Celebrar la vida !

¿De cuántos momentos relevantes se compone la vida?

Si equiparamos la vida a una narración, podríamos decir que existe un inicio (nuestro nacimiento), un desarrollo o nudo (los años que vivimos), y un desenlace (nuestra muerte o desaparición física). Allí dos hitos, el inicio y el final, sobre todo el primero, no están en nuestro control. Sobre el final podemos decir muchas cosas, respecto del cuidado que le damos a nuestro devenir para llegar lo más entero y con muchos años encima a ese punto, pero nuestro final es incierto y la fecha de expiración desconocida. La teoría de que nuestro destino está trazado no fue nunca demostrada, como tampoco sabemos que existe para nosotros más allá de la frontera de la muerte, que pasa con nuestra energía, quien se la queda.

Respecto del desarrollo o devenir, allí si podemos decir que desde el momento que adquirimos cierta conciencia, somos en cierta manera artífices de nuestro propio destino, dentro de nuestras limitaciones físicas, sociales, emocionales y racionales, sobre las cuales asimismo podemos trabajar y mejorar.

La suerte nos puede acompañar, como también lo hace la mala fortuna. Ante ambas circunstancias podemos reaccionar de tal o cual manera, de modo tal que no son los hechos, sino como reaccionamos a los mismos, los que nos definen en cierta medida como seres humanos, como víctimas o protagonistas.

En esta dinámica de decisiones acertadas, erradas o a medias, nos movemos en un mundo con las antenas emocionales alertas, dentro del espectro racional y social. Los hitos relevantes y sustanciales, aquellos que marcan un antes y un después en nuestras vidas, no son tantos si los comparamos con otros tantos, que son más rutinarios y comunes. Nos ha sido dado el regalo de vivir, como una oportunidad única de ser y dejar un legado.

La dinámica de celebrar o festejar esos logros no puede ser minimizada.

Cada estadio educativo alcanzado, es un hecho superlativo, como lo son nuestro primer trabajo, nuestro primer amor, nuestra formación de una pareja, las promociones laborales, la consecución de un proyecto por el cual trabajamos mucho, nuestra empresa, nuestros hijos y el más habitual de todos nuestro cumpleaños.

También es muy bueno sentir felicidad por los logros de otros. Celebrar que otros hayan alcanzado los objetivos es gratificante. Hacer un alto en el camino para festejar es uno de los acontecimientos más edificantes.

La dicha es aún mayor cuando esos otros, son tus hijos. Sin duda alguna, que tus hijos alcancen objetivos de realización personal es todo un acontecimiento en sí mismo.

Esta semana como papá y mamá, nos tocó cerrar el ciclo secundario de nuestras hijas mellizas, Emilia y Paula. Una gran fiesta que unión a todos los papás, familiares y egresados. Terminar el colegio secundario, no es un fecho menor, ya que después se da inicio por lo general a la vida laboral y de estudios universitarios.

Eugenia mi esposa, nos compartió un collage de fotos desde su niñez más temprana, hasta sus dieciocho años recién cumplidos. Es muy reconfortante saber y palpar su progreso personal, y aún más caer en la cuenta de que con tan corta edad, han adquirido valiosas cualidades como persona. Son mellizas con expectativas diferenciadas, y con el propósito común de iniciar sus ciclos universitarios, Emilia en relaciones internacionales y Paula en ciencias económicas. Además, han evolucionado y mucho en el aprendizaje de idiomas, dentro de las distracciones propias de la adolescencia.

Mención especial, para Eugenia que ha sido durante estos años la base de sustentación de su desarrollo, con su presencia, dedicación y amor incondicionales.

Los agradecimientos son una especie de reconocimiento de nuestras propias debilidades, que otros se encargan de disimular y acompañar con su presencia. Por eso festejar y ser agradecido es una distinción que nos eleva por encima de nuestras propias carencias, destacando lo mejor que sabemos hacer, aunque muchas veces no lo hagamos: vivir con alegría.

En este nudo mezcla de conciencias e inconciencias, que definimos como vida, reconocer los momentos únicos e irrepetibles y celebrarlos, resulta ser una bendición.

Como papá siento orgullo por el crecimiento de mis hijas, por sus logros, sus grandes aciertos y sus errores.

Esta breve reseña de hoy es muy personal y sentida. Desde la escritura que es una de mis pasiones escondidas, intento poner en palabras, lo que el corazón siente, ese inmenso amor y cariño por esas pequeñitas que vinieron juntas a compartir nuestras existencias.

Un reconocimiento especial, para Lucia las más pequeña, ese ser lleno de luz que pone su energía todos los días, para hacer a cada minuto algo nuevo.

Para culminar una poesía que dio origen a una excelsa canción, que resume lo que quiero transmitir:

Honrar la vida

No permanecer y transcurrir

No es perdurar, no es existir

Ni honrar la vida

Hay tantas maneras de no ser

Tanta conciencia sin saber

Adormecida…

Merecer la vida no es callar y consentir

Tantas injusticias repetidas…

¡Es una virtud, es dignidad!

Y es la actitud de identidad ¡más definida!

Eso de durar y transcurrir

No nos da derecho a presumir

Porque no es lo mismo que vivir…

¡Honrar la vida!

¡No permanecer y transcurrir

No siempre quiere sugerir

¡Honrar la vida!

Hay tanta pequeña vanidad

En nuestra tonta humanidad

Enceguecida

Merecer la vida es erguirse vertical

Más allá del mal, de las caídas…

Es igual que darle a la verdad

Y a nuestra propia libertad

La bienvenida…

Eso de durar y transcurrir

No nos da derecho a presumir

Porque no es lo mismo que vivir…

¡Honrar la vida!

Felicitaciones y Felicidades Emilia y Paula!

Deja un comentario