Hacia un mundo distópico !

Me considero un ferviente admirador de la ciencia ficción. Lo que genera este arte maximizando el pensamiento fuera de la caja, es ciertamente revolucionario, impensable y por momentos aterrador. Las premoniciones y el futurismo pensado y escrito, por ejemplo, por Julio Verne en el siglo pasado, hoy son en gran parte realidad. Lo otrora impensado y quizás tildado de irracional, imposible e impracticable, se nos vino encima, dejando a nuestra menguada capacidad mental expuesta en todas sus limitaciones. Resulta claro que nuestros mapas mentales adquieren cada vez más obsolescencia. Somos deficientemente humanos para absorber la tecnología y todas sus consecuencias buenas y malas.

Aquellos escritores imaginativos de ciencia ficción fueron y son los únicos que avizoraron de antemano, los cambios que después nos atropellaron, para dejarnos tirados en la banquina de la digitalización, la automatización, la inteligencia artificial y la robótica.

Además de sentir un gusto especial por la «ciencia modo ficción», también poseo una inclinación particular por entretenerme y aprender de series y películas anglosajonas (inglesas en particular). Según mi humilde opinión, equilibran el sentido humano del cine europeo, con el estrépito de luces y efectos del cine americano, conservando el glamur de los lores británicos.

En ese grupo de series inglesas, últimamente y en la medida que dispongo de algo de tiempo, estoy disfrutando de una saga de historias casi no entrelazadas, que se llama en castellano “espejos negros”. Me la recomendaros varias personas, sin conexión entre ellas, especialmente porque «te rompe la cabeza”.  Básicamente son relatos de ciencia ficción, que vinculan fundamentalmente a la especie humana con los avances de la IA, la tecnología, lo sobrenatural y lo esotérico, de un modo futurista y decididamente distópico, en entorno donde la ética dispara tantas preguntas sin respuesta, que el modelo asusta.

Son guiones que no tienen un final feliz, a veces ni siquiera un epílogo concreto, pero nos ponen en situación respecto de los pequeños que somos ante el avance de la tecnología, las comunicaciones, los juegos online, y todo aquello derivado de la digitalización. Medicina futurista, control emocional, social e individual, vivir más allá de la muerte, se combinan con la debilidad manifiesta de nuestra especie, la cual se encuentra navegando en aguas para nada convencionales, sin haber elegido ese camino.

La saga nos sumerge en el concepto de “mundo distópico”, siendo la distopía una idea sobre la cual quiero detenerme.

Una distopía o anti-utopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. El término, procedente del griego, fue creado por John Stuart Mill a finales del siglo XIX como antónimo directo de utopía, término que a su vez fue acuñado por santo Tomás Moro y figura como el título de su obra más conocida, publicada en 1516, donde describe un modelo para una sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.

Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, posguerras de conflictos de grandes dimensiones (como una guerra nuclear), los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive catastrófico en la sociedad. Las sociedades distópicas aparecen en muchas obras de ficción y representaciones artísticas, particularmente en historias ambientadas en el futuro. Algunos de los ejemplos más famosos son “1984” de George Orwell, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley y “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury. Las sociedades distópicas aparecen en muchos subgéneros de ficción y a menudo se utilizan para llamar la atención sobre la sociedad, el medio ambiente, la política y la economía, religión, psicología, ética, ciencia o tecnología. Algunos autores usan el término para referirse a sociedades existentes, muchas de las cuales son o han sido estados totalitarios o sociedades en un estado avanzado de colapso.

El término «utopía» fue acuñado por Tomás Moro para describir una sociedad ideal, y por lo tanto inexistente: el término se origina en griego: οὐ («no») y τόπος («lugar»), que significa literalmente «no-lugar» o, como glosó Quevedo; «no hay tal lugar». Un concepto también relacionado es el de “eutopía”, del griego ευ- (eu) «prefijo que indica algo bueno o favorable» y τόπος, significando “buen lugar”, un lugar imaginario, no existente, donde habita una sociedad idealizada.

“Distopía o cacotopía” son términos antónimos de “eutopía”, significando una “utopía negativa”, donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal, representando una sociedad hipotética indeseable.

Para retratar los males de una sociedad ficticia, las distopías se caracterizan por:

Poseer una naturaleza real: ya que tienen un fundamento real para reflejar su trama;

Poseer una naturaleza irreal: utópica para describir estados sociales o políticos ilusorios e imaginados.

La mayor parte de las distopías describen sociedades que son consecuencia de tendencias sociales actuales y que llevan a situaciones totalmente indeseables.[1]​ Surgen como obras de advertencia, o como sátiras, que muestran las tendencias actuales extrapoladas en finales apocalípticos.

Otras distopías son presentadas como utopías en su visión superficial, pero a medida que los personajes se adentran en la misma descubren que el aparente mundo utópico mantiene ocultas características propias de las distopías que resultan indispensables para su funcionamiento. Estas distopías suelen estar pensadas para advertir sobre los riesgos de la manipulación mediática o política.

El concepto de distopía aplicado a la ciencia o la tecnología, o a la ciencia ficción, comienza en el siglo pasado, hasta el presente, entregando obras maravillosas como, por ejemplo:

“Un mundo feliz” de Aldous Huxley, publicado en 1932, describe un mundo de castas en función de la genética y trata el tema de la eugenesia en profundidad. Así trata temas como la manipulación de embriones para crear una sociedad conformista.

“La pianola” de Kurt Vonnegut, publicada en 1952, relata la automatización de la sociedad, donde los ingenieros han sido elevados al nivel más alto de la misma, y los hombres han quedado rezagados por las máquinas.

“Steins;Gate de 5pb”, basado en un videojuego que narra la historia de un grupo de amigos que logran crear una máquina capaz de enviar mensajes al pasado, los cuales terminan siendo perseguidos por una organización (SERN basados en CERN) que pretende apoderarse de la Máquina del tiempo. No pasa mucho tiempo antes de que se enteren de que el futuro está regido por SERN, que gobierna una distopía en la que los humanos son esclavizados.

Y la más reciente, con la cual inicié este blog de hoy “espejos negros” en donde se advierte sobre los efectos indeseados que la tecnología puede generar en la vida humana en un futuro cercano tomando como base la forma en que los usuarios interactúan con los dispositivos tecnológicos actuales. El género distópico se ve reflejado claramente en cada uno de sus capítulos, que no guardan relación de continuidad entre sí, como ya dijimos.

La tecnología nos lleva inexorablemente hacia un mundo distópico, donde no tendremos el timón de mando, ni acceso a la escotilla de salida.

Las cuestiones éticas e incluso estéticas asociadas a nuestra naturaleza se desvanecen al son de los bits, mientras nuestra población envejece con menos niños naciendo y más robots proliferando.

¿Estamos en un camino sin retorno hacia un mundo distópico?

No falta mucho para que nuestras conciencias adormecidas y digitalizadas despierten siendo a lo mejor demasiado tarde.

O quizás surja una rebelión impensada no contra una forma política de gobierno, sino contra lo que algunos llaman “la dictadura de los bits”.

El tiempo quizás lo diga o quizás no…..

Vaya uno a saber.

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