Los recuerdos son esas imágenes a veces borrosas, que cada vez que vuelven a nuestra memoria lo hacen recreadas y diferentes de la revisión anterior. La última grabación de nuestro disco duro, de un evento que ha pasado, tiene diferencias sutiles que se van agigantando con el tiempo, hasta casi convertirse en una historia distinta, y quizás hasta radicalmente opuesta de la vivencia misma. Incluso si nos tomamos el tiempo de escribir un diario personal, en ese mismo acto de escribir, ya estamos ejerciendo un acto subjetivo, por el mero hecho de seleccionar las palabras con las cuales daremos contenido a lo que queremos registrar.
Yendo aún más lejos, si existe una grabación de lo sucedido, si lo proyectamos, es muy probable que se nos escapen detalles de la ocasión, las personas, los motivos, y nos encarguemos de montar otra historia de la historia, para llenar el vacío de no poder abarcar nunca el suceso como tal. Nuestra capacidad de observación es tan limitada, y al mismo tiempo tan interpretativa desde nuestros juicios, que resulta extremadamente difícil la objetividad.
Esta introducción me sirve para explicar que en el cúmulo de recuerdos que tengo de mi infancia, hay uno que sobresale, repitiéndose una y otra vez durante mi adolescencia.
Ante la pregunta de mi mamá Ana, sobre que estaba haciendo en determinado momento, mi respuesta no se hacía esperar: “NADA”. Entonces Ana, me solía decir: “no es bueno que no estés haciendo nada, tienes que emplear tu tiempo en algo”.
Sin embargo, y más allá de la deriva de los recuerdos que ya expliqué, tengo claridad que durante mi pubertad fui casi un «maestro de la NADA».
La nada y el todo son dos conceptos difíciles de imaginar, ya que físicamente la nada es un hito inasequible. Para nosotros los ingenieros, el concepto de vacío absoluto no existe. Por más esfuerzos que hagamos jamás llegaremos a la ausencia de materia, vale decir al vacío absoluto. Del mismo modo, en nuestra mente y aunque estemos inconscientes, nuestro cerebro se las ingenia para mantenernos con cierta actividad. Respecto del todo, tampoco es un concepto físicamente abarcable o explicable, porque siempre necesita un marco de referencia, para explicar el todo de qué.
La nada y la filosofía
Martin Heidegger se ocupó con hondura del problema de la nada. No lo hizo tanto en su obra cumbre, Ser y tiempo, de 1927, como en su trabajo breve ¿Qué es metafísica?, de 1930. Allí, después de plantear y elaborar la cuestión, la aborda con un reiterado interrogante: «¿Por qué hay ente en su totalidad y no más bien la nada?
En esta obra, se estima que la nada le está vedada al pensamiento científico, porque la ciencia nada quiere saber de ella. Empero, se sostiene que la nada es significativa, pues sobre ella reposa o se asienta el ser. Así, el problema del filósofo se plantea desde el enigma de «que haya algo en vez de nada».
La existencia humana está íntimamente ligada a la nada. Se la revelan temples anímicos de profundo aburrimiento y, especialmente, de angustia. Ambos le patentizan la nada, y entre los dos le tornan incomprensible la existencia del ente en su totalidad. La angustia —de raíz kierkegaardiana— es el estado emotivo fundamental de la existencia. El hombre puede angustiarse por esto o por aquello, pero, desvanecidas estas particularidades, la existencia continúa angustiada. Y, si al existente se le interroga por la causa de su angustia, casi espontáneamente responderá: «Por nada».
En su obra fundamental El ser y la nada (1944), Jean-Paul Sartre, influido por Heidegger, durante sus estudios en Alemania, ahondará la temática heideggeriana. En este tratado, de estructura complicada, como la máxima obra de su maestro, se acabará sosteniendo que el ingreso de la nada al mundo se debe a la existencia del hombre. Como en Heidegger, la nada será anterior, lógicamente, al «no» y a la «negación», y aunque muchos crean que Sartre reedifica a «la» nada, lo cierto es que usa a tal concepto de «nada» como un operador dialéctico, ya que para él la nada es algo «irrealizante», es decir, una negación de un ser que permite o da lugar a la existencia de otro u otros seres posteriores (casi siempre más evolucionados): mientras que los objetos no conscientes coinciden en su existencia con su esencia, en los humanos, al tener capacidad de consciencia, la esencia es algo que pueden realizar (ya en la existencia o en vida) posteriormente al existir.
Filosofía China
La «nada» en el taoísmo filosófico y filosofía China, se identifica con el concepto de Wuji, que se define como estado primigenio del universo no diferenciado; anterior a la existencia de algo.
Wuji sería anterior al surgimiento del Taiji, la «gran polaridad», y de las dos fuerzas yin y yang, que son parte y dan forma al Gran Tao, que a su vez abarca a la nada y al todo; y por ello no tiene límites. Siendo así el Wuji, a través del Tao, el origen de la esencia primordial y al aspecto fundamental del universo y del hombre; que a su vez origina el orden natural de la existencia.
Filosofía India
En la Filosofía india, el concepto de Nada, lo podemos encontrar dentro de la doctrina Vedanta, cómo por ejemplo en la escuela filosófica Advaita. En esta escuela se describe a la «nada», como la nada y a su vez el todo que origina a todo; estando la nada asociada al concepto de Brahman, a través del concepto abstracto más específico denominado Nirguna Brahman (el Brahman sin cualidades). Siendo así, Brahman la nada y el todo, que a su vez está más allá de estos conceptos y no tiene límites. Así, la «no nada» (la realidad y el universo de cosas fenoménicas que lo conforman), realmente sería solo una manifestación del Brahman, que se da como una ilusión denominada maya.
Filosofía budista
En la Filosofía budista, el concepto de Nada está relacionada al concepto de Shuniata, a menudo traducido como «vacuidad», «vaciedad» o «vacío»; el cual presenta múltiples significados dependiendo de su contexto doctrinal. Así, el concepto de Shuniata puede referirse a una comprensión ontológica de la realidad en el budismo, un estado meditativo, o un análisis fenomenológico de la experiencia (como la naturaleza del no-yo).
La nada en ciencia
En las ciencias, al ser ontológicas, se tratan diversos entes nulos. Puede haber tantos individuos nulos como clases naturales. En particular destaca el vacío o campo nulo, al cual en las teorías de campos se le asignan propiedades como poseer índice de refracción igual a uno. Físicamente es imposible delimitar una región del espacio-tiempo que no contenga cosas, ya que los campos gravitatorios no se pueden bloquear, y todas las partículas cuya temperatura no sea el cero absoluto generan radiación electromagnética (de acuerdo a la noción cuántica de energía del punto cero).
Físicamente, pues, la nada también es una idealización un estado posible pero físicamente irrealizable en la práctica.
En tiempos de Newton se concebía el vacío y confundía con «nada» como un medio uniforme desprovisto de masa llamado espacio cuya geometría era euclídea. La idea de Newton sobre el espacio que consideraba infinito e inmutable no estaba exenta de elementos místicos. La noción del vacío como espacio en el que las partículas materiales se movían, se vio ligeramente alterada con el desarrollo de la teoría del éter que era un medio material que permitía la propagación de las ondas luminosas en el vacío, ya que aunque Newton había propuesto que la luz estaba formada por corpúsculos ciertos experimentos como el de la doble rendija habían llevado a la concepción mayoritaria de que los fenómenos relacionados con la luz podían explicarse mejor con la teoría ondulatoria. Por lo que a finales del siglo XIX no era muy popular la idea de que el vacío no estuviera lleno de algo.
El experimento de Michelson y Morley comportó el abandono de la idea de la existencia del éter y se volvió a la idea que el vacío realmente no contenía nada. Sin embargo, tanto el principio de indeterminación de Heisenberg como la teoría cuántica de campos sugirieron que el vacío era algo físicamente más complicado, y la creación de pares llevó a la idea de que el vacío no podía ser la nada, ya que la física cuántica parecía compartir que estaba lleno de partículas virtuales que se creaban en pares partícula-antipartícula y se destruían continuamente.
La nada como corolario de todo lo expuesto sólo es una idealización de nuestras mentes limitadas, que no tienen la capacidad de explicarlo todo.
Será que en mi adolescencia fui un maestro de la nada, porque mi cuerpo y mi mente se asemejaban a una baraja todavía en etapa de mezclado, a una latencia y potencia no aplicadas.
La nada y el todo se confunden en esa gama de presencias y ausencias que llamamos vida.
La vida y la nada.









