El Propósito !

La cristiandad celebra esta semana la muerte y resurrección de Jesús, el profeta que, siendo hijo de Dios, vino para redimirnos de nuestros pecados, con su propia muerte y resurrección. Es una cuestión de fe, que no tiene un correlato racional, pero si una vinculación íntima y profunda con el sentido de nuestras vidas.

Sus apóstoles fueron elegidos por Jesús entre aquellos que se desempeñaban haciendo trabajos comunes para la época en la zona costera del mar de Galilea, cinco de ellos pescadores (Pedro, bautizado como la Roca, Santiago, Juan, Andrés y Felipe) , un recaudador de impuestos (Mateo) y respecto de los seis restantes (Judas Iscariote, Tomás, Santiago, Bartolomé, Judas Tadeo  y Simón) si bien no existe un conocimiento cierto, es muy probable que se hayan desempeñado haciendo actividades propias de una región costera dedicada a la pesca.

Lo interesante más allá de la precisión respecto de cuáles fueran sus trabajos, es que todos los abandonaron y siguieron a Jesús, uniéndose al propósito que este último tenía para su existencia: servir a Dios y redimir al hombre de sus pecados, bajo el lema del amor al prójimo, el perdón y la fe.

Muy interesante la historia de la vida, muerte y resurrección de Jesús, que fuera narrada por los apóstoles en cada uno de los evangelios, con detalles que cada uno iba viendo según su visión de las cosas, destacando aspectos y hechos que dieran sentido a una vida de creencias, espiritualidad y compromiso con el otro, que fue básicamente la corta pero prolífica existencia de Jesús.

En esta semana especial que culmina con el Domingo de Pascuas, que es cuando Jesús luego de asesinado nace de nuevo, es que quiero aprovechar para profundizar en esa decisión de los pescadores que buscaron darle sentido o propósito a su devenir, abandonando sus labores, para iniciar un nuevo derrotero, que los motivara más allá de sus propios límites.

Es por ello, y esperando no ofender a nadie que quiere referirme a dos modelos de trabajo que surgieron no hace mucho, los cuales tienen algo que ver con esto de trabajar abandonando los viejos modelos.

Trabajo por objetivos o independencia consciente

El trabajo por objetivos es una metodología de trabajo que busca que las personas logren ciertas metas u objetivos, sin tener un horario fijo que cumplir. El objetivo de esta metodología es que las personas “sean responsables y capaces de administrarse para organizar sus actividades y cumplir en tiempo y formas con las tareas establecidas”.

El trabajo por objetivos, en reemplazo del esquema de horarios, fomenta la autonomía y permite que las personas se involucren más con sus tareas. Pero, además, ofrece otras ventajas:

Aumenta la productividad

El trabajo por objetivos resulta una metodología perfecta para elevar la productividad de los equipos, ya que elimina el concepto de trabajar sólo para cumplir horario y se potencia la motivación por completar proyectos en tiempo y forma.

Ofrece flexibilidad

Otras de las ventajas del trabajo por resultados es que, al no fomentar un esquema de horarios fijos, se ofrece un alto grado de independencia a la persona. Cuando uno solamente pone como objetivo entregar el trabajo terminado de determinada manera y establece plazos, la persona goza de cierta libertad para poder armar su propia rutina de trabajo y así organizar mejor sus tiempos.

Permite el trabajo remoto

El trabajo por objetivos sin horarios es, sin dudas, lo que permite que se pueda realizar el trabajo desde casa, modalidad laboral que ha crecido muchísimo en los últimos años. Esto ha generado en muchos una autonomía muy beneficiosa, sobre todo porque permite lograr el tan buscado balance vida personal y trabajo. Es decir, combinar tiempo personal y laboral de la mejor manera.

¿Cuáles son las desventajas del trabajo por objetivos?

No todos los sectores pueden aceptar esta metodología de trabajo ya que, entre otros motivos, la calidad del trabajo desarrollado podría verse comprometida. Esto ocurre en sectores como el de atención al cliente, servicios o procesos productivos industriales.

Además, el trabajo por objetivos puede tener las siguientes desventajas, dependiendo de su ámbito de aplicación:

Genera estrés y ansiedad

Si el plan de trabajo por objetivos no se aplica correctamente, puede que una persona se encuentre desbordada de tareas y no llegue a cumplir con sus metas laborales. Esto, sin dudas, puede ocasionar una situación de perder nuestra motivación y estrés, que sería contraproducente para el logro de objetivos.

Se pierde prioridad en otras tareas

Cuando una persona tiene el foco en trabajar por objetivos, todas sus acciones se enfocan a cumplir esas metas impuestas. En este camino, puede que algunas tareas secundarias pierdan prioridad, por ejemplo, la atención al cliente. Esto es algo habitual en equipos que tienen objetivos de ventas.

¿Por qué es importante implementar el trabajo por objetivos?

Para que una empresa tenga éxito, es fundamental que cuente con equipos de trabajo innovadores y autónomos, y que tengan empuje hacia el logro de objetivos de negocio.

Uno de los modelos de trabajo que permite esto es el de trabajo por objetivos, ya que motiva a las personas a que trabajen con el foco en los resultados, a la vez que le otorga flexibilidad e independencia.

De igual manera, es importante entender que trabajar por objetivos no significa no tener reglas o pautas de trabajo establecidas. Por el contrario, se trata de establecer ciertos parámetros que no sean limitantes sino más bien organizativos.

¿Cómo implementar el trabajo por objetivos?

Existen algunos pasos básicos para armar un plan de trabajo por objetivos que se deben considerar si quieres implementar esta modalidad de trabajo:

1. Establecer los resultados deseados

Tener claro qué es lo que se quiere conseguir es el primer paso para poder trazar un plan efectivo de trabajo por objetivos, ya que si no sabemos cuál es el resultado que queremos lograr, tampoco podremos evaluar si lo hemos conseguido.

2. Armar el plan de acción

Luego, es clave poder plasmar las intenciones en un plan concreto que sea fácil de entender por todos los integrantes del equipo. Es decir, debemos ser muy claros en qué se quiere conseguir y cómo se pretende conseguirlo, con el apoyo de indicadores de productividad y otras métricas relevantes.

En este paso, resulta clave también dar ejemplos concretos de cómo se ha conseguido lograr estos objetivos en el pasado.

3. Definir los objetivos a corto plazo

En este paso deberemos plantear cual es la meta final a la que pretendemos llegar y diseñar un plan de objetivos a corto plazo para alcanzar dicha meta. Es muy importante que se evalúen las capacidades individuales de las personas de los equipos de trabajo para poder asignar de manera efectiva las tareas para cada uno de ellos.

En este sentido, es clave apoyar la estrategia con algún recurso adicional como por ejemplo herramientas que nos permitan identificar características relevantes de cada persona para desarrollar un plan efectivo que convierta al talento humano en una ventaja competitiva para el negocio.

Claves para que el trabajo por objetivos sea exitoso

Dentro de los aspectos del trabajo por objetivos existen cuatro que son sumamente necesarios para lograr una buena implementación:

Tener objetivos alcanzables: es fundamental definir el plan de acción para saber si es posible o no alcanzar los objetivos fácilmente.

Ser específicos con lo que se quiere lograr: cuanto más claros sean los objetivos que buscamos alcanzar, más sencillo será implementar un plan de trabajo por objetivos.

Plantear objetivos medibles: si no podemos medir los resultados, tarde o temprano perderemos el hilo de cuál es el rumbo que debemos tomar y para qué lo hacemos.

Establece plazos reales: es muy importante darle a cada objetivo un tiempo lógico para poder llevarlo a cabo. De lo contrario, las personas pueden frustrarse si no logran cumplir sus metas.

El segundo modelo es algo más reciente y está muy emparentado con la decisión de los apóstoles.

Vivir y trabajar con propósito

El propósito está relacionado con el “para qué hacemos lo que hacemos”. Y no hace falta que sea algo grandioso, como recorrer el mundo con una ONG o tratar de ser un héroe.

El propósito lo podemos experimentar en nuestro día a día. No depende del puesto ni de la función, sino de nosotros mismos, del sentido que le demos y del grado de compromiso que tengamos.

Tal Ben-Shawar y Angus Ridgway en su libro “Ser feliz es decisión tuya”, analizan los tipos de trabajos conforme a nuestro nivel de sentido o compromiso. El sentido se experimenta cuando existe conexión entre lo que hacemos y nuestros valores, si creo o no en lo que hago. El compromiso es la motivación y energía que ponemos. Conforme a estos dos ejes, podemos ver que existen cuatro opciones:

A la deriva: La peor situación, porque trabajamos sin creer en lo que hacemos ni estamos motivados. Si estamos aquí, es importante hacer algo, porque tiene consecuencias en nuestra felicidad.

Soñador: Cuando creemos firmemente en causas como el ecologismo, ayudar a las personas sin recursos… pero hacemos poco. Quizá reciclamos, aportamos algo de dinero, pero no tenemos un compromiso firme con ello.

Estancado: Trabajar duro por responsabilidad, pero no estamos especialmente ilusionados. Esta situación, por cierto, es bastante habitual en las empresas, lo que a la larga produce un desgaste importante.

Alineado con el propósito: Se trata del cuadrante ideal, ya que trabajamos comprometidos y le encontramos un sentido a lo que tenemos entre manos.

¿Qué podemos hacer para trabajar y vivir con un propósito? Sabemos que cambiar de trabajo no es una tarea fácil, pero también hay que ser conscientes que dicha acción depende de una decisión personal. Por ello, revisemos qué está en nuestras manos para sentirnos mejor con lo que hacemos.

Si observamos el siguiente gráfico es probable que podamos ubicarnos en uno de sus cuadrantes. Vale la pena destacar que esto se podría aplicar a las relaciones de pareja, aficiones, amigos, entre otros.

Luego podemos encontrar un propósito en cada tarea que hagamos. No es necesario buscar algo que cambie el mundo o tener una vocación de por vida. Como dice José Luis Llorente, coautor del libro de «Vitamina X», existen propósitos vitales, de proyectos o de tareas. Nos podemos centrar en el que nos resulte más sencillo.

Un aspecto a tener en cuenta es que el propósito más poderoso está relacionado con los demás, sean clientes, sociedad, familia… Puedo hacer una presentación de resultados, un informe o una llamada a un cliente para que piensen que soy muy bueno y obtener reconocimientos o porque creo firmemente en ello. Si lo hago por otros, encontraré más fuerza y motivación.

Otra actividad clave es que en la medida en que sea posible podemos intentar modificar nuestras tareas para poner más energía en aquellas más gratificantes. No existe ningún trabajo perfecto. Siempre conviven actividades más amables que otras y vale la pena hacer aquellas que no nos gustan de modo eficiente, para disfrutar de las otras.

Por último, podemos replantearnos para qué hacemos lo que hacemos. Puedo pensar que solo hago facturas. Sin embargo, si dedico tiempo a reflexionar en la finalidad última de la empresa o de la organización, como que tengan un mejor servicio los clientes o los ciudadanos, puedo descubrir que contribuyo con mi trabajo a que eso ocurra. De alguna manera supone ganar perspectiva y darle un sentido.

En definitiva, trabajar con un propósito es la situación más motivadora y más satisfactoria para cualquier persona. Algo que además está comprobado que ayuda al cuidado de nuestro sistema inmunológico. La buena noticia es que depende de una decisión personal. En la medida en que le demos sentido a lo que hacemos y nos comprometamos con ello, podremos encontrar un propósito en nuestra vida, nuestros proyectos o nuestras metas.

Espero que este Domingo de Pascuas mi blog, sirva de alguna manera, para vincularnos con algo de lo que nos hace sentido.

¡Felices Pascuas!

Malvinas cuando se cruzan los Andes !

Resulta difícil encontrar la manera de comenzar un escrito donde no se narra una historia como tal, sino una mezcla de sensaciones cruzadas, que se acumulan en tu corazón, provocando un sinnúmero de estados emocionales. Asombro, admiración, congoja, tristeza, alegría, fuerza, compromiso, derrota, victoria, conviven con otras tantas, que se acomodan como pueden impactando en todo tu cuerpo y tu equilibrio.

Siendo 2 de abril, una fecha simbólica y perpetuamente cara a nuestros sentimientos argentinos, no me encuentro pisando nuestro suelo, aquel que vio nacer, pero no partir a nuestros 649 héroes de una guerra, que dieron su vida por recuperar nuestras Islas Malvinas, aquellas cuyo nombre entonábamos en nuestras canciones escolares.

Quiso el destino que el día anterior hubiera de cruzar la cordillera a Chile, junto a toda mi familia, usando el paso mendocino, aquel que une en cierta manera la capital mendocina con Santiago de Chile. El complejo Los Libertadores, el cual no conocíamos porque habíamos cruzado a Chile por tierra pero usando el paso Cardenal Samoré es un paso fronterizo a gran altura, que incluye en su trayecto previo, posterior y durante todo su desarrollo, un sinnúmero de túneles, caminos de cornisa, precipicios, largas caracolas en descenso y en ascenso, emplazados en un marco majestuoso y sobrecogedor que es la cordillera común que compartimos con nuestro país vecino.

Los más de 350 kms de camino montañoso de ambos lados de la frontera ofrecen los más variados paisajes, colores, vegetaciones y formas geológicas, que se visualizan en un camino serpenteante plagado de carteles que advierten de los peligros de derrumbe y la presencia de calzada resbaladiza, recomendando el uso de cadenas en época invernal para poder transitar en la nieve. Es un recorrido imperdible, digno del porte de los Andes. En la parte argentina del recorrido la ruta corre paralela al río Mendoza, el cual baja de los Andes hacia Argentina, mientras que en la parte chilena, corre paralela a los cañadones de varios ríos y arroyos que bajan este caso hacia Chile. La divisoria real de frontera entre Argentina y Chile ocurre justo en el interior del túnel Cristo Redentor, más o menos por la mitad de su recorrido, a unos 3.200 metros sobre el nivel del mar.

Uspallata del lado argentino, es la última ciudad mendocina con capacidad de proveer de combustible y alimentos, estando ubicada a unos 60 kms de la frontera, mientras que del lado chileno, a unos 50 kms de la línea divisoria, se encuentra la ciudad de los Andes. En ambas locaciones es posible ver vehículos de ambas nacionalidades circulando, personas que cruzan de un lado al otro por turismo, comercio o de visita a familiares. La frontera y sus zonas cercanas son indefinidamente comunes y cercanas.

Para mis tres hijas , Emilia, Paula y Lucía, fue una experiencia única y que les generó no sólo adrenalina, sino una exaltación que no me imaginaba, sobre todo cuando empezaron a recordar la gesta del cruce de los Andes por nuestro prócer compartido, el Gral. San Martín. Lo llamativo para ellas es que les resultaba increíble que un ejército pudiera haber cruzado tamaña mole de piedra, con todas las inclemencias climáticas, llevando alimentos y armas en lomo de mulas, en tan sólo 21 días.  No se imaginaban cómo se pudo llevar a cabo esa proeza humana, ya que el territorio es inhóspito y extremadamente riesgoso, incluso ahora que se cuenta con una ruta en buen estado que elimina en parte las adversidades y posibles contingencias.

Estuvimos hablando bastante rato y recordando hechos aislados de esta campaña de liberación, mientras pasábamos por lugares que nos mostraban los lugares por donde había pasado la expedición, aunque cabe acotar que por este paso no cruzo el General San Martín, sino una fracción de su ejército al mando del exiliado chileno Gral. O’Higgins.  El cerro Aconcagua se observa desde uno de sus laterales, bastante cercano al camino, distinguiéndose por sus tonalidades oscuras, verdosas y azuladas.

Para completar la historia de la gesta militar voy a recurrir a un extracto resumen que encontré en un periódico, de modo tal que mis hijas que me han prometido que hoy leerían este escrito, puedan rememorar la reseña histórica de manera más acabada.

José de San Martín: ¿cómo preparó el Cruce de los Andes?

Con el Ejército de los Andes y en 21 días, atravesaron más de 500 kilómetros de montañas, vencieron a los realistas en Chacabuco y liberaron Chile.

“Solo quien haya cruzado la cordillera puede formarse una idea de lo que fue realizar esa hazaña en 1817, llevar un ejército de 5423 hombres, con 9280 mulas, 1600 caballos y 16 piezas de artillería, además de vituallas, forrajes y municiones por sendas más que caminos. A lo que hay que añadir la escasez de agua, en algunas ocasiones y el exceso en otras, los fríos intensos de noche y en pleno día el mal de montaña o soroche, la falta de pastos para el ganado y de leña para hacer fuego (…) Es una proeza que raya en la esfera de lo impracticable, de lo imposible”, dice el historiador Guillermo Furlong en su libro El paso de los Andes. La epopeya alcanza una dimensión mayor si e suma el hecho de que el camino se hizo guerreando contra las avanzadas enemigas y que, cuando la tropa terminó de atravesar las montañas, los hombres debían estar listos para combatir.

En 1814, José de San Martín se instaló en Mendoza para “Preparar un ejército pequeño y bien disciplinado para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos; aliando las fuerzas pasaremos por el mar para tomar Lima”, describió. El proyecto contemplaba el recorrido hacia Chile de seis columnas con objetivos diferentes: algunos debían liberar provincias, otras confundir al enemigo, y por supuesto una de ellas iba a liderar el ataque principal para ocupar la capital chilena. Era un gigantesco rompecabezas cuya pieza principal era la cuesta de Chacabuco donde estaba previsto que podía desarrollarse la batalla definitiva. El secreto era otro de los elementos esenciales del plan ya que solo San Martín y unos pocos allegados sabían cuáles eran los pasos a seguir. Sigilo, astucia, rapidez, planificación y creatividad son los elementos que el Libertador ejecutó en el momento preciso gracias a su genialidad como estratega y militar.

Cuando llegó a Mendoza, San Martín encontró una provincia sin defensas y con escaso presupuesto. Frente a este nuevo escenario creó un pequeño Estado en Cuyo. Toda la población debía entregar sus riquezas, sus horas de trabajo y sus hombres para la lucha que se avecinaba. Una de sus primeras medidas fue recortar el presupuesto de todas las áreas, excepto la de educación y establecer distintos impuestos según los bienes de cada persona. Como gobernador impuso la vacuna antivariólica, fundó una biblioteca pública y el primer colegio secundario, fomentó la industria y embelleció la ciudad.

Como estratega, instaló su campamento militar en El Plumerillo, a ocho kilómetros de la capital. San Martín apenas contaba con 30 soldados y 900 milicianos; para formar el Ejército de los Andes ordenó el reclutamiento de todos los varones cuyanos entre 14 y 45 años, así logró alistar a 3778 soldados, 1392 auxiliares que estaban bajo el mando de tres generales, 28 jefes y 207 oficiales. Los esclavos, que prefirieron luchar antes de seguir sometidos, se constituyeron en el elemento central de la infantería. Aproximadamente el 40 por ciento del ejército estuvo constituido por los batallones de libertos. La mitad de ellos fueron reclutados en Cuyo por San Martín, que se los compró a los hacendados y a las órdenes religiosas, que eran los grandes esclavistas de la época, y la otra mitad la remitieron desde Buenos Aires. La tropa además estaba integrada por soldados del Ejército del Norte, del Litoral y del Regimiento de Granaderos a caballo, también había chilenos y hasta un grupo de voluntarios ingleses.

En El plumerillo, la instrucción militar consistía en ejercicios individuales (manejo de las armas, por ejemplo) y tácticas grupales (marcha, despliegue en la batalla). El entrenamiento duraba ocho horas, cuando terminaba los hombres debían preparar sus armas, monturas y arreglar su ropa. Pero un ejército además necesita armamento y para fabricarlo se precisaban toneladas de hierro. Los cuyanos donaron caños, rejas, cadenas y hasta ollas, también se fundieron las campanas de la mayoría de las iglesias. Con la ayuda de fray Luis Beltrán, San Martín creó la fábrica de pólvora, la armería, el batán para la fabricación de ropa y hasta una veterinaria para atender a los animales que irían al cruce. Para transportar los pertrechos, la pólvora se fraccionaba en barriles de 100 kilos y la harina en sacos de 105 kilos, pero como las mulas podían llevar un peso de 60 kilos hubo que construir cajones de madera y cuero para distribuir la carga. Los 22 cañones se transportaban atados sobre el lomo de las mulas y las ruedas, a los costados.

El 24 de enero de 1817, San Martín partió hacia el macizo andino. El cruce se hizo por seis pasos diferentes, el Libertador condujo el grueso de la tropa por la ruta de Los Patos y franqueó alturas de 5000 metros; como sus soldados lo hizo montado en una mula, el mejor animal para andar en la montaña. Además, aquejado por una úlcera, en ciertos tramos fue transportado en camilla. De los animales que partieron, sobrevivieron poco menos que la mitad. La tropa soportó el clima cordillerano con temperaturas que durante el día alcanzaban los 30° y a la noche descendían hasta -20°. Como en la alta montaña no había leña se transportaron algunas cargas de ramas, para entrar en calor se quemaba bosta y de noche no se encendían fogatas para no alertar al enemigo. El alimento básico era el guiso “valdiviano” con charqui (carne seca), grasa, sal, ají y cebolla cruda, y se les entregaba un poco de vino y aguardiente para apaciguar el cansancio y el frío.

El 10 de febrero, el Ejército de los Andes pisó tierra chilena, dos días después y sin tener tiempo para descansar, vencieron a los realistas en la batalla de Chacabuco. La operación fue descomunal y la clave del triunfo fue que San Martín era totalmente consciente de que debía lograr la unión de sus soldados para asegurar el éxito de su empresa. Por eso, el Cruce de los Andes se encuentra al nivel de las máximas hazañas de la historia no solo argentina sino también universal.

En esta fecha tan sentida para nuestra patria, me pareció oportuno realzar la gesta de los Andes, debido no sólo a lo ya relatado, sino a la necesidad imperiosa de recuperar los valores que motivaron la campaña, sobre todo aquellos que nos vinculan con un sentido de destino común que engloba a toda la América del Sur.

Por otro lado, el orgullo y sentido de Patria que impulsó a nuestros héroes de Malvinas es el mismo que habitaba en los corazones de aquellos que formaron parte de la gesta de los Andes.

El paralelismo de la heroicidad y la entrega de los participantes argentinos en ambos conflictos separados por casi doscientos años,  no admiten valoraciones de victoria o de derrota, de justa causa o no, del sentido de oportunidad o no, de ambas campañas, ya que considero que eso sería faltar el respeto a aquellos que entregaron su vida y sus sueños, en condiciones que pocos mortales podrían sobrellevar.

Este viaje familiar nos mostró que no hay campaña que no se pueda realizar, ni cordilleras que no se puedan sortear, cuando nos proponemos ir tras un objetivo que nos motivé y nos aliente a seguir.

En este 2 de abril, elevó una plegaria por nuestros soldados caídos en Malvinas, por los veteranos de esa guerra y por todo aquello que nos sirve para superar las diferencias internas y externas, que nos impulsen a crear un sueño común y único sobre la base de los valores que aún permanecen vivos en nuestros niños y adolescentes.

Para culminar les regaló dos frases geniales de nuestro Gral. San Martín

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.

“Si hay victoria en vencer al enemigo, la hay mayor cuando el hombre se vence a sí mismo”.

El innombrable !

Las creencias suelen jugarnos malas pasadas. De hecho yo era un convencido de que la expresión castiza: “no me lo nombres a este” era enteramente una creación que pertenecía solo a nuestros acervo cultural. Al menos yo no hubiera imaginado que Joanne Rowling, más conocida como J.K. Rowling por su seudónimo, hubiera usado un personaje denominado indistintamente como “Voldemort” o “ El Innombrable” dentro de la famosa saga de libros de «Harry Potter». Sin  embargo no es la única que lo ha utilizado por esos lares, ya que el escritor irlandés Samuel Beckett tituló “El innombrable” a su último libro de la trilogía escrita por él, que fuera publicado por su título en francés “L’Innomable”. Es probable que la autora de libros de magos y hechiceros, se haya visto influenciada en cierta manera por la obra de Beckett para dar nombre a uno de sus personajes, vaya uno a saberlo.

Lo concreto es que, en la saga de Harry Potter, este personaje que no conviene nombrar, es la raíz de todos los males del aprendiz de hechicero, ya que siendo este un bebé, asesinó a sus padres, salvándose él por pura coincidencia de todos los poderes de la magia blanca, que se unieron para salvarlo. En el primer libro, cuando Harry Potter ingresa al colegio para estudiantes de magia, Voldemort es una figura que aparece en todas sus pesadillas, y es contra el cual tiene que luchar para evitar que se robe la piedra filosofal, peleando asimismo contra un maestro de la escuela, que era fiel seguidor del mal. El innombrable había quedado sin cuerpo y casi sin fuerzas en su pelea anterior, cuando Harry era apenas un bebé y en el primer libro de la saga, busca recuperarse por medio de la piedra filosofal, hecho que finalmente Harry y un grupo de amigos del colegio impide, poniendo en práctica muchos de los trucos que aprendieron durante ese primer año en la escuela de hechicería.

La escritora recurre para desarrollar una acababa fantasía de magos, al recurso del antiquísimo antagonismo entre el bien y el mal, encarnado en personajes buenos y malos, blancos y oscuros por su magia, los cuales conviven en un mundo paralelo, vedado para los mortales comunes y silvestres, y en donde los niños/adolescentes, adquieren una dimensión relevante y especial, entrenados por ilustres profesores que les enseñan todo tipo de magias, encantes y hechizos, mientras los niños juegan con sus escobas voladoras o las usan para practicar un deporte volador llamado quidditch.

En este colegio que es bastante único, los niños viven bajo constantes amenazas, cuidando su vida a cada minuto, ya que no solo realizan experimentos riesgosos, sino que deben enfrentarse a la maldad en todas sus formas. Aquel que no se puede nombrar, como suele suceder, domina y está siempre presente en todos sus pensamientos, sobre todo en los de Harry. Tal cual sucede en nuestras vidas, que cada tanto tienen algún innombrable (persona, situación, objeto), aquello que no queremos que nos afecte, ni siquiera en una mención, es lo que comúnmente nos quita el sueño y nos controla a tal punto de paralizarnos.

La brillantez de este cuento no sólo radica en su sencillez, sino en mostrarnos cuán vulnerables somos a aquello que nos ocupa la mente, a tal punto de convivir todo el tiempo con nosotros en nuestros pensamientos.

En lo personal, creo que dividir el mundo entre buenos y malos, es una simplificación que atrae bastante, aunque luego la realidad se encargue de demostrarnos la relatividad de ese criterio. Por eso es que creo que si J.K. Rowling hubiera tenido la oportunidad de compartir su idea con otros escritores de fuste, mágicos por su percepción polivalente del mundo, su saga hubiera tenido quizás pinceladas más complejas dentro del entramado de la magia blanca o negra, dándoles a los niños la posibilidad de entrever que las cosas no se clasifican siempre como buenas y malas, asequibles o inasequibles, sino más bien dudosas o mezcladas en su composición, una pintura que abarca una extensa gama de colores y de trazos.

El mundo mágico de Gabriel García Márquez es más bien descriptivo y centrado en los personajes y su entorno místico, alejado de juicios totalitarios. Me hubiera gustado encontrar un Harry Potter haciendo su magia en Macondo, o manteniendo una charla distendida con Aureliano Buendía. Asimismo y porque no, Harry Potter podría ser el mago que hubiera evitado con sus hechizos, que Jean Valjean, el personaje central de los Miserables de Victor Hugo, hubiera sido perseguido por tantos años, sólo por robar una hogaza de pan. El bien y el mal de Victor Hugo, sólo adquiere una dimensión unívoca en la mente del policía que lo persigue, pero se diluye en el resto de personajes y la trama. Porque no pensar en un Quijote ayudado por algún acto de magia, mientras se esfuerza por luchar con los imponentes molinos de viento.

Más allá de estas elucubraciones que nos permiten soñar con un libro donde se podrían cruzar todos los grandes personajes literarios, con todas sus historias y enseñanzas, relatado por ejemplo por “Funes el Memorioso de Borges”, dentro del entramado mítico y único de “El Aleph”, es útil recordar que el ser humano como especie, recién está dando sus primeros pasos en la escritura, ya que no hace mucho tiempo, si lo comparamos con la edad de la especie, que ha aprendido a transmitir y perpetuar sus experiencias a través de los escritos.

No sólo existen los innombrables, sino que también existen aquellos escritores o personas inmerecidamente poco premiadas, por el producto e impacto de sus obras. Uno de ellos es nuestro destacado Jorge Luis Borges, nacido un 24 de agosto de 1899, el cual nunca recibió el premio Nobel de literatura, pese a todas sus exquisitas creaciones y la popularidad alcanzada (sin ser un escritor de masas, por cierto).

Jorge Luis Borges no sólo era un gran escritor, sino que cada vez que lo entrevistaban disparaba frases o respuestas bastante ocurrentes, dignas de la agudeza de su prosa, y de seguro emparentada con su nivel de inteligencia y vocación por la ironía. Su marcado anti peronismo, y otros conceptos sumamente alejados de las doctrinas religiosas imperantes, eran expresados abiertamente, generando discusiones y controversias en torno a su calidad personal, que le valieron un sinnúmero de enemigos que a él poco le importaban y lo tenían sin cuidado.

Las frases más sabias del escritor

«He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz».

«He pensado alguna vez que, quizás una persona que esté enamorada vea a la otra como Dios la ve, es decir, la ve del mejor modo posible. Uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única».

«Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón».

«Todos caminamos hacia el anonimato, sólo que los mediocres llegan un poco antes».

«Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos».

«La duda es uno de los nombres de la inteligencia».

«La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene».

«Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece».

Las respuestas y ocurrencias más destacadas de Borges

Durante la dictadura militar alguien le comentó a Borges que el general Galtieri, presidente de la República en ese momento, había confesado que una de sus mayores ambiciones era seguir el camino de Perón y parecerse a él… «¡Caramba!», interrumpió Borges. “Es imposible imaginarse una aspiración más modesta», aseguró.

En otra ocasión Borges firmaba ejemplares en una librería del Centro. Un joven se acercó con Ficciones y le dijo: “Maestro, usted es inmortal”… Borges le contestó: “Vamos, hombre, no hay por qué ser tan pesimista”.

Cuando los periodistas le preguntaron en Roma a qué atribuía que todavía no le hubieran otorgado el Premio Nobel de Literatura, el escritor respondió: “A la sabiduría sueca”.

En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo: “¿En su país todavía hay caníbales?…»Ya no, nos los comimos a todos”.

Polémico como siempre, en plena Guerra de las Malvinas, opinó que “la Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine” y agregó que “las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar”.

El escritor argentino Héctor Bianciotti recordó una de las tantas salidas elegantes de Borges, cuando le incomodaban los halagos de la gente: ocurrió en París, en un estudio de televisión.

”¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores del siglo?”, le preguntaron, y él dijo: “Es que este ha sido un siglo muy mediocre”.

El 10 de marzo de 1978, en la Feria del Libro, Borges se cruzó con un escritor al que quería y respetaba: Manuel Mujica Lainez. Se abrazaron e iniciaron una conversación que es interrumpida una y otra vez por los cazadores compulsivos de firmas. “A veces, se quejó Borges, pienso que cuando me muera mis libros más cotizados serán aquellos que no lleven mi autógrafo”.

Borges y un escritor joven debatiendo sobre literatura y otros temas. El escritor joven le dijo: “Y bueno, en política no vamos a estar de acuerdo maestro, porque yo soy peronista”. Borges contestó: “¿Cómo qué no? Yo también soy ciego”.

Volviendo al tema central del título de hoy, podemos colegir que existe una amplia gama de “in”, que al final de cuentas, lo único que hacen es restar posibilidades de ir más allá de los conceptos incompatibles y supuestamente irrefutables: innombrable, inverosímil, indecible, inmoral, inconducente, incoherente, incongruente, increíble, invencible, y tantos otros in, que se oponen como antípodas supuestamente perfectas de los conceptos que niegan.

Lo que vale la pena preguntar es cuán acostumbrados estamos a vivir simplificando el devenir en las antípodas del “in” y el “no in”.

Para finalizar les dejo un pensamiento de Aldous Huxley (escritor y filósofo británico), que nos remite a pensar en nuestros estar siendo, en este mundo personal e íntimo que nos toca construir mientras vivimos:

“La vida es una marioneta del tiempo, en la medida en que cambia a cada instante, cambia el mundo interior y el exterior, de modo que no somos los mismos dos instantes seguidos”.

No todas las historias se repiten !

Los dichos, refranes y sentencias que usamos cuando nos comunicamos o conversamos, tienen por lo común un origen antiguo e histórico, proviniendo de la tradición oral más que la escrita. Son simplificaciones que encierran juicios, prejuicios o mapas mentales originados social y culturalmente, que tienden a explicar por lo general comportamientos humanos o describir situaciones y probables desenlaces de las mismas, como por ejemplo cuando decimos “siempre que llovió paró” o “después de la tempestad viene la calma”. Encierran una cierta idea de sabiduría general, mezclada con conceptos arraigados por la propia la evolución social y cultural de una comunidad. Algunas son globales, pero otras son preponderantes en ciertas zonas geográficas, dependiendo de los sesgos propios de cada comunidad, y muchos encierran enseñanzas, moralejas o cuestiones éticas.

Las más viejas expresiones son reemplazadas por otras más novedosas pero que se edifican sobre los mismos postulados, aunque quizás la globalización las edifica con una visión más amplia, abarcando rápidamente los confines de todos los países. Más allá de eso cuando uno viaja por turismo, es común escuchar regionalismos para identificar objetos, comportamientos, situaciones o personas, los cuales también van mutando de generación en generación.

Po ejemplo, hace poco escuché algo que me pareció super gracioso, que es una mutación de: “a quien madruga Dios lo ayuda”, por “quien madruga centrifuga”, y eso es así en España (de donde proviene) por los precios más baratos de la energía eléctrica a horas tempranas, ya que a horas centrales las tarifas son exorbitantes.

Son como cápsulas del tiempo que “nos permiten conocer una sociedad que existió y que transmitió la sabiduría que adquirió por la experiencia del día a día”. De hecho, que muchos refranes hayan perdurado durante generaciones manifiesta y justifica su valor.

En otros casos, los refranes se adaptan a los tiempos, surgiendo así «paremias» (sinónimo de refrán) más “modernas” como “Dios los cría y ellos se contagian”, que retrata el contexto de la pandemia que vivimos desde 2020. Es un juego que se conoce como desautomatización y que responde a la alteración de un refrán existente para crear otro. Lo mismo ha ocurrido con otros como: “Nadie sabe lo que tiene hasta que ordena su cuarto”, “Ojos que no ven, gabardina que te roban”, “El que ríe el último no entendió el chiste” o “Haz mal y no mires a cuál”. Algunos de los cuales tienen una motivación más cómica que moralizante, dicho sea de paso.

Otras veces son estos mismos enunciados los que nos generan preconceptos o generalizaciones que nos anulan posibilidades, típico de “más vale pájaro en mano que cine volando”.

Metiéndonos de lleno en el mundo de la tecnología y la conectividad es posible encontrar sentencias que si bien tienen algún correlato en el pasado se han acomodado a los tiempos que corren, entre los cuales algunas resultan sencillamente brillantes:

“Dime quién te etiqueta y te diré quién eres”.

“Etiqueta bien y no mires quién”.

“Nunca digas esta aplicación no la descargaré”.

“A la cama no te irás sin mirar el móvil una vez más”.

“A lo hecho, foto”.

“Afortunado en el juego, desafortunado en notificaciones”.

“Instagram que no se ve, corazón que no siente”.

“Cada persona es dueña de sus silencios y esclavo de sus WhatsApps”.

“En Twitter cerrado no entran moscas”.

“El ebook no ocupa lugar”.

Así podríamos seguir largo tiempo compartiendo nuevos refranes que nos vinculan con nuestras ansiedades por estar hiperconectados.

Es probable asimismo que, si indagamos un poquito en nuestras vivencias de niños o no tanto, una gran mayoría de nosotros pueda recordar una o varios refranes que nos hayan dejado una marca indeleble, sentencias que nos resultaron propicias y nos impulsaron u otras que nos generaron miedo o actitudes francamente limitantes.

Una de ellas en particular me generó durante mucho tiempo una intriga especial, ya que era repetida sistemáticamente en las charlas de sobremesa en casa de Clementina, mi nona materna:

“Lo que se hereda no se hurta”.

Aplicado a personas y situaciones diferentes, el mismo conlleva connotaciones positivas o negativas dependiendo del contexto y de la intención de los interlocutores.

¿Qué hay de cierto y qué de falso en esta supuesta afirmación?

¿Es cierto, que la que nace barrigón es al ñudo que lo fajen?

Lo cierto es que cada uno de nosotros posee un ADN que es un mosaico genético de nuestros antepasados. Lo no tan cierto es que este mapa genético no es absolutamente determinante de todas nuestras conductas, habilidades y maneras de vivir. Aún hoy existe una amplia controversia entre hereditadismo y ambientalismo respecto de las posibilidades de desarrollo y crecimiento de las personas.

Miguel Zahonero Bermejo, que es Licenciado en Biología por la Universidad de Barcelona, nos trae algunos conceptos interesantes, que buscan equilibrar las dos visiones.

Genética y conducta: ¿los genes deciden cómo actuamos?

El cuerpo de los seres humano es el resultado de millones de años de evolución del material que encontramos en el núcleo de las células: el ADN. Los genes son las unidades de información que posee este material genético, y la traducción del código genético se expresa en características, ya sean físicas (el color de los ojos, el tipo de pelo o la forma de nariz) como psicológicas (la conducta o la personalidad).

¿Pero todo depende únicamente de los genes? Es decir, ¿somos lo que somos y nos comportamos tal y como lo hacemos porque nuestro ADN dice que seamos así? La respuesta es no. El ambiente que nos rodea tiene algo que decir al respecto. La naturaleza humana es muy complicada, pero cada día estamos más cerca de entenderla.

El comportamiento con base genética

El uso de gemelos para estudios ha sido una gran herramienta que los científicos llevan usando durante años para entender cómo los genes y el ambiente influyen de manera diferente a cada persona. La idea es fijarse en hasta qué punto es la crianza o los genes lo que sirve para predecir mejor las regularidades que se pueden encontrar en el desarrollo del organismo y el repertorio de conductas habituales.

La investigación con gemelos muestra grandes evidencias de cuándo y cómo los genes y el ambiente dan forma a la naturaleza humana. Algunos de ellos revelan que la importancia de los genes puede cambiar de forma drástica según la etapa de la vida en la que nos encontremos. La influencia genética tiende a incrementar con los años en muchas características, como se ha visto con el peso corporal.

En otro ámbito, la investigación con gemelos ha sido importante en el campo de la genética molecular. El más conocido es con el peso corporal. Gracias a esta clase de estudios, se ha podido identificar casi 100 variantes genéticas implicadas en la obesidad.

Pero el efecto de los genes no tiene por qué ceñirse solo a cómo se forma nuestro cuerpo; también explica cómo aparecen ciertas predisposiciones psicológicas. Por ejemplo, se cree que tomamos elecciones en busca de un ambiente que favorece nuestra predisposición a expresar fortalezas heredadas genéticamente. Un adolescente al que por genética se le da bien leer probablemente empiece a ir a una biblioteca en busca de más libros, allí se reunirá con gente que piensa similar a él y puede que comience a relacionarse con ellos.

Del mismo modo, el cociente intelectual es en buena parte heredable y es difícil modificarlo de manera significativa y sostenida a través de ejercicios y nuevos aprendizajes.

El miedo al determinismo genético

Los estudios con gemelos son una gran oportunidad de entender cuándo el ambiente tiene más fuerza sobre nosotros y cuándo el comportamiento es más fácil de moldear.

Sin embargo, en el ámbito de la psicología y de las ciencias cognitivas, se han visto envueltos en la controversia. Los críticos de la investigación con gemelos cuestionan que las características psicológicas, tales como la salud mental, tengan una fuerte base genética. Esto se debe en parte a un miedo a la idea de que todo aquello que pensamos, sentimos y hacemos sea poco más que la consecuencia de genes haciendo su trabajo y condenándonos a una vida que no podemos cambiar.

Los genes no lo son todo

La influencia que la genética tiene sobre características humanas suele malinterpretarse. Es erróneo asumir que una conducta que tiene una fuerte influencia genética debe ser innata por obligación. Los genes no son todo; un gen se expresará dependiendo del ambiente, es decir, que puede mostrar sus efectos o directamente no tener ninguno, según en el entorno en el que vivimos.

Con un ejemplo quedará más claro. Hay personas que tienen predisposición a padecer cáncer de pulmón por su genética. A menos que fumen o respiren constantemente humo de tabaco, es muy probable que no desarrollen la enfermedad. Y esto mismo se está viendo con el comportamiento. La conducta se obtiene como una respuesta a una señal ambiental.

Aunque algunas formas de comportamiento tienen una base genética, esto no implica que esta predisposición vaya a hacer que nuestro cerebro quede diseñado de forma que manifestemos estas conductas independientemente del modo en el que interactuemos con el entorno. Si bien nuestro ADN no pueda ser modificado a través de experiencias y aprendizajes, la expresión o no de sus genes depende en gran parte de las condiciones ambientales en las que vivimos. Por ejemplo, estudios en relación con la esquizofrenia (una enfermedad mental con un componente fuertemente heredable a través de los genes) demuestran que la expresión de la enfermedad es mayor cuando se vive en un contexto que produce estrés.

¿Conocer la base genética implica peligro?

Uno de los temores generados a partir de estos trabajos es que, al reconocer que el comportamiento tiene base genética, la gente dejará de ser igual de responsable a la hora de comprometerse con comportamientos saludables y con la educación de sus hijos.

Sin embargo, conocer la propia predisposición a sufrir una enfermedad mental o de otro tipo no tiene por qué conllevar a una pérdida de interés en la mejora de salud, al contrario, se gana un compromiso y motivación para cambiar su comportamiento y hábitos.

En un reportaje que le hicieron a Eric Turkheimer presidente de la Agencia de Genética Humana (GHA), agencia creada con la finalidad de investigar desde una óptica equilibrada las visiones hereditarias y ambientalistas de nuestro comportamiento, es posible rescatar estos conceptos:

¿Cuánto hay de hereditario en nuestro comportamiento?

Al igual que todos los demás animales, los seres humanos heredan el ADN de sus padres, y esa herencia genética influye en todo lo que nos rodea, incluidos nuestro comportamiento, carácter y valores. Sin embargo, a diferencia de otros animales, los humanos establecen metas y aspiraciones, y se esfuerzan por inculcar un comportamiento virtuoso en sus hijos.

Otra gran diferencia con el resto de los animales es que los humanos son conscientes de su herencia genética y pueden mejorarla a través del ejercicio de su libre albedrío. La ciencia definida por esta paradoja se llama genética conductual y abarca algunas de las Grandes Preguntas sobre la naturaleza humana.

¿Por qué consideran que es importante incluir la visión de la filosofía?

El genoma humano ha sido secuenciado y el conocimiento de la genética a nivel biológico está avanzando a una velocidad vertiginosa, pero la tecnología genómica ha superado nuestra capacidad de darle sentido, aquí es donde entra la filosofía.

Si las diferencias en la capacidad cognitiva están relacionadas con los genes, ¿no sirve de nada los esfuerzos para mejorar el funcionamiento humano o para suavizar las desigualdades en las oportunidades? Si las diferencias en la capacidad de desarrollarse como personas están relacionadas con la genética, ¿no «tenemos opción» sobre nuestra capacidad para la virtud o la felicidad personal?

¿En qué estamos determinados por nuestra genética?

Quedan aún grandes misterios en la genética contemporánea. Desde antes del descubrimiento del ADN ya sabíamos que los genes tienen un rol muy importante en cómo somos y en cómo nos comportamos los humanos. Eso fue gracias a los estudios que se realizaron en gemelos y familias.

Por ejemplo, en algunas enfermedades que impactan en la conducta, como la esquizofrenia. Pero también en diferencias personales como la inteligencia, la personalidad, y aspectos por el estilo.

¿Cuánto los ayudó en estas investigaciones la mejor compresión del ADN?

Fue algo que siempre se supo que se iba a conocer mejor. Incluso antes de que el proyecto del genoma humano fuera completado, los científicos sabíamos que íbamos a poder contar con un mapa de lo que somos. Pero en algo nos equivocábamos con nuestras expectativas: creíamos que íbamos a poder encontrar un gen de la esquizofrenia, un gen de la inteligencia humana, un gen de la personalidad; pero no fue así.

Para sorpresa de todos, todo terminó siendo mucho más difícil de lo que creíamos. En muchos sentidos, no existe un gen de la esquizofrenia o un gen de la inteligencia, sino que la influencia genética sobre esos aspectos está diseminada en cientos o en miles de genes. Cada gen tiene un impacto minúsculo sobre esos aspectos, así que sería casi imposible caracterizarlo biológicamente.

Ese descubrimiento llevó a que muchas investigaciones empíricas se pregunten ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo analizamos ahora? Y, por otro lado, a que muchos trabajos filosóficos busquen comprender qué significa sostener que los genes tienen influencia sobre aspectos como la inteligencia humana -aunque no pudieron identificar a ningún gen responsable de hacer que alguien sea inteligente o no.

La genética conductual terminó siendo mucho más compleja e inasible de lo que pensábamos. En el mismo sentido, los filósofos de la ciencia han tenido que repensar sus nociones. Creo que ese es el aspecto más trascendente en el que se está trabajando ahora.

La vieja sentencia que escuchaba de niño no tiene una interpretación sencilla ni aún con todos los avances de la ciencia genética y las investigaciones ambientales del comportamiento humano. Aun seguimos teniendo aspectos desconocidos y difíciles de predecir con exactitud.

Para culminar un último refrán recién sacado de la era digital:

“Más vale prevenir que formatear”.

Pensar no es una utopía !

Vivimos sumergidos en un mundo de inquietudes e ideas tanto propias como ajenas. Ellas pueden ser coincidentes, divergentes, complementarias, suplementarias. Estamos tratando de encontrar las respuestas más precisas a eso que nos perturba en un mundo que contiene pocas precisiones asequibles.

Para pensar en algo, comúnmente usamos una pregunta como disparador. Saber preguntar es todo un desafío, ya que un requerimiento bien formulado resulta clave para acotar o delimitar un problema, una propuesta o simplemente conseguir algo.

Es probable que el número de cuestiones que un ser humano de este siglo deba responder a diario, sea bastante superior al que debía responder un individuo viviendo hace dos siglos. La espiral exponencial de crecimiento tecnológico nos mantiene por cierto más comunicados que nunca, creando y recreando sin solución de continuidad nuevas necesidades otrora impensadas, que nos permiten seguir desarrollando respuestas pero que al mismo tiempo nos mantienen en vilo, con altos niveles de ansiedad.

La edad biológica de un individuo le da un marco de referencia a cada persona respecto de qué decisiones debe tomar, aunque por cierto ese paradigma de prejuicios históricos que es la cronología , está siendo revisada en muchos ámbitos y circunstancias, derivando en situaciones impensadas varios años atrás. Personas que se profesionalizan a edades bastante adultas, gente que practica deportes de manera consistente a una edad donde antes era común verlos en una actitud sosegada, sólo por citar algunos ejemplos de muchos donde las personas rompen los cánones preestablecidos.

Elegir vivir una vida despreocupada sigue siendo una opción válida, pero cada vez más inaccesible y sólo para algunos que prefieren vivir en la desconexión. Las preguntas siguen siendo la clave porque respuestas hay por cientos de miles. Hiper comunicados, con información que nos desborda, tejer una red de relaciones humanas, sustentable y productiva, parece sencillo, pero el reto está en no perderse por las ramas.

En el arte de preguntar acerca de cuestiones eminentemente esenciales, para nuestro devenir individual y social, la filosofía es la disciplina que siempre ha estado tratando de formular correctamente las preguntas, y aportar alguna luz con sus respuestas. Tanto los cuestionamientos como el desarrollo del marco conceptual están teñidos de la propia manera de ver el mundo que posee un individuo que piensa, pero se puede considerar que al final de cuentas, esos condimentos personales o mapas mentales pueden ser compensados, con el aporte de pensamientos y conceptos de varios de ellos, que se van amortiguando unos con otros.

La idea de que la filosofía es una ciencia antigua que quedó relegada en el pasado con Platón y Aristóteles, resulta ciertamente errada. Como también pensar que las ideas de grandes pensadores que hubo desde el Renacimiento hasta la actualidad han tenido la misma prédica que la de los antiguos pensadores clásicos. Más allá de estas valoraciones que son ciertamente subjetivas y me pertenecen, rescatar el pensamiento es una acción que necesitamos reflotar como humanidad.

En ese orden a continuación les traigo el extracto condensado de un artículo publicado por Eva Millet para la revista Magazine del 24 de febrero de 2019.

Doce pensadores que mueven el mundo

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en el 2016 dejó estupefactos a muchos. Uno de los primeros en reaccionar fue Mark Lilla (Detroit, 1956), catedrático de Humanidades en la Universidad de Columbia y colaborador de algunos de los medios de comunicación más prestigiosos de su país. Pocos meses después de aquel noviembre, Lilla publicó El regreso liberal (Debate), un ensayo donde explica la para muchos inexplicable victoria de Trump. Lo hace dando un rapapolvo a la izquierda de su país que, argumenta, ha perdido a sus votantes tradicionales porque se ha concentrado en grupos y entidades determinados (“mujeres, hispanos, estadounidenses étnicos, el colectivo LGBT, nativos americanos, afroamericanos…”, enumera), dando un mensaje distinto a cada uno y despiezando así el electorado. Todo ello quizás con la mejor de las intenciones –“las minorías son las que tienen más posibilidades de ver violados sus derechos”, reconoce–, pero con las peores consecuencias. Porque lo que consigue este “liberalismo de la identidad” es dejar a los que pretende proteger en una situación más vulnerable. Y, en una democracia, escribe, “la única forma de defender los derechos de las minorías de manera significativa —y no limitarnos a hacer gestos vacíos de reconocimiento y celebración– es ganar elecciones”.

Para Lilla, la izquierda sólo podrá volver a gobernar si reconstruye un mensaje que apele a la sociedad en su conjunto y seduzca a sus votantes tradicionales, la clase trabajadora. Esta izquierda que se concentra en los “oprimidos cool” y menosprecia valores tradicionales, como la familia y el patriotismo, provoca recelos. Al no sentirse interpelado, el votante busca opciones que ofrecen propuestas supuestamente “universales” o decide abstenerse.

A construir estas opciones ha contribuido otro intelectual estadounidense, Paul Gottfried (Nueva York, 1941), padre del concepto alt-right, la ideología que está detrás de la victoria de Donald Trump. Gottfried es profesor emérito de Humanidades en el Elizabethtown College, en Pensilvania, y se describe como un filósofo “paleoconservador”. Fue mentor del supremacista blanco Richard Spencer, estrecho colaborador de Steve Bannon, quien llevó a Trump a la presidencia.

El concepto alt-right surgió a partir de un discurso de Gottfried en el 2008. A esta derecha “alternativa” el conservadurismo tradicional le parece blando. Su estrategia es atacar a la sociedad liberal desde varios frentes: así, los alt-right embisten tanto contra el feminismo como contra la corrección política y la inmigración. El bullying en internet (siempre anónimo), la difusión de noticias falsas y un “nihilismo beligerante” –como lo describió The New Yorker– también la caracterizan. Pero si hay un elemento base, es la supremacía de la raza blanca. Sin sonrojo, la alt-right considera que hay diferencias irreducibles entre las personas en función de su raza, género y religión. Que la igualdad es antinatural y solo puede ser impuesta por la fuerza. Aunque Gottfried ya ha calificado de “monstruo” a Trump, este blanqueado made in USA de la extrema derecha avanza en Europa: véanse el UKIP en el Reino Unido, VOX en España, Salvini en Italia y Marion Márechal-Le Pen, en Francia, que cuenta con Gottfried como uno de sus asesores.

En el polo opuesto se sitúa el pensamiento de Thomas Piketty (Clichy, Francia, 1971), especialista en el estudio de la desigualdad económica. Calificado por The Economist como un “Marx moderno”, dos de sus obras clave son La economía de las desigualdades (Anagrama) y El capital en el siglo XXI (FCE): sendos ataques al capitalismo y a la desigualdad, que considera la principal causa de los conflictos políticos actuales. Avalado por una contundente base de datos, Piketty alerta de la creciente brecha entre pobres y ricos y denuncia las leyes fiscales que benefician cada vez más a los segundos. Jefe de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, defiende una redistribución justa y eficaz de la riqueza para poner freno a la desigualdad que, tarde o temprano, advierte, será “intolerable” a nivel global.

El capitalismo y la globalización son las batallas de Naomi Klein (Montreal, 1970). Esta periodista y activista fue pionera en manifestarse en contra de las grandes corporaciones privadas. Lo hizo a través de No Logo: El poder de las marcas (editada, como toda su obra en castellano, por Paidós). El éxito del libro la convirtió en una de las voces femeninas más influyentes de este siglo, siempre a caballo de la actualidad. Así, a No Logo le siguieron La doctrina del shock, donde describió la utilización del shock colectivo –un atentado terrorista, una catástrofe natural…–, “para implementar medidas radicales favorables a las grandes empresas”.

En Esto lo cambia todo, se centró en el cambio climático, la peor consecuencia de la globalización: “La culpa no la tiene el dióxido de carbono, la culpa es del capitalismo”, escribe. Como Mark Lilla, la autora reaccionó al shock que le produjo la victoria de Trump con su último ensayo: Decir No no basta, descrito por el Financial Times como “un manifiesto práctico para ejercer la oposición”. Y es que Klein es una intelectual proactiva que denuncia, pero también propone soluciones. Aquí urge organizarse, tanto a nivel individual como ciudadano para “matar al Trump que llevamos dentro”, dice.

Una de las formas más efectivas de hacerlo sería apostar por el decrecimiento, corriente de pensamiento que aboga por la regulación controlada de la producción económica, pionera en introducir la idea de la sostenibilidad. Uno de sus principales ideólogos es el economista Serge Latouche (Vannes, Francia 1940), para quien la extrema riqueza constituye “la principal plaga de la sociedad moderna”. Profesor emérito de la Universidad Paris-Sud, Latouche es autor de, entre otros libros, La apuesta por el decrecimiento y La sociedad de la abundancia frugal (ambos de Icaria). En ellos, alerta de la insostenibilidad de una sociedad basada en la acumulación ilimitada y la depredación sistemática de los recursos naturales. De un sistema, describe, “condenado al crecimiento, que cuando disminuye o se para, provoca crisis, incluso pánico. Esta necesidad hace del crecimiento un círculo vicioso”.

Latouche propone desintoxicarse de la cultura del usar y tirar, del gasto energético desmedido y del crédito incontrolado. No se trata de volver a la edad de piedra, pero sí de apostar por una vida más sencilla. A un nivel como el de la Francia de los sesenta, ilustra: más austero, pero con una calidad de vida alta, que no sobrepase la huella ecológica de cada país.

Quien sí parece querer volver a tiempos más primitivos es el movimiento de la crianza natural, cada vez más extendido en Occidente. Así lo cree Elisabeth Badinter (París, 1944), de quien se ha dicho que es la intelectual más influyente de Francia. Esta filósofa y feminista levanta pasiones encontradas al cuestionar la crianza natural; parte del resurgir de la llamada doctrina naturalista, que preconiza la vuelta al dictado de las leyes de la naturaleza. “Hoy se observa el comportamiento de una madre chimpancé y se proclama que ese es el modelo a seguir”, asegura la filósofa, que califica la fiebre naturalista de “involución maternal”. Ello la motivó a escribir La mujer y la madre (La esfera de los libros), donde denuncia el retroceso en las libertades femeninas que implica esta maternidad naturalista.

Discípula de Simone de Beauvoir, Badinter se describe como feminista universal y es también muy crítica con el feminismo “diferencialista” imperante. En obras como Por mal camino (Alianza), explica cómo este feminismo radical ha dejado de defender la igualdad de sexos para instaurar la separación; posición que conduce a un enfrentamiento. Se subleva contra las representaciones generalizadoras: “Todas víctimas”, que remite a “todos verdugos”. Una mala vía, advierte, “que sólo lleva al caos, al descrédito del feminismo y a perder la batalla por la igualdad entre los sexos”, para ella, la verdaderamente importante.

Otra pensadora influyente hoy es la estadounidense Judith Butler (Cleveland, 1956). Profesora de Retórica y Literatura Comparada en la Universidad de California (Berkeley), su obra más significativa es El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad  (Paidós, 2007). En ella, Butler argumenta que, lejos de ser innato, el género es algo construido a base de una constante repetición de acciones, discursos y actos que crean la ilusión de que existe una naturaleza subyacente. La creciente tendencia a criar hijos “sin género” es uno de los resultados de esta teoría. Pero Butler va más allá, al asegurar que también el sexo y la sexualidad se forjan de forma artificial. Y son estas convenciones, afirma, las que sirven para perpetuar el patriarcado y justificar la opresión a los homosexuales y a las personas transgénero. El género en disputa fue uno de los textos fundaciones de la “teoría queer” y ha hecho que Butler esté considerada una de las intelectuales más influyentes del mundo.

Internet, donde parecía que el activismo había encontrado infinitas posibilidades, es el ámbito de Evgeny Morozov (Soligorsk, Bielorrusia, 1984), pionero en la investigación de las implicaciones sociales y políticas de las nuevas tecnologías. Profesor visitante en la Universidad de Stanford, fue de los primeros en cuestionar el ciberutopismo dominante de principios de siglo y el supuesto papel de internet en la democratización del mundo. En el 2011 escribió El desengaño de Internet. Los mitos de la libertad en la red (Destino), donde denunció la web como una herramienta de vigilancia masiva y represión. En su último libro To Save Everything, Click Here (2013), cuestiona otra derivada de las nuevas tecnologías: el “solucionismo” o la idea que los adelantos tecnológicos van a resolver buena parte de los problemas del futuro.

Morozov aboga por que la tecnología y su uso entren en el debate público, igual que la política, la economía o la historia. La banalización que existe en la red es otra de sus áreas. Lo es asimismo del coreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959), doctor en filosofía por la Universidad de Friburgo y autor de La sociedad del cansancio (Herder), un ensayo que lo convirtió en una figura del pensamiento actual. En esta obra, Byung-Chul Han pronosticaba que las nuevas enfermedades humanas no serían infecciosas, sino neuronales. Patologías como “la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional definen el panorama patológico de comienzos de este siglo”, escribe. La hiperactividad es otro de los males que aquejan a la sociedad. Una sociedad que, dice, “ya no es disciplinaria”, sino “de rendimiento”. Cuyos integrantes son “emprendedores de sí mismos”, aquejados de una hiperactividad que les impide una atención profunda y contemplativa, necesaria para los logros de la humanidad. Esta sociedad hiperactiva provoca, cree, un cansancio solitario, que aísla y divide.

En La sociedad de la transparencia (Herder) Byung-Chul Han anticipaba que Google y las redes sociales se han convertido en un gran panóptico donde los usuarios se exhiben sin descanso, acuciados por sus egos. El concepto de “Gran Hermano digital” está presente en Psicopolítica (Herder), recopilación de textos en la que destaca el dedicado al “capitalismo de la emoción”. El filósofo analiza la fiebre alrededor de las emociones, tema efervescente en nuestra sociedad desde que el psicólogo Daniel Goleman (Stockton, EE.UU., 1946) publicara Inteligencia emocional (Kairós), en 1995. Colaborador entonces del The New York Times, Goleman descubrió “por casualidad” en una publicación científica el concepto de “inteligencia emocional”, utilizado para medir la inteligencia de las personas más allá del cociente intelectual.

Esta idea, entonces revolucionaria, se ha expandido como un tsunami. “El concepto ha llegado prácticamente a todos los rincones del planeta hasta el punto de que el cociente emocional (CE) ha acabado convirtiéndose, me dicen, en una expresión conocida en idiomas tan diversos como el chino, el alemán, el portugués, el coreano y el malayo”, escribe Goleman, un tanto sorprendido, en el prólogo del décimo aniversario de su best seller.

Mientras, la inteligencia emocional y la gestión de las emociones siguen avanzando, imparables. No solo en los ámbitos de psicología sino, también, en la educación y el mundo de la empresa. Como vaticinó la Harvard Business Review en el 2005, la inteligencia emocional se ha convertido en “una de las ideas más influyentes” en el mundo empresarial. Y, como añade Goleman: “Son muchas las empresas que utilizan la lente proporcionada por la inteligencia emocional para contratar, promocionar y formar a sus empleados”. Pero este boom de las emociones tiene un lado oscuro. Byung-Chul Han considera que se han convertido en una herramienta idónea para la economía neoliberal: “Hoy no consumimos cosas, sino emociones”, un producto con infinitas posibilidades de consumo.

La aparente infinitud del cerebro humano es el área del neurocientífico David Eagleman (Albuquerque, EE.UU., 1971), quien se ha propuesto nada más y nada menos que descifrar la conciencia humana, que describe como “el objeto más complejo de nuestro planeta”. Profesor en el departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de Stanford, Eagleman está considerado una “estrella de rock” de la divulgación científica. En su ensayo Incógnito. Las vidas secretas del cerebro (Anagrama), argumentaba que la conciencia no es el centro de la mente, sino una función limitada y ambivalente. En El cerebro (Anagrama) continúa con su análisis de la mano de la neurociencia, una disciplina que ya marca el rumbo del pensamiento moderno. Porque, como asegura, comprender mejor el cerebro nos ayuda a entendernos mejor no solo individualmente sino, también, como especie.

La especie humana y la sociedad moderna son las áreas de análisis de otro pensador destacado de este siglo. Apodado “el filósofo viral” Slavoj Žižek (Liubliana, Eslovenia, 1949), triunfa entre los jóvenes con su lenguaje desinhibido. Polifacético e incansable, a veces tronchante, es director internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres. Es capaz tanto de diseccionar las derivadas sociales de las operaciones de alargamiento de pene como de predecir el caudillismo de Hugo Chávez. En su última obra, El coraje de la desesperanza. Crónicas del año en que actuamos peligrosamente (Anagrama), Žižek analiza –entre otros aspectos–, la presidencia de Trump, la cuestión migratoria, el terrorismo fundamentalista, la crisis griega, el Brexit, la fama de Kim Kardashian y que Angelina Jolie “se presente como una auténtica figura ético-política”.  En este nuevo libro, Žižek parte de una frase del filósofo italiano Giorgio Agamben: “El pensamiento es el coraje de la desesperanza”. Lo cierto es que, para combatir la desazón de estos tiempos, leer para entender y en consecuencia, poder pensar, resulta un muy recomendable antídoto.

La lectura de este artículo no hace más que mostrarnos la amplitud y divergencia de los pensamientos y el cúmulo de problemas a resolver hacia adelante.

Cada vez adquiere más relevancia la idea que en tiempos de exponenciación como por ejemplo del cambio climático, dar las respuestas no puede ser una herencia que dejemos para el futuro.

Pensar qué hacer, cómo y dónde es imperioso, el cuándo hacerlo es impostergable.

Pensar no es una utopía…… pensar es un requisito para vivir en un mundo que a cada segundo se reconstruye.

Relatividad: la vida misma !

Un mecanismo completamente desarmado, una radio descompuesta en varias partes que se tornan inútiles, horas enfocando concentrando con una lupa los rayos de sol para comprobar sus efectos sobre una hoja de papel, la creación de un vivero de cristales en una solución de ácido sulfúrico concentrado, o inflar un globo con oxígeno obtenido de la electrólisis del agua desmineralizada. Quizás no eran los pasatiempos preferidos por muchos de mis compañeros o amigos, pero en mi caso me mantuvieron bastante ocupado durante parte de mi niñez y adolescencia. La curiosidad por descubrir cosas nuevas o aquello que se escondía detrás de la fachada de la materia, eran rasgos muy fuertes de mi temprana personalidad. Será por ello que finalmente me incliné por estudiar una disciplina científica, pero no asociada la investigación pura, sino más bien a la aplicada.

Entre los científicos que ocupan un lugar destacado por sus aportaciones concretas, y que ocupan un sitial destacado casi como famosas estrellas de cine, se encuentra sin lugar a dudas Albert Einstein. En especial y debido a mi inclinación por los experimentos y sus resultados concretos, este afamado científico ocupó desde siempre un sitial de preferencia a la hora de mis lecturas y tiempo dedicado a entender sus postulados. Desde que tomé conocimiento de su obra, he tratado, a veces con éxito y más veces con un disimulado, pero rotundo fracaso, de lograr una comprensión medianamente acabada de sus teorías. Esto explica porque habiendo tenido inclinaciones parecidas de joven, mis esfuerzos por descubrir lo que esconde la materia, no hayan sido acompañadas por esa maravillosa intuición científica que poseía Albert, produciendo que, en mi caso, haya alcanzado límites mucho más humanos, tremendamente alejados de la brillantez del genio de Einstein.

Tanto a mí, como a otros millones de personas, nos queda el consuelo de que aún hoy, separados por más de cien años desde que sus principios fueron publicados, la ciencia aún está confirmando su validez con experimentos que comprueban lo que aquel científico despeinado predecía tanto tiempo atrás en el pasado. Otra singularidad puede ser que, en la época en los cuales sus leyes vieron la luz, el mundo científico no se rindió inmediatamente a sus pies, debido a que la simpleza con la que se escribieron sus postulados, contradecía lisa y llanamente al intrincado mundo de los hombres de ciencia, los cuales publicaban trabajos para que sólo lo comprendieron un reducido grupo de entendidos.

La teoría de la relatividad de Albert Einstein es famosa por su predicción de fenómenos bastante extraños pero reales, como el envejecimiento más lento de los astronautas respecto a las personas que vivimos en la Tierra y el cambio en la forma de los objetos a altas velocidades.

La verdad es que, si leemos una copia del artículo original de Einstein de 1905 sobre la relatividad, este artículo es de lectura bastante fácil. El texto es sencillo y claro y sus ecuaciones son, en su mayoría, álgebra: nada que presente un problema para un estudiante de cualquier instituto. Es más, Albert siempre necesitó de la colaboración de compañeros matemáticos para que lo ayudarán a expresar acabadamente sus ideas, ya que la matemática y cálculo diferencial no eran precisamente su fuerte.

Eso se debe a que el objetivo de Einstein nunca fue elaborar una estrafalaria teoría matemática. Le gustaba pensar de forma visual, creando experimentos en su mente e intentando solucionarlos en su cabeza hasta poder ver las ideas y los principios físicos con una claridad cristalina. Sus archivos llevaron incluso al FBI a investigar sus documentos.

Ahora, más de 100 años después de que el genio presentara su ecuación sobre la gravedad, el equipo de investigación del Instituto Max Planck de Radioastronomía (MPIfR), en Alemania, ha probado nuevamente y de manera precisa que Einstein tenía razón.

“Estudiamos un sistema de estrellas compactas, un laboratorio inigualable para probar las teorías de la gravedad en presencia de campos gravitacionales muy fuertes. Para nuestro deleite, pudimos probar una piedra angular de la teoría de Einstein, la energía transportada por ondas gravitacionales», afirma el autor del estudio Michael Kramer.

Los investigadores explican que las observaciones no solo están de acuerdo con la teoría, también demostraron efectos que antes no se podían estudiar, como la llamada danza de los púlsares.  “Seguimos la propagación de fotones de radio emitidos por un faro cósmico, un púlsar, y rastreamos su movimiento en el fuerte campo gravitacional de un púlsar», explica Ingrid Stairs de la Universidad de British Columbia, en Vancouver (Canadá).

Con velocidades de aproximadamente un millón de kilómetros por hora, es su movimiento rotando entre sí lo que puede usarse «como un laboratorio de gravedad casi perfecto».

Investigadores de todo el mundo continúan con sus esfuerzos para encontrar desviaciones en la relatividad general, lo que abriría una ventana a la nueva física más allá de nuestra comprensión teórica actual del universo.

Sus descabelladas predicciones de la relatividad acerca del comportamiento de la materia, el espacio y el tiempo han probado ser correctas durante 100 años consecutivos.

Para entonces, el desprecio mal disimulado de Einstein por los métodos educativos rígidos y autoritarios de su Alemania natal ya le había supuesto la expulsión del equivalente actual de instituto, por ello mudó su casa a Zúrich con la esperanza de asistir a la Escuela Politécnica Federal (ETH). Sin embargo, Einstein decidió que primero asistiría durante un año a una escuela en Aarau, una ciudad cercana, para prepararse. La institución hacía hincapié en métodos vanguardistas como el pensamiento independiente y la visualización de conceptos. En ese entorno feliz, pronto empezó a preguntarse cómo sería correr junto a un rayo de luz.

Einstein ya había aprendido en la clase de física qué era un rayo de luz: una serie de campos eléctricos y magnéticos oscilantes que se mueven a 299 792 458 metros por segundo, la medida de la velocidad de la luz. Si corriera junto a un rayo de luz a esa velocidad, razonaba Einstein, podría ser capaz de observar una serie de campos magnéticos y eléctricos oscilantes justo a su lado, que en el espacio serían aparentemente estáticos.

Pero eso era imposible. Para empezar, dichos campos estáticos violarían las ecuaciones de Maxwell, las leyes matemáticas que codificaban todo aquello que conocían los físicos del momento sobre la electricidad, el magnetismo y la luz. Las leyes eran (y son) bastante estrictas: cualquier onda en los campos tiene que moverse a la velocidad de la luz y no puede permanecer estática, sin excepciones.

Y lo que es peor: los campos estáticos no encajarían con el principio de relatividad, una noción que los físicos han asumido desde los tiempos de Galileo y la era de Newton en el siglo XVII. Básicamente, la relatividad afirmaba que las leyes de la física no podían depender de la velocidad a la que te movieras; todo lo que podías medir era la velocidad de un objeto en relación a otro.

Pero cuando Einstein aplicó este principio en su experimento mental, originó una contradicción: la relatividad dictaba que cualquier cosa que pudiera ver mientras corriese junto a un rayo de luz, incluyendo los campos estáticos, también debería ser algo que los físicos de la Tierra pudiesen crear en el laboratorio. Pero nunca se había observado algo así.

Einstein dio vueltas a este problema durante otros 10 años, durante sus años de universitario en la ETH y tras mudarse a Berna, capital de Suiza, donde se convirtió en examinador en la oficina de patentes suiza. Allí fue donde consiguió resolver la paradoja de una vez por todas.

Medición de la luz desde un tren en movimiento

Einstein puso a prueba todas las soluciones en las que pudo pensar, pero nada funcionaba.Empujado por la desesperación, empezó a pensar en una noción simple pero radical. Las ecuaciones de Maxwell funcionan para todo, pensó, pero quizá la velocidad de la luz siempre haya sido constante.

En otras palabras, cuando ves pasar volando un rayo de luz, no importa si su fuente se mueve hacia ti, se aleja de ti o se desplaza hacia un lado, ni tampoco importaría la rapidez a la que se mueve dicha fuente. Siempre medirías la velocidad del rayo a 299 792 458 metros por segundo. Entre otras cosas, eso significaba que Einstein jamás podría ver campos estáticos oscilantes, porque nunca podría atrapar ese rayo de luz.

Esta era la única forma en la que Einstein podía reconciliar las ecuaciones de Maxwell con el principio de relatividad. Aun así, en un principio parecía que su solución tenía un gravísimo defecto. Einstein explicó posteriormente el problema mediante otro experimento mental: imagina disparar un rayo de luz a lo largo de una vía férrea mientras un tren circula en la misma dirección a unos 3200 metros por segundo.

Alguien que esté junto a las vías mediría la velocidad del rayo de luz mediante el número estándar: 299 792 458 metros por segundo. Si la velocidad de la luz no fuera constante, las ecuaciones de Maxwell tendrían que funcionar de forma diferente dentro del vagón de tren y se habría violado el principio de relatividad, concluyó Einstein.

Esta aparente contradicción dejó a Einstein devanándose los sesos durante casi un año. Más adelante, en una hermosa mañana de mayo de 1905, se dirigía al trabajo con su mejor amigo, Michele Besso, ingeniero al que conocía desde sus días como estudiante en Zúrich. Ambos estaban debatiendo el dilema de Einstein, algo que hacían con frecuencia. Y de repente, Einstein vio la solución. Trabajó toda la noche y cuando se volvieron a ver la mañana siguiente, Einstein le dijo a Besso: “Gracias. He resuelto completamente el problema”.

La revelación de Einstein consistía en que los observadores en movimiento relativo experimentan el tiempo de forma diferente: es perfectamente posible que dos acontecimientos tengan lugar de forma simultánea desde la perspectiva de un observador, pero que ocurran en momentos diferentes desde la perspectiva del otro. Y ambos observadores estarían en lo cierto.

Einstein ilustraría posteriormente este argumento mediante otro experimento mental. Imagina que de nuevo tienes un observador que está junto a las vías mientras pasa el tren. Pero este momento, un rayo alcanza el primer y último vagón justo cuando pasa frente a él el vagón central del tren. Debido a que ambos impactos ocurren a la misma distancia del observador, su luz llega al ojo al mismo tiempo. Así que este observador puede afirmar sin equivocarse que ambos han sucedido de manera simultánea.

Mientras tanto, el otro observador está sentado en el punto medio exacto de este tren. Desde su perspectiva, la luz de ambos impactos también tiene que viajar la misma distancia, y del mismo modo medirá la velocidad de la luz como igual en ambas direcciones. Pero debido al movimiento del tren, la luz que procede del rayo en el vagón de cola tiene que viajar más distancia hasta el observador, alcanzándolo unos instantes más tarde respecto a la luz procedente del primer vagón. Debido a que los pulsos de luz han llegado en momentos diferentes, dicho observador solo puede concluir que los impactos no han sido simultáneos y que el impacto frontal sucedió primero.

En resumen, Einstein se dio cuenta de que lo que es relativo es la simultaneidad. Una vez aceptas eso, todos los efectos extraños que asociamos a la relatividad son simplemente una cuestión de álgebra.

Einstein redactó rápidamente sus ideas en un estado de euforia extrema y envió su artículo para que fuera publicado pocas semanas después. Le otorgó un título (Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento) que reflejaba su lucha por reconciliar las ecuaciones de Maxwell con el principio de la relatividad.  Como conclusión incluyó un agradecimiento a Besso (a quien agradezco por algunas sugerencias valiosas) lo que garantizó a su amigo ser recordado por la posteridad.

Masa y Energía

Sin embargo, este primer artículo no fue el último. Einstein siguió obsesionado con la relatividad durante todo el verano de 1905 y en septiembre envió un segundo artículo como una especie de idea adicional.

Estaba basado en otro experimento mental. Imagina un objeto en reposo, escribía. Ahora imagina que espontáneamente emite dos pulsos de luz idénticos en direcciones opuestas. Este objeto permanecerá quieto, pero debido a que cada pulso transporta cierta cantidad de energía, el contenido de energía del propio objeto disminuirá.

Ahora bien, decía Einstein, ¿cómo vería este proceso un observador en movimiento? Desde su perspectiva, el objeto simplemente seguiría moviéndose en línea recta mientras los dos pulsos echan a volar. Pero, aunque la velocidad de los pulsos sería la misma (la velocidad de la luz) sus energías serían diferentes: el pulso que se mueve hacia delante, en la dirección del movimiento, tendría una energía mayor que el que se mueve hacia detrás.

Mediante fórmulas algebraicas, Einstein demostró que para que todo esto fuera coherente, el objeto no solo tiene que perder energía cuando emite estos pulsos de luz, sino que también tendría que perder un poco de masa. O, en otras palabras, la masa y la energía son intercambiables.

Einstein escribió una ecuación en la que relacionaba ambos conceptos. Empleando la notación actual, que abrevia la velocidad de la luz mediante la letra c, creó la que probablemente sea la ecuación más famosa de la historia: E = mc2.

Relatividad General, fama y ocaso creativo

Aunque casi a regañadientes, el mundo académico acabó rindiéndose al genio de Einstein. Desde su puesto de profesor en Zúrich se planteó el reto de introducir la gravedad en el escenario relativista. En 1915 estaba muy cerca de alcanzar su objetivo cuando descubrió que el matemático David Hilbert se había propuesto completar la teoría antes que él. Estalló así uno de los períodos de mayor tensión mental de su vida.

Para no aburrir con tantos detalles técnicos, podemos decir que fue finalmente Einstein el que ganó la pulseada con unos pocos meses de antelación por sobre el matemático. Finalmente fue posible comprender el efecto que la gravedad tiene sobre el equilibrio del cosmos, y como la masa tiene la fuerza para desviar un rayo de luz de su trayectoria, todos efectos que surgen de su teoría de relatividad general y los campos de energía gravitatoria.

La tensión con Hilbert finalmente se subsanó cuando en una carta dirigida al matemático finalmente este le escribía:

“Se ha producido una cierta hostilidad entre nosotros, cuya causa no pretendo analizar. He luchado contra el sentimiento de amargura que ha despertado en mí y lo he vencido por completo. Vuelvo a pensar en ti con un afecto sobre el que no pesa sombra alguna y te ruego que hagas lo mismo conmigo”.

Una vez levantado el andamio de las ecuaciones relativistas, Einstein se aplicó a pintar su imagen personal del universo. La cosmología, una ciencia dominada hasta entonces por la especulación, dio con él un paso de gigante. La confirmación experimental, en 1919, de la desviación de la luz bajo la acción de la gravedad convirtió a Einstein en una celebridad de la noche a la mañana.

Luego sobrevendría la etapa en que mientras se apagaba su estrella creativa, se acrecentaba la dimensión pública de Einstein. Se convirtió en una figura patriarcal, crítica y respetada, pero de quien se emancipaban las nuevas generaciones de físicos. Inmune al desaliento, se lanzó en solitario a la conquista de una teoría no cuántica capaz de reconciliar electromagnetismo y gravitación. Jamás lo logró, lo mismo que todos los científicos que lo subsiguieron hasta la actualidad en alcanzar una teoría que explicara todos los principios físicos contenidos desde una átomo hasta la inmensidad del espacio, uniendo la gravitación, el electromagnetismo y la mecánica cuántica.

Al final de su vida, Einstein adquirió la dignidad de un santo laico. Tras dos conflictos mundiales, que legitimaron la guerra química y el pánico nuclear, la admiración por el progreso científico se había teñido de espanto. Para toda una generación desencantada, la figura del sabio distraído y de pelo alborotado, que abogaba por el desarme y predicaba la humildad intelectual frente a la naturaleza, suponía una última oportunidad de recuperar la fe en una ciencia humanista. En el apogeo de su popularidad, cuando se convirtió en una imagen icónica que sacaba la lengua a los fotógrafos, Einstein había cumplido setenta y dos años, edad a la que finalmente murió.

Los puntos oscuros de su biografía se centran en la relación con su primera mujer, Mileva Marié, y dos de sus hijos, Lieserl, que nació de manera semiclandestina antes del matrimonio y fue dada en adopción, y Eduard, frente a quien mantuvo una actitud ambivalente tras conocer que padecía una enfermedad mental. Para muchos queda el retrato de un ciudadano ejemplar, un pacifista que plantó cara a la Primera Guerra Mundial, al nazismo y al macartismo, con una vida personal no tan ejemplar.

Una vida relativamente común, ordinaria y con desapegos personales, para un genio de la relatividad, podría ser la mejor frase que encierra sus contradicciones existenciales.

En una entrevista concedida en 1949, se animó a vaticinar:

“Ignoro con qué clase de armas se combatirá en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta serán palos y piedras.”

Para cerrar un pensamiento que define su no concepto de la autoridad, extraído de una carta a otro científico:

“Una fe insensata en la autoridad es el peor enemigo de la verdad.”

Lecciones aprendidas !

Existe un consenso cuasi generalizado de que los individuos y cualquier organización va adquiriendo madurez o mayor experiencia a medida que salen airosos de eventos de distinta naturaleza, los cuales pueden ser ciertamente positivos o negativos, éxitos o fracasos, buenos, malos o mediocres. Del mismo modo, existe una visión compartida acerca de las virtudes del aprendizaje en todo momento, de cuán importante es capitalizar los aciertos, los errores, los logros y los retrocesos, en un sinfín de eventos, los cuales pueden ser rutinarios, ordinarios o extraordinarios.

Que haya acuerdos comunes no implica per se que tanto a nivel personal (en conversaciones con uno mismo) o nivel grupal (en conversaciones relacionales), existe una cultura apropiada que nos permita acumular esa riqueza inmaterial que se torna concreta y material cuando de vivir nuevas situaciones se trata. Vale decir que estar de acuerdo no implica necesariamente que empiece a funcionar algo según esas maneras de ver comunes.

Es posible encontrar un viejo adagio que reza: “el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. Si hacemos una mirada introspectiva nos daremos cuenta que no siempre mantenemos con nosotros mismos un equilibrio o mesura a la hora de evaluar nuestras fortunas y falencias. Tiene que ver con cómo nos relacionamos con nuestro ego, y cuán capaces somos de desarticular viejos y nuevos paradigmas, o modas de pensamiento y accionar. En el caso de un equipo humano, es común encontrar percepciones de equipo ganador o perdedor, sin saber muy bien a qué se debe ello. Una sucesión de logros, algunos de los cuales no tienen una causalidad definida, nos predispone a vernos como exitosos. En contrapartida, una sucesión de fracasos, sin motivos debidamente analizados, nos hunde en la más profunda de las sensaciones de derrota.

Nuestras emociones nos juegan a favor y en contra dependiendo de los resultados de nuestras acciones, ya que algo catalogado de exitoso nos invita a pertenecer y por el contrario algo que no resulta beneficioso, nos invita a alejarnos. Al equipo ganador muchos se quieren sumar, mientras que al perdedor es común que le quede sólo algún distraído o muy convencido de que las cosas pueden cambiar.

¿Cómo aprender del éxito y del fracaso?

Si uno se abstrae de los resultados, y se mete más de lleno en los procesos, es posible encontrar comportamientos comunes en el éxito y en el fracaso, los cuales en principio no marcarían la diferencia en los resultados. Esos comportamientos pueden ser individuales o grupales. Una misma persona puede poner dedicación escasa o casi nula en un equipo que obtenga un resultado positivo o negativo. Otro individuo puede llegar tarde a las reuniones para organizar las tareas y eso no influir en el resultado final obtenido. Por lo general algunas conductas pasan desapercibidas o tapadas por el resultado, tanto sea este bueno o malo. Encontramos en ambos casos integrantes activos, o pasivos, poco o mucho comprometidos, concentrados o desconcentrados, líderes y seguidores, todos colaborando en un entorno común. En el otro extremo, en todos estos mismos equipos, existen en apariencia otros comportamientos , que también pueden no estar ligados al resultado, y que a priori serían sumamente beneficiosos para obtener una buena nota. Sin embargo, esto tampoco garantiza tener un equipo con avidez de aprendizaje.

Entonces, ¿qué marca la diferencia, a la hora de decir:, formo parte de un equipo o soy una persona habituada a vivir la cultura de “lecciones aprendidas”?.

Creo que existen algunos pocos, pero sustanciosos elementos que son útiles para desarrollar una cultura de aprendizaje y crecimiento, ya sea a nivel individual o de equipo.

  • La importancia de generar un sistema dónde se puede almacenar, documentar, crear, difundir y reexaminar todo lo que hacemos, que incluya cuando lo amerite análisis profundos y pormenorizados de las situaciones problemáticas que atravesamos.
  • Organización, planificación, recursos de todo tipo, puestos en torno al objetivo común que queremos alcanzar.
  • En el caso de un equipo, la conformación con integrantes de diferentes miradas, y con conocimientos concretos en la teoría y en la práctica (Hacer), que pueden enseñar sobre las mejores maneras de….
  • Amortiguar emociones entendiendo que conseguir algo es un proceso, que conlleva éxitos y fracasos parciales.
  • Generar ambientes donde se celebren los logros, sin caer en la euforia o la creencia de que y está. Si algo nos salió bien es garantía de que todo seguirá igual o que un desacierto nos garantiza el fracaso.
  • Propender a una cultura de conversaciones fluidas, sinceras, en torno a valores y conductas compartidas, conviviendo con los consensos y disensos dentro de un marco de respeto.
  • Reconocer al individuo y al equipo, sin descuidar ni lo uno ni lo otro.
  • Gestionar ambientes flexibles, adaptables con liderazgos que puedan ser útiles, dependiendo de las circunstancias y de lo que es mejor para…..

Las lecciones aprendidas son una manera de minimizar la no repetición de errores, pero al mismo tiempo son una forma sencilla de caer en la efímera sensación de triunfalismo.

Los procesos de aprendizaje forman parte sustancial de cualquier desarrollo de proyectos y existen varias guías de sistematización, que terminan resultando bastante útiles para la dirección y ejecución de proyectos de cualquier índole y envergadura.

En muchos de ellos se menciona la necesidad de organizar periódicamente “reuniones de lecciones aprendidas”, donde es posible discutir sobre los pormenores y detalles positivos y negativos del desarrollo de los proyectos, buscando encontrar elementos virtuosos para repetir y negativos para evitar.

Les dejo a continuación algunos tips para estos “talleres de lecciones aprendidas”, sacadas de una de las guías utilizadas para llevarlos a cabo:

  • Aprender sólo requiere decisión.

Es lo esencial para desarrollar un taller de lecciones aprendidas y enriquecerse del conocimiento que existe en el equipo. El sitio, la forma de la reunión, e incluso el tiempo, surgen como consecuencia de esa decisión.

No importa qué tan grande sea su equipo o su influencia en la organización. Sólo se requiere que tenga la decisión para llevar adelante un encuentro con su equipo.

  • Como organizador del taller, guíe, pero no condicione.

Es probable que las actitudes de los miembros del equipo se vean sesgadas por la presencia del organizador, que suele ser el líder o jefe del proyecto. Es importante enfrentar la reunión con una actitud positiva y abierta que promueva el diálogo y el disenso.

  • Utilice el humor

Si el equipo no muestra mucho entusiasmo en la actividad, puede recurrir al humor para que la gente se sienta más cómoda. Evite hacer chistes sobre alguien en particular, para que esta persona no se sienta incómoda.

  • No haga minutas, extraiga conclusiones

El taller de lecciones aprendidas es un espacio para aprender, conocer y enriquecer el saber profesional a partir de los que comparten los miembros del equipo.

  • Salga de la zona de confort

“Deberíamos mejorar la comunicación” es la primera conclusión de la mayoría de estos talleres. La comunicación se ha convertido en la zona de confort, en la respuesta por defecto, en la que todos los participantes coinciden, y sobre la que pocos actúan.

Para finalizar les comparto una frase que me pareció genial:

“Experiencia no es lo que le sucede a un hombre. Es lo que un hombre hace con lo que le sucede”.

Aldous Huxley

Liderazgo sólido en un mundo líquido !

Hace unos días encontré un interesante artículo sobre las condiciones necesarias para desarrollar el liderazgo fuera y dentro de las organizaciones en este mundo de cambios exponenciales.

Si bien este tema ya fue abordado hace casi una década atrás, adquirió mayor relevancia en el entorno de la pandemia. A partir de esa lectura busqué material suficiente como para intentar encontrar las concordancias, discordancias y elementos a tener en cuenta para abordar este tema desde varias perspectivas.

Existe la empresa líquida, tiempos líquidos o sociedad líquida. Entonces, ¿a qué se refiere este término? Siendo muy simplistas, se trataría de entender que vivimos en un mundo que exige fluidez para adaptarnos a un entorno que cambia con suma rapidez. Atrás quedaron las organizaciones estables y “sólidas” propias de otro siglo.

El sociólogo Zygmunt Bauman acuñó el término de mundo líquido para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos.

Según Bauman están haciendo agua desde los Estados a las familias, pasando por los partidos políticos, Gobiernos que ya no mandan, los puestos de trabajo que antes nos daban seguridad y que ahora no sabemos si durarán hasta mañana.

El mundo está inmerso en lo que se ha venido a llamar la cuarta revolución industrial y en una disrupción tecnológica que junto con indudables avances también está produciendo intensos desafíos de todo tipo: sociales, económicos y, por supuesto, personales. Vivimos en un entorno VUCA, que, traducidos al español, se refieren a entornos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.

La mayoría de los expertos en desarrollo de capital humano coinciden en que hay que entrenarnos como líderes líquidos para surfear las olas dentro de mundos líquidos.

¿Qué cuestiones son claves para asumir un rol de líder líquido?

ADAPTABILIDAD

Los cambios aparecen cada vez con mayor rapidez con un entorno profesional en constante movimiento. Un día estás trabajando en la oficina y al siguiente puedes pasar un año trabajando desde casa. Los líderes líquidos sufren menos estos reveses típicos de los entornos VUCA. En lugar de aferrarse a lo establecido o bloquearse ante lo nuevo, el líder líquido rápidamente busca soluciones.

Fomentar equipos que buscan constantemente cómo mejorar aquello que existe predefinido en la organización. Por tanto, es recomendable rodearse de personas que no se marcan límites y “piensan fuera de la caja”. Tener este tipo de equipos requieren de líderes capaces de no sentirse cuestionados por alterar lo que está establecido. No es otra cosa que aceptar nuestra vulnerabilidad. Los modelos de organizaciones actuales requieren de líderes que sean capaces de aceptar que no son perfectos y no lo pueden controlar todo.

Los resultados cuando se fomentan entornos colaborativos son, por lo general, brillantes pues se basan en ese pilar tan importante como es la inteligencia colectiva.

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Como en cualquier crisis, las personas navegan por un sinfín de emociones y la pandemia no ha hecho más que mostrárnoslo de una forma más clara. Desde la negación inicial al no creerse que había llegado hasta nuestro país, la rabia posterior por las decisiones que nos iban afectando, la tristeza de perder personas, cosas y libertades que eran importantes para nosotros y finalmente el miedo a lo que podía ocurrir.

Un líder líquido es consciente de ello porque reconoce en sí mismo, y en los demás, todas esas emociones sin disfrazarlas. Dedica tiempo a preguntar ¿cómo estás tú? y ¿cómo están tus seres queridos?. Sin inteligencia emocional, difícilmente se consiguen objetivos. Básicamente porque las personas, en plena crisis, están luchando, huyendo o bloqueados. Así es la respuesta innata del estrés.

Si quieres una acción que retenga el talento, un líder líquido debe cuidar emocionalmente su equipo.

RESILIENCIA

Una vez que se reconocen y regulan las emociones, podemos plantearnos qué respuesta vamos a dar a este entorno cambiante. La mayoría de las personas se queda en modo “supervivencia” esperando que la tormenta pase y todo vuelva a la normalidad.

No somos ni superhéroes o superheroínas ni máquinas. Lo que nos diferencian de ellos son las emociones. Muchos líderes olvidan esto en las crisis. Cuando caen los resultados, se olvidan de la humanidad. Siempre he afirmado que las personas no olvidan cómo les tratan en los malos momentos y abandonan el barco cuando las aguas se calman.

Un líder líquido acepta los cambios. La aceptación es reconocer que se pierden cosas importantes para nosotros. No minimiza lo que suponen los cambios, sino que se transforma con ellos.

En lo personal y dada mi experiencia profesional yo agregaría una cuarta cualidad necesaria.

COHERENCIA

Generar confianza aún en ambientes que no ofrecen puntos de referencia, nos pide al menos que mantengamos con nosotros, aquellos valores que puestos en pensamientos, palabras y acciones nos muestren gestionando desde el sentido común, y la fidelidad a acuerdos básicos de convivencia y respeto mutuo.

Solidez en lo líquido

Parece paradójico, pero incluso en entornos tremendamente cambiantes es posible desarrollar fundamentos sólidos. No es sencillo, porque hoy todo cambia continuamente, nada parece permanecer, todo se basa en adquirir para usar y tirar para poder volver a adquirir lo último, lo nuevo, hasta que llegue algo más nuevo… En este panorama lo consistente tiene una ardua batalla que librar para sobrevivir.

Ante esta tesitura y, siguiendo las propias palabras de Zygmunt Bauman, la clave para lograr el equilibrio en una vida líquida: “sostener ligeramente lo que se vaya presentando y soltarlo con elegancia, o lo que es lo mismo, fluir elegantemente con la vida”.

“El contrasentido del cambio es que, precisamente, tanto cambio inconsistente está generando una resistencia generalizada al cambio, un no cambio o un cambio ineficaz o insostenible.”

En un mundo que está viviendo la esquizofrenia permanente del cambio, si este no se gestiona con consistencia, de la incertidumbre pasamos al miedo y de este a la paralización, la huida o el enfrentamiento continuo.

Por eso estamos tan necesitados de verdaderos líderes que sean capaces de afrontar sin miedo la vulnerabilidad del mundo líquido que vivimos.

Necesitamos líderes consistentes. Un nuevo líder consciente en un mundo líquido. La consistencia de un líder da lugar a su credibilidad, y esta es la que genera la confianza para que otros se movilicen en torno a él, en búsqueda de consejo, de inspiración, de luz, de opinión, de compañía para hacer el camino. La confianza se gana a través del ejemplo.

Estos líderes consistentes y conscientes, además de las cuestiones clave que vimos en el punto anterior, requieren ejecutar acciones tales como:

  • Fijar objetivos y planes futuros claros, transparentes, viables, inclusivos

No se trata sólo de evocar visiones, sino de que estas sean convincentes; que las personas vean que se pueden hacer tangibles, porque se les ha explicado con claridad cómo hacerlo o las posibilidades para ello, y qué papel tienen cada uno en esa misión. Además, para fijar esa visión, así como el objetivo y los planes para lograrla, se ha tenido en cuenta a todos, a las diferentes voces y culturas de la organización.

  • Eliminar lo superfluo.

Lo que suponga agravios comparativos, los excesos, lo innecesario se elimina. Hay que centrarse en lo importante, lo relevante, lo que verdaderamente aporta valor para todos y para la consecución de la meta común. No permitir tratos de favor, privilegios, despilfarros, apropiaciones indebidas de recursos, logros o méritos, actuaciones interesadas que solo benefician a uno y perjudican a otros, manipulaciones, falsificaciones, abusos de poder, discriminaciones, chismes, rumores. Todo ello es una fuente de contaminación emocional y ética que acaba destruyendo cualquier proyecto en común.

  • Afrontar de forma abierta, transparente, valiente e inclusiva los problemas.

Afrontar los problemas, aunque sean difíciles y teniendo en cuenta a todas las partes implicadas. No mirar para otro lado, esperar a que pasen, a que otros los solucionen, a que se olviden. Ser firme en la exigencia de responsabilidades y compromisos, no tolerar los comportamientos no éticos, dañinos, que vayan en contra de los valores y compromisos asumidos.

  • Tomar decisiones que no sean contradictorias.

Comportarse de acuerdo a las decisiones tomadas y a las promesas realizadas, tanto explícitas como tácitas. No generar expectativas que no se pueden cumplir. Alinear las decisiones con la meta y con los valores. Reflexionar constantemente sobre los resultados, efectos, y consecuencias de nuestras decisiones para someterlas al juicio de la consistencia y aprender a mantenernos en él.

  • Ejemplificar

En cada palabra, en cada mensaje, en cada acción, en cada gesto, en cada símbolo los valores que se predican. Alinear la meta con las acciones que se proponen para conseguirla.

Ser claro e inequívoco en lo que se dice, verbal y no verbalmente, no tergiversar, ocultar, insinuar, edulcorar; todo ello generar confusión y conflicto.

  • Tener en cuenta las diferentes sensibilidades, opiniones, ideas, enfoques

Escuchar, observar, dialogar. Permitir que todos puedan expresarse, con respeto y claridad, interesarse por su punto de vista, tenerlo en cuenta; lo cual no significa ni compartirlo ni ajustarse a él, pero sí incluirlo en la toma de decisiones de forma razonada y congruente.

  • Acompañar y desarrollar la consistencia prestando el apoyo necesario a otros para que comiencen a practicarla

y para que se mantengan en el camino de lograrla. Esto requiere de alta dosis de motivación, empatía, autorregulación emocional, paciencia y comprensión. Ser consistente es un arduo camino de esfuerzos y tiempo, quien comienza esta aventura será acechado por numerosas tentaciones, sombras, dudas, insatisfacciones, recaídas. Estar ahí para recordar que no está solo, que puede seguir adelante, que existen muchos caminos para lograrlo, que comprendemos la dificultad pero que estamos ahí para ayudarle a superarla, es otra forma más de ser consistente.

Más allá de todas estas recomendaciones existe una cuestión central a tener en cuenta, que es que las organizaciones humanas o empresarias tienen un ADN y culturas que las hacen únicas, por lo que exigen una adaptación de los modelos, que también tendrá que ver con cuan volátiles o estables sean los ecosistemas en los cuales se desenvuelvan. No todas las recomendaciones son aplicables o desechables y también hay que tener en cuenta esto a la hora de generar los cambios de liderazgo que pretendan hacer más sustentable una organización.

Evaluar una empresa como un hecho aislado, sin considerar el cúmulo completo de redes y relaciones en las cuales opera, puede ser un error que agregue problemas y no soluciones consistentes.

Para finalizar les dejo una reflexión de Ronald C. Stern que nos invita a pensar:

“Ahora vivimos ya en la sociedad del conocimiento y hemos cambiado del estado sólido al líquido, donde cada cosa está en cualquier sitio. No existe ya un enfoque vertical para el liderazgo, la jerarquía debe estar al mínimo porque necesitamos un enfoque horizontal paralelo. El liderazgo real es horizontal porque la mentalidad del líder debe ser tratar con voluntarios”.

Máquinas como Dioses!

Alan Turing pese a su corta existencia fue uno de los científicos más influyentes del siglo XX. De eso no hay ninguna duda, ya que los conceptos teóricos de su máquina universal sentaron las bases para los desarrollos posteriores de la computación, los ordenadores e inteligencia artificial. Continuando con la narración y análisis de la semana pasada, está bueno ir más allá de él, pensando si en realidad los ordenadores pueden o no reemplazar a las personas. Se trata de una vieja discusión que para ser aclarada requiere del conocimiento de expertos.

Sin embargo, hay algunas cuestiones básicas con las cuales podemos entender el fenómeno sin ser grandes conocedores en la materia.

Lo primero que es bueno poner en la palestra es que lo computable termina siendo una simplificación extrema que se puede representar y operar con bytes, vale decir números binarios o combinaciones de 0 y 1. Alan Turing llegó a ese nivel de entendimiento desde su conocimiento elevado de matemáticas y del álgebra de Boole. En matemática, electrónica digital e informática, el álgebra de Boole, también llamada álgebra booleana, es una estructura algebraica que esquematiza las operaciones lógicas.

Se denomina así en honor a George Boole (1815-1864), matemático inglés autodidacta que fue el primero en definirla como parte de un sistema lógico, inicialmente en un pequeño folleto de 1847, The Mathematical Analysis of Logic, publicado en respuesta a una controversia en curso entre Augustus De Morgan y sir William Rowan Hamilton. El álgebra de Boole fue un intento de utilizar las técnicas algebraicas para tratar expresiones de la lógica proposicional. Más tarde fue extendido como un libro más importante: An Investigation of the Laws of Thought on Which are Founded the Mathematical Theories of Logic and Probabilities (también conocido como An Investigation of the Laws of Thought o simplemente The Laws of Thought​), publicado en 1854.

“Las interpretaciones respectivas de los símbolos 0 y 1 en el sistema de lógica son Nada y Universo”. Es una frase que pertenece a George Boole y simplifica su propuesta de accionamiento lógico. En la actualidad, el álgebra de Boole se aplica de forma generalizada en el ámbito del diseño electrónico.

Esta lógica se puede aplicar a dos campos:

  • Al análisis, porque es una forma concreta de describir cómo funcionan los circuitos.
  • Al diseño, ya que teniendo una función se aplica dicha álgebra para poder desarrollar una implementación de la función.

El ALGEBRA DE BOOLE es un formalismo que conlleva a la creación de FUNCIONES LÓGICAS donde las mismas relacionan una variable binaria de salida con una o más de entrada. Dichas funciones se basan en una serie de postulados y teoremas que imponen las reglas de juego entre dichas variables. Así como existen los operadores matemáticos: +, -, x y /, existen los operadores lógicos AND, OR y NOT. Con combinaciones entre estos tres operadores se pueden implementar cualquier función lógica posible.

«and» significa «y», indica que se cumplan ambas condiciones; «or» significa «y/o», indica que se cumpla una u otra condición (o ambas); «not» significa «no», e invierte la condición a la cual antecede.

Solo por citar ejemplos sencillos:

Si queremos recuperar todos los libros cuyo autor sea igual a «Borges» y cuyo precio no supere los 20 pesos, necesitamos 2 condiciones:

select * from libros

where (autor=’Borges’) and

(precio<=20)

Los registros recuperados en una sentencia que une 2 condiciones con el operador «and», cumplen con las 2 condiciones.

Queremos ver los libros cuyo autor sea «Borges» y/o cuya editorial sea «Planeta»:

select * from libros

where autor=’Borges’ or

editorial=’Planeta’

En la sentencia anterior usamos el operador «or»; indicamos que recupere los libros en los cuales el valor del campo «autor» sea «Borges» y/o el valor del campo «editorial» sea «Planeta», es decir, seleccionará los registros que cumplan con la primera condición, con la segunda condición o con ambas condiciones.

Queremos recuperar los libros que NO cumplan la condición dada, por ejemplo, aquellos cuya editorial NO sea «Planeta»:

select * from libros

where not editorial=’Planeta’

El operador «not» invierte el resultado de la condición a la cual antecede.

Con estos ejemplos sencillos es posible apreciar que lo que es computable es ciertamente un campo acotado, y para intentar salir de este atolladero en 1985, un científico israelí de la Universidad de Oxford, David Deutsch (n. 1953), propuso una «máquina de Turing cuántica«. Aunque su estructura es muy similar a una convencional, la diferencia más notoria radica en que en lugar de procesar ceros. y unos, es decir bits, la máquina de Deutsch procesa qbits (bits cuánticos). Mientras que la máquina de Turing ha sido la base conceptual de los ordenadores actuales, la máquina de Turing cuántica lo será de una nueva generación de ordenadores, los ordenadores cuánticos.

Aunque Turing no propuso una versión de su máquina basada en principios de la mecánica cuántica, lo cierto es que en vida estuvo al tanto de las ideas y avances principales de la mecánica cuántica, una de las ramas de la física que explica la materia y la energía. En su libro “Maquinaria de Computación e Inteligencia” Alan Turing esbozó la frase: “Solo podemos ver poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer.» Pensaba en estas cosas, mientras se planteaba si habría alguna faceta del cerebro humano, por ejemplo “la voluntad”, que pudiera ser explicada por mecanismos no convencionales en los circuitos neuronales.

Sus ideas no andaban muy lejos de las de otros genios de la época, como las del matemático Kurt Godel, quien pensaba que, en ciertas etapas de la demostración de un teorema matemático, el hombre recurre a la “intuición”, la cual no puede ser representada mediante un algoritmo, y por tanto, programada en una máquina de Turing. Desde entonces han sido varios los científicos que han pensado que tal vez algunas funciones del cerebro solo pueden ser explicadas a la luz de procesos cuánticos en las células cerebrales o neuronas. A finales del siglo XX, el físico británico Roger Penrose (n. 1931) y el médico estadounidense Stuart Hameroff (n. 1947) pensaron que la “consciencia humana” podría ser explicada por procesos cuánticos en estructuras formadas por proteínas, los llamados microtúbulos, presentes dentro de las neuronas. Por consiguiente, no solo la voluntad, la intuición o la consciencia serían explicables por fenómenos de la mecánica cuántica, sino también la capacidad del cerebro humano para resolver problemas no computables.

La conclusión a la que conducen estas consideraciones es ciertamente apasionante y no es otra que hasta la fecha «el cerebro es la única máquina capaz de resolver problemas tanto computables como no computables». Los primeros son aquellos que pueden resolverse mediante un algoritmo, es decir, con una máquina de Turing universal o un ordenador. Los segundos son aquellos problemas que no pueden ser resueltos de forma algorítmica y, por consiguiente, con un ordenador. Por ejemplo, podríamos escribir un programa de ordenador que, utilizando el método babilónico, o series de Taylor, nos imprimiera todos los decimales de raíz cuadrada de 2 o los decimales del número pi.

Sin embargo, no hay algoritmos con los que un ordenador pueda escribir todos los números decimales de otros muchos números reales con una secuencia infinita de dígitos decimales. Otro ejemplo de problema no computable es el que consiste en determinar la trayectoria de un electrón desde un punto A hasta otro B.

Un experimento sencillo con el que demostrar cómo el cerebro humano es capaz de detectar casi al instante que un problema no es computable es intentar encontrar dos números pares cuya suma sea impar. Transcurridos unos segundos ya habremos concluido, tras apenas hacer mentalmente unas pocas pruebas, que no existe solución para dicho problema, mientras que resulta imposible escribir un programa de ordenador que sea capaz de llegar a ninguna conclusión. Y que esto sea así no es una cuestión de la pericia del programador o del número de instrucciones de que conste el programa.

En un problema computable, por ejemplo, escribir los decimales del número pi, algunos aspectos resultan muy curiosos, como que el número de instrucciones del programa que generará la secuencia del número pi será más corta en longitud que la secuencia de decimales que genera. Los ordenadores cuánticos serán en su día los que romperán esta limitación de las máquinas de Turing, de manera que podrán tratar indistintamente, como hace nuestro cerebro, problemas computables y problemas no computables en el sentido tradicional. Una máquina de Turing cuántica puede reproducir cualquier clase de computación, ya sea cuántica o tradicional. Los ordenadores cuánticos también permitirán resolver problemas del mundo real en los que actualmente hay serias dificultades, pues requieren el cálculo de un número de ecuaciones y variables tan grande que no pueden tratarse con los ordenadores actuales. Por ejemplo, los modelos climáticos o complejas reacciones químicas ilustran esta clase de situaciones. El cifrado de mensajes con algoritmos cuánticos permitirá que las transacciones comerciales por Internet u otros medios sean completamente seguras. Por supuesto, como ocurrió en el pasado y ocurre en la actualidad, un área de aplicación serán los usos militares, por ejemplo, en la simulación de la explosión de armas nucleares. En inteligencia artificial ya hay modelos de neuronas artificiales cuánticas. Su capacidad será de gran utilidad en el desarrollo de modelos y simulaciones en disciplinas como la astronomía, la física y la química. También tendrán aplicaciones en la industria del entretenimiento, por ejemplo, en la realización de efectos especiales en el cine.

Un ordenador cuántico es una máquina que, a diferencia de uno convencional, basa su funcionamiento en fenómenos cuánticos.

Se trata de fenómenos naturales que no pueden ser explicados por la física convencional; su explicación requiere de una teoría alternativa, la mecánica cuántica, capaz de explicar satisfactoriamente lo que ocurre en la estructura básica de la materia, los átomos.

Pese a lo que pudiera parecer, estos fenómenos se manifiestan en nuestra vida diaria. Gracias a ellos podemos explicar, por ejemplo, por qué un objeto es sólido, las propiedades físicas de los materiales o los colores.

Mientras que un ordenador representa los datos como secuencias de unos y ceros, es decir bits, los ordenadores cuánticos, como ya adelantamos anteriormente, lo hacen con qbits. La posibilidad de construir un ordenador cuántico se remonta a 1982, a partir de las investigaciones del célebre físico Richard Feynman, el primer científico en concebir esta clase de ordenadores. En la actualidad su diseño está todavía en sus primeros pasos. Hasta la fecha se han realizado algunos experimentos con unos pocos qbits. También se han diseñado simuladores que emulan esta clase de ordenadores en otros convencionales, pero para que uno convencional pueda ejecutar un algoritmo cuántico, necesita una gran memoria y una gran capacidad de cálculo, además de otras prestaciones de hardware. Sin embargo, los experimentos que se pueden realizar son más bien sencillos, lo suficiente para familiarizarse con esta tecnología. Estos simuladores se tienen que limitar a unos pocos qbits, ya que resulta imposible con la tecnología actual almacenar, por ejemplo, 500 qbits.

¿cómo funciona un ordenador cuántico?

En primer lugar, como ya sabemos, la información se almacena como una secuencia de qbits. A diferencia de un bit, cuyo valor es 0 o 1 o sea en estado – «apagado» o «encendido»- , un qbit puede tener un valor igual a 0, 1 o cualquier otro estado superpuesto, es decir, puede estar simultáneamente apagado y encendido, entre 0 y 1.

El estado actual de avance de los ordenadores cuánticos es muy limitado, aunque el proceso no se detiene.

En el año 2011 la empresa canadiense D-Wave Systems anunció la venta del primer ordenador cuántico comercial, bautizado como D-Wave One. Según la empresa, su ordenador disponía de un microprocesador de 128 qbits. Ese mismo año un equipo de investigadores de Estados Unidos, China y Japón anunció que esta clase de ordenadores pueden construirse según el modelo clásico de arquitectura de Von Neumann. En 2012 la empresa IBM anunció que también había realizado avances significativos hacia la construcción de una máquina de estas características. Más de medio siglo después, se repite aparentemente el mismo escenario que tuviera lugar tiempo atrás con ENIAC, Colossus y los otros ordenadores. Sin embargo, esto no es del todo así, ya que la construcción de un ordenador cuántico es un proyecto con tantas dificultades que en esta ocasión investigadores de distintos países han aunado esfuerzos, formando equipos multinacionales y dejando así atrás la competencia entre países. Entre sus aplicaciones, además de la criptografía, se espera que puedan realizarse experimentos de simulación con gran realismo, por ejemplo, las interacciones de los medicamentos en el cuerpo humano, la realización de cálculos en áreas como la física, la química o la astronomía, o su aplicación a problemas matemáticos de cierta envergadura, como es la factorización de grandes números.

En la actualidad han sido propuestos varios modelos de redes neuronales artificiales, cuyas neuronas están simuladas con puertas cuánticas, lo que abre la puerta a futuras investigaciones de lo que podríamos denominar como inteligencia artificial cuántica. Otra de las aplicaciones es la obtención de números aleatorios que sean “verdaderamente aleatorios” como si tales números hubieran sido obtenidos con un bombo de lotería.

La repentina desaparición de Alan Turing en 1954 no le permitió concluir sus investigaciones en la Universidad de Manchester. Durante su estancia en dicho centro abordó el diseño de modelos de circuitos neuronales con los que estudiar la que él definió como “maquinaria inteligente” en referencia al cerebro humano. En el mismo año de su muerte dos investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Belmont Farley (1920-2008) y Wesley Clark (n. 1927), fueron capaces de lograr con éxito la simulación en ordenador de redes de 128 neuronas capaces de reconocer patrones sencillos tras una fase de entrenamiento. Además, observaron que, si se eliminaba un 10% de las neuronas, la red no perdía su capacidad de reconocimiento de patrones. El modelo, ciertamente muy elemental, consistía en neuronas conectadas unas con otras al azar, asociando a cada conexión un valor de peso, y el circuito neuronal se comportaba de manera similar a una red neuronal humana.

A partir de estas simulaciones surgieron otros modelos de redes neuronales artificiales, por ejemplo, las redes con retro propagación, con las que es posible reconocer letras, números, fotografías, etc., de una manera más eficaz. En la actualidad, tanto las redes sencillas como aquellas con retro propagación son ampliamente utilizadas en la vida diaria, por ejemplo, en la clasificación del correo electrónico para evitar correos no deseados -los famosos spam-, en el reconocimiento del habla e imágenes, en el reconocimiento del electroencefalograma (EEG) humano, en el reconocimiento del latido cardíaco del feto para distinguirlo del de la madre, y así muchos ejemplos más. Desde hace años las redes neuronales artificiales han sido “construidas” en circuitos integrados, los llamados neurochips, formando parte de tarjetas que pueden ser incorporadas a un ordenador u otra máquina · con el fin de desarrollar aplicaciones o sistemas inteligentes en problemas tan variados como los citados anteriormente o, por ejemplo, en problemas de índole financiera. Ha hecho falta que transcurriera más de medio siglo para que las ideas de Turing acerca de la maquinaria inteligente formen parte de nuestra vida cotidiana.

Una vez desarrolladas las redes neuronales, con suficiente capacidad de aprendizaje, vale decir de reexaminar decisiones en función de los resultados, previendo e intuyendo situaciones y resolución de problemas, la distancia entre un cerebro humano y una máquina inteligente será cada vez más difusa y difícil de determinar, dando lugar a una nueva era, donde quizás los seres humanos ya no sean los seres más inteligentes del planeta, cediendo el lugar a mentes inteligentes artificiales ya no tan robotizadas o mecanizadas.

El legado de Turing y su máquina universal de computación no deja de crecer, abarcando ámbitos impensados y adquiriendo mayores capacidades de resolver problemas cada vez más complejos.

La ciencia ficción cada vez tendrá mayores dificultades para encontrar nuevos relatos futuristas, porque los postulados fantasiosos ya no lo serán tanto.

La idea de «Hombres como Dioses», será reemplazada o complementada por la de por «Máquinas como Dioses».

Sólo es cuestión de tiempo…. y verás.

Decir «NO» a la bomba!

Como ha sucedido tantas veces algunas historias o figuras históricas quedan relegadas al olvido. Los motivos son varios y variados, aunque muchas veces tienen que ver con el género, la religión, la raza o porque coinciden en el tiempo con otras historias o personajes que adquieren mayor relevancia, la cual puede ser real o magnificada por otros intereses políticos, sociales o económicos.

Durante las vacaciones familiares de este verano, recorriendo librerías me encontré con una colección de libros denominada “GRANDES IDEAS DE LA CIENCIA”. Esta colección impresa desarrolla temas vinculados con numerosos científicos exitosos y es en cierta forma una biografía científica, (si es que existe esta categoría) de la vida y obra de cada uno de ellos. Cada uno de los libros tiene unas 170 páginas de una lectura decididamente amena (para los que tienen un mínimo de formación académica o científica), siendo cada uno de ellos escrito por un científico vinculado con el área de desarrollo científico del texto.

En su presentación comercial, es posible leer un argumento de venta tal y como: “Una colección de libros única, rigurosa y didáctica, para conocer las teorías que explican el mundo a través de la vida de los científicos que la descubrieron”.

La colección es muy numerosa e interesante y se compone de 50 volúmenes, que para para mi como observador algo entrenado y curioso sobre la materia me resultan muy atractivos:

1. Einstein. La teoría de la relatividad.

2. Newton. La ley de la gravedad.

3. Heisenberg. El principio de incertidumbre.

4. Max Planck. La teoría cuántica.

5. Feynman. La electrodinámica cuántica.

6. Turing. La computación.

7. Schrödinger. Las paradojas cuánticas.

8. Boltzmann. La termodinámica y la entropía.

9. Bohr. El átomo cuántico.

10. Galileo. El método científico.

11. Gauss. La teoría de números.

12. Kepler. El movimiento planetario.

13. Pitágoras. El teorema de Pitágoras.

14. Copérnico. El heliocentrismo.

15. Arquímedes. El principio de Arquímedes.

16. Fermat. El teorema de Fermat.

17. Laplace. La mecánica celeste.

18. Gödel. Los teoremas de incompletitud.

19. Marie Curie. La radiactividad y los elementos.

20) Euclides. La geometría.

21. Faraday. La inducción electromagnética.

22. Euler. El análisis matemático.

23. Dalton. La teoría atómica.

24. Rutherford. El núcleo atómico.

25. Maxwell. La síntesis electromagnética.

26. Fermi. La energía nuclear.

27. Leibniz. El cálculo infinitesimal.

29. Lavoisier. La química moderna.

30. Cantor. El infinito en matemáticas.

31. Kelvin. La termodinámica clásica. La física entra en calor.

32. Dirac. La antimateria. El reflejo oscuro de la materia.

33. Meitner. La fisión nuclear. Uranio partido por dos, igual a energía.

34. Hilbert. Las bases de la matemática. En el principio fue el axioma.

35. Von Neumann. La teoría de juegos. Piedra, papel, teorema.

36. Tesla. La corriente alterna. La electricidad tiene un doble sentido.

37. Ampère. La electrodinámica clásica. Objetos eléctricos aún no identificados.

38. Huygens. La teoría ondulatoria de la luz. Un rayo atrapado en una onda.

39. Helmholtz. La conservación de la energía. Sin fecha de caducidad.

40. Hooke. La ley de Hooke. Estiramientos para recuperar la forma.

41. Riemann. La geometría diferencial. La matemática traspasa fronteras.

42. Gamow. El big bang. El conocimiento en expansión.

43. Helmholtz. La conservación de la energía. Sin fecha de caducidad.

44. Fisher. La inferencia estadística. Probablemente sí, probablemente no.

45. Pauli. El espín. Los electrones bailan.

46. Boyle. La ley de Boyle. Bajo presión.

47. Poincaré. La topología. Las matemáticas pierden las formas.

48. Landau. La superfluidez. / La física que surgió del frío.

49. Cavendish. La constante gravitatoria. / Pura atracción.

50. Chandrasekhar. La evolución estelar. Ha muerto una estrella.

Puede ser discutible si no habría que agregar o quitar alguno, pero creo que en general esta colección nos trae una visión coloquial de los grandes hacedores del devenir científico tecnológico de la humanidad.

Por el momento solo pude acceder sólo a tres de los cincuenta volúmenes. El primero referido a Turing, sobre la idea central de “pensando en máquinas que piensan”, lo pone a este célebre descifrador del código “Enigma” que torció el devenir de la segunda guerra mundial al poder dilucidar los mensajes encriptados de las fuerzas armadas alemanas, como el gestor intelectual de las bases teóricas de los primeros ordenadores (computadoras) mediante el uso de los principios de su «máquina universal U». El segundo sobre Einstein y su teoría de la relatividad, centrado en el concepto de que “el espacio es una cuestión de tiempo”. El tercero y que dará origen al tema central de hoy, está basado en la vida y obra de Heisenberg, el científico alemán que le propinó un cambio de sentido a las bases de la mecánica cuántica, con su famoso principio de incertidumbre, que lleva precisamente su nombre. La idea de apertura del libro está basada en una pregunta muy interesante: “¿Existe el mundo cuando lo miras?”.

Yendo de lleno al tema central del principio de incertidumbre, la mecánica cuántica y algunos de los grandes científicos que fueron ignorados en esta disciplina, por ser discriminados o estar a la sombra de otros, en este libro se hace referencia a una científica, que para ser honesto, no conocía en lo absoluto. Aparece en un pequeño apartado titulado: “Lise Meitner”, tal era el nombre de esta investigadora judía de origen austríaco, luego alemana por la anexión de este territorio a Alemania. Junto a otros investigadores de esta última nacionalidad comenzaron en la década de 1930 los estudios sobre la fisión nuclear, «hito relevante para el advenimiento de las primeras armas nucleares, en este caso las bombas atómicas».

No me quedé con esta breve mención en el libro dedicado a Heisenberg y quise ahondar en la vida y obra de esta mujer, debido a tres razones:

  • Fue la primera científica mujer nombrada en 1926 como profesora de la Universidad de Berlín.
  • Debió huir de Alemania a causa de su “porcentaje de sangre judía”, hecho que por las leyes raciales hubiera significado su muerte.
  • Ya en Suecia, y con un sueldo mucho más modesto que en Alemania, rehusó  de participar en Estados Unidos del proyecto Manhattan. De palabras de ella: “nunca haré nada por fabricar una bomba”.

La biografía de esta destacada profesora e investigadora es por demás interesante.

Lise Meitner (Viena, 7 de noviembre de 1878 -Cambridge, 27 de octubre de 1968) fue una científica austriaca que contribuyó a los descubrimientos del elemento protactinio y la fisión nuclear.​ Mientras trabajaba en el Instituto Kaiser Wilhelm sobre radiactividad, descubrió el isótopo radiactivo protactinio-231 en 1917. Formó parte del equipo que descubrió la fisión nuclear, en el año 1938, junto a su sobrino y el físico Otto Hahn, amigo y colaborador suyo. Por este logro, Otto Hahn recibió el Premio Nobel. Albert Einstein la elogió como la «Marie Curie alemana».

Al completar su investigación doctoral en 1905, Meitner se convirtió en la primera mujer de la Universidad de Viena y la segunda en el mundo en obtener un doctorado en física. Pasó la mayor parte de su carrera científica en Berlín, Alemania, donde fue profesora de física y jefa de departamento en el Instituto Kaiser Wilhelm; fue la primera mujer en convertirse en profesora titular de física en Alemania. Perdió estos puestos en la década de 1930 debido a las leyes raciales de Núremberg introducidas en la Alemania nazi, y en 1938 huyó a Suecia, donde vivió durante muchos años, convirtiéndose finalmente en ciudadana sueca.

En una carta que escribió en 1945, Lise Meitner se lamentaba:

“Resulta trágico que, incluso personas como Laue y Otto, no comprendieran a qué suerte abandonaba su pasividad a su propio país.”

A mediados de 1938, Meitner con los químicos Otto Hahn y Fritz Strassmann del Instituto Kaiser Wilhelm descubrió que bombardear el torio con neutrones producía diferentes isótopos. Hahn y Strassmann más adelante en el año demostraron que los isótopos de bario podrían formarse por bombardeo de uranio. A finales de diciembre, Meitner y Frisch resolvieron el fenómeno de tal proceso de escisión. En su informe de la edición de febrero de Nature de 1939, le dieron el nombre de «fisión». Este principio condujo al desarrollo de la primera bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, a otras armas nucleares y reactores nucleares.

Meitner recibió muchos premios y honores al final de su vida, pero no compartió el Premio Nobel de Química de 1944 por la fisión nuclear, que fue otorgado exclusivamente a Otto Hahn, colaborador suyo desde hacía mucho tiempo. Varios científicos y periodistas han calificado su exclusión de «injusta». Según el archivo del Premio Nobel, fue nominada 19 veces al Premio Nobel de Química entre 1924 y 1948, y 29 veces al Premio Nobel de Física entre 1937 y 1965. A pesar de no haber sido galardonada con el Premio Nobel, Meitner fue invitada a asistir a la Lindau Nobel Laureate Meeting en 1962. Sin embargo, Meitner recibió muchos otros honores, incluido el dar al elemento químico 109 el nombre de meitnerio, en 1997.

Fisión nuclear

Colaboró con Otto Hahn durante más de treinta años, con quien descubrió el protactinio en 1918. Fue wissenschaftliches Mitglied (miembro científico) en el Instituto Kaiser Wilhelm de Química desde 1913, después de su habilitación en 1922 se convirtió en profesora de Física Nuclear Experimental en la Universidad de Berlín, la primera profesora de Física en Alemania; ocupó este puesto desde 1926 hasta 1933. A finales de 1938 tuvo que abandonar Alemania, forzada por las Leyes de Núremberg del Gobierno de la Alemania nazi, y se unió al personal de investigación atómica del Instituto de Manne Siegbahn en la Universidad de Estocolmo, en donde estableció contacto con su sobrino, Otto Frisch. Con la contribución de Meitner, Otto Hahn y Fritz Strassmann produjeron el primer ejemplo de la fisión nuclear creada por personas, aunque no se dieron cuenta de lo logrado hasta que ella supo interpretar los resultados. En 1939 Hahn publicó su trabajo omitiendo el nombre de Meitner alegando que el régimen nazi no le habría dejado incluir una autora judía. Meitner y Frisch explicaron el fenómeno mediante el modelo de la gota líquida, introduciendo el término de fisión nuclear, en un trabajo publicado en la revista Nature. A pesar de su investigación sobre la teoría atómica y la radiactividad y de allanar con su descubrimiento de la obtención del punto de fisión el camino a Otto Hahn, el hecho de no aparecer como coautora fue esgrimido por el comité Nobel para otorgar solo a Otto Hahn el premio Nobel de Química de 1944, excluyendo a Meitner. Sin embargo, recibió el reconocimiento por sus contribuciones a la física en 1966, cuando le fue concedido el Premio Enrico Fermi en Estados Unidos.

Sugirió la existencia de la reacción en cadena, con lo que contribuyó al desarrollo de la bomba atómica. Sin embargo, estaba en contra de que se usaran sus descubrimientos para la bomba atómica. En su honor se nombró «meitnerio» al elemento químico 109.

Meitner se naturalizó ciudadana sueca en 1949. Se jubiló en 1960 y se trasladó a vivir al Reino Unido, donde vivían la mayoría de sus parientes. Lise Meitner murió en Cambridge, el 27 de octubre de 1968. Conforme a sus deseos, fue enterrada en Bramley (Hampshire) junto a su hermano Walter, fallecido en 1964. Su sobrino Otto Frisch fue quien compuso la inscripción de su lápida, “Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad”.

Premio Nobel por la fisión nuclear

Aunque Meitner recibió varios honores durante su vida, nunca recibió el Premio Nobel, ya que este fue solo otorgado a Otto Hahn, por el descubrimiento de la fisión nuclear. Fue nominada 48 veces para Premios Nobel en Física y Química, pero nunca ganó ninguno.​ El 15 de noviembre de 1945, la Real Academia de las Ciencias de Suecia anunció que Hahn había sido otorgado el Premio Nobel en Química por su descubrimiento de la fisión de núcleos atómicos pesados.16​ Meitner fue la que le dijo a Hahn y Strassman que debían hacer pruebas más en detalle del radio, y fue ella la que le dijo a Hahn que era posible que el núcleo de uranio se desintegrase. Sin estas contribuciones de Meitner, no habría sido posible para Hahn descubrir que el núcleo de uranio se puede dividir en mitad.

En 1945, el Comité Nobel de Química en Suecia que seleccionó el Premio Nobel de Química decidió otorgar ese premio únicamente a Hahn: Hahn solo se enteró por un periódico mientras estaba internado en Farm Hall en Cambridgeshire, Inglaterra. En la década de 1990, los registros sellados durante mucho tiempo de los procedimientos del Comité Nobel se hicieron públicos, y la biografía completa de Meitner publicada en 1996 por Ruth Lewin Sime aprovechó este desprecintado para reconsiderar la exclusión de Meitner.10​17​ En un artículo de 1997 en la revista Physics Today de la American Physical Society, Sime y sus colegas Elisabeth Crawford y Mark Walker escribieron:

“Parece que Lise Meitner no compartió el premio de 1944 porque la estructura de los comités del Nobel no era adecuada para evaluar el trabajo interdisciplinario; porque los miembros del comité de química no pudieron o no quisieron juzgar su contribución de manera justa; y porque durante la guerra los científicos suecos confiaron en su propia experiencia limitada. La exclusión de Meitner del premio de química bien puede resumirse como una mezcla de sesgo disciplinario, obtusidad política, ignorancia y prisa”.​

Últimos años

El 14 de enero de 1939, Meitner se enteró de que su cuñado Jutz había sido liberado de Dachau y que a él y a su hermana Gusti se les permitió emigrar a Suecia.​ El jefe de Jutz, Gottfried Bermann, había escapado a Suecia,24​ y le ofreció a Jutz su antiguo trabajo en la editorial. Niels Bohr intercedió ante un funcionario sueco, Justitieråd Alexandersson, quien afirmó que Jutz recibiría un permiso de trabajo a su llegada a Suecia. Trabajó allí hasta que se jubiló en 1948 y luego se mudó a Cambridge para unirse a Otto Robert Frisch.​ Su hermana Gisela y su cuñado Karl Lion se mudaron a Inglaterra, 26​ Meitner también consideró mudarse a Gran Bretaña. Visitó Cambridge en julio de 1939 y aceptó una oferta de William Lawrence Bragg y John Cockcroft de un puesto en el Laboratorio Cavendish con un contrato de tres años con Girton College, Cambridge, pero la Segunda Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939 antes de que pudiera. dar el paso.

En Suecia, Meitner continuó su investigación lo mejor que pudo. Midió las secciones transversales de neutrones de torio, plomo y uranio utilizando disprosio como detector de neutrones, una técnica de ensayo iniciada por George de Hevesy e Hilde Levi. Pudo hacer los arreglos para que Hedwig Kohn, que se enfrentaba a la deportación a Polonia, viniera a Suecia y, finalmente, emigrara a los Estados Unidos, viajando a través de la Unión Soviética. Ella no logró sacar a Stefen Meyer, pero él logró sobrevivir a la guerra. Además, rechazó una oferta para unirse a Frisch en la misión británica al Proyecto Manhattan en el Laboratorio de Los Álamos y declaró: «¡No tendré nada que ver con una bomba!». Más tarde dijo que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron una sorpresa para ella, y afirmó que «lamentaba que la bomba tuviera que ser inventada». Después de la guerra, Meitner reconoció el fallo moral que cometió al permanecer en Alemania (por su descendencia judía) de 1933 a 1938. Escribió: «No solo fue estúpido, sino muy incorrecto que no me fuera de inmediato».​ No solo lamentó su inacción durante este período, sino que también fue crítica con Hahn, Max von Laue, Werner Heisenberg y otros científicos alemanes que participaron en la invención de las bombas. En una carta de junio de 1945 dirigida a Hahn, pero que nunca recibió, ella escribió:

“Todos ustedes trabajaron para la Alemania nazi. Y ni siquiera intentaste la resistencia pasiva. De acuerdo, para absolver tu conciencia ayudaste a alguna persona oprimida aquí y allá, pero millones de seres humanos inocentes fueron asesinados y no hubo protesta. Aquí, en la Suecia neutral, mucho antes del final de la guerra, hubo una discusión sobre lo que debería hacerse con los académicos alemanes una vez que termine la guerra. Entonces, ¿qué deben estar pensando los ingleses y los estadounidenses? Yo y muchos otros somos de la opinión de que el único camino para usted sería hacer una declaración abierta de que es consciente de que a través de su pasividad comparte la responsabilidad de lo que ha sucedido y que tiene la necesidad de trabajar por lo que se puede hacer. Pero muchos piensan que es demasiado tarde para eso. Esta gente dice que primero traicionaste a tus amigos, luego a tus hombres y a tus hijos al permitirles arriesgar sus vidas en una guerra criminal, y finalmente que traicionaste a la propia Alemania, porque cuando la guerra ya era bastante desesperada, nunca hablaste contra la destrucción sin sentido de Alemania. Eso suena despiadado, pero sin embargo creo que la razón por la que te escribo esto es la verdadera amistad. En los últimos días uno había oído hablar de cosas increíblemente espantosas en los campos de concentración; supera todo lo que uno temía anteriormente. Cuando escuché en la radio inglesa un informe muy detallado de los ingleses y estadounidenses sobre Belsen y Buchenwald, comencé a llorar en voz alta y me quedé despierta toda la noche. Y si hubieras visto a esa gente que fue traída aquí desde los campamentos. Uno debería tomar a un hombre como Heisenberg y millones como él, y obligarlos a mirar estos campos y las personas mártires. La forma en que apareció en Dinamarca en 1941 es inolvidable”.

Esta reseña sintética de esta gran investigadora es una muestra más de que la ciencia y la filosofía son ámbitos indisolubles, con impactos de uno sobre otro. Por otro lado, “la biografía de Meitner está plagada de episodios que ilustran la resistencia en general que existía en la sociedad de esa época para aceptar la incorporación de mujeres al mundo universitario”.

Lise Meitner, aquella que se animó “ A DECIR NO “, a la bomba atómica.

En momentos donde la amenaza nuclear vuelve a estar en el tapete, producto de otra guerra sin sentido, animarse a decir NO, es imperativo.