Cuando lo real se hace mágico !

Siendo un lector apasionado por las letras, en todas sus dimensiones artísticas, y por la belleza como un concepto general y al mismo tiempo minucioso respecto de las personas, eventos, naturaleza y relaciones entre todos ellas, es que siempre sentí admiración por la literatura fantástica, por sus escritores y contenidos.

El realismo mágico es un movimiento literario surgido en América Latina a mediados del siglo XX (entre las décadas del 60 y 70). En sus obras se representó lo fantástico, lo irreal y lo extraño de la manera más común y cotidiana posible.

Junto con el realismo épico, con el que presenta algunas similitudes, el realismo mágico aspiraba a dar verosimilitud a lo irreal, manteniendo la cotidianidad de lo fantástico como una postura ante la vida, muy diferente a lo que proponían las vanguardias, fundamentalmente nihilistas.

Muchas aproximaciones críticas al realismo mágico lo han interpretado como un producto típico de las literaturas poscoloniales, o sea, de pueblos que vivieron el dominio por parte de naciones más poderosas y que luego se emanciparon. Visto así, el realismo mágico intenta conciliar la realidad de los colonizadores y la realidad de los colonizados en un relato mixto, híbrido.

El realismo mágico fue un estilo narrativo sumamente popular, de la mano de autores como Gabriel García Márquez, quien quizá sea su máximo exponente con su novela Cien años de soledad (1967). Llegó a convertirse en un movimiento literario fácilmente asociado al continente entero, contra el cual habrían de rebelarse las generaciones de narradores posteriores.

El término “realismo mágico” fue acuñado para las letras en 1948 por el intelectual venezolano Arturo Úslar Pietri (1906-2001) en su ensayo “Letras y hombres de Venezuela”. Sin embargo, ya se lo había empleado a inicios de siglo para describir cierto estilo pictórico que mostraba una realidad alterada, en el libro Realismo mágico del crítico de arte alemán Franz Roh.

Por otro lado, el término “realismo mágico” nació simultáneamente con el “real maravilloso” propuesto por el novelista cubano Alejo Carpentier (1904-1980). De hecho, la novela de Carpentier El reino de este mundo (1949) marcó el inicio de este movimiento.

El realismo mágico fue ampliamente cultivado en América Latina y llegó a convertirse, con el éxito de muchos de sus representantes tanto en América como en Europa, en un movimiento representativo de la cultura latinoamericana y sus tensiones entre la sensibilidad popular, tradicional y anclada en la superstición, y el mundo tecnológico, industrial y moderno.

En general, el realismo mágico se caracteriza por:

Algunos de los principales autores del realismo mágico son:

  • Relatos contados con las estrategias del realismo, pero abordando anécdotas fantásticas, irreales o maravillosas.
  • Lo fantástico e irreal en el relato se maneja con plena cotidianidad, sin sorprender a nadie, ni proveer explicaciones.
  • Sus relatos prefieren los escenarios pobres, rurales o marginales.
  • Se utilizan mayormente descripciones sensoriales de la realidad.
  • Abundan las rupturas de planos temporales, cuando no el tiempo estático, sin cronología o invertido.

Alejo Carpentier (Cuba). Uno de los grandes autores de la literatura cubana y latinoamericana, considerado un escritor fundamental de la lengua española por su narrativa barroca, abundante, que giró en torno al concepto de lo “real maravilloso”. Fue también periodista y musicólogo.

Horacio Quiroga (Uruguay). Cuentista y dramaturgo considerado uno de los referentes latinoamericanos del cuento moderno, es a menudo comparado con Edgar Allan Poe por sus relatos lúgubres, de prosa vívida, a menudo ambientados en la selva o en lo rural. Su vida estuvo marcada por la tragedia, y a los 58 años se suicidó bebiendo un vaso de cianuro.

Miguel Ángel Asturias (Guatemala). Escritor, periodista y diplomático guatemalteco, referente obligatorio en las letras latinoamericanas y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1967. Su obra llamó la atención de Occidente sobre las culturas indígenas, especialmente de su país, y fue cercana al movimiento surrealista francés, ya que Asturias vivió buena parte de su vida en el extranjero.

Gabriel García Márquez (Colombia). Periodista y escritor colombiano conocido como “el gabo”, es quizá el exponente más reconocido del realismo mágico y el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas y su militancia izquierdista casi tan conocida como su estrecha amistad con Fidel Castro.

Isabel Allende (Chile). Escritora chilena nacida en Perú y residenciada en los Estados Unidos, es probablemente la escritora viva más leída del mundo hispanohablante, con una obra traducida a 42 idiomas. Es sobrina del difunto presidente chileno Salvador Allende.

Juan Rulfo (México). Quizá el mayor cuentista mexicano de todos los tiempos, Rulfo publicó apenas dos libros en vida: una colección de cuentos y una novela. Sin embargo, su obra es central en la tradición latinoamericana, y forma parte tanto del realismo mágico, como del llamado “Boom” latinoamericano.

Algunas de las más conocidas obras literarias que se inscriben en el realismo mágico son:

Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez

Reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier

Bomarzo (1962) de Manuel Mujica Lainez

Aura (1962) de Carlos Fuentes

La casa de los espíritus (1982) de Isabel Allende

Pedro Páramo (1959) de Juan Rulfo

Doña Flor y sus dos maridos (1966) de Jorge Amado

Hagiografía de Narcisa la bella (1985) de Mireya Robles

La novela Cien años de soledad escrita por Gabriel García Márquez y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1982, es uno de los puntos altos de la literatura hispanoamericana y mundial.

Además de ser una de las más leídas y traducidas a distintos idiomas desde su publicación original en 1967, tuvo finalmente una adaptación luego de que el propio escritor fallecido en 2014 se negara en vida a vender los derechos de la obra para tal fin. Ni siquiera el director italiano Sergio Leone pudo convencer a Gabo para llevar la historia al cine, como si sucediera con Crónica de una muerte anunciada en 1987, dirigida por Francesco Rosi.

Finalmente, una plataforma de series mundial pudo adquirir los derechos para una adaptación a serie que se estrenó a nivel mundial el miércoles 11 de diciembre de 2024. Bajo la dirección de Laura Mora y Alex García López, se trata de una ambiciosa producción que afronta el desafío de sumergir a los televidentes en el mítico pueblo de Macondo, lugar en el que lo cotidiano y lo absurdo conviven y en el que se desarrolla la trama de Cien años de soledad.

Una de las inquietudes frente a esta adaptación por parte de un sector de los televidentes es si fue posible llevar Macondo a un plano audiovisual que resulte convincente para todos. La razón se debe a que a lo largo de los años distintos lugares se atribuyeron ser el “verdadero Macondo”, tomando en cuenta las referencias geográficas del mismo libro.

A menudo existe cierto consenso en que Aracataca es la principal inspiración de Macondo, al tratarse del pueblo en el que nació Gabo, pero un informe especial televisivo colombiano difundido en 2018 presentó otra hipótesis al respecto, tomando como punto de partida lo que Cien años de soledad cuenta sobre la fundación del pueblo.

En la historia se cuenta que José Arcadio Buendía, el patriarca y fundador del pueblo, huyó junto con su esposa Úrsula Iguarán y distintas familias de una ranchería en cercanías de la Sierra Nevada de Santa Marta, por cuenta del fantasma de un muerto.

Desde el punto en que se encontraban, José Arcadio sabía que al oriente estaba la Sierra, al occidente se encontraba Riohacha y al sur la Ciénaga Grande y los pantanos, por lo que lo más lógico parecía viajar hacia el norte. Luego de 26 meses de travesía, encontraron una playa rodeada de un ambiente selvático en el que finalmente se fundó Macondo.

“Macondo era una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas blancas y enormes como huevos prehistóricos”, se revela en las primeras líneas del libro.

El informe, siguiendo la descripción de la obra, llegó hasta el río Sevilla, que limita con una vereda llamada Macondo, a 40 minutos de Aracataca y dependiente del municipio de Zona Bananera. Curiosamente, comparte más de una similitud con la descripción de García Márquez. “Como tal es Macondo, luego Gabriel García Márquez, el escritor, dice que en su imaginación lo tituló como Macondo, pero ya Macondo existía y era aquí”, afirmó Jairo Pombo, uno de los habitantes del pueblo, en el informe.

Otro de los habitantes de la vereda, Fabio Sierra, afirmó que los límites de la población eran similares a los que encontró José Arcadio Buendía. “Al oriente tenemos la Sierra Nevada y de la Sierra tenemos La Guajira, al norte tenemos a Santa Marta y de este lado tenemos todo lo que son los pantanos”, señaló.

Por su parte, una mujer nacida en Macondo, Olga Escobar, recordó que una vez se mudó a Magangué siendo una niña, fue cuando se enteró que su vereda era un lugar conocido en todo el mundo. “Cuando entré a bachillerato la profesora de español me dijo que «Macondo era un pueblo de la imaginación de Gabriel García Márquez», yo le dije que no, que Macondo real existía, es un caserío, tiene acueducto, los campamentos son grandes, parecen casas de dos plantas”, declaró.

Alejados de las disquisiciones y polémicas respecto del mítico Macondo, la literatura mágica es sin dudas un regalo para los más fervientes seguidores de la creatividad, lo mítico y el encanto de las palabras plenas de sentido.

Como diría Isabel Allende:

«La realidad no es sólo cómo se percibe en la superficie, también tiene una dimensión mágica y, si a uno se le antoja, es legítimo exagerarla y ponerle color para que el tránsito por esta vida no resulte tan aburrido.»

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