Termina este año y con él se queda parte de mi energía. Otra parte la reservo para el comienzo del que tímidamente asoma. Sería un pecado capital no agradecer todo lo que logré hacer en este período, de todo lo que fui capaz.
Podría decirse, de manera sucinta, que pude vencer muchos miedos, algunos que ya estaban, viejos, quejumbrosos y pesados, otros más nuevos, recién horneados, fresquitos, pero no por eso no menos consistentes.
Y he decidido que esté escrito será de a tres renglones por vez, como los tres cambios decisivos que hube de dar, aquellos que me permiten sentirme de nuevo útil, productivo, con fuerzas renovadas y siempre para adelante.
Casi como una poesía extraña, desinhibida, rara y algo perturbadora, de a tres a tres, fueron madurando algunas ideas calladas, y silenciadas por el paso del tiempo, aquel que lo puede todo, a favor y a pesar de nosotros.
La primera explosión de la conciencia me llevó a considerarme joven, dejando al viejo que me ataba, con cuerdas invisibles y poderosas, el que no me dejaba ver más allá de la cómoda y acogedora sensación de seguridad.
Mi segundo big bang se produjo cuando tuve que aceptar que no había más que remedio que el cambio, para después cambiarlo todo, y tantas veces todo como fuera necesario, hasta que nazca algo distinto del dolor.
El tercer evento, fueron en realidad una serie de eventos, vinculados con meterme a repetición, dentro de mí, para rescatar lo que me trajo hasta acá, me impulsó hacia algún lugar y me hizo ser quien soy o quien deseo ser.
Todas estas batallas, donde no hubo ganadores ni vencidos, hube de darles a lo largo de este desafiante año que me deja fortalecido, con más ganas que antes, con un millón de dudas, pero con la cabeza y el corazón alineados.
Pensar, sentir y vivir siendo joven no es nada fácil, ya que hay que romper varios paradigmas, sobre todo los que te hacen creer que no existe sentido, en dejar de lado el confort, para lanzarse a la aventura.
Cambiar es una decisión harto difícil, que te brinda oportunidades, pero es como jugar en una mesa de poker, donde sabes que están todas las cartas, pero no sabes quien las tiene, y cuando las van a tirar, confiando en tus instintos.
Las inmersiones profundas en uno mismo, para recuperar aquellos tesoros perdidos que una vez te animaron, son por general de bajo nivel de éxito. De eso se trata, de ser consistentemente un buceador a tiempo completo.
Uniendo todos los hilos mágicos, de decisiones que significaron muchas cosas, mezclas de alegrías y tristezas, de dolor y de placer, es que pude migrar dos veces de ciudad, y dos veces de trabajo, «hasta encontrarme de nuevo».
Perdón, por este escrito intimista, corto, que parece que no dijera nada, aunque a mí me diga mucho. Perdón por el egoísmo de hablarme en frente de ustedes, como si nada más importara, en este texto personalista.
Gracias por lo que pude hacer y por lo que no. Gracias a los que creen en mí, mucho más que la fe que yo tengo en mí mismo. He vuelto en parte a ser la persona, que elegí ser, con más vitalidad y entereza que nunca.
Recuperar el amor propio es todo un reto, para lo cual no hay reglas, ni tiempos, ni posibilidades de retroceder. Muñirse del valor para emprender desafíos, sortearlos, y ganar en confianza es aconsejable y redituable.
¿Soy una versión mejorada? Es probable que sí. ¿Soy la mejor versión posible? Es probable que no. La diferencia está en la actitud permanente, constante, pero con altibajos, para tratar de ser mi mejor versión.
En este fin de año, hay muchos yo, vuelvo a pedir perdón por ello. Necesitaba tener esta charla, luego de un año revolucionado, algo caótico, desequilibrado por momentos, pero sonriente al final de cuentas.
De aquel que comenzó este año, queda muy poco. Las elecciones fueron rompiendo las anclas que me ataban confortablemente, a todo lo que construí para estar cada vez más cómodo, pero sin proyectos y con pocos sueños.
En este diálogo personal, que comparto con ustedes, quiero expresar mi más profundo agradecimiento a mi familia, mis amigos, mis compañeros y amigos de ruta, y a los que aportaron aceptación y rechazo. Todo me sirvió.
Arranca un nuevo año, con más desafíos que el anterior. No tengo palabras para contarles lo que eso significa para mí. Los que me conocen, capaz puedan entender de que les hablo. Los que leen mis escritos, creo que también.
Un año bisagra el que está acabando, un año de consolidación el que viene. Es la mejor forma de definirlos. Mi decisión es poner lo que esté a mi alcance para que esto sea de esta manera. Trabajar y confiar en uno mismo y los demás.
En este breve resumen de lo acontecido, te cuento que termino estos doce meses, «escribiendo mi blog número cuatrocientos». Que son los fines de semana ininterrumpidos y sucesivos en los cuales he publicado.
“Gracias totales”, como diría un famoso artista. Vamos por cuatrocientos más, de a uno en uno, respetando cada palabra, cuidándola y dándole sentido o al menos intentándolo. Al final de cuentas de eso se trata “seguir”. Felicidades y nos vemos el año que viene.











