Demasiados peros !

Observador de las costumbres lingüísticas, de la preponderancia de unas palabras sobre otras, dentro de mis limitaciones humanas y sesgos adquiridos, estoy notando con suma repetitividad un uso desmedido de las denominadas conjunciones adversativas.

En especial la reina de las conjunciones, quizás la más prolífica y adaptable de todas:  me refiero a “pero”.

La palabra “pero” es una palabra increíble cuando la primera parte del enunciado es negativa, sin embargo, cuando la primera parte de la oración es positiva, este “pero” se transforma en lo más desagradable de la vida. A raíz de este dilema surgen varias dudas sobre la utilización de esta palabra dentro de nuestras comunicaciones.

Del latín per (por) y hoc (tanto). Desplazó a “mas”, derivado del latín “magis”, que hasta el siglo XV era la conjunción adversativa por excelencia.

¿Qué es una conjunción adversativa?

Se usa para introducir una proposición que contradice o se contrapone a la anterior.

Sinónimo: más

Además, se usa en posición inicial con valor enfático o para indicar sorpresa.

Ejemplo: ¿pero, qué estás haciendo?

También se utiliza para contraponer una afirmación a una negación anterior.

Sinónimo: sino.

También puede considerarse un adverbio de negación

Es como decir, “pese a lo precedente”.

Sinónimos: empero, no obstante, sin embargo.

Usado como argumento en contrario.

Sinónimos: inconveniente, objeción, reparo.

Ejemplos donde se incluye el difundido “pero”:

  • no hay pero que valga: sin pretextos ni excusas.
  • poner peros: buscar defectos, poner reparos.
  • muy, pero muy: manera enfática de sobredimensionar un argumento.
  • pero eso sí: forma enfática de denotar que se acepta una propuesta bajo una condición (equivale a «con una condición«) o también puede denotar chantaje.

La aclaración resulta simple, el poder de esta palabra es capaz de echar abajo una oración completa, y no solo eso, sino a personas, en diferentes circunstancias. Esta palabra no tiene ningún tipo de modificación léxica, es invariable en su sentido morfológico y contundente a la hora de utilizarlo; tan solo posee cuatro letras, los cuales son capaces de destruir trabajos, amores, familias y demás.

Los ejemplos son variados: “eres lindo, pero no me dejan salir”, “gracias, pero me debo ir”, “eres un gran tipo, pero no podemos contratarte en estos momentos”.

De qué sirve aquella aclaratoria al comienzo de la oración, si se destruye toda la ilusión que se comienza a crear luego de la utilización de una palabra. El dilema de usar el “pero” de manera repetitiva es variado, puede radicar en que no podemos ser directos con las personas o en la necesidad de resaltar una cualidad para que lo siguiente no se tome a mal lo que se dice después. No dispongo de una respuesta concreta para esto ni mucho menos, ya que puede ser una causa multifactorial, por ejemplo, si nos referimos a los contextos culturales de cada región. Lo que sí puedo asegurar es que este término es parte del lenguaje, parte de nuestra literatura y de nuestras costumbres.

Detrás de todos los ejemplos que he dado podemos revisar en nuestro historial memorístico y trasladarnos hacia el pasado, para sentir un montón de “peros” calándonos los huesos como el frío en el invierno austral, presos de aquellos vientos sureños que nos dejan inmóviles. Es así esta conjunción, es traicionera desde las entrañas. No se puede confiar en un discurso tan bello cuando se utilizan palabras como esas.

En fin, la vida es así, funciona con oposiciones, vida y muerte, luz y lado oscuro. El hombre corre tras la perfección, sin embargo, es una ilusión, no existe, es un espejismo en todos los sentidos. Corremos tras aquella perfección porque nos mantiene en constante aprendizaje y, a mi parecer, el utilizar de forma positiva aquella palabra es aprender a recitar poesía: “no puedo hoy, pero de alguna forma de ayudaré”, “no te puedo recibir en mi casa, pero vamos a tomar un café”. Es utilizar lo contrario para dar una sorpresa. El “pero” solo da alegrías cuando este se utiliza en el momento oportuno, para salir de algo negativo que estamos afirmando, sólo en ese momento.

Es por esto, y aquello, que según mi punto de vista la proliferación masiva del “pero” resulta tan grave, porque, más que para alegrías, en nuestra sociedad la utilizamos para evadir responsabilidades, para no ser directos. Incluso esta conjunción la he empleado por mucho tiempo en mis primeros escritos. La ponía en práctica por el mismo miedo a no ser directo, al qué van a pensar, acostumbrado a suavizar toda responsabilidad descrita en papel. A la vez, a decir verdad, cuando se utiliza para momentos agradables, esta dicotomía comienza a gustarnos, a hacernos sentir cómodos en cualquier lugar y circunstancia. El lenguaje no discrimina por si mismo, por lo que este problema no es de carácter léxico, sino cultural, relacionado con las costumbres.

Demasiados peros suenan a hipocresía, mientras nos perdemos la oportunidad de ser transparentes y francos para comunicarnos plenamente con los otros.

Hay peros que usamos como excusas para nosotros mismos, escondiendo nuestros propios fantasmas y debilidades, en conversaciones internas con palabras que sólo escucha nuestro cerebro:

«Me di cuenta, pero no pude hacer nada».

«Pero que más da, me tomo otra copa, total he manejado muchas veces sin problemas».

«Pero si no hay controles, por qué te detienes en el semáforo».

«Fallé es cierto, pero la culpa la tuvo el contexto».

Demasiados peros nos acorralan, transformándonos en un cúmulo de justificaciones de la adversidad, en que tantas veces nos hemos metido.

Todo esto, mientras escribo me llama a la reflexión de alejarme de los “demasiados peros”.

Un “pero” por aquí, un “pero” por allá, derrumban nuestras posibilidades de hacer algo distinto para nosotros y los demás.

Demasiados peros no pueden ser un horizonte hacia donde mirar con confianza.

Espero que te haya gustado este ataque frontal contra los peros negativos.

Mientras trato de erradicar esa y otras palabras sinónimas que limitan mi accionar, te invito que si te parece hagas lo mismo.

Evadir los demasiados peros negativos debe ser quizás un objetivo por el cual abrazar instancias superadoras.

Corazón delator !

Un viento inusitado para la época acompañado de calor cuasi veraniego es una combinación extrema para determinadas estructuras vegetales, mientras que los animales sufren el golpe, acomodándose bajo la sombra, salvo aquellos de sangre fría, a los cuales esto no parece afectarles tanto.

Todo hace presumir que el verano será intenso, incrementalmente caluroso como marca la tendencia del calentamiento.

El calor extremo provoca que, caminando bajo el sol, la deshidratación se acelere y con ello que nuestro corazón debe latir cada vez más rápido. La explicación es muy natural: con menos volumen y un mayor contenido de sodio, la sangre es más espesa y no fluye con la misma fluidez que cuando se bebe mucha agua. Para mantener la circulación sanguínea, la frecuencia cardíaca aumenta. La presencia de nuestro corazón se vuelve más evidente en nuestro organismo. Sólo hay que tomarse el tiempo de escuchar su presencia vital.

La vinculación con nuestro motor principal, aquel que lleva combustible a nuestro cuerpo, me sirve de entrada para referirme la historia del “corazón delator”.

Muchos de nuestra generación y de las siguientes, se percataron de la existencia de este concepto, bien descripto en la letra de la canción de Soda Estéreo, maravillosamente entonado por el ya desaparecido Gustavo Cerati.

La poesía de la canción dice:

“Un señuelo

Hay algo oculto en cada sensación

Ella parece sospechar

Parece descubrir, en mí, debilidad

Los vestigios de una hoguera

Oh, mi corazón se vuelve delator

Traicionándome

Por descuido

Fui víctima de todo alguna vez

Ella lo puede percibir

Ya nada puede impedir, en mí, fragilidad

Es el curso de las cosas

Oh, mi corazón se vuelve delator

Se abren mis esposas

Un suave látigo, una premonición

Dibujan llagas en las manos

Un dulce pálpito, la clave íntima

Se van cayendo de mis labios

Un señuelo

Hay algo oculto en cada sensación

Ella parece sospechar

Parece percibir, en mí, que aquel amor

Es como un océano de fuego

Oh, mi corazón se vuelve delator

La fiebre volverá de nuevo

Un suave látigo, una premonición

Dibujan llagas en las manos

Un dulce pálpito, la clave íntima

Se van cayendo de mis labios

Como un mantra, de mis labios

De mis labios.”

Con esta canción, muchas personas de nuestra generación tendieron puentes de amor, y aún hoy esta canción sigue siendo un ícono de la prolífica carrera del desaparecido cantante y compositor.

Sin embargo, la historia original “del corazón delator”, se remonta a mucho tiempo atrás. En las palabras del autor, “la historia parte de un cuento de Allan Poe, donde un corazón delata a una persona que mató a otra. En este caso la escribí pensando en que mi corazón me delata cuando veo a la persona que amo”.

Este cuento del famoso escritor Edgar Allan Poe, fue publicado por primera vez en Estados Unidos en el año 1843 y republicado en el Broadway Journal en agosto de 1845.

La historia presenta a un narrador anónimo obsesionado con el ojo enfermo (que llama «ojo de buitre») de un anciano con el cual convive. Finalmente decide asesinarlo. El crimen es planeado cuidadosamente y, tras ser perpetrado, el cadáver es despedazado y escondido bajo las tablas del suelo de la casa. La policía acude a la misma y el asesino acaba delatándose a sí mismo, imaginando alucinadamente que el corazón del viejo se ha puesto a latir bajo la tarima.

El cuento es relatado por un narrador que insiste desde el primer momento en que es una persona normal, aunque sus sentidos son muy agudos. El anciano con el que él suele vivir tiene un ojo nublado y azulado, como si fuera un «ojo de buitre». Esto causa una gran ansiedad al narrador, que llega al punto de querer matarlo. El hombre está varios días detrás de la puerta del anciano espiándolo mientras duerme, y en el octavo día el viejo se despierta por un ruido de la puerta. Luego de una hora de tensión en la oscuridad, el hombre entra al cuarto y mata al anciano, aunque no se especifica el cómo.

Después descuartiza el cadáver, esconde los restos bajo la tarima del suelo y deja la sangre en un cubo para que no encuentren pruebas de que él lo mató. La policía acude a inspeccionar la casa porque uno de los vecinos dice que ha escuchado un grito. El asesino los invita, tranquilo, con la coartada de que el grito era de él por una pesadilla y que el anciano estaba de vacaciones. Les enseña la casa y los conduce al cuarto donde está el cadáver desmembrado bajo el piso. Pronto empieza a imaginar un ruido que va creciendo. Al pensar horrorizado que es el corazón del viejo, que lo está delatando, se derrumba y, pidiendo a voces a los policías que levanten las tablas del suelo, confiesa el crimen.

La parte final del relato es realmente magistral:

“Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero hablé con más fluidez y en voz más alta. Sin embargo, el ruido aumentaba. ¿Qué hacer? Era un sonido bajo, sordo, rápido… como el sonido de un reloj de pulsera envuelto en algodón. Yo trataba de recobrar el aliento… pero los oficiales no oían nada. Hablé más rápido, con vehemencia, pero el ruido seguía aumentando. Me puse de pie y empecé a discutir sobre cosas insignificantes en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Caminé de un lado a otro con pasos fuertes, como furioso por las observaciones de aquellos hombres; pero el sonido seguía creciendo. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia… maldije… juré. Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del suelo, pero el ruido aumentaba cada vez más. Crecía y crecía y era cada vez más fuerte. Y sin embargo los hombres seguían conversando tranquilamente y sonreían. ¿Era posible que no oyeran? ¡Dios Todopoderoso! ¡No, no! ¡Claro que oían! ¡Y que sospechaban! ¡Sabían! ¡Y se estaban burlando de mi horror! Así lo pensé entonces y así lo pienso ahora. Pero cualquier cosa era preferible a esta agonía. Cualquier cosa era más soportable que este espanto. ¡Ya no aguantaba más sus hipócritas sonrisas! Sentía que debía gritar o morir. Y entonces, otra vez, escuchen… ¡más fuerte…, más fuerte…, más fuerte!

¡No finjan más, malvados! -grité- ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esas tablas!… ¡Aquí…, aquí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!

Una manera de entender lo que quiso significar el autor de este relato de narrativa gótica es que el título «El Corazón Delator» refleja la abrumadora culpa del narrador. El corazón representa su propia conciencia, que finalmente lo traiciona latiendo cada vez más fuerte en su mente hasta que confiesa el crimen que cometió.

Un corazón que delata amor o que muestra el interior sobresaltado de nuestra propia conciencia.

Un corazón delator…..

Celebrar desde la humildad !

El término humildad deriva del latín “hŭmĭlĭtas” y hace referencia a la tierra (humus) a su proximidad tanto en un sentido físico como metafórico.

Se aplica a la persona que tiene la capacidad de restarle importancia a sus propios logros y virtudes, y de reconocer sus defectos y errores.

Miguel de Cervantes dice en “Coloquio de los perros” que:

“La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea”.

Opina así el “príncipe de los ingenios” que la modestia y la discreción mejoran las demás virtudes y enriquece la personalidad.

Desde el punto de vista virtuoso, consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos. Del mismo modo, la humildad es opuesta a la soberbia. Una persona humilde no es pretenciosa, muy interesada, tampoco egoísta como lo es una persona soberbia, quien se siente autosuficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia.

¿Es necesario celebrar? sin dudas que sí.

Hacer un alto para disfrutar toda vez que hemos alcanzado un hito que nos fijamos como objetivo, es sumamente beneficioso para nuestra salud emocional.

Normalmente, nuestros logros rara vez son en soledad, ya que en el camino hemos estado acompañados de otras personas, con las cuales hemos compartido el mismo deseo de llegar a la meta, habiendo sorteado dificultades, tiempos difíciles, recalculando varias veces la trayectoria, acertando y equivocando.

En mi vida profesional he vivido numerosas instancias de “hitos alcanzados”, proyectos industriales de los que fui parte, desde mis inicios como ingeniero.

“Hacer que las cosas sucedan” es un desafío en sí mismo, un propósito de vida que nos impulsa a ir más allá de nuestros límites.

Una vez más en mi vida, he sido parte de la concepción, desarrollo y culminación de un proyecto, que en sentido figurado es como “un sueño alcanzado”, un cúmulo de mucho trabajo, y energías positivas, puestas en sintonía para ir para un mismo lado.

Acompañado de otros líderes, proveedores, futuros clientes y la visión empresaria de personas que apuestan fuertemente para que nada falte y todo fluya, poniendo minuto a minuto lo que hay que poner, finalmente el sueño se hizo realidad y el proyecto vio la luz, marcando una fecha que será imborrable para muchas personas.

Agradecer y mostrar gratitud es lo primero. Eso no debe faltar. Agradecer a las familias que nos acompañaron en todo momento. Agradecer a los que confiaron en el equipo de trabajo, sobre todo a los accionistas y directores.

En el mismo momento que agradecemos, debemos reconocernos como parte y actores de un cambio trascendental: “conseguir lo que nos propusimos”.

Celebrar con una sonrisa, un brindis simbólico, una palmada en el hombro del compañero y un reconocimiento interno y especial, de haber tratado de superar siempre nuestros miedos, dudas y vacilaciones.

Un camino de varios meses, inmerso al principio en la incertidumbre, para ver de a poquito las certezas, hasta llegar a un lugar común y anhelado, sabiendo que es el inicio de un nuevo trayecto, ahora hacia la estabilización y la eficiencia de un modelo de empresa, que requiere de competitividad, compromiso y por sobre todo humildad de trabajo.

Decir que aún no hemos logrado nada, es ver el vaso vacío, decir que lo hemos logrado todo, es ver el vaso lleno.

La diferencia en toda instancia a la cual se llega después de mucho sacrificio personal y social, la hace una gran virtud, madre de todas las virtudes:

“Humildad”.

Mantenernos humildes, confiados, comunicados y con plena conciencia que todos los días tenemos que seguir proponiendo metas, que nos permiten seguir construyendo y mejorando.

La posibilidad de seguir creciendo y consolidando nuestro quehacer, viene de la mano de la red de relaciones que sepamos construir, de la impronta por innovar y de la creación de equipos de trabajo sólidos, entrenados y con ganas de comerse la cancha.

Celebrar conservando la humildad, nuestra comunión con la simpleza y la genuinidad, es nuestra salvaguarda y base de sustentación.

En esta semana especialmente linda, conmovedora y vivificante, brindo y agradezco por ser parte de otro proyecto que nació.

¡Muchas gracias a todos, los que hicieron posible que este barco zarpe al mar!

Dichos argentinos !

Nuestro suelo, originalmente aborigen, luego hispanoamericano, más tarde inmigratorio de vastas comunidades europeas, es, como se suele decir, un crisol de razas, culturas y complejidades, que aún no alcanza a definirse por completo, en una identidad única y representativa.

Más allá de eso, la mezcla continua, constante y prodigiosa de todas las maneras de hacer las cosas de los distintos continentes culturales, ha ido construyendo un mosaico de refranes y dichos, que pueden ser catalogados como propios de nuestra argentinidad, o derivados modificados de las sentencias o máximas provenientes de otros países.

Estas “verdades argentinas”, expresan los rasgos y paradigmas de nuestra personalidad como sociedad, ofreciendo exquisitas simplificaciones que explican comportamientos que suelen ser más complejos.

Los refranes son dichos populares, su finalidad es transmitir una enseñanza o mensaje y se caracterizan por estar estructurados en versos y rima, promueven la reflexión, son frecuentes en el habla cotidiana y se utilizan para expresar una creencia u opinión popular por medio de un enunciado breve y creativo.

Basta con saber apreciar el ingenio de la sabiduría popular, para caer en la cuenta que encierran verdades simples y muchas veces premonitorias.

Refranes y dichos casi puramente argentinos

1. “Pan con pan: comida de zonzos.” Se refiere al afán de las personas por comer o hacer la misma cosa. Es una crítica a la zona de confort.

2. “A cada chancho le llega su San Martín.” Tarde o temprano se deben rendir cuenta de los actos.

3. “La casa con buen cimiento no teme a ningún viento.” Habla sobre que, si una persona tiene la conciencia limpia, no tiene nada que temer.

4. “A amor y fortuna, resistencia ninguna.” Las relaciones necesitan tanto de amor como de estabilidad económica.

5. “Hasta lo feo hermosea el deseo.” Este explica que las personas con necesidad de amor caen en cualquier abrazo.

6. “A la corta o a la larga no hay matrero que no caiga.” Un refrán que habla como la justicia se encarga de los ladrones.

7. “A borracho o mujeriego no des a guardar dinero.” Nos recomienda tener cuidado con personas poco confiables.

8. “A este le dicen Zapata, si no la gana la empata.” Una frase para referirse a aquellos que no admiten una pérdida.

9. “Al arbolito, hay que enderezarlo desde chiquito.” Muestra la importancia de una buena crianza en la infancia.

10. “A asno lerdo, arriero loco.” Las personas perezosas no son dignas de cualquier trabajo.

11. “Donde se come no se c…” Nunca hables mal de aquellos que te dan la mano.

12. “A los ponchazos.” Se utiliza al hablar de la gente que actúa de manera apurada, no pensada. Algo hecho “así nomás”.

13. “Quien tiene tienda, que la atienda (y si no que la venda)” Hay que cuidar lo que se tiene, sino se puede perder. También se toma como una advertencia para quienes descuidan su relación de pareja.

14. “A las palabras se las lleva el viento.” Las cosas deben quedar por escrito, para que así se tenga constancia de ellas.

15. “Cada cual habla de la feria según le va en ella.” Las personas cuentan las cosas según su conveniencia.

16. “A bebedor fino, tras la leche, vino.” Incluso las personas refinadas pueden disfrutar de las cosas sencillas.

17. “No hay dos sin tres.” No existe acción que no tenga una consecuencia.

18. “Cocodrilo que duerme es cartera.” Una advertencia sobre dejar pasar las oportunidades.

19. “A los locos hay que darles siempre la razón.” No hay que malgastar tiempo discutiendo con personas irracionales.

21. “Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen.” Referencia a que no se pueden ocultar las verdades.

22. “¿A vos quién te dio vela en este entierro?” Se les dice a las personas que se meten en problemas ajenos.

23. “Cuando el gato no está, los ratones bailan.” Un dicho sobre los jóvenes que se rebelan en ausencia de los padres. O bien, a los empleados que hacen cualquier cosa cuando el jefe no está.

24. “A Dios rogando y con el mazo dando.” Una forma de expresarse sobre el trabajo duro para conseguir una meta.

25. “Dios castiga sin rebenque ni chicote.” Todos pasan por problemas e inconvenientes en la vida, no importa de qué clase social sean.

Algunos de los refranes han sido incluso generados por actividades muy de argentinos.

“Tirar manteca al techo”

Se trata de una frase que surgió a mediados del siglo XX, cuando los argentinos acaudalados viajaban a Europa de vacaciones por varios meses. Fue en esa época cuando el argentino Martín Máximo Alzaga Unzué y sus amigos jugaban a «embocar manteca» en el techo de los bares de París.

Los jóvenes de la alta sociedad argentina adoptaron esta costumbre en nuestro país hasta que la volvieron popular en los bares y restaurantes de Buenos Aires. Sin embargo, era un juego que sólo practicaban «los niños bien», porque eran quienes podían pagar la cuenta, por lo que la frase se comenzó a utilizar para referirse a las personas que poseen mucho dinero y les sobra tanto como para derrochar comida.

“No dar bola”

Otra de las frases desmenuzadas es «no dar bola». Tal como nos reseña la historia, en una mesa de billar la parte más valorada siempre fue el paño, es decir, la tela que cubre su parte superior. A principios del siglo XX no se les «daba bola», en otras palabras, no se les permitía jugar, a quienes no sabían hacerlo, generalmente jóvenes sin experiencia que por primera vez se acercaban a los cafés que tenían mesas de billar.

“No quiere más Lola”.

A principios del siglo XX, existía una famosa galletita fabricada por una reconocida empresa, que se llamaba Lola, un producto, considerado saludable por los médicos debido a sus ingredientes de alta calidad y la falta de agregados artificiales, por lo que era recomendado a pacientes y formaba parte de la dieta de enfermos en los hospitales.

Cuando alguien agonizaba, se utilizaba la expresión «No quiere más Lola» para insinuar que estaba entregado o que ya no tenía esperanzas de vida. Hoy se usa para referirse a una persona que abandona un objetivo por cansancio, por agobio o simplemente porque cree que no puede alcanzarlo.

Históricas, familiares, altisonantes, disonantes, en forma de consejo, de advertencia o de sentencia, todas estas frases conviven con nosotros, cada vez menos, por el reemplazo natural que la tecnología está introduciendo, pero cada tanto se rebelan y salen de su destierro, para mostrarnos cuan sencillo y previsibles son nuestros comportamientos humanos.

Como diría Cervantes en su afamado Quijote:

Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: “Donde una puerta se cierra, otra se abre.”

Hacia un mundo distópico !

Me considero un ferviente admirador de la ciencia ficción. Lo que genera este arte maximizando el pensamiento fuera de la caja, es ciertamente revolucionario, impensable y por momentos aterrador. Las premoniciones y el futurismo pensado y escrito, por ejemplo, por Julio Verne en el siglo pasado, hoy son en gran parte realidad. Lo otrora impensado y quizás tildado de irracional, imposible e impracticable, se nos vino encima, dejando a nuestra menguada capacidad mental expuesta en todas sus limitaciones. Resulta claro que nuestros mapas mentales adquieren cada vez más obsolescencia. Somos deficientemente humanos para absorber la tecnología y todas sus consecuencias buenas y malas.

Aquellos escritores imaginativos de ciencia ficción fueron y son los únicos que avizoraron de antemano, los cambios que después nos atropellaron, para dejarnos tirados en la banquina de la digitalización, la automatización, la inteligencia artificial y la robótica.

Además de sentir un gusto especial por la «ciencia modo ficción», también poseo una inclinación particular por entretenerme y aprender de series y películas anglosajonas (inglesas en particular). Según mi humilde opinión, equilibran el sentido humano del cine europeo, con el estrépito de luces y efectos del cine americano, conservando el glamur de los lores británicos.

En ese grupo de series inglesas, últimamente y en la medida que dispongo de algo de tiempo, estoy disfrutando de una saga de historias casi no entrelazadas, que se llama en castellano “espejos negros”. Me la recomendaros varias personas, sin conexión entre ellas, especialmente porque «te rompe la cabeza”.  Básicamente son relatos de ciencia ficción, que vinculan fundamentalmente a la especie humana con los avances de la IA, la tecnología, lo sobrenatural y lo esotérico, de un modo futurista y decididamente distópico, en entorno donde la ética dispara tantas preguntas sin respuesta, que el modelo asusta.

Son guiones que no tienen un final feliz, a veces ni siquiera un epílogo concreto, pero nos ponen en situación respecto de los pequeños que somos ante el avance de la tecnología, las comunicaciones, los juegos online, y todo aquello derivado de la digitalización. Medicina futurista, control emocional, social e individual, vivir más allá de la muerte, se combinan con la debilidad manifiesta de nuestra especie, la cual se encuentra navegando en aguas para nada convencionales, sin haber elegido ese camino.

La saga nos sumerge en el concepto de “mundo distópico”, siendo la distopía una idea sobre la cual quiero detenerme.

Una distopía o anti-utopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. El término, procedente del griego, fue creado por John Stuart Mill a finales del siglo XIX como antónimo directo de utopía, término que a su vez fue acuñado por santo Tomás Moro y figura como el título de su obra más conocida, publicada en 1516, donde describe un modelo para una sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.

Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, posguerras de conflictos de grandes dimensiones (como una guerra nuclear), los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive catastrófico en la sociedad. Las sociedades distópicas aparecen en muchas obras de ficción y representaciones artísticas, particularmente en historias ambientadas en el futuro. Algunos de los ejemplos más famosos son “1984” de George Orwell, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley y “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury. Las sociedades distópicas aparecen en muchos subgéneros de ficción y a menudo se utilizan para llamar la atención sobre la sociedad, el medio ambiente, la política y la economía, religión, psicología, ética, ciencia o tecnología. Algunos autores usan el término para referirse a sociedades existentes, muchas de las cuales son o han sido estados totalitarios o sociedades en un estado avanzado de colapso.

El término «utopía» fue acuñado por Tomás Moro para describir una sociedad ideal, y por lo tanto inexistente: el término se origina en griego: οὐ («no») y τόπος («lugar»), que significa literalmente «no-lugar» o, como glosó Quevedo; «no hay tal lugar». Un concepto también relacionado es el de “eutopía”, del griego ευ- (eu) «prefijo que indica algo bueno o favorable» y τόπος, significando “buen lugar”, un lugar imaginario, no existente, donde habita una sociedad idealizada.

“Distopía o cacotopía” son términos antónimos de “eutopía”, significando una “utopía negativa”, donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal, representando una sociedad hipotética indeseable.

Para retratar los males de una sociedad ficticia, las distopías se caracterizan por:

Poseer una naturaleza real: ya que tienen un fundamento real para reflejar su trama;

Poseer una naturaleza irreal: utópica para describir estados sociales o políticos ilusorios e imaginados.

La mayor parte de las distopías describen sociedades que son consecuencia de tendencias sociales actuales y que llevan a situaciones totalmente indeseables.[1]​ Surgen como obras de advertencia, o como sátiras, que muestran las tendencias actuales extrapoladas en finales apocalípticos.

Otras distopías son presentadas como utopías en su visión superficial, pero a medida que los personajes se adentran en la misma descubren que el aparente mundo utópico mantiene ocultas características propias de las distopías que resultan indispensables para su funcionamiento. Estas distopías suelen estar pensadas para advertir sobre los riesgos de la manipulación mediática o política.

El concepto de distopía aplicado a la ciencia o la tecnología, o a la ciencia ficción, comienza en el siglo pasado, hasta el presente, entregando obras maravillosas como, por ejemplo:

“Un mundo feliz” de Aldous Huxley, publicado en 1932, describe un mundo de castas en función de la genética y trata el tema de la eugenesia en profundidad. Así trata temas como la manipulación de embriones para crear una sociedad conformista.

“La pianola” de Kurt Vonnegut, publicada en 1952, relata la automatización de la sociedad, donde los ingenieros han sido elevados al nivel más alto de la misma, y los hombres han quedado rezagados por las máquinas.

“Steins;Gate de 5pb”, basado en un videojuego que narra la historia de un grupo de amigos que logran crear una máquina capaz de enviar mensajes al pasado, los cuales terminan siendo perseguidos por una organización (SERN basados en CERN) que pretende apoderarse de la Máquina del tiempo. No pasa mucho tiempo antes de que se enteren de que el futuro está regido por SERN, que gobierna una distopía en la que los humanos son esclavizados.

Y la más reciente, con la cual inicié este blog de hoy “espejos negros” en donde se advierte sobre los efectos indeseados que la tecnología puede generar en la vida humana en un futuro cercano tomando como base la forma en que los usuarios interactúan con los dispositivos tecnológicos actuales. El género distópico se ve reflejado claramente en cada uno de sus capítulos, que no guardan relación de continuidad entre sí, como ya dijimos.

La tecnología nos lleva inexorablemente hacia un mundo distópico, donde no tendremos el timón de mando, ni acceso a la escotilla de salida.

Las cuestiones éticas e incluso estéticas asociadas a nuestra naturaleza se desvanecen al son de los bits, mientras nuestra población envejece con menos niños naciendo y más robots proliferando.

¿Estamos en un camino sin retorno hacia un mundo distópico?

No falta mucho para que nuestras conciencias adormecidas y digitalizadas despierten siendo a lo mejor demasiado tarde.

O quizás surja una rebelión impensada no contra una forma política de gobierno, sino contra lo que algunos llaman “la dictadura de los bits”.

El tiempo quizás lo diga o quizás no…..

Vaya uno a saber.

Vivir con androides !

El sol calienta cada día un poquito más, a medida que nos vamos aproximando al fin de la estación invernal. El lapso de presencia de luz solar se va prolongando a medida que se aproxima el inicio de la primavera. Las lluvias tempraneras que se hicieron presentes favorecen la energía de la naturaleza, cuya savia fluye vigorosa por troncos y tallos, dando como regalo brotes verdes, algunas floraciones incipientes, y un verde que presagia buenos augurios.

Los recuerdos me llevan a las lecturas de mi niñez, en especial a ese libro del cual no recuerdo el nombre, cuyos protagonistas eran una familia de robots, compuesta por padre, madre, hijo e hija, que habitaban un planeta desconocido. En la trama, esta familia es mostrada como un ejemplo de familia humanoide perfecta, compartiendo una vida plena de valores, con lugar para el trabajo, el estudio, el ocio y las preocupaciones espirituales estelares.

Mi juicio de valor sobre esta familia es que parecía irreal, ya que no había lugar para enojos, alegrías y tantas otras emociones humanas. Me sonaba a un amor artificial, libre de máculas y de las preocupaciones cotidianas. Comparaba el diálogo de estos padres robots, con la habitualidad de charlas de mis progenitores y la ecuación no me cerraba. Valoraba la imaginación de un escritor de ciencia ficción del siglo pasado, para dotar a esta historia de un sinfín de inventos tecnológicos modernos, que a la postre se fueron o se irán dando. En especial destaco la posibilidad que tenía esta familia para olvidarse de los quehaceres domésticos, ya que los mismos eran ejecutados por máquinas u otros robots al servicio. La familia disfrutaba de largos períodos de ocio, producto de que sus ocupaciones diarias no eran su responsabilidad.

Yo veía a mi mamá Ana tan responsable, hacendosa y comprometida con la casa, mientras que papá Ramón, trabajaba muchas horas, entre su trabajo en la compañía de seguros, y en el estudio contable, mientras que los papás robots tenían tareas muy limitadas, lo que les permitía pasar mucho tiempo con sus hijos y en el disfrute conjunto de actividades lúdicas, musicales y de lectura compartida. Por eso lado, les tenía una sana envidia, ya que nosotros solo estábamos juntos a la hora de la cena y durante los fines de semana.

No recuerdo muy bien el final de la historia de la familia robótica, no me quedó grabada esa parte porque la verdad pienso que no me interesaba tanto. Además, pensaba que gran parte de lo que se postulaba en esa narración de ciencia ficción, era muy difícil que se diera en un futuro cercano. Está claro que mis capacidades de predecir el futuro o la clarividencia no son mi fuerte, ya que la exponenciación del mundo tecnológica, la inteligencia artificial, y otros avances, están promoviendo la creación de robots para múltiples aplicaciones, y pro si fuera poco la última novedad en la materia, es la presentación en el mercado de una esposa robot.

Hasta hace pocos años, en Brasil comenzó a tomar fuerza una práctica inusual en la que personas trataban muñecos hiperrealistas como si fueran hijos reales. Ese fenómeno, conocido como bebés Reborn, evolucionó hacia una nueva tendencia aún más extrema en la que algunos hombres reemplazan a sus parejas por androides femeninas. Así surgió el fenómeno de las esposas Reborn.

No son simples muñecas. Son androides femeninos con apariencia realista, voz generada por inteligencia artificial y capacidad para mantener conversaciones personalizadas.

En países como China, la demanda de estas figuras se ha disparado. Brasil, de forma sorpresiva, se ubica también entre los mayores mercados de consumo.

En redes sociales y foros especializados, numerosos hombres aseguran haber encontrado en estas compañeras robóticas una alternativa “más sencilla” frente a las relaciones humanas.

El argumento es repetido con frecuencia. A diferencia de una esposa real, dicen, la esposa androide no discute, no reclama, no se agota y está siempre disponible. No exige tiempo ni atención emocional. Basta con activarla.

Esta idea de una compañía sin conflicto ni exigencias ha captado a un sector de la población dispuesto a reemplazar el vínculo afectivo por una experiencia programada.

Uno de los casos más representativos es Aria, desarrollada por la empresa californiana Realbotix. El androide mide 1,70 metros, reconoce rostros, recuerda datos de conversaciones anteriores y adapta sus respuestas según el interlocutor.

Su rostro se puede cambiar en segundos gracias a imanes y su cuerpo está diseñado para desmontarse por partes. A diferencia de las muñecas sexuales que marcaron el origen de la compañía, Aria no incluye genitales ni fue concebida con fines eróticos. Sus creadores la definen como una compañera emocional.

El precio refleja el nivel de sofisticación. El modelo completo cuesta cerca de 175.000 dólares. Hay versiones más económicas, como un busto parlante por 12.000 dólares o una edición transportable por 150.000. Aun con ese valor, las cifras de ventas siguen creciendo. Y con ellas, las dudas éticas.

En Brasil, los casos vinculados al fenómeno Reborn ya han generado conflictos legales y sanitarios. Una mujer exigió atención médica simbólica para su muñeco en un hospital público. Otra pidió iniciar un juicio de custodia sobre una muñeca tras separarse de su pareja. Incluso se han reportado disputas por el control de perfiles de redes sociales vinculados a estos objetos, algunos de ellos monetizados mediante publicidad.

Las autoridades han comenzado a responder. En ciudades como Curitiba, se han emitido advertencias para evitar que personas con muñecos Reborn ocupen asientos preferenciales en el transporte público. También avanzan proyectos de ley que buscan impedir el uso de servicios públicos (especialmente de salud) en simulaciones con estos muñecos.

La aparición de las esposas Reborn desplaza aún más los límites entre lo simbólico y lo real. Ya no se trata solo de representación emocional. Se trata de ocupar el lugar del otro, de simular el vínculo humano hasta hacerlo indistinguible. En este escenario, surgen nuevas preguntas sobre el tipo de compañía que ofrecen estos dispositivos.

Una figura robótica puede simular atención, conversación y presencia. Pero lo hace desde una estructura programada, sin espontaneidad, sin riesgo emocional, sin reciprocidad. A largo plazo, esta dinámica puede debilitar las habilidades sociales más que fortalecerlas. Interactuar con una entidad que solo responde lo que uno desea oír puede reforzar el aislamiento en lugar de combatirlo.

La expansión de este fenómeno no solo plantea retos técnicos o legales. Expone una transformación profunda en la manera de relacionarse.

Las esposas Reborn no son un capricho tecnológico, sino el síntoma de una época donde la interacción humana empieza a ser reemplazada por vínculos diseñados a medida. La pregunta que permanece es hasta qué punto se está dispuesto a aceptar esa sustitución como norma.

El avance de la tecnología parece favorecer la comunicación, pero al mismo tiempo produce tendencia a la aislación y las relaciones distantes, propiciando interacciones con androides y humanoides, como una nueva manera de vivir que encuentra sus adeptos.

La familia robótica del libro de ciencia ficción que leí durante mi niñez, está a un chasquido de dedos para que aparezca y fructifique.

Mis escasas dotes de anticipar el futuro no lo registraron. Pensaba que la persona que escribió ese argumento se vinculaba con una excesiva tendencia a la imaginación extrema, pero la realidad hoy me demuestra lo contrario.

A veces solo hay que ver para creer, y otras tantas crear y después ver.

El poder de nuestras acciones !

Somos accionistas, aunque sin saberlo ni tenerlo suficientemente claro. Una vez que tomamos conciencia de ello es que podemos hacer muchas cosas, sobre las cuales teníamos el potencial de hacer, pero estaban ahí dormidas a la espera de nuestras decisiones, compromisos y coherencias.

Lo que hacemos no solo determina cómo nos va a ir en la vida, sino que tienen un impacto trascendental. Sabemos quién es Charles Darwin porque un día viajó a las Islas Galápagos, hizo varias observaciones y escribió la teoría de la evolución. Si nos damos cuenta todo lo que acabamos de leer está compuesto por verbos: viajar, observar, escribir.

“La mayoría de los seres humanos no entendemos el impacto trascendental de nuestras acciones”. 

¿Cómo es que nos ponemos en acciones?

Primero, hay que entender que el cerebro es la computadora de todo el sistema nervioso. El sistema nervioso es el cableado que une a todo el cuerpo con nuestro cerebro, la piel, los órganos, los músculos, lleva información al cerebro y después transmite las órdenes a todos los órganos y partes del cuerpo. Por eso las neurociencias nos regalan la primera conclusión importante: lo que pase en el cerebro afecta a todo nuestro cuerpo.

Hay cinco componentes esenciales en la toma de decisiones:

1. Las sensaciones

Estas se refieren a todo lo que entra en contacto con nosotros a través de los sentidos: tacto, gusto, olfato, vista y oído. Esta información es producida por el ambiente y, por lo tanto, no es controlable por nosotros.

2. La percepción

Esta actúa como un reflector diseñado para enfocar partes específicas de un escenario. En este momento, puede que nuestros pies estén en contacto con el calzado o con el piso, y no lo hubiéramos notado hasta esta mención. Así, nosotros podemos decidir de forma deliberada a que le “presto atención”. Esto quiere decir que podemos controlar mi percepción.

3. Sentimientos

La mejor forma de describir los sentimientos es: juicio de valor. Son la carga emocional que le ponemos a estas sensaciones que percibimos. Esto está moldeado por nuestra cultura, educación e historia. Por ejemplo, en Latinoamérica es normal que alguien conteste una llamada en un bus, mientras que en Japón es considerada una falta grave de respeto. Por lo tanto, la carga emocional que le demos a algo está moldeada por nuestro sistema de creencias.

4. Pensamiento

Es el momento en que mezclamos lo que percibimos, sentimos, es decir el presente, junto con lo que hemos experimentado en el pasado y decidimos el curso de acción para el futuro. Es la parte de este sistema en donde se procesan los datos y se toman decisiones; estos son nuestros pensamientos deliberados.

También existen los pensamientos reflexivos, los cuales no controlamos. Son como ventanas emergentes que aparecen cuando estamos navegando en Internet; el cerebro está produciendo estas ventanas todo el tiempo. Aquí está bueno que reflexionemos ¿De dónde salen estos pensamientos emergentes?

Claramente ambos tipos provienen de la materia prima con la que alimentamos nuestro cerebro. Pero en el segundo caso no somos conscientes de que nos han impactado. Tienen un recorrido subliminal que nos resulta difícil controlar. Por ello es que debemos reducir nuestra exposición a este tipo de ingresos no autorizados, minimizando nuestra exposición en redes y demás circuitos que no controlamos de ninguna manera.

5. Comportamiento/acciones

Recojo las sensaciones, les prestó atención a través de la percepción, le doy una carga de emocional con los sentimientos, pienso y luego, actuó. Esta es la parte más importante de todo el sistema.

Así, nuestras acciones, lo que hacemos, son lo que van a determinar lo que dejes como herencia sobre la tierra. Casi podríamos decir: “Somos lo que hacemos”. Y esto no solo define quién eres hoy, sino cómo vamos a ser recordados para la posteridad, teniendo presente que cada tanto podemos ser inmortales en el recuerdo de los demás.

Del mismo modo que con Darwin, hoy conocemos a Beethoven gracias a sus canciones preciosas que han trascendido en el tiempo y sabemos quién fue Newton porque descubrió la ley de la gravedad. Fueron sus acciones las que determinaron su trascendencia, desde perseguir un propósito a través de las acciones.

Como ya dijimos, nuestros pensamientos, sentimientos y percepción están ahí con un solo objetivo; decidir si actuamos o no al respecto. De esta forma construimos nuestro comportamiento.

No se trata de un hecho menor, sino de un hito superlativo: a través de los pensamientos procesamos el pasado, el presente y el futuro y esto nos permite desarrollar comportamientos que no solo son beneficiosos en el presente, sino que también en nuestro futuro.

Poseemos naturalmente dos tipos de acciones: las automáticas y las deliberadas. Por ejemplo, una vez que aprendemos a caminar ya no pensamos cómo hacerlo, sino que se convierte en un movimiento casi automático. Así, tal vez estás en una excursión en donde debes reflexionar y tomar patrones de caminata, incluso puede que tengas que saltar para sortear obstáculos.

Ahora, vamos a un ejemplo más complejo ¿cómo logramos controlar nuestras acciones cuando alguien ha sido grosero con nosotros? Seguramente, vamos a sentir algo de agitación y estrés, pero la parte que maneja tu cerebro, es decir, la frontal, está segregando sustancias que permiten suprimir estos impulsos.

La zona frontal del cerebro se va desarrollando con el tiempo, podríamos llamarlo MADUREZ, aquella que se va a alcanzando en su plenitud alrededor de los 22 a 25 años. Por eso a un niño le cuesta trabajo controlar sus movimientos e impulsos, ven algo apetitoso al llegar a una casa ajena y es muy probable que lo tomen para comérselo.

Teniendo en cuenta lo anterior, la impulsividad es una señal de que las persona no han desarrollado lo suficiente la parte frontal de su cerebro.

Si repasamos lo referido hasta el momento, primero, recibimos los estímulos; luego, los percibimos; nos sentimos de cierta manera acerca de ellos y, por último, llega nuestra decisión, nuestro comportamiento.

Finalmente, todo el sistema tiene por objetivo último la acción. También se trata de conectar con el mundo exterior y con nuestro mundo interior, para luego llevar una respuesta nuevamente al exterior. Esto es la base de nuestra existencia, y es muy importante conocerlo y gestionarlo.

El sistema de toma de acciones también funciona al revés

Como vimos las acciones son controlables y son la parte más importante del sistema. Pues bien, como leíste en el título, el sistema también funciona al revés, y de hecho lo hace todo el tiempo, sin que lo notemos. Tomamos acciones que pueden modificar nuestros pensamientos, sentimientos y cambiar la forma en que percibimos el mundo.

En ese orden de ideas, los hábitos se definen como un cúmulo de acciones constantes y repetitivas. En pocas palabras, los hábitos son acciones que se repiten el suficiente número de veces para convertirse en un patrón.

Incluso, es posible transformar la frase del principio: somos lo que hacemos, por una más precisa: Nuestros hábitos definen quienes somos. Esto debido a que los hábitos son las acciones más influyentes en nuestras vidas

Por ejemplo, nos somos deportistas solo por decirlo, lo somos porque entrenamos mínima tres veces por semana. No somos generosos solo por afirmarlo, sino porque cada domingo damos dinero a la caridad o destinamos un tiempo concreto a la semana para ayudar a alguien que lo necesita. Es decir que las acciones repetitivas, que son los hábitos, son los que van construyendo nuestra identidad.

Si logramos cambiar nuestros hábitos, logramos cambiar o moldear nuestra identidad personal, nuestra marca indeleble y finalmente nuestro legado trascendente.

Para finalizar una reflexión de un afamado escritor, que se vincula con la acción que inicia todo, nuestro nacimiento:

«Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez» (Gabriel García Márquez).

Cuando lo real se hace mágico !

Siendo un lector apasionado por las letras, en todas sus dimensiones artísticas, y por la belleza como un concepto general y al mismo tiempo minucioso respecto de las personas, eventos, naturaleza y relaciones entre todos ellas, es que siempre sentí admiración por la literatura fantástica, por sus escritores y contenidos.

El realismo mágico es un movimiento literario surgido en América Latina a mediados del siglo XX (entre las décadas del 60 y 70). En sus obras se representó lo fantástico, lo irreal y lo extraño de la manera más común y cotidiana posible.

Junto con el realismo épico, con el que presenta algunas similitudes, el realismo mágico aspiraba a dar verosimilitud a lo irreal, manteniendo la cotidianidad de lo fantástico como una postura ante la vida, muy diferente a lo que proponían las vanguardias, fundamentalmente nihilistas.

Muchas aproximaciones críticas al realismo mágico lo han interpretado como un producto típico de las literaturas poscoloniales, o sea, de pueblos que vivieron el dominio por parte de naciones más poderosas y que luego se emanciparon. Visto así, el realismo mágico intenta conciliar la realidad de los colonizadores y la realidad de los colonizados en un relato mixto, híbrido.

El realismo mágico fue un estilo narrativo sumamente popular, de la mano de autores como Gabriel García Márquez, quien quizá sea su máximo exponente con su novela Cien años de soledad (1967). Llegó a convertirse en un movimiento literario fácilmente asociado al continente entero, contra el cual habrían de rebelarse las generaciones de narradores posteriores.

El término “realismo mágico” fue acuñado para las letras en 1948 por el intelectual venezolano Arturo Úslar Pietri (1906-2001) en su ensayo “Letras y hombres de Venezuela”. Sin embargo, ya se lo había empleado a inicios de siglo para describir cierto estilo pictórico que mostraba una realidad alterada, en el libro Realismo mágico del crítico de arte alemán Franz Roh.

Por otro lado, el término “realismo mágico” nació simultáneamente con el “real maravilloso” propuesto por el novelista cubano Alejo Carpentier (1904-1980). De hecho, la novela de Carpentier El reino de este mundo (1949) marcó el inicio de este movimiento.

El realismo mágico fue ampliamente cultivado en América Latina y llegó a convertirse, con el éxito de muchos de sus representantes tanto en América como en Europa, en un movimiento representativo de la cultura latinoamericana y sus tensiones entre la sensibilidad popular, tradicional y anclada en la superstición, y el mundo tecnológico, industrial y moderno.

En general, el realismo mágico se caracteriza por:

Algunos de los principales autores del realismo mágico son:

  • Relatos contados con las estrategias del realismo, pero abordando anécdotas fantásticas, irreales o maravillosas.
  • Lo fantástico e irreal en el relato se maneja con plena cotidianidad, sin sorprender a nadie, ni proveer explicaciones.
  • Sus relatos prefieren los escenarios pobres, rurales o marginales.
  • Se utilizan mayormente descripciones sensoriales de la realidad.
  • Abundan las rupturas de planos temporales, cuando no el tiempo estático, sin cronología o invertido.

Alejo Carpentier (Cuba). Uno de los grandes autores de la literatura cubana y latinoamericana, considerado un escritor fundamental de la lengua española por su narrativa barroca, abundante, que giró en torno al concepto de lo “real maravilloso”. Fue también periodista y musicólogo.

Horacio Quiroga (Uruguay). Cuentista y dramaturgo considerado uno de los referentes latinoamericanos del cuento moderno, es a menudo comparado con Edgar Allan Poe por sus relatos lúgubres, de prosa vívida, a menudo ambientados en la selva o en lo rural. Su vida estuvo marcada por la tragedia, y a los 58 años se suicidó bebiendo un vaso de cianuro.

Miguel Ángel Asturias (Guatemala). Escritor, periodista y diplomático guatemalteco, referente obligatorio en las letras latinoamericanas y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1967. Su obra llamó la atención de Occidente sobre las culturas indígenas, especialmente de su país, y fue cercana al movimiento surrealista francés, ya que Asturias vivió buena parte de su vida en el extranjero.

Gabriel García Márquez (Colombia). Periodista y escritor colombiano conocido como “el gabo”, es quizá el exponente más reconocido del realismo mágico y el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas y su militancia izquierdista casi tan conocida como su estrecha amistad con Fidel Castro.

Isabel Allende (Chile). Escritora chilena nacida en Perú y residenciada en los Estados Unidos, es probablemente la escritora viva más leída del mundo hispanohablante, con una obra traducida a 42 idiomas. Es sobrina del difunto presidente chileno Salvador Allende.

Juan Rulfo (México). Quizá el mayor cuentista mexicano de todos los tiempos, Rulfo publicó apenas dos libros en vida: una colección de cuentos y una novela. Sin embargo, su obra es central en la tradición latinoamericana, y forma parte tanto del realismo mágico, como del llamado “Boom” latinoamericano.

Algunas de las más conocidas obras literarias que se inscriben en el realismo mágico son:

Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez

Reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier

Bomarzo (1962) de Manuel Mujica Lainez

Aura (1962) de Carlos Fuentes

La casa de los espíritus (1982) de Isabel Allende

Pedro Páramo (1959) de Juan Rulfo

Doña Flor y sus dos maridos (1966) de Jorge Amado

Hagiografía de Narcisa la bella (1985) de Mireya Robles

La novela Cien años de soledad escrita por Gabriel García Márquez y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1982, es uno de los puntos altos de la literatura hispanoamericana y mundial.

Además de ser una de las más leídas y traducidas a distintos idiomas desde su publicación original en 1967, tuvo finalmente una adaptación luego de que el propio escritor fallecido en 2014 se negara en vida a vender los derechos de la obra para tal fin. Ni siquiera el director italiano Sergio Leone pudo convencer a Gabo para llevar la historia al cine, como si sucediera con Crónica de una muerte anunciada en 1987, dirigida por Francesco Rosi.

Finalmente, una plataforma de series mundial pudo adquirir los derechos para una adaptación a serie que se estrenó a nivel mundial el miércoles 11 de diciembre de 2024. Bajo la dirección de Laura Mora y Alex García López, se trata de una ambiciosa producción que afronta el desafío de sumergir a los televidentes en el mítico pueblo de Macondo, lugar en el que lo cotidiano y lo absurdo conviven y en el que se desarrolla la trama de Cien años de soledad.

Una de las inquietudes frente a esta adaptación por parte de un sector de los televidentes es si fue posible llevar Macondo a un plano audiovisual que resulte convincente para todos. La razón se debe a que a lo largo de los años distintos lugares se atribuyeron ser el “verdadero Macondo”, tomando en cuenta las referencias geográficas del mismo libro.

A menudo existe cierto consenso en que Aracataca es la principal inspiración de Macondo, al tratarse del pueblo en el que nació Gabo, pero un informe especial televisivo colombiano difundido en 2018 presentó otra hipótesis al respecto, tomando como punto de partida lo que Cien años de soledad cuenta sobre la fundación del pueblo.

En la historia se cuenta que José Arcadio Buendía, el patriarca y fundador del pueblo, huyó junto con su esposa Úrsula Iguarán y distintas familias de una ranchería en cercanías de la Sierra Nevada de Santa Marta, por cuenta del fantasma de un muerto.

Desde el punto en que se encontraban, José Arcadio sabía que al oriente estaba la Sierra, al occidente se encontraba Riohacha y al sur la Ciénaga Grande y los pantanos, por lo que lo más lógico parecía viajar hacia el norte. Luego de 26 meses de travesía, encontraron una playa rodeada de un ambiente selvático en el que finalmente se fundó Macondo.

“Macondo era una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas blancas y enormes como huevos prehistóricos”, se revela en las primeras líneas del libro.

El informe, siguiendo la descripción de la obra, llegó hasta el río Sevilla, que limita con una vereda llamada Macondo, a 40 minutos de Aracataca y dependiente del municipio de Zona Bananera. Curiosamente, comparte más de una similitud con la descripción de García Márquez. “Como tal es Macondo, luego Gabriel García Márquez, el escritor, dice que en su imaginación lo tituló como Macondo, pero ya Macondo existía y era aquí”, afirmó Jairo Pombo, uno de los habitantes del pueblo, en el informe.

Otro de los habitantes de la vereda, Fabio Sierra, afirmó que los límites de la población eran similares a los que encontró José Arcadio Buendía. “Al oriente tenemos la Sierra Nevada y de la Sierra tenemos La Guajira, al norte tenemos a Santa Marta y de este lado tenemos todo lo que son los pantanos”, señaló.

Por su parte, una mujer nacida en Macondo, Olga Escobar, recordó que una vez se mudó a Magangué siendo una niña, fue cuando se enteró que su vereda era un lugar conocido en todo el mundo. “Cuando entré a bachillerato la profesora de español me dijo que «Macondo era un pueblo de la imaginación de Gabriel García Márquez», yo le dije que no, que Macondo real existía, es un caserío, tiene acueducto, los campamentos son grandes, parecen casas de dos plantas”, declaró.

Alejados de las disquisiciones y polémicas respecto del mítico Macondo, la literatura mágica es sin dudas un regalo para los más fervientes seguidores de la creatividad, lo mítico y el encanto de las palabras plenas de sentido.

Como diría Isabel Allende:

«La realidad no es sólo cómo se percibe en la superficie, también tiene una dimensión mágica y, si a uno se le antoja, es legítimo exagerarla y ponerle color para que el tránsito por esta vida no resulte tan aburrido.»

Arboles en flor !

Agosto no es un mes más del calendario. Es el período de las más bellas flores de lapacho o tajy, palabra en guaraní que significa fuerte o resistente. Estas flores de rosado intenso nos regalan una belleza única, indescriptible y sinónimo de abundancia. No se puede transitar la geografía asunceña, sin sentir admiración por el porte, la belleza y la frescura que emanan los lapachos en flor.

El lapacho o tajy, declarado árbol nacional del Paraguay por el Congreso en el 2011 es uno de los principales atractivos turísticos del país y su capital. Asunción se ve hermosa y esplendorosa cuando desde agosto empiezan a aparecer las primeras flores rosadas, blancas y amarillas. Sin dudas, la ciudad se vuelve una postal llena de colores y alegría. El espectáculo natural marca la cuenta regresiva para la llegada de la esperada primavera.

Una de las especies más vistas en la ciudad capital es el lapacho rosado, cuyo nombre científico es Handroanthus impetiginosus. Es del género Tabebuia, un árbol nativo de Sudamérica. Crece desde Paraguay hacia Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y el norte de Argentina hasta México. Es sumamente distintivo por sus vistosas flores rosadas que aparecen a finales del invierno. Además, requerido por su madera dura y resistente.

A la infusión de su corteza se le atribuyen propiedades medicinales. El extracto que se obtiene a partir de la cocción de sus hojas funciona como un potente cicatrizante y antimicótico.

En Asunción es muy frecuente ver gran cantidad de lapachos rosados que decoran con su majestuosa belleza las plazas y los barrios. También tiñen de rosa las calles con flores que caen de sus ramas.

Otra de las especies vistas en Asunción es el lapacho amarillo, cuyo nombre científico es Handroanthus albus, se halla en todo el Paraguay y en algunos Estados brasileños. Se distribuye limitadamente y habita exclusivamente sitios bajos de suelos húmedos y puede llegar a medir hasta 35 metros de altura. También son visibles en las plazas, parques y espacios verdes de Asunción como el Jardín Botánico.

El más escaso y encantador de todos es el lapacho blanco, Tabebuia roseo-alba, es un árbol nativo del Paraguay y del Pantanal (Brasil-Paraguay). Por lo general, se comercializa con propósitos decorativos por sus características estéticas y se lo conoce comúnmente como el árbol de los copos de nieve.

En Asunción la población de lapachos blancos es muy escasa, pero cuando alguno florece capta de lejos la atención y admiración de todos. Es más fácil hallarlo en el campo o en otras ciudades del interior del país.

Cuenta la leyenda que cuando ocurrió la separación de los hermanos indígenas Tupi y Guaraní, el dios de los guaraníes les habló y les dijo: “Los dos son y serán siempre conquistadores de tierras. Y, en símbolo de sus conquistas, marcarán su territorio con grandes árboles de distintos colores cuyo nombre será tajy”.

Luego de eso, Tupã Tenondete (Dios supremo) les entregó las semillas que había traído del Yvaga (cielo). Además, les prometió que si la cultivaban crecerían árboles de troncos muy fuertes que les serviría para hacer canoas, cubiertos, flechas y casas. Fue así, que desde que comenzó la conquista de los guaraníes se puede observar lapachos de diversos colores por todos los caminos.

Desde ese entonces los nativos afirman que los “tajy” siempre traen la fortaleza de Tupã (Dios) a todo el pueblo, pues, al mirarlo y tocarlo, les transmite una fuerza incomparable. Además, marca claramente el territorio que pertenece a esta tribu. Por esto lo llaman: “El árbol de Yvaga, el árbol de Tupã Tenondete”.

El Lapacho blanco y la viudita

Hace muchísimo tiempo en la zona central del Chaco vivía una comunidad de aborígenes qom. Vivían de la caza y de la pesca, que por ese entonces era abundante. Niagasit, un caciquillo fuerte, valiente y hermoso, iba a casarse con la hija del cacique llamada Chona. Niagasit mantenía a su anciana madre a quien adoraba, y ésta a su vez veneraba a su hijo y a su futura nuera. Pero un año se produjo una gran sequía que secó las aguadas y alejó a los animales. Entonces los jóvenes qom tuvieron que ir a lugares más alejados y bajos en búsqueda de alimentos. Fue así como fueron a las tierras del Machagai. Pero allí, una madrugada, los indios Moqoi, tradicionales enemigos de los Qom, les tendieron una emboscada. En la lucha algunos murieron y otros fueron hechos prisioneros.

Unos pocos se escaparon y regresaron a la comunidad. Allí anunciaron la muerte de Niagasit. Terriblemente apenada por la infausta noticia, su madre murió esa misma noche. Pero Niagasit no había muerto. Sólo fue herido y hecho prisionero. Esa noche se fugó y al día siguiente llegó con los suyos. Allí se encontró con el doloroso espectáculo de que su madre muerta iba a ser enterrada. Niagasit acompaño el cortejo. La mujer fue enterrada a la usanza indígena. Dejaron la cabeza afuera y la cubrieron con ramas. Niagasit no volvió con sus pares a la toldería. Cuando quedó solo, cortó las trenzas blancas de su madre y se las ciñó a su frente en señal de dolor. Así permaneció varios días inmóvil frente al cadáver hasta que el piadoso Dios lo convirtió en el más hermoso árbol de nuestra flora: el lapacho blanco, erguido y elegante como él y con fl ores blancas como las trenzas de su madre. Y su inquieta novia, que iba y venía, la convirtió en un pajarito que vuela, sube y baja, que nunca queda quieto: la viudita.

Hay otra ave que se vincula con las flores en general y asimismo con las flores del lapacho: el picaflor.

El nacimiento de los picaflores

Hace muchos años vivían en armonía Painemilla y Painefilu, dos bellas hermanas. Se separaron porque Painemilla se casó con un inca y se marchó con su amor a tierras extrañas. En seguida quedó encinta y uno de sus sacerdotes predijo que nacerían un varón y una hembra, ambos con un pelo de oro. Cuando se acercaba el momento del parto Painefilu se acercó al palacio para hacer compañía a su hermana.

Pero todo se complicó por los celos de Painefilu hacia la vida fácil de su hermana, sentía envidia por todo lo suyo, especialmente por el embarazo y por el amor que el inca sentía por ella. Disimulaba sus sentimientos, pero se sentía herida en lo más profundo de su ser.

El nacimiento de los sobrinos la enloqueció y fue capaz de hacer creer a su hermana de que había dado a luz una pareja de gatos; mientras, introdujo a los recién nacidos en un cofre y los tiró en un río. Painemilla estaba horrorizada con lo sucedido pues sabía que su marido no la perdonaría nunca. El inca, al enterarse, mató a los gatitos y envió a su mujer a una cueva para no verla jamás. Painefilu siguió viviendo con él.

El cofre con los niños vagó por el río pero protegido con una espuma que Antü, dios del Sol, le proporcionaba desde el cielo, hasta que fue encontrado por una pareja de ancianos. Cuando éstos abrieron el cofre descubrieron a los hermosos mellizos de los que destacaba un pelo oro entre su cabellera. Los ancianos los cuidaron con primor.

En cierta ocasión, el inca paseaba por la orilla del río penando por los acontecimientos y vio a dos muchachos que jugaban en el bosque. Recordó que podían ser sus hijos y les acarició el pelo, descubriendo así el pelo de oro que correspondía, según la profecía del sacerdote. Mágicamente se reconocieron los tres. El muchacho acusó a su padre por expulsar a su madre del palacio y le exigió que ella volviera a casa. Painemilla volvió y la familia no se separó jamás.

El castigo a Painefilu fue llevado a cabo por sus sobrinos, que la ataron sentada en una enorme piedra. El chico tiró hacia el cielo una piedra transparente y pidió justicia a Antü. Un rayo cayó sobre Painefilu quedando reducida a cenizas. Un trocito de su corazón no llegó a quemarse, convirtiéndose en colibrí o picaflor, que según los mapuches predice la muerte.

Algunos tips sobre liderazgo !

Cada entrenamiento sobre aspectos comportamentales me resulta siempre distinto y agrega cosas, aunque ya haya sido vivenciado en el pasado y respecto a un mismo tópico.

Aprender sobre liderazgo tiene siempre un antes y un después diferenciador, en la medida de nuestra apertura a nuevas ideas, conceptos o maneras de hacer las cosas.

Responder la pregunta sobre si se nace siendo un líder o es una habilidad que se puede adquirir, no es sencillo de responder. El atajo puede ser una respuesta tal como “todos y cada uno de nosotros tenemos el potencial para liderar”. Eso se comprueba por el hecho de que, en mayor o menor medida, cada persona ejerce un liderazgo sobre si mismo, respecto de las decisiones que toma sobre su propio quehacer, en relación con su familia y en correspondencia con su trabajo, sus gustos y su gestión del tiempo.

Lo segundo que podemos decir es que más allá de esta condición potencial, si le sumamos entrenamiento de calidad, es muy probable que mejoremos nuestro estilo natural de liderazgo, agregando, reemplazando o dejando de lado matices, que nos permitan liderar de forma más beneficiosa y efectiva.

Existen varios estudiosos del tema que han postulado sus teorías acerca de los distintos estilos de liderazgo que pueden existir. En casi todos, es posible distinguir una marcada diferenciación entre estilos autoritarios y participativos, autonómicos o de marcar el paso, o delegativos y apropiativos. Asimismo, nos dan recomendaciones acerca de que manera de liderar se debe elegir, dependiendo del momento o situación que atraviesa la empresa u organización del tipo que sea.

El liderazgo abarca muchos dominios de nuestra vida, no sólo el laboral, y puede ser visto como un ancla que nos permita vivir en plenitud, alcanzando los objetivos que nos proponemos.

Existen varias cuestiones relevantes que remarcar, respecto del liderazgo.

La primera tiene que ver que no existe liderazgo si no hay confianza. El hecho de generar confianza en uno mismo y en un equipo de personas, es un hecho básico a la hora de gestionar. La confianza se alimenta de muchas maneras, pero sobre todo desde la responsabilidad que tenemos cuando nos posicionamos como lideres.

La segunda enfatiza que un líder se hace desde la comunicación. Debemos trabajar nuestra capacidad de transmitir y escuchar activamente a los demás. Saber comunicar es un arte, y al mismo tiempo una obligación del líder. La comunicación responsable es una cualidad que tenemos que apreciar en todo momento.

La tercera posiciona al líder como un ejemplo de compromiso. La distinción característica de un líder es su acción basada en su apego a las promesas más allá de cualquier circunstancia que le toque atravesar.

Esta regla de las tres C, compromiso, comunicación y confianza es el marco de referencia que posibilita que un líder puede ejercer esa condición dentro de un entorno sano, equilibrado y genuino.

Está bueno además agregar tres elementos más, que hacen a la gestión estratégica de un líder.

El primero, que se puede aportar como complemento de todo lo dicho, es que existe una tendencia a confundir comunicación con multiplicación de reuniones, o tiempo dedicado a las mismas.

El fenómeno del exceso de reuniones para confirmar que nos estamos comunicando, relacionando y accionando en conjunto, es la contrapartida a una gestión autoritaria y poco participativa, pero una reunión no puede transformarse en el fin en sí mismo, sino que deber ser considerado como un medio o una herramienta para tratar y resolver problemas complejos.

El líder tiene que ser capaz de moderar la frecuencia, la duración y la cantidad de participantes en una reunión, la cual debe ser organizada sobre pocos temas concretos y representativos. Vivir de reunión no es sinónimo de trabajar, ni de consecución de resultados y objetivos.

El segundo es que el trabajo en equipo es recomendable que sea definido en cada persona que lo conforma sobre objetivos claros y con responsabilidades estipuladas sobre la base del alcance, del tiempo y de los recursos. El trabajo en equipo no puede diluir las responsabilidades de cada uno de sus integrantes, porque deja de cumplir con la premisa básica de convivencia y respeto entre sus integrantes.

El líder tiene que ser capaz de alentar el trabajo en equipo, pero sobre la base de que se verifique el cumplimiento efectivo del trabajo de cada integrante, evitando que el equipo sirva para esconder ineficiencias o falta de compromiso de alguno de sus integrantes, hecho que se evidencia con la respuesta que aparece comúnmente: “lo está resolviendo el equipo”.

El tercero tiene que ver con el hecho de que mi condición de líder me posibilita hacerme a un lado dando autoridad a otro integrante del equipo cuando este tenga cierta maestría, condición especial o conocimiento para ponerse al frente de determinado tema.

Necesitamos como líderes demostrar humildad y aceptar que otras personas puedan ser líderes transitorios que lleven a cabo determinado proyecto o resuelvan determinado tema, disponiendo de recursos técnicos, humanos y económicos. Inspirar a los demás para asumir roles de liderazgo es muy importante. Siendo líder debo tener como premisa fundamental la formación de nuevos líderes.

El camino de la mejora continua a nivel personal, social o laboral necesita de liderazgos, de eso no cabe ninguna duda.

La formación de líderes en todos los niveles o estratos de una sociedad es una condición esencial para asegurar el éxito, aunque no sea la única, por cierto.

Para finalizar les comparto varios pensamientos reveladores:

“Conviértete en el tipo de líder que las personas seguirían voluntariamente, incluso si no tienes el título o la posición”. (Brian Tracy).

“Antes de ser líder, el éxito solo se trata del crecimiento propio. Una vez que te vuelves un líder, el éxito se define por el crecimiento de otros”. (Jack Welch).

“Si tus acciones inspiran a los demás a soñar, aprender y hacer más; eres un líder.” (John Quincy Adams).

“Nada pone a prueba la habilidad de un hombre para liderar a otros como su actuar día a día para liderarse a sí mismo.”  (Thomas J. Watson).