En todos los ámbitos de las ciencias sociales, surgen cada tanto movimientos o escuelas de pensamiento que marcan una época, hasta que son destronadas, complementadas o cambiadas por otras. Por lo general, todos los modelos de pensamiento consiguen con el tiempo, un nivel de aceptación o rechazo, que los posiciona como tendencia durante un período de tiempo, en el cual un grupo de eruditos se encarga de desmenuzarlos, para encontrarles fortalezas y debilidades, fundamentos o vacíos, que permiten un mayor conocimiento y difusión, que lo que originalmente pensaban su o sus creadores.
El accionar concreto y aplicado de estas tendencias, es lo que finalmente le da vida, más allá de las palabras, acortando las brechas entre la idealidad del modelo y la realidad posible que se puede conseguir a partir de ellos.
Respecto del liderazgo es mucho lo que se ha hablado, escrito y promovido a lo largo de la historia. Sería posible escribir varios libros respecto de la materia y de la figura de los líderes, pero no es lo que quiero transmitir o encausar en este blog, que tiene la intención de ser acotado y de lectura relativamente rápida.
Lo que, si me gustaría dejar claro, es que a lo largo de mi vida personal y profesional he ocupado posiciones de liderazgo de áreas y de empresas (no propias), y que, de alguna manera, este hecho de vivir tratando de ser el mejor líder posible, me otorga un permiso para poder hablar sobre la materia, sin ser un experto profesional en ello.
Primer punto para recalcar es que una de las críticas que hago a los que intentan dar consejos o recomendaciones acerca de liderar, es que alguno de ellos, no se han enfrentado a la difícil tarea de hacerlo de manera concreta, ejerciendo ese distinguido y comprometido rol al frente de un equipo de personas. Es lo mismo que si yo me pusiera a dar instrucciones para hacer una empresa personal eficiente, cuando en realidad yo no he sido dueño de mi propia empresa, salvo si se pudiera considerar una empresa sin fines de lucro, a esta de llevar adelante los fines de semana este blog. Quizás les pudiera hablar del sacrificio, compromiso y dedicación que he puesto en sostener esta publicación semanal, a lo largo de varios años y de manera ininterrumpida, pero no sería honesto intelectualmente si lo hago desde una concepción de autoridad en la materia que no tengo.
Por otro lado, un segundo aspecto a destacar es que los que escriben acerca del rol de liderar, no toman en cuenta que el acto de liderar no es un acto desprovisto de los aportes buenos, malos y regulares, del ambiente o ecosistema en donde se ejerce ese rol, ni de la cultura imperante en donde se pretende o trata de sostener un modelo de liderazgo. Gran parte de las fallas o errores de los líderes provienen del hecho de que no se toman en cuenta varios aspectos de cómo se hacen las cosas en determinado equipo, de modo tal de poder adaptar o flexibilizar el modelo, para no generar una resistencia que torne su aplicabilidad imposible. Cambiar una cultura de trabajo, no es una tarea sencilla, y requiere de una preparación bastante más compleja que solo ejercer liderazgo, por lo que esta es la primera condición que debo tener en cuenta.
Tercer aspecto que necesitamos tener en cuenta es definir el enfoque del liderazgo. No es lo mismo liderar o gestionar actividades de personas, que liderar cosas o procesos, en donde las personas están inmersas, pero donde lo más importante son las cosas. A veces confundimos a las personas, pidiendo a un técnico que lidere personas, cuando por lo general lo que hace bien es liderar procesos, o pedimos a un líder de gestión de equipos, que se ponga a liderar la producción de un complejo asegurando resultados. Son pocas las personas que tienen una capacidad equilibrada para líder en los dos campos, prevaleciendo siempre una habilidad natural de una sobre la otra.
Aclarados estos puntos es donde ahora quiere enfocarme en una reciente corriente de análisis del liderazgo, aquel que se define como “liderazgo imperfecto”. Para ello voy a compartirles el concepto, trayendo extractos de una publicación de uno de sus promotores, el conferencista y humanista Jordy Alemany, quien además es el autor del libro titulado (valga la redundancia) “Liderazgo imperfecto”.
Liderazgo imperfecto: desmontando el falso mito del super líder
En el devenir de los tiempos, la cultura empresarial ha edificado un monumento a un mito, el super líder, un ser que, para muchos, es la imagen inmaculada de la sabiduría y la clarividencia, que se eleva sobre la humanidad en un pedestal de perfección inalcanzable. Llevamos siglos, desde la antigua Grecia, incluso antes, definiendo al líder como esa criatura mítica e impecable, que habita más cerca de los Dioses del Olimpo que del común de los mortales.
Algunos todavía defienden esa manida teoría del “liderazgo innato”, que no hace más que contribuir a ensanchar la brecha entre aquellos que nacen predestinados a convertirse en líderes (unos pocos elegidos) y el resto del populacho, que carecemos del gen necesario para poder liderar.
Es fácil tropezarse en internet con esas interminables listas de habilidades y virtudes, enmarcadas bajo atractivos títulos como “Las 7 habilidades del líder” o “Las 10 virtudes del líder excepcional”, que dibujan una imagen icónica de líderes a los que todo el mundo debería aspirar a parecerse.
La televisión y el cine han contribuido a extender esa imagen de perfección a través de los personajes de ficción que nos muestran en películas y series. Personajes ficticios como Tony Stark o Bruce Wayne, que siempre parecen tener todas las respuestas, más allá del tamaño del reto o la dificultad del problema, nos han hecho creer que el liderazgo es una ciencia exacta, donde cada paso es medido y calculado. Nos han llevado a crear una imagen del líder que se asemeja más a la de un superhéroe, que a la de un ser humano corriente. Pero, y si te digo que todo lo que mucho de lo que te contado hasta ahora acerca del liderazgo es mentira.
En las siguientes líneas vamos a tratar de acercar el liderazgo a las personas, desmontando ese absurdo estereotipo del líder “superhéroe” que tanto daño hace a los miles de seres humanos que cuentan con la actitud para liderar en el mundo real. Vamos a hablar del auténtico liderazgo, de ese que ejercen personas corrientes, que deciden dar un paso adelante cuando nos encontramos en un momento de dificultad, anteponiendo el interés colectivo al suyo propio, y guiándonos, con entusiasmo y pasión, hacia un lugar mejor. En eso consiste liderar. Nada más, ni nada menos.
El mito del super líder coloca una carga insostenible en los hombros de los líderes y fomenta la creación de una cultura del miedo y de falta de transparencia. El culto a figuras de líderes «quasi» divinos, que nunca se equivocan y tienen la respuesta a todas las preguntas, es un fenómeno absurdo y peligroso por varias razones:
En primer lugar, deshumaniza al líder alejándolo de aquellos a los que tiene la responsabilidad de liderar. El liderazgo tiene que ver con conectar con los que nos rodean y ayudarles a convertirse en una versión mejorada de ellos mismos. Un líder deshumanizado y poco cercano difícilmente podrá cumplir con esa función.
Por otra parte, esperar que los líderes sean infalibles e inhumanamente perfectos solo conduce a la decepción y la desilusión. Nadie puede cumplir con tales expectativas, lo que puede provocar desconfianza y descontento entre aquellos a los que lideramos.
Además, un líder que considera que todo lo sabe asume que no tiene nada nuevo que aprender o mejorar. Esto impide, no solo el desarrollo personal y profesional de la persona que ocupa el rol de líder, sino también el de los que le rodean.
Y lo más lamentable de todo es que, cuando un líder es idolatrado como un héroe, puede comenzar a creer que es infalible y que sus decisiones están más allá de la crítica. Esto puede generar un comportamiento autoritario y una falta de disposición para escuchar a otros, lo que debilita la colaboración y la innovación, además de generar dependencia y pasividad.
En lugar de idolatrar al líder por aquello que hace bien, es fundamental reconocer y valorar su humanidad, sus imperfecciones y sus capacidades para crecer y aprender.
Un liderazgo auténtico y efectivo se basa en la empatía, la humildad y la capacidad del líder para crear más líderes. Para crecer, y como resultado, hacer crecer a los demás. En ese sentido, reconocer nuestros errores y aprender de ellos es fundamental para convertirnos en líderes.
El liderazgo real es orgánico o, dicho de otra manera, debe ser transmisible y sostenible, más allá de quién desempeñe el papel de líder hoy. Ninguna organización que aspire a sobrevivir en el largo plazo puede, ni debe, hipotecar su futuro en la figura de una única persona. Un auténtico líder sabe que su principal función no es lograr resultados, sino dejar un legado que trascienda de él mismo una vez concluya su periodo al frente de la organización.
De ahí que, si tuviéramos que elegir dos habilidades que nos ayudan a convertirnos en líderes, sin duda esas serían la inteligencia emocional y el pensamiento crítico:
La inteligencia emocional nos permite reconocer y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, y es fundamental para establecer relaciones sólidas y saludables con nuestro equipo.
El pensamiento crítico nos ayuda a analizar y evaluar información de manera objetiva y a tomar decisiones informadas y razonadas.
Ambas habilidades nos permiten abordar nuestras propias imperfecciones y aprender de ellas, en lugar de intentar mantener una falsa fachada de perfección.
Si hay algo que un líder hace a lo largo del día es, sin duda, tomar decisiones que afectan a otras personas, y para tomar buenas decisiones se requiere de un pensamiento crítico sólido. El pensamiento crítico es un proceso mental que nos permite analizar, evaluar y sintetizar información para llegar a una conclusión lo más informada, racional y objetiva posible desde 3 puntos de vista: el del retorno, el de la legalidad y el de la ética.
De los líderes no se espera que nunca se equivoquen o que satisfagan las necesidades de todos, ya que eso es literalmente imposible. De un líder esperamos que tome decisiones justas y equilibradas, y que antes de hacerlo analice las posibles repercusiones para todas las partes implicadas, anteponiendo el bien común a su interés individual. Por eso, un líder que no ha trabajado su pensamiento crítico corre el riesgo de tomar decisiones basadas en emociones o en información sesgada, lo que puede llevar a la organización a un auténtico desastre.
Espero te haya gustado, este concepto humanizado de la figura de un líder.
Recordemos para finalizar, que liderar es fundamentalmente un acto de servicio.
El culto al super líder ha generado un panorama en el que la autenticidad y la humanidad se desvanecen en pos de una ilusión de perfección que nos ha llevado a olvidar que liderar es un arte que brota de la humildad, el aprendizaje y la empatía.
Abandonemos la idea de que la perfección es una meta a alcanzar y comencemos a abrazar la imperfección de nuestra propia humanidad. No olvidemos que, cuando el líder se vuelve más humano, los humanos a su alrededor se vuelven más líderes.