Las tardes de verano resultaban más soportables, amparados del sol y de las elevadas temperaturas, gracias al follaje de compañeros altos, verdes y frondosos. La fresca sombra era nuestro cobijo, el agua que corría por las canales de riego una bendición, que disipaba nuestra energía incontrolable, aquella que se dispone a raudales durante la infancia.
La ventura del hombre está ligada a la proliferación de las especies arbóreas, del tipo que sea. Ellas oxigenan el planeta, ofrecen sus frutos y dan cobijo a otras especies animales, que con su trinar, sus cortejos y sus nidos, llenan de color al silencio y a la vida.
Por todo esto es que soy un agradecido por haber disfrutado de esa niñez inolvidable, donde hubo presencia de árboles, frutos, juegos y cosecha.
El poeta, periodista y revolucionario Jose Martí expresó alguna vez la frase que da origen al título de hoy: «hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida, plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». La declaración adquirió valía por sí misma, dejando en un segundo plano al autor de esta. Una sentencia con una especie de vida propia, fuente de inspiración y caja de resonancia para muchos pensadores, cualquiera sea su orientación política, social, cultural o religiosa.
La simpleza de ese pensamiento les permitió a personas sin grandes vuelos filosóficos como yo, buscar un significado más allá del eminentemente literal.
Trascendencia
El hecho de trascender implica darle sentido a ese sustantivo para que pueda ser abarcado no sólo por el pensamiento racional, sino además por nuestro cuerpo, emoción y lenguaje.
Podemos decir que de nuestro paso por la tierra hablarán nuestras obras, nuestras acciones y nuestros ejemplos, de lo contrario será como si sólo hubiéramos pasado sin más.
Trascender quiere decir ir más allá de nosotros, pasar de “adentro” hacia “afuera”, elevarnos por sobre la cotidianidad, atrevernos a dejar una huella…
La trascendencia no es un atributo de unos cuantos, iluminados, está en el ADN de cada ser humano. Estoy seguro de que aquel que este leyendo este escrito ha trascendido a su manera.
En mi caso personal he plantado varias arboles a lo largo de mi vida, en especial los que dan frutos comestibles. Aún lo sigo haciendo, con mayor o menor éxito, continuando con esta práctica.
Gracias a Dios tengo tres hijas que me alegran, me ayudan a ser mejor cada día y le dan sentido a mi existencia…
Escribir, planificar y corregir los más de cuatrocientos blogs que llevo escrito me ha tomado mucho tiempo, dedicación y esfuerzo.
En cada uno de esos campos he intentado poner lo lo mejor de mí.
Asimismo, he puesto bastante de mi trascendencia en el desarrollo profesional y laboral. Creo que muchos de nosotros han hecho algo parecido en este y otros grandes núcleos de significancia personal y social.
Legar una impronta que pueda ser compartida, disfrutada y apropiada en parte por los que vendrán, es casi como un sueño que da plenitud a quien lo ejercita.
El árbol será un proyecto desde sus incipientes inicios hasta que adquiere una madurez y da frutos, el libro puede ser una exquisita pintura y los hijos pueden ser esos niños por los cuales hago un trabajo solidario permanente para que puedan alimentarse todos los días.
Salir de uno mismo, haciendo por los demás y por uno mismo lo que mejor nos sale.
Significancia
La dimensión humana como un todo viene acompañada por tres condiciones, con las que se corresponden tres tipos de actividad: labor, trabajo, acción.
La labor puede ser entendida al compromiso y responsabilidad asociada en cada una de las tareas que se hacen de manera constante por ejemplo para tener, amar y educar a un hijo.
El trabajo por lo general es asociado un gasto de energía mental y física, hecho en ocasión de una actividad específica, tal es el caso de plantar un árbol.
La acción deviene de una expresión declarativa del lenguaje en sus múltiples facetas incluyendo descripciones y juicios. Cuando uno escribe está accionando desde sus palabras. Es por ello que escribir un libro se asocia a una acción que va más allá del hecho de escribir.
Uniendo las tres maneras de entender la significancia de trascender, podemos decir que tener un hijo, es una parte de nosotros en el mundo, es para algunos una necesidad que nos acerca a una vida plena. Esto se logra con labor, que implica amor, educación, contención, amor junto a valores compartidos.
Plantar un árbol, es crear un ser nuevo, al que hay que cultivarlo y crecerá en parte gracias a nosotros. Es colaborar con la naturaleza para incrementar las posibilidades de esa nueva entidad de vida. Esto lo creamos gracias al trabajo. Laborando en el tiempo, le damos permanencia, constancia y perseverancia a las cosas.
Podemos escribir un libro, dando rienda suelta a nuestra imaginación, creatividad y accionando a través de la palabra. No será perfecto, pero será nuestro punto de partida para movernos hacia….
Los visionarios, dentro de sus rasgos, cuentan con la capacidad de declarar hoy cómo se ven a sí mismos en un lapso determinado. Esa declaración fundamental los orienta a la acción constante y planificada, involucrando labores, trabajos y acciones derivadas de esas sentencias visionarias.
Una pequeña huella en el mundo dentro de nuestra mortalidad de la que no podemos escapar tiene que ser nuestra aspiración para permanecer con un humilde sesgo de inmortalidad.
Marcos de Referencia
En una conversación que mantuve durante la semana pasada, espontáneamente dije: “es que a veces ando medio perdido”. Esta afirmación le produjo risa a mi interlocutora.
Siento que esa frase me devuelve a mi condición humana esencial: «somos seres en búsqueda permanente del conocimiento sin alcanzarlo del todo, cerca de la plenitud sin siquiera darnos cuenta, buscando faros que nos faciliten transitar en el camino que hemos elegido».
Los tres elementos que nos trae Martí son como marcos de referencia que nos permiten encausarnos en el dar y amar en la cercanía de un hijo, en el expresar y declarar lo que sentimos al escribir un libro y en esa pulsión por vivir más allá de nuestra conciencia, por ejemplo, cuando usamos nuestras manos para plantar un árbol.
Cuando me siento perdido vuelvo a la contención de las referencias, a pedir ayuda, a sentir los afectos, a la lectura o escritura, a la música y a todo aquello que me devuelve al centro de mi equilibrio.
Equilibrio dentro de los marcos de referencia es la cuestión central que se debate en la famosa frase de Martí. El equilibrista puede sufrir algún trastabillo arriba de la soga. Para no caer usa su vara, sus brazos para volver al centro, con su mirada enfocada hacia dónde va.
Un interrogante para disparar reflexiones personales:
¿Qué agregarías, reemplazarías o quitarías a la triada elegida por Martí?
La esperanza viene de la mano de las hojas verdes y multicolores, la continuidad de la vida en la trascendencia de los hijos y la palabra en forma de escrito.
Seguro hay varias esperanzas más, en las cuales enfocarnos.
Yo tuve la suerte de vivir protegido por esos custodios altos y exuberantes.
El planeta los necesita para continuar con la trascendencia y la palabra.