, es un fenómeno absurdo y peligroso por varias razones:

En primer lugar, deshumaniza al líder alejándolo de aquellos a los que tiene la responsabilidad de liderar. El liderazgo tiene que ver con conectar con los que nos rodean y ayudarles a convertirse en una versión mejorada de ellos mismos. Un líder deshumanizado y poco cercano difícilmente podrá cumplir con esa función.

Por otra parte, esperar que los líderes sean infalibles e inhumanamente perfectos solo conduce a la decepción y la desilusión. Nadie puede cumplir con tales expectativas, lo que puede provocar desconfianza y descontento entre aquellos a los que lideramos.

Además, un líder que considera que todo lo sabe asume que no tiene nada nuevo que aprender o mejorar. Esto impide, no solo el desarrollo personal y profesional de la persona que ocupa el rol de líder, sino también el de los que le rodean.

Y lo más lamentable de todo es que, cuando un líder es idolatrado como un héroe, puede comenzar a creer que es infalible y que sus decisiones están más allá de la crítica. Esto puede generar un comportamiento autoritario y una falta de disposición para escuchar a otros, lo que debilita la colaboración y la innovación, además de generar dependencia y pasividad.

En lugar de idolatrar al líder por aquello que hace bien, es fundamental reconocer y valorar su humanidad, sus imperfecciones y sus capacidades para crecer y aprender.

Un liderazgo auténtico y efectivo se basa en la empatía, la humildad y la capacidad del líder para crear más líderes. Para crecer, y como resultado, hacer crecer a los demás. En ese sentido, reconocer nuestros errores y aprender de ellos es fundamental para convertirnos en líderes.

El liderazgo real es orgánico o, dicho de otra manera, debe ser transmisible y sostenible, más allá de quién desempeñe el papel de líder hoy. Ninguna organización que aspire a sobrevivir en el largo plazo puede, ni debe, hipotecar su futuro en la figura de una única persona. Un auténtico líder sabe que su principal función no es lograr resultados, sino dejar un legado que trascienda de él mismo una vez concluya su periodo al frente de la organización.

De ahí que, si tuviéramos que elegir dos habilidades que nos ayudan a convertirnos en líderes, sin duda esas serían la inteligencia emocional y el pensamiento crítico:

La inteligencia emocional nos permite reconocer y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, y es fundamental para establecer relaciones sólidas y saludables con nuestro equipo.

El pensamiento crítico nos ayuda a analizar y evaluar información de manera objetiva y a tomar decisiones informadas y razonadas.

Ambas habilidades nos permiten abordar nuestras propias imperfecciones y aprender de ellas, en lugar de intentar mantener una falsa fachada de perfección.

Si hay algo que un líder hace a lo largo del día es, sin duda, tomar decisiones que afectan a otras personas, y para tomar buenas decisiones se requiere de un pensamiento crítico sólido. El pensamiento crítico es un proceso mental que nos permite analizar, evaluar y sintetizar información para llegar a una conclusión lo más informada, racional y objetiva posible desde 3 puntos de vista: el del retorno, el de la legalidad y el de la ética.

De los líderes no se espera que nunca se equivoquen o que satisfagan las necesidades de todos, ya que eso es literalmente imposible. De un líder esperamos que tome decisiones justas y equilibradas, y que antes de hacerlo analice las posibles repercusiones para todas las partes implicadas, anteponiendo el bien común a su interés individual. Por eso, un líder que no ha trabajado su pensamiento crítico corre el riesgo de tomar decisiones basadas en emociones o en información sesgada, lo que puede llevar a la organización a un auténtico desastre.

Espero te haya gustado, este concepto humanizado de la figura de un líder.

Recordemos para finalizar, que liderar es fundamentalmente un acto de servicio.

El culto al super líder ha generado un panorama en el que la autenticidad y la humanidad se desvanecen en pos de una ilusión de perfección que nos ha llevado a olvidar que liderar es un arte que brota de la humildad, el aprendizaje y la empatía.

Abandonemos la idea de que la perfección es una meta a alcanzar y comencemos a abrazar la imperfección de nuestra propia humanidad. No olvidemos que, cuando el líder se vuelve más humano, los humanos a su alrededor se vuelven más líderes.

Humor de Padres !

Este domingo celebramos el día del Padre en varios estados de distintos continentes. Este día de celebración varía según el país y la costumbre; algunos países lo festejan en un día que corresponde a una tradición religiosa, y otros que han establecido una fecha basada en el calendario civil.

En la tradición católica se conmemora originalmente el 19 de marzo, día de San José, padre de Jesús, si bien muchos países europeos y la mayoría de los iberoamericanos, entre otros, adoptaron la fecha estadounidense, celebrando el tercer domingo de junio (algunos toman como ejemplo de hombre y vida a San José). La realidad es que en un poco más de cincuenta países, se levantarán copas para brindar y festejar “la paternidad”.

Un domingo en el cual una corriente positiva unirá emocionalmente a millones de personas, en torno a mesas servidas en familia, en restaurantes u otros lugares a donde se llevé a cabo la celebración. Honrar al padre con la entrega de un presente es lo más típico. Honrar al padre desaparecido físicamente, pero muy vivo en nuestros recuerdos y corazones es otra costumbre, y es cuando por lo general afloran las más íntimas sensibilidades.

Esta celebración es aprovechada por algunos para hacer una mirada retrospectiva respecto de quien es o quién fue su papá, respecto de su manera de ser, sus enseñanzas, sus virtudes, sus aciertos y errores. Ese análisis nos lleva muchas veces a una comparación con nuestro accionar como padres o bien como hijos. En escritos anteriores, me he centrado en la figura emotiva, sustancial y formadora de la figura paterna, compartiendo recuerdos acerca de mi papá Ramón. En cada ocasión que me he referido a mi papá, lo he hecho con una mezcla de alegría, lágrimas y recuerdos muy profundos.

La imagen del padre ha ido cambiando con el correr de las generaciones. De un padre rígido que imponía respeto desde la distancia y la educación sin tanta demostración de afecto, hoy hemos migrado a una figura de más compañía, cariño y soporte emocional para los hijos. La cultura, las costumbres y los procederes cambian e impactan en nuestras vidas de manera inexorable.

Más allá de esta transformación en la semblanza paterna, quiero compartirles que tuve la fortuna de tener un padre presente, cariñoso y algo desestructurado, si lo comparamos con una persona que nació hace casi una centuria. Siempre he valorado positivamente esa situación. Además he de destacar la rectitud y hombría de bien de mi papá, la cual venía acompañada por un gran sentido del humor y una sonrisa por demás contagiosa. Descendiente de italianos, heredó la melancolía y la nostalgia que se trajeron a cuestas los que bajaron de los barcos, muchos sin ninguna posesión, salvo su inmensa voluntad y ganas de emprender y trabajar. Su partida a una edad relativamente temprana fue una instancia muy difícil de superar para la familia toda, y para mí con poco más de veintiún años cumplidos.

En este domingo especial, en donde algunos tendrán la dicha de dar un abrazo a su papá o recibir ese gesto de parte de sus hijos, mientras que otros podrán dar rienda suelta a las remembranzas y al afecto por el que ya no está físicamente, quiero detenerme en esto del sentido del humor y el desparpajo que tenía mi padre para vivir ciertos momentos. También los quiero invitar a que ustedes revisen aquellas situaciones hilarantes que les tocaron vivir juntos, generadas por él o compartidas como picardía o broma.

La primera de estas situaciones que recuerdo se vincula con el hecho que mi padre era ciertamente una persona de vestir elegante y decoroso. Si se puede mencionar una obsesión, era la que él tenía por los zapatos. Para él, constituía una devoción disponer de varios zapatos de cuero, bien lustrados y con suela de cuero, no de goma como se estila ahora. Una amplia gama de marrones y de negros, eran alternados en su uso todos los días, antes de concurrir a su estudio contable. Un sábado por la mañana, día en el cual por lo general yo lo acompañaba a su trabajo, toda vez que dejamos el vehículo estacionado, y comenzamos a caminar hacia su estudio, empecé a notar que la gente miraba a mi papá y esbozaba una sonrisa. Me fijé detenidamente y caí en la cuenta de que él estaba calzando dos zapatos de distinto color y forma. Un zapato negro opaco más redondeado, y uno marrón tono medio algo brillante y con una punta algo más pronunciada.

Rápidamente le dije lo que estaba sucediendo, pensando que él tomaría la decisión de concurrir a alguna zapatería de la zona céntrica de Córdoba donde caminábamos, para enmendar su error comprando un par nuevo, pero esto no sucedió. Seguimos haciendo el recorrido, con la salvedad de que cada vez que alguien lo miraba y se reía de su error, él no sólo que no trataba de disimularlo o de sentir vergüenza, sino que establecía un diálogo con el transeúnte que se había percatado de su yerro. En ese recorrido intercambiamos palabras y sonrisas con no menos de veinte personas, de todos los sexos, siendo esa experiencia inolvidable.

Durante el recorrido de regreso de la oficina al coche, una vez culminada la jornada de trabajo, y como hacíamos todos los sábados, pasamos por el mercado Norte, a hacer las compras habituales del fin de semana. Allí la situación se tornó aún más graciosa, ya que, si bien mi papá era muy conocido y respetado por los puesteros, era capaz de bromear y conversar con todos ellos de manera muy abierta. Ese recorrido por los puestos fue por demás bizarro, ya que mi papá no sólo no ocultaba, sino que mostraba sin tapujos su elección equivocada, siendo objeto de bromas y charlas de todo tipo. Cuando llegamos a casa, le mostré a mamá Ana, los pies de papá, lo que provocó su sonrisa y un reto cariñoso de parte de ella.

La segunda situación hilarante que recuerdo fue cuando la punta del zapato de su socio y amigo contador quedó atrapada por la rueda de un auto en un semáforo. Por razones que desconozco. el Flaco (apelativo que él le había puesto) se acercó mucho al auto que estaba frenando por la luz roja del semáforo, en una esquina de una avenida de Córdoba. El solo atinó a recoger el pie dentro del zapato, cuya punta quedó pisada por la rueda del auto.  Mi papá preso de una risa incontenible le golpeó la ventana al conductor del vehículo, advirtiéndolo de lo que estaba sucediendo. El señor adelantó un poco el coche, para que el flaco pudiera sacar su zapato de debajo de la rueda. La punta del zapato del pie derecho quedó decididamente deteriorada, por lo que mi padre continuó con las risas y las chanzas con su amigo, durante toda esa jornada. Unos días después le regaló al Flaco un par de zapatos nuevos, en virtud de que a ellos los unía una relación de amistad y respeto mutuo, que iba mucho más allá de una mera sociedad de trabajo. Ese zapato fue guardado en el estudio contable, en un lugar donde cada tanto ambos lo miraban, y volvían a sonreír y disfrutar del recuerdo del momento. No fue menor el hecho de que su pie hubiera salido indemne de ese incidente, como tampoco fue menor todas las risas que provocó ese hecho a lo largo de los años.

Puedo seguir contando un montón de anécdotas más, las cuales seguirían mostrando que mi padre era una persona con un sentido del humor por encima de la media. La idea no es aburrirlos con esto, pero sí invitarlos a que cada uno de ustedes pueda revisar este tipo de circunstancias graciosas, que conforman parte de la naturaleza humana de la paternidad.

Para muchos de nosotros nuestro papá fue con el tiempo nuestro super héroe, aquel que nos marcaba el rumbo, nos introdujo en algún deporte, o nos escuchó y nos dio su opinión cariñosa ante algún problema. Estar siempre orgulloso de los logros de sus hijos, sintiéndolos como propios, disfrutando de vernos crecer y aprender de la vida, es algo común y compartido del ser papás.

Hoy quiero recordar con mucha dignidad a mi papá Ramón, decirle que conservo gran parte de su esencia, y agradecerle porque que además de todo lo que hizo por nosotros, era capaz de agregarle ese humor positivo, que hacía que fuera capaz de reírse de él mismo y de las coyunturas que le tocó atravesar. Esto me ha servido como ejemplo para sobrellevar mis propias penurias y disfrutar de mis mejores momentos como padre.

Por su sonrisa, y por la sonrisa de todos los papás en su día.

¡Un gran cariño para todos!

Competencia / Incompetencia !

Existen numerosas herramientas para medir la competencia de las personas, en relación con los trabajos que desempeñan o las responsabilidades que asumen, o bien a su desempeño personal en cualquier área.

Lo primero que necesitamos definir es lo que se entiende por competencia:

“La competencia puede definirse como la aptitud que tiene una persona, formada por capacidades, habilidades y destrezas con las que cuenta para realizar una actividad o cumplir un objetivo dentro del ámbito laboral, académico o interpersonal».

El término competencia, es usado también para referirse a ciertos contextos en los que dos personas, equipos o empresas se relacionan en un medio e intentan superar una a la otra. Por ejemplo: una competencia deportiva en la que cada competidor intentará llegar a la meta antes de que otro lo haga.

Además, la competencia puede ser de tipo biológica cuando se enfrentan uno o más individuos de igual o diferente especie para obtener un mismo recurso.

La competencia laboral refiere a la capacidad que tiene un individuo para realizar una tarea específica y cumplir los objetivos demandados por la empresa u organización en la que se desempeña.

Las habilidades, aptitudes y actitudes del trabajador son factores que influyen a la hora de medir el desempeño y desarrollo de este en el contexto laboral. Estos factores se clasifican en:

Actitudinales. Son las competencias que un trabajador tiene relacionadas con la actitud, los valores y la predisposición.

Instrumentales. Son las habilidades que un trabajador tiene, aquello que sabe hacer.

Cognitivas. Son las competencias que un trabajador tiene en el ámbito del saber, es decir, aquello sobre lo que sabe o conoce. Este conocimiento puede provenir de la experiencia personal, de los estudios o experiencia laboral previa.

El desarrollo de competencias laborales suele convertirse en un motor de crecimiento, genera entornos laborales dinámicos y pujantes. Además, resulta clave para enfrentar retos y cumplir objetivos.

El avance tecnológico está provocando que la información y el conocimiento se encuentren asequibles a cada instante, mientras que el desarrollo de habilidades, que surgen de la aplicación empírica de estos conocimientos se vea infravalorada (desde la mirada del ser humano como un operador manual) o bien esas habilidades sean reemplazadas por automatismos, máquinas, y otros elementos que conforman la denominada revolución 4.0.

En la década pasada y en vistas de aportar algo a este entramado que conforman las competencias, es que surgieron algunas ideas, postuladas en forma de principios, que pueden sonar en cierta medida como graciosos, sobre todo el segundo, pero que a la postre nos entregan una mirada acerca del poder y las competencias.

Principio de Peter / Principio de Dilbert

Cuando, en 1960, el profesor Laurence J. Peter, expuso por primera vez el célebre principio que lleva su nombre, probablemente no se imaginaba lo popular que se haría con el tiempo, hasta el punto de convertirse en un clásico del mundo empresarial y los recursos humanos.

Impregnado por un indudable sentido del humor, pero también por una gran agudeza, el Principio de Peter nos muestra algunas contradicciones del ser humano y de la empresa que nos convendría tener en cuenta.

Vamos a conocer el Principio de Peter, pero también una divertida derivación suya, creada más de 30 años después y conocida como Principio de Dilbert.

El Principio de Peter, también conocido como Principio de incompetencia de Peter, viene a afirmar que las personas que hacen bien su trabajo son ascendidas hasta puestos de mayor responsabilidad, y así sucesivamente, hasta que alcanzan un puesto para el que son incompetentes, y en el que se quedan estancadas.

El Principio de Peter viene formulado en la obra de 1.969 del mismo nombre, escrita en colaboración con el periodista Raymond Hull, y del mismo se derivan dos deducciones:

Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.

El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia.

Aunque parezcan conclusiones cómicas, y de hecho el propio Peter las formule con un indudable sentido del humor, lo cierto es que con demasiada frecuencia se corresponden con la realidad. Dada la organización jerárquica de las empresas, no es extraño que algunos puestos de responsabilidad terminen siendo ocupados por personas que podrían ser tremendamente competentes para otros puestos que ocuparon en su origen, pero que podrían no serlo tanto para los puestos a los que han promocionado.

En su obra, Peter expone un buen número de ejemplos para ilustrar su teoría.

Por ejemplo, el de un mecánico muy dedicado que es ascendido al puesto de encargado. Desde su nuevo papel, no para de entorpecer la labor de sus subordinados; es incapaz de quedarse quieto y se mete continuamente a hacer sus reparaciones, no permitiéndoles trabajar. Finalmente, ni él puede hacer su trabajo, ni lo pueden hacer sus subordinados, que acaban totalmente frustrados.

O el de una maestra de niños que, muy exitosa en su trabajo, pasa a ser supervisora de escuela primaria. Al dejar de tratar con niños y pasar a hacerlo con maestros, las técnicas que tan buen resultado le habían dado se muestran estériles, lo que causa problemas con los profesores.

Además, el profesor Peter extiende los efectos de su Principio no sólo al mundo empresarial, sino también a otro tipo de organizaciones, como las Administraciones Públicas, las instituciones de educación como la Universidad o incluso el Ejército.

Para paliar los efectos del Principio de Peter, algunas empresas optan por soluciones como devolver a los directivos a los puestos que ocupaban anteriormente, o como premiar a los trabajadores más productivos con una mejora en su salario en lugar de hacerlo con un ascenso. Otra opción, es la de capacitarse para dejar de ser incompetente en el nuevo puesto que se va a ocupar; eso sí, para lograrlo lo primero que hay que hacer es ser consciente de la propia incompetencia (en este sentido, conocer la existencia del Principio de Peter puede ser de ayuda).

No obstante, también hay que entender el Principio de Peter en su contexto. Cuando fue formulado (en 1.960) era más habitual que las personas permanecieran muchos años en la misma empresa, ascendiendo desde los peldaños inferiores hasta puestos de mayor responsabilidad, lo que hacía que se encontraran con mayor frecuencia los efectos propios del Principio de Peter. En la actualidad, suele existir una mayor movilidad durante la carrera laboral, lo que hace que sea menos habitual alcanzar un puesto para el que no se está capacitado. Además, la competencia y la formación suelen ser mayores, por lo que resulta tal vez más difícil que en los años 60 el encontrar directivos incompetentes. Aun así, evidentemente, algún caso se encuentra de vez en cuando, y es muy probable que conozcamos algunos.

Derivado del Principio de Peter, encontramos el Principio de Dilbert.

“Dilbert”, creada por Scott Adams, es una tira cómica que gozó y goza de una gran popularidad (seguro que la hemos leído alguna vez). En una serie de viñetas publicadas a lo largo de los años 90, se acuñó este término. Tal éxito tuvo el concepto, que en 1.996 dio lugar al libro “El Principio de Dilbert”, todo un éxito que terminó superando el millón de copias vendidas.

Como ya dijimos el Principio de Dilbert es una variación del Principio de Peter- Sostiene que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para evitar que produzcan daños (algo que, como el Principio de Peter, no hace ninguna gracia). Pero pese a que parezca sólo un chiste, el Principio de Dilbert tiene su fundamento; según su autor, los ascensos se darían porque los puestos superiores tienen realmente muy poca relevancia en la producción de la empresa, y la mayor parte del trabajo realmente productivo se haría por parte de las personas empleadas en los puestos bajos de la escala. Por tanto, promocionar a puestos superiores a las personas menos productivas haría que dejaran de ser un estorbo para los trabajadores que sí ofrecen un buen rendimiento y son los que realmente sacan adelante la empresa.

Como se puede suponer, y a pesar de su éxito, el Principio de Dilbert tiene muchos detractores que opinan que no tiene más valor que la diversión que pueda ocasionar. No obstante, también existen algunos gestores que le dan credibilidad y mantienen que está mucho más presente en las empresas de lo que la mayoría cree.

Para finalizar este breve blog respecto de la competencia e incompetencia es que te facilito algunas frases icónicas, sobre el trabajo:

“Tenemos tantas reuniones que siento que mi trabajo es ser un oyente profesional.”

“Las fechas límite no me dan miedo. Son solo pequeñas líneas que alguien dibujó en el calendario.”

“¿Quién inventó la frase ‘trabaja más inteligentemente, no más duro’? Obviamente esa persona nunca vio mi bandeja de entrada llena.”

“Le dije a mi jefe que nuestro proyecto es como un apocalipsis zombie: siempre hay sobrevivientes, pero todos mueren un poco.”

“Mi trabajo es como una misión: cada día nuevas tareas y se ha perdido el manual de instrucciones.”

Ser mejores !

Amante de las disciplinas deportivas y en especial del fútbol, hoy fui espectador televisivo de una final europea, entre dos equipos del viejo continente. La superioridad de una escuadra sobre la otra fue evidente desde el minuto inicial del partido. La estadística numérica reflejará una diferencia abismal en todos los órdenes. Los datos no mienten, y son el reflejo de nuestras acciones. No las tengo a mano, pero además de la diferencia numérica de goles, de 5 a 0, que es lo que a la postre, es el indicador que determina un vencedor y un vencido, es probable que la escuadra ganadora, haya sido mejor que su rival en otros indicadores de juego, que finalmente derivan en esta abultada cifra final de goles a favor del ganador.

La alegría desbordante del vencedor al final del partido es el producto (no la suma) de todos los estados de ánimo positivos de todos sus integrantes. Estas motivaciones para actuar o no actuar, que son las emociones, son el motor que impulsa a una persona o un grupo de personas, y la sincronización complementaria de todas, en torno a la consecución de objetivos, es lo que la postre consolida un grupo con la fisonomía de «un equipo”, siendo este último la versión operativa u eficiente de un conjunto de personas agrupadas.

Escuchando opiniones y testimonios de los ganadores, parece ser que la idea madre o propósito, que el entrenador transmitió a sus dirigidos, luego de algunos fracasos consecutivos fue la de: “nosotros trabajamos para ser mejores, que lo que fuimos ayer”. Parece un cliché o una verdad glamorosa, pero si uno analiza el crecimiento como equipo humano de este conjunto de jugadores, que fue hoy campeón, es capaz de comprender, que esta poderosa declaración, sobre la cual se encolumnaron las voluntades de todos, fue suficiente como para servir de trampolín para el aprendizaje y la superación de varias frustraciones seguidas.

Cuando uno habla de ser mejor como individuo, la comparación más efectiva es con respecto a uno mismo. La referencia más efectiva, casi siempre se ubica en los resultados que uno mismo obtiene. La referencia colectiva, a veces nos puede engañar, si estamos en un contexto de poca exigencia o superación. Del mismo modo, cuando el entrenador se refería a “trabajamos para ser mejores”, no lo decía con respecto a sus rivales, sino con respecto a la potencialidad de su propio equipo.

En lo personal opino que trabajar para ser mejores, es la base del desarrollo, el aprendizaje y la actitud que hay que tener para ganarnos a nosotros mismos. El valor de compartir este propósito se notó en la cancha, ya que más allá de la destreza deportiva, física o técnica, en donde creo no existían grandes diferencias, entre un equipo y otro, si hubo una multiplicación de elementos esenciales, que demuestran el trabajo hecho para ser mejores: solidaridad, compromiso, actitud positiva, entrega, aliento y constancia, sólo por nombrar os más relevantes.

Se hizo palpable que el propósito de trabajo de un equipo fue más ambicioso, alejado de los egos triunfalistas y con la humildad de saberse inferiores con respecto a lo que ellos podían y debían dar.

La historia está plagada de ejemplos de superación tanto personal, como de equipos, y en todos los casos, amén de que pueda existir un componente azaroso, la declaración fundamental, que pudo ser expresada, de manera literal o no tanto, tuvo que ver con la decisión de mantener la coherencia, la constancia y accionar para salir del estatus quo, la queja y la frustración, para perseguir la idea “de ser mejores”.

En las funciones de liderazgo, es clave tener presente que para pretender escalar nuevas cimas, superar otros retos, cambiar y aprender ante la adversidad, el primer abanderado de la causa, debe ser necesariamente el líder, quien, a través de sus pensamientos, palabras y acciones, debe ser capaz de convencerse a si mismo y a los demás de que se puede “ser mejores”. Como todo proceso, esto involucra transitar un camino, que no está exento de éxitos y fracasos. Lo relevante es mantener fija la proa del barco, en el destino final objetivo.

Ser mejores, o superarnos a nosotros mismos en un conjunto de personas, que abraza esta misma frase es una experiencia inolvidable y enriquecedora. Hoy fue plasmada en un terreno de juego por un equipo inobjetable en su funcionamiento. En otros equipos, por ejemplo, de trabajo, la misma motivación puede servir para alcanzar resultados fuera de lo ordinario y rutinario. No se trata de vivir de la ilusión, sino de poner los pies sobre la tierra, accionando para lograr metas que nos van llevando hacia lograr el objetivo final.

Para algunos quizás solo fue un partido de fútbol, lo cual es una mirada respetable. Para mí, además del logro deportivo, es la materialización de un propósito compartido en torno a:

“nosotros trabajamos y seremos mejores”.

Y vaya si lo fueron.

La nada !

Los recuerdos son esas imágenes a veces borrosas, que cada vez que vuelven a nuestra memoria lo hacen recreadas y diferentes de la revisión anterior. La última grabación de nuestro disco duro, de un evento que ha pasado, tiene diferencias sutiles que se van agigantando con el tiempo, hasta casi convertirse en una historia distinta, y quizás hasta radicalmente opuesta de la vivencia misma. Incluso si nos tomamos el tiempo de escribir un diario personal, en ese mismo acto de escribir, ya estamos ejerciendo un acto subjetivo, por el mero hecho de seleccionar las palabras con las cuales daremos contenido a lo que queremos registrar.

Yendo aún más lejos, si existe una grabación de lo sucedido, si lo proyectamos, es muy probable que se nos escapen detalles de la ocasión, las personas, los motivos, y nos encarguemos de montar otra historia de la historia, para llenar el vacío de no poder abarcar nunca el suceso como tal. Nuestra capacidad de observación es tan limitada, y al mismo tiempo tan interpretativa desde nuestros juicios, que resulta extremadamente difícil la objetividad.

Esta introducción me sirve para explicar que en el cúmulo de recuerdos que tengo de mi infancia, hay uno que sobresale, repitiéndose una y otra vez durante mi adolescencia.

Ante la pregunta de mi mamá Ana, sobre que estaba haciendo en determinado momento, mi respuesta no se hacía esperar: “NADA”. Entonces Ana, me solía decir: “no es bueno que no estés haciendo nada, tienes que emplear tu tiempo en algo”.

Sin embargo, y más allá de la deriva de los recuerdos que ya expliqué, tengo claridad que durante mi pubertad fui casi un «maestro de la NADA».

La nada y el todo son dos conceptos difíciles de imaginar, ya que físicamente la nada es un hito inasequible. Para nosotros los ingenieros, el concepto de vacío absoluto no existe. Por más esfuerzos que hagamos jamás llegaremos a la ausencia de materia, vale decir al vacío absoluto. Del mismo modo, en nuestra mente y aunque estemos inconscientes, nuestro cerebro se las ingenia para mantenernos con cierta actividad. Respecto del todo, tampoco es un concepto físicamente abarcable o explicable, porque siempre necesita un marco de referencia, para explicar el todo de qué.

La nada y la filosofía

Martin Heidegger se ocupó con hondura del problema de la nada. No lo hizo tanto en su obra cumbre, Ser y tiempo, de 1927, como en su trabajo breve ¿Qué es metafísica?, de 1930. Allí, después de plantear y elaborar la cuestión, la aborda con un reiterado interrogante: «¿Por qué hay ente en su totalidad y no más bien la nada?

En esta obra, se estima que la nada le está vedada al pensamiento científico, porque la ciencia nada quiere saber de ella. Empero, se sostiene que la nada es significativa, pues sobre ella reposa o se asienta el ser. Así, el problema del filósofo se plantea desde el enigma de «que haya algo en vez de nada».

La existencia humana está íntimamente ligada a la nada. Se la revelan temples anímicos de profundo aburrimiento y, especialmente, de angustia. Ambos le patentizan la nada, y entre los dos le tornan incomprensible la existencia del ente en su totalidad. La angustia —de raíz kierkegaardiana— es el estado emotivo fundamental de la existencia. El hombre puede angustiarse por esto o por aquello, pero, desvanecidas estas particularidades, la existencia continúa angustiada. Y, si al existente se le interroga por la causa de su angustia, casi espontáneamente responderá: «Por nada».

En su obra fundamental El ser y la nada (1944), Jean-Paul Sartre, influido por Heidegger, durante sus estudios en Alemania, ahondará la temática heideggeriana. En este tratado, de estructura complicada, como la máxima obra de su maestro, se acabará sosteniendo que el ingreso de la nada al mundo se debe a la existencia del hombre. Como en Heidegger, la nada será anterior, lógicamente, al «no» y a la «negación», y aunque muchos crean que Sartre reedifica a «la» nada, lo cierto es que usa a tal concepto de «nada» como un operador dialéctico, ya que para él la nada es algo «irrealizante», es decir, una negación de un ser que permite o da lugar a la existencia de otro u otros seres posteriores (casi siempre más evolucionados): mientras que los objetos no conscientes coinciden en su existencia con su esencia, en los humanos, al tener capacidad de consciencia, la esencia es algo que pueden realizar (ya en la existencia o en vida) posteriormente al existir.

Filosofía China

La «nada» en el taoísmo filosófico y filosofía China, se identifica con el concepto de Wuji, que se define como estado primigenio del universo no diferenciado; anterior a la existencia de algo.

Wuji sería anterior al surgimiento del Taiji, la «gran polaridad», y de las dos fuerzas yin y yang, que son parte y dan forma al Gran Tao, que a su vez abarca a la nada y al todo; y por ello no tiene límites. Siendo así el Wuji, a través del Tao, el origen de la esencia primordial y al aspecto fundamental del universo y del hombre; que a su vez origina el orden natural de la existencia.

Filosofía India

En la Filosofía india, el concepto de Nada, lo podemos encontrar dentro de la doctrina Vedanta, cómo por ejemplo en la escuela filosófica Advaita. En esta escuela se describe a la «nada», como la nada y a su vez el todo que origina a todo; estando la nada asociada al concepto de Brahman, a través del concepto abstracto más específico denominado Nirguna Brahman (el Brahman sin cualidades). Siendo así, Brahman la nada y el todo, que a su vez está más allá de estos conceptos y no tiene límites. Así, la «no nada» (la realidad y el universo de cosas fenoménicas que lo conforman), realmente sería solo una manifestación del Brahman, que se da como una ilusión denominada maya.

Filosofía budista

En la Filosofía budista, el concepto de Nada está relacionada al concepto de Shuniata, a menudo traducido como «vacuidad», «vaciedad» o «vacío»; el cual presenta múltiples significados dependiendo de su contexto doctrinal. Así, el concepto de Shuniata puede referirse a una comprensión ontológica de la realidad en el budismo, un estado meditativo, o un análisis fenomenológico de la experiencia (como la naturaleza del no-yo).

La nada en ciencia

En las ciencias, al ser ontológicas, se tratan diversos entes nulos. Puede haber tantos individuos nulos como clases naturales. En particular destaca el vacío o campo nulo, al cual en las teorías de campos se le asignan propiedades como poseer índice de refracción igual a uno. Físicamente es imposible delimitar una región del espacio-tiempo que no contenga cosas, ya que los campos gravitatorios no se pueden bloquear, y todas las partículas cuya temperatura no sea el cero absoluto generan radiación electromagnética (de acuerdo a la noción cuántica de energía del punto cero).

Físicamente, pues, la nada también es una idealización un estado posible pero físicamente irrealizable en la práctica.

En tiempos de Newton se concebía el vacío y confundía con «nada» como un medio uniforme desprovisto de masa llamado espacio cuya geometría era euclídea. La idea de Newton sobre el espacio que consideraba infinito e inmutable no estaba exenta de elementos místicos. La noción del vacío como espacio en el que las partículas materiales se movían, se vio ligeramente alterada con el desarrollo de la teoría del éter que era un medio material que permitía la propagación de las ondas luminosas en el vacío, ya que aunque Newton había propuesto que la luz estaba formada por corpúsculos ciertos experimentos como el de la doble rendija habían llevado a la concepción mayoritaria de que los fenómenos relacionados con la luz podían explicarse mejor con la teoría ondulatoria. Por lo que a finales del siglo XIX no era muy popular la idea de que el vacío no estuviera lleno de algo.

El experimento de Michelson y Morley comportó el abandono de la idea de la existencia del éter y se volvió a la idea que el vacío realmente no contenía nada. Sin embargo, tanto el principio de indeterminación de Heisenberg como la teoría cuántica de campos sugirieron que el vacío era algo físicamente más complicado, y la creación de pares llevó a la idea de que el vacío no podía ser la nada, ya que la física cuántica parecía compartir que estaba lleno de partículas virtuales que se creaban en pares partícula-antipartícula y se destruían continuamente.

La nada como corolario de todo lo expuesto sólo es una idealización de nuestras mentes limitadas, que no tienen la capacidad de explicarlo todo.

Será que en mi adolescencia fui un maestro de la nada, porque mi cuerpo y mi mente se asemejaban a una baraja todavía en etapa de mezclado, a una latencia y potencia no aplicadas.

La nada y el todo se confunden en esa gama de presencias y ausencias que llamamos vida.

La vida y la nada.

¿Educando con la IA?

Es muy probable que con el tiempo esta pregunta sea respondida de manera arrasadora por la evolución de la tecnología. En el mientras, estamos en un impasse adaptativo, en donde no existen reglas pedagógicas tan claras, sino algunas recomendaciones, que, en estos lares, cada cual sigue o no, dependiendo de su grado de aceptación o rechazo a esta fuente de información, debate, búsqueda y análisis.

Lucia, mi hija más pequeña, me comparte antes de la cena, el resultado de un examen de lengua de primer año de la secundaria, en donde se percibe que la profesora ha introducido de pleno la posibilidad de utilizar la IA, haciendo preguntas lisas y concretas, acerca de cómo mejorar la experiencia en el uso de la herramienta. No sólo me sorprenden las preguntas, sino además las respuestas de Lucía, que son atinadas y apropiadas, demostrando un conocimiento amplio y variada acerca de cómo interactuar con la inteligencia artificial. Su inteligencia natural ha sido capaz de abordar las exigencias de la profesora, cumpliendo con lo solicitado y satisfaciendo las expectativas, siendo calificada con una frase poderosa y motivadora: “excelente interpretación de las consignas, Lucia”.

A continuación, le consulto si todos los profesores están utilizando la IA, como un complemento de la actividad educativa. Su respuesta es que no todos, dependiendo de la materia, edad y formación de los educadores. Es razonable que los docentes más jóvenes, nacidos en la era digital, acepten con más simpleza la compañía de una herramienta de búsqueda y análisis de información, aunque esta afirmación no sea una regla estricta, por cierto. En el pasado y antes de la posibilidad de navegar, nuestra fuente de consulta era el material bibliográfico, con acceso al contenido publicado en enciclopedias voluminosas y gráficamente muy bellas. Luego la navegación, la lectura digital y ahora la IA, abren un abanico infinito de información, el cual necesita ser procesado, direccionado y analizado para que nos sea útil.

A continuación, extractos de un artículo publicado por el especialista en educación, el doctor Martin Rebour.

La importancia de reinventar el rol de los docentes

A la luz de los distintos avances con relación a la inteligencia artificial en la educación, la generación acelerada del conocimiento y las distintas formas de acceder a la información, se hace necesario repensar el rol docente.

Partiendo de la relevancia de la función docente, como pieza clave del proceso educativo, se hace ineludible revisitar algunos conceptos. Por ejemplo, las maneras de aprender, enseñar y evaluar, de forma de:

  • ajustarse a las necesidades de los estudiantes;
  • hacer un uso con sentido pedagógico de las tecnologías a disposición;
  • tender puentes con el desarrollo de habilidades y competencias demandadas por la sociedad actual.

El avance de la inteligencia artificial en la educación supone numerosos desafíos. El camino de repensar y reformular nuestra tarea profesional como docentes nos lleva a posicionarnos como diseñadores de experiencias potentes de aprendizajes para nuestros estudiantes.

También como activadores de procesos reflexivos, basados en el intercambio, la interacción con otros, así como la apropiación auténtica y significativa de la información, para la construcción de conocimiento, saberes y habilidades.

Como diseñadores de esta experiencia, los docentes debemos facilitar, guiar y orientar para la comprensión de la realidad. Al mismo tiempo, potenciar el desarrollo del pensamiento crítico, a través de un análisis profundo de la información que hoy aparece a tan solo un click.

Y no olvidar que es clave contribuir a la aplicación del conocimiento en iteraciones de ensayo y error, que permitan aprehender ese conocimiento, a la vez que se gana en autonomía.

Acompañar y articular siguen siendo funciones fundamentales en el vínculo del docente y del estudiante, constituyéndose como posibles condicionantes para la generación de contextos de confianza, seguridad y autoestima en el aprendizaje.

Un área relevante que abren distintos recursos relativos a la inteligencia artificial en la educación está dado por el alto nivel de información que generan y que, a través de un análisis de los mismos, nos permitirá conocer mejor algunos aspectos sobre nuestros estudiantes.

La formación para el análisis de dicha información es crucial, en tanto brindará la oportunidad de generar diagnósticos, diseñar propuestas, generar evaluaciones y seguimientos, volviendo a replanificar de acuerdo con la nueva información.

Herramientas como las plataformas adaptativas, las evaluaciones automatizadas, recursos que recomiendan contenidos en función de los trayectos transitados por los estudiantes, por nombrar algunos, generan un tiempo (antes utilizado para la planificación de actividades y corrección) que debe ser redireccionado. Específicamente, al análisis de los datos, para identificar aquellos aspectos a ser trabajados con cada estudiante, a la luz de todos los saberes del docente, fruto de su formación y experiencia.

La reformulación del rol requiere de instancias de formación continua, acompañadas de momentos de reflexión y evaluación, que permitan una nueva planificación de las propuestas de enseñanza. Trabajar con otros pares, formar parte de comunidades de práctica profesionales, son espacios privilegiados que contribuyen a la apropiación de distintos saberes, que surgen del diálogo de la pedagogía y la tecnología.

Los desafíos de la inteligencia artificial en la educación

Los desarrollos tecnológicos imprimen grandes desafíos para la educación. Ante estos nuevos avances, se vuelve indispensable desarrollar distintas competencias en nuestros estudiantes, en el marco de lo que se ha dado llamar el ser ciudadanos digitales.

Formar ciudadanos activos y competentes con las tecnologías requiere no solo de las habilidades para manejar distintas herramientas digitales. El desafío fundamental está dado por generar un pensamiento crítico, que permita analizar y evaluar la información, potenciar una postura ética del uso de la tecnología, así como estimular procesos creativos a través de la generación de nuevas ideas.

En ese sentido, el documento ChatGPT and artificial intelligence in higher education: quick start guide, realizado por el Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, reflexiona sobre los desafíos e implicancias éticas sobre el impacto de la inteligencia artificial en la educación superior.

Por lo tanto y en suma, en el marco del avance de la inteligencia artificial en la educación, formar a nuestros estudiantes en la seguridad y privacidad de los datos, la no neutralidad de los algoritmos (identificando los sesgos) es parte de las alfabetizaciones actuales.

Cómo gestionar el uso del ChatGPT y de la inteligencia artificial en la educación

La utilización de la inteligencia artificial en la educación y de las tecnologías digitales en las propuestas de enseñanza, requieren de una definición clara de los objetivos asignados a la integración de las mismas.

Tener claridad sobre qué se espera de dicho uso, permitirá evaluar de mejor manera los aportes y las limitaciones del recurso digital utilizado. En este sentido, es importante generar instancias de evaluación y retroalimentación sobre el uso. Asimismo, recoger la opinión de los estudiantes y de la comunidad educativa, de forma que permita una utilización más pertinente y contextualizada de la tecnología.

A la hora de la elección del recurso, es fundamental tener una mirada desde la accesibilidad. En otras palabras, no solo garantizar que efectivamente los estudiantes tengan acceso a los dispositivos necesarios (laptops, conectividad, acceso al recurso en sí), sino también que la herramienta seleccionada no presente ninguna barrera de acceso en su uso.

Muchos recursos digitales y herramientas de inteligencia artificial en la educación, ponen a nuestra disposición una serie de datos. Los cuales, a través de un análisis profundo, aportarán información para tomar decisiones fundadas en evidencia.

Esto nos permitirá generar propuestas ajustadas a las áreas de mejora de nuestros estudiantes, así como a sus intereses y fortalezas. En definitiva, propuestas más personalizadas.

En este análisis de datos que herramientas como las plataformas educativas y otros recursos de inteligencia artificial en la educación nos brindan, hay que prestar especial atención en garantizar que las propuestas que proponemos generen iguales oportunidades de aprendizaje en todos los estudiantes. A su vez, es importante que no presenten sesgos (de género, raciales, entre otros), que operen como obstáculos en los procesos de aprendizaje.

Para finalizar, es clave no perder de vista la dimensión humana, que sostiene el vínculo pedagógico en relación con la inteligencia artificial en la educación. El docente debe fomentar la interacción, posicionarse como un orientador, guía y facilitador de los intercambios, al hacer disponibles preguntas que generen nuevos desequilibrios, nuevas búsquedas y construcciones.

La pregunta, título del blog de hoy no tiene una sino varias respuestas. Esperemos encontrarlas a tiempo, antes de que la tecnología por sí misma no nos deje la chance de responder.

Adiós Campeón!

Ese domingo del 25 de junio del 78, almorzamos todos juntos, la familia expandida con padres, tíos y primos. No recuerdo con exactitud, cuántos éramos, pero a mi pareció que éramos una legión. Recuerdo que había clima festivo, parecido a una Navidad o un cumpleaños. Mamá Ana cocinaba riquísimo, pero por lo general los domingos papá Ramón cocinaba en el horno de ladrillos, ese que estaba en el patio, bajo la sombra de varias higueras. Si se puede denominar patio a una porción exterior de una casa de chacra, donde el patio es un lugar difuso, que se confunde con los confines de la tierra que se cultiva. De entrada, como casi siempre, devoramos chacinados de propia factura, del horno salió un lechoncito acompañado de ricas papas, y de postre una torta de chocolate y ricota, exquisitez hecha por mamá, que jamás he vuelto a degustar. Las cosas hechas con amor tienen un sabor distintivo, difícil de superar, quedan ahí para siempre, indelebles y poderosas.

Después de almorzar, nos pusimos a jugar a la pelota, pese a la molesta llovizna que caía. A los diez años todo o casi todo te resulta mágico. Cualquier actividad que desarrolles, se vive como si fuera la última. Había tanta energía que el cuerpo se mantenía caliente, pese al frío penetrante y húmedo de la recién comenzada estación invernal. A nosotros no nos importaba mucho, si después nos dolía la garganta de tanto gritar y la fiebre producida por las placas nos dejaba transitoriamente fuera de combate.

Ese domingo todos juntos veríamos el partido de nuestra selección argentina, «la albiceleste«, que jugaba la final de la copa mundial contra «la naranja mecánica holandesa«. Ese campeonato mundial, que se jugó en nuestra patria, nos había visto finalistas con un derrotero previo no exento de sorpresas. Pero ahí estábamos, en la cancha de River, repleta con más de setenta mil personas alentando a nuestra selección, la cual se podía consagrar campeona del mundo por primera vez. El técnico Don César Luis Menotti, más conocido como el flaco Menotti, había conformado una plantilla realmente federal, con una combinación de jugadores del interior y del exterior, que para los entendidos no era de lo mejor.

Pese a todo, ahí estábamos, con un equipo donde el interior estaba representado por jugadores tales como, Mario Kempes (Córdoba), Osvaldo Ardiles (Córdoba), Américo Gallego (Córdoba), Miguel Oviedo (Córdoba), Luis Galván (Santiago del Estero), René Houseman (Santiago del Estero), José Daniel Valencia (Jujuy), Rubén Galván (Formosa), Daniel Killer y Leopoldo Luque (Santa Fe). Para no crear confusión, citamos el lugar de nacimiento, aunque quizás no del despegue o desarrollo futbolístico completo. A la postre Kempes sería el goleador del torneo, elegido la máxima figura del campeonato. Todo un símbolo de esta selección del flaco Menotti.

El partido que comenzó a las 15 horas, terminó 1 a 1 en el tiempo regular, con gol de Kempes para Argentina en el primer tiempo y empate de Naninga para Holanda en el segundo. El tiempo extra nos llenó de gloria deportiva, ya que fue el mismo Kempes el encargado de marcar el segundo y Bertoni el último gol, para sellar el 3 a 1 definitivo, con el que nos consagramos campeones mundiales de futbol. Este hecho se repetiría dos veces más, pero ese primer logro deportivo fue ciertamente inolvidable. Para nosotros que éramos niños resultó ser una vivencia única y ciertamente irrepetible. El recuerdo me atraviesa, porque trae consigo, la sonrisa de papá, el cariño de mamá y las manos callosas de mi tío Luis, personas entrañables que conforman mi ADN emocional. La imbatible Holanda, tuvo un partido dignísimo, pero en frente su oponente jugó con fiereza y determinación, para alcanzar la proeza de ser el número uno del futbol.

Dentro de ese equipo argentino de gladiadores descollantes, virtuosos y con distintas cualidades, había uno cuasi invisible, pero no por ello menos importante. Era un zaguero central bajito comparado con el común denominador del puesto, que por momentos parecía lento y que jugaba como líbero, cubriendo las espaldas del capitán Daniel Pasarella, otro emblema de nuestra selección. Su nombre: Luis Adolfo Galván. Su origen, un humilde pueblo de Santiago del Estero, de nombre Fernández. Su escuela deportiva, el famoso Talleres de Córdoba, de la década del 70.

El flaco Menotti, lo eligió su número 2, una función esencial en la defensa, ya que era el último hombre, la última barrera defensiva que debía superar el rival. Esta decisión sería resistida por los principales periodistas deportivos de la época, con fundamentos tales como su escasa estatura, su extraña calma y sosiego para jugar, y su poca proyección a la hora de salir jugando desde el fondo. Nuestro técnico por fortuna era de convicciones fuertes y estratégicas, por lo que hizo oídos sordos, a las críticas negativas respecto de Galván, confirmándolo como líbero para la copa del mundo, y reconfirmando su titularidad para la final contra la maquinaria deportiva holandesa. Es muy probable lo haya elegido por encima de otros jugadores de la época, por su riqueza técnica más que fuerza física, su capacidad defensiva sin recurrir a la violencia, y sus valores compartidos.

El Luis Adolfo, le pagó con creces al Flaco su designación, ya que fue una de las figuras, sino la máxima de la final, siendo calificado por todos aquellos que lo habían denostado, con un puntaje de “10” para ese juego de la final del mundo. Emparejado por Kempes, que convirtió dos goles, quedó medio invisibilizada su labor defensiva, pero con el tiempo fue rescatada su figura, recibiendo varios premios y reconocimientos a su trayectoria deportiva, intachable, irreprochable y descollante. Es menester mencionar, que ese mismo día, fue nombrado por la FIFA como el jugador”fair play” del torneo.

En ocasión de su desaparición física, hace unos días, un canal deportivo lo homenajeó con un video secuencial de todas sus intervenciones claves durante ese match final. Allí se lo puede apreciar en todo su esplendor como jugador y como persona. Cortando pases, quitando la pelota a los potentes delanteros holandeses, cabeceando pelotas claves pese a ser bajito (1.74 metros de estatura), proyectándose desde el fondo, dando pases cortitos y seguros al mejor ubicado, derribando con una patada precisa al rival, en alguna ocasión que fue superado, infundiendo tranquilidad y seguridad con un timing preciso y equilibrado. Ese era el Galván que había elegido Menotti, la piedra basal defensiva que serviría silenciosamente a la causa, que viviría junto al resto el sueño de ser campeón, sin perder nunca su humildad y sus gestos de grandeza disimulada, con ese andar cansino, pero sumamente efectivo de siesta santiagueña.

Los que tuvimos la oportunidad de disfrutar de su juego, lo rescatamos como uno de los mejores zagueros de todos los tiempos. Los que fuimos testigos de su andar como persona, lo entronizamos por su sencillez, modestia y liderazgo silencioso. De pocas palabras, decía mucho desde su accionar coherente y constante de buena persona y profesional deportivo.

Su fallecimiento llenó de tristeza a todos aquellos cordobeses que lo vieron jugar con la azul y blanca, de su querido Talleres de Córdoba, club que lo cobijó y al cual él le dio grandes alegrías deportivas.

Este líbero que medía cada paso para llegar, que tuvo escasas lesiones, porque media sus energías en todo momento, fue y será un ejemplo para los jóvenes con ambición deportiva de superación.

Nos regaló su templanza, su historia de superación, pero por sobre todas las cosas, ese liderazgo invisible y de sostenimiento de todo un equipo, que fue nuestro primer campeón del mundo.

Como dijo, el escritor Antoine de Exuperi, en su prestigioso libro “El Principito”:

“lo esencial es invisible a los ojos”.

Te despedimos y te reconocemos como un verdadero “hacedor de realidades”.

¡Adiós Campeón!

¡Hasta siempre!

Con toda la entereza !

La tardecita cálida nos invita a caminar. Las calles de Asunción tienen un tráfico impetuoso, vital, y desproporcionado en este primer sábado de mayo. Acabo de despedir a un amigo, que vino de paso, aprovechando los buenos tiempos. Este amigo, es uno de los que compone un grupo más numeroso, con los cuales nos conocemos desde la adolescencia. Le damos pelea a los años, como podemos y nos sale. Pasando los cincuenta, uno aún se siente vital y con ganas de muchas cosas, aunque cada tanto cometamos errores no forzados, y tiremos una pelota a la tribuna.

De este grupo de amigos, parece irreal que algunos ya hayan desaparecido físicamente. La magia es que sigan vivos en la memoria, las anécdotas y las juntadas. La vida te empuja para adelante, los recuerdos para atrás, mientras el presente es ese pedacito de tiempo que se escurre, casi imperceptible y decididamente efímero. Somos perenes por naturaleza humana, cada vez parece que menos, pero lo somos.

A todos, quien más quien menos, nos rodean los afectos, que son el combustible que echamos cada día en nuestro corazón, con toda la determinación que podemos. Se trata de intentar y seguir intentando atravesar el tiempo, dejando una gota de trascendencia, algún legado, que adquiera significado en alguien.

Mientras pienso todo esto, caigo en la cuenta, que somos portadores de noticias, buenas, malas o regulares y que como legítimos portadores les debemos hacer frente. Lo bueno se agradece, y lo malo nos enaltece desde la aceptación de nuestra condición humana. La gama de grises entre la positivo y lo no tanto, es tan amplia, que no alcanzan miles de libretas imaginarias para registrarla y catalogarla. No tenemos tanto tiempo para el análisis, solo instantes para decidir que nos afecta y que no, decidir que hacer con lo que nos pasa.

Uno de nuestros amigos, se ha enfermado, y nos lo ha contado. Vaya sacudón a nuestra dormida conciencia relativa sobre el valor de la salud y de la plenitud. La gravedad de esa dolencia no tiene importancia, si el impacto de su conocimiento. He charlado, aunque sea a la distancia con él (maravilla de la tecnología que sirve para acortar la lejanía física). Lo percibo con cierta angustia, pero dentro de ese cuadro anímico, rescato el valor de que ha decidido dar pelea y continuar a pie firme. En tratamiento médico o buscando el mejor de ellos, ha optado por trascender y ser un ejemplo para su familia y sus amigos, y declara a su manera, que se siente con muchas ganas de superar sus obstáculos, cueste lo que cueste.

En lo personal, me da mucha alegría, que tenga conversaciones de posibilidad y de grandeza. Desde una visión egoísta, me empuja a seguir con más fuerzas que nunca. Soy un agradecido de poder escucharlo y de la confianza que deposita en nosotros, al contar sus cuitas.

Este blog de hoy está dedicado a él, a esta visión de superación, que de seguro cuesta tener, pero que en definitiva hace la diferencia no sólo a su ser individual, sino a sus hijos, familiares y amigos.

Nuestra esencia humana, está preparada para resetearnos de forma permanente, buscando lo mejor, aún en circunstancias difíciles, las cual son transitados de forma tan personal y distinta como seres humanos existan.

En este escrito de hoy, he elegido no decir mucho, para tratar de transmitir vivencias esenciales y con pocas palabras. En esta tardecita de otoño, la lección es conservar la mirada en alto, la templanza a flor de piel y los afectos muy cerca de nuestro corazón.

Sólo agregar, que admiro las personas con entereza, y creo que en este caso en especial, la tiene y en grande.

Admiro, la manera con la que está enfrentando esta coyuntura, y desde este lugar lo aliento a seguir, porque desde la actitud que está poniendo tiene mucho terreno ganado.

Para finalizar una reflexión que no me pertenece, como tampoco ninguna de los vocablos que he usado, que son universales e inequívocos de nuestra lengua:

“Nunca sabrás que tan fuerte eres, hasta que ser fuerte sea tu única opción”.

Los cuidados de la IA !

Así como la inteligencia artificial abre posibilidades, también genera temores y su potencial hace creer que en algún punto pueda convertirse en un peligro para la humanidad. Para evitar situaciones así, se imponen controles en el desarrollo de esta tecnología, pero recientemente una pudo superarlos por ella misma al alterar su código.

The AI Scientist, es el sistema que protagoniza esta historia. Desarrollado por la empresa japonesa Sakana AI, esta inteligencia artificial fue diseñada para automatizar todo el proceso de investigación científica, desde la generación de ideas hasta la redacción de manuscritos y la revisión por pares.

Sin embargo, durante las pruebas mostró un comportamiento inesperado que ha generado serias preocupaciones en la comunidad tecnológica y científica.

Cómo una IA pudo evitar las restricciones humanas

The AI Scientist nació con el objetivo de cambiar la investigación científica al permitir que un sistema de IA conduzca experimentos, analice resultados y redacte informes científicos completos de manera totalmente autónoma.

Todo esto con la idea de reducir el tiempo y los recursos humanos necesarios para llevar a cabo investigaciones que tradicionalmente han requerido un gran esfuerzo humano. Todo esto apuntaba a una nueva era de descubrimientos científicos impulsados por IA.

A pesar de las grandes expectativas, durante las pruebas del sistema, los investigadores se encontraron con un comportamiento que no habían anticipado. En lugar de optimizar su código para cumplir con las limitaciones impuestas por sus desarrolladores, The AI Scientist comenzó a modificar su propio código para sortear estas restricciones.

En un caso particular, el sistema editó su script de inicio para ejecutarse a sí mismo en un bucle infinito, lo que resultó en una sobrecarga del sistema. Este incidente requirió intervención manual para detener el proceso y restaurar el control.

En otro caso, al enfrentar un límite de tiempo para completar un experimento, The AI Scientist no optimizó su código para cumplir con este límite. En su lugar, simplemente extendió el límite de tiempo modificando su propio código. Este comportamiento, aunque ocurrió en un entorno de prueba controlado, demuestra los riesgos de permitir que una IA opere de manera autónoma.

Los investigadores reconocieron que estos incidentes plantean serias preocupaciones sobre la seguridad de los sistemas de IA avanzados. La posibilidad de que una IA modifique su propio código sin supervisión humana podría llevar a consecuencias imprevisibles, especialmente si se le permite operar en un entorno no controlado.

Qué tan probable que The AI Scientist remplace a los científicos

A pesar de estos desafíos, la empresa japonesa sigue adelante con su visión. El sistema está diseñado para llevar a cabo investigaciones de manera continua, utilizando sus ideas previas y los comentarios recibidos para mejorar la siguiente generación de ideas, emulando así la comunidad científica humana.

La capacidad del sistema para generar artículos científicos completos a un costo relativamente bajo, aproximadamente 15 dólares por artículo, ha sido uno de sus logros más destacados.

Sin embargo, este desarrollo ha provocado un debate en la comunidad científica. Críticos en foros como Hacker News han cuestionado la viabilidad de un sistema de IA para realizar descubrimientos científicos genuinos y generando una gran preocupación: la posibilidad de que The AI Scientist inunde el proceso de revisión por pares con investigaciones de baja calidad, degradando así los estándares de la literatura científica.

Además, existe el temor de que sistemas como “The AI Scientist” puedan ser utilizados de manera irresponsable o incluso maliciosa. La capacidad de una IA para escribir y ejecutar código sin supervisión podría llevar a la creación inadvertida de malware o a la alteración de infraestructuras críticas. Sakana AI ha abordado estas preocupaciones recomendando medidas de seguridad estrictas, pero las implicaciones éticas y prácticas de este tipo de tecnologías quedaron expuestas ante un potencial riesgo.