Filosofía práctica: Estoicismo !

La nieve cae en varias latitudes de nuestro suelo, cubriendo con su gélido manto blanco diferentes geometrías, suavizando los contornos de aristas punzantes, de hojas afiladas y promoviendo que todo o casi todo deba moverse más lento, acompasado y cuidadosamente.

El invierno tuvo momentos de acercamiento al calor, olvidando su esencia que parece haber recuperado con mucha fuerza. Mientras esto sucede, los recuerdos me llevan como en un túnel del tiempo, a la sonrisa permanente de Marochi, esa persona tan entrañable y querible, artesano de la tierra, de los árboles, los frutales y los cultivos. Hermano de mi padre, y por ende mi tío, concentraba en sus acciones gran parte de todo lo bueno que un mortal puede promover. Nobleza, lealtad, humildad y don de gente eran sus virtudes más reconocibles. Aún siendo niño o mejor dicho gracias a serlo, era capaz de ver en él cualidades que inspiraban mucha confianza, denotaban transparencia y riqueza de espíritu. Marochi o tío Berto, era capaz de vivir con muy poco, en las antípodas de lo material y con gran acercamiento a las emociones positivas. Nada lo afectaba tanto como para que se mostrara irritado o fuera de control. Me emociona mucho recordarlo.

En esto de promover la filosofía aplicada como una manera de crear prácticas saludables para la mente y la vida en general, cada tanto se van poniendo de moda vertientes filosóficas novedosas para la gente menos cercana a su estudio, aunque para los más entendidos, sean casi tan antiguas como la presencia del hombre sobre la tierra. Últimamente, el “comportamiento estoico” arrecia en los portales de noticias, de la mano de filósofos o personas que profesan o impulsan esta manera de ser y actuar en lo individual y social.

Soy un convencido que cada ser humano tiene, o es capaz de vivir según una única y personal filosofía, que es la resultante de factores heredados, educación parental y escolar, modelos y paradigmas aceptados, influencias sociales y ambientales, espiritualidad y esfera de posibilidades en las que se mueve. También puedo afirmar que el ser humano, es una sucesión de estadios de ser o estar siendo, que, conservando su esencia, le suman o restan posibilidades de ser de una manera distinta, de crecer, desaprender y aprender de nuevo.

Es por ello, que según mi punto de vista no existen individuos que pueden ser un reflejo exacto de una teoría filosófica, sino más bien aproximaciones bastante concordantes, con los principios que rigen tal o cual vertiente de pensamiento.

Si busco esas concordancias mayoritarias, puedo concluir que Marochi era en su génesis una persona estoica, con matices agregados como el cariño, la bondad y la modestia. Esa es una de las grandes ventajas de profesar la filosofía: no hace falta ser una persona ilustrada, pudiente o socialmente acomodada (de hecho, Marochi no cabía en ninguna de estas categorías), para vivir practicando tal o cual filosofía, sea ello de manera consciente o no.

Mi admiración por su manera de ser y actuar encuentra después de tantos años, una raíz filosófica, que me anima a decir que fue grande mi fortuna, de disfrutar siendo niño de una persona tan entrañablemente buena, serena y moral.

El estoicismo es una escuela filosófica fundada a principios del siglo III a.C por Zenón de Citio. Este filósofo, nacido en Chipre, sobrevivió a un naufragio, pero perdió en él todo lo que poseía. Llegó a Atenas, donde ofrecía sus lecciones en público, pero donde, como extranjero, no podía participar en la política de la ciudad. Precisamente, el nombre de su filosofía proviene del lugar en el que difundía su pensamiento; una “stoa” o galería cubierta que se encontraba junto al Ágora de la ciudad.

La palabra estoico, en su uso moderno se refiere a aquella persona que es indiferente al placer, la alegría, así como la pena o el dolor. No en vano, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define estoico en su primera acepción como “Fuerte, ecuánime ante la desgracia” y lo mismo sucede con el diccionario de Oxford que lo viene a definir como una persona que sufre dolor o problemas sin quejarse o sin mostrar lo que siente. Sin embargo, la doctrina estoica se basa más bien en guiarse por la razón y, debido a que no se puede controlar lo que sucede a nuestro alrededor, controlar lo que se piensa al respecto de lo que sucede.

Por ello, el estoicismo se fija especialmente en las emociones, a las que se refiere como pasiones, y que divide en buenas, malas e indiferentes. Las buenas hay que potenciarlas, las indiferentes obviarlas y hay que lidiar con las malas. La reflexión que hace el estoicismo al respecto es que a las personas no las perturban las cosas que pasan sino las opiniones que tienen sobre esas cosas que pasan. Por ello, se trata de enfrentar esas opiniones y antes de asumirlas, cuestionarlas como si se trataran de hipótesis y no de hechos firmes. De esta forma, se pueden refutar buscando una perspectiva más productiva y obteniendo una respuesta racional a esas pasiones para convertirlas en emociones saludables.

El objetivo de los estoicos no era otro que alcanzar la felicidad o la autorrealización, un concepto al que se referían como eudaimonia. A ella se llega a través de la virtud moral (o areté) y de la serenidad (o ataraxia).

La virtud en los estoicos tiene que ver con la excelencia y con alcanzar el potencial al que se está destinado. Para ello, hay cuatro cualidades que destacan: la sabiduría, la justicia, el coraje y la disciplina. Todas ellas tamizadas siempre por la razón que llevaría a buscar la sabiduría, actuar con justicia, emplear el coraje y alimentar la disciplina.

 Si la virtud es uno de los ángulos del triángulo que encumbra la felicidad, el otro es la serenidad o ataraxia. Se trata de una suerte de serenidad mental que permite que las emociones negativas no dominen y de esta forma sea más fácil actuar con virtud. Y es que, según los estoicos, son precisamente las reacciones emocionales a situaciones negativas las que provocan que se tenga una percepción distorsionada de la realidad, ya que se tiende a confundir pensamientos con hechos. Esto, según esta escuela filosófica, es inevitable que termine llevando a la agitación mental.

La llamada dicotomía del control es uno de los términos más relevantes del estoicismo y que ha ido evolucionando desde los orígenes de esta corriente filosófica hasta la actualidad. Se trata de conocer qué cosas están dentro del control de cada uno y cuáles no lo están. Dentro de las primeras se encontrarían por ejemplo las opiniones, juicios o acciones que se adoptan y es en ellas en las que habría que focalizar la atención teniendo en cuenta que existen otras cosas que no se pueden controlar. En palabras de Séneca: “El hombre sabio se preocupa por la intención de sus acciones, no por sus resultados”.

El estoicismo moderno propone que esta dicotomía se convierta en una tricotomía y se añada una tercera opción que serían las cosas sobre las que se tienen un control parcial. Un ejemplo sería un partido de tenis en el que el resultado no está bajo un control total ya que influyen variables como la habilidad del contrario, las condiciones atmosféricas o la pericia del árbitro. Por ello, en este ejemplo, el objetivo no debería ser ganar el partido sino jugar de la mejor manera posible ya que eso sí se puede controlar.

Una de las características del estoicismo que lo convirtió en una de las corrientes filosóficas dominantes fue su carácter práctico, la entendían como una suerte de caja de herramientas que les permitía avanzar hacia la autorrealización. Por ello, y asumiendo que el verdadero estoico es un ideal al que dirigirse, no una meta, un estoico en la vida presente, profesaría lo siguiente para esgrimir coherencia en el pensar, decir y hacer:

  • Identificar qué es lo que se puede controlar y que no.
  • Lidiar con las emociones negativas y analizarlas usando la razón.
  • Concentrarse en el momento actual y evitar el sufrimiento emocional por el pasado o el futuro.
  • Preocuparse por los pensamientos, evitando depender de cosas externas.
  • Escribir un diario estoico donde apuntar las cosas importantes de cada día para analizar cuáles se hicieron bien, cuáles mal y qué queda por hacer.

Vivir estoicamente no es una utopía.

Yo conocí una persona muy cercana, que aún no sabiendo leer ni escribir, profesaba virtudes estoicas.

¿Te animas a poner una cuota de estoicismo en tu vida?

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