Más allá de los estudios de ingeniería, los postgrados, y todos los entrenamientos duros y blandos que he recibido a lo largo de actividad profesional, el campo que siempre me costó un montón, fue el de liderar y armar equipos de trabajo.
En ese campo, a menudo me queda la sensación, que cada día se aprende algo nuevo, que no todo está dicho a la hora de generar influencias positivas en los entornos de trabajo.
Al principio creo que era muy fácil distinguir mi estilo, más caracterizado por componentes tradicionales, con rasgos de autoridad devenidos de mi posición. Era fácilmente influenciado por lo que me pedía la dirección de la empresa, saliéndome poco de los cánones, para seguir directrices y bajarlas, sin importarme mucho, porque como eran recibidas las indicaciones, las órdenes y las instrucciones en general. No tenía mucho registro de las diferencias que había entre las personas, respecto de los trabajos y sus expectativas, escuchaba poco y me apegaba mucho a los resultados.
Cuando me fui de mis primeros trabajos en puestos de responsabilidad, con gente a cargo, como se acostumbraba decir, la evolución de la tecnología era incipiente y las comunicaciones no fluían tanto como en la actualidad. Más allá de eso, no creo que ninguno de mis colaboradores, se haya sentido atraído a conservar el vínculo, una vez que la relación laboral se acabara. Es que resultaba bastante notable, que no era muy capaz de generar relaciones poderosas y humanas, con los integrantes del equipo. Me encontraba, casi siempre muy apegado a encontrar buenos números de gestión, encarando programas, que pocas veces contaban con la opinión de los demás.
Los resultados no eran malos, las relaciones, puede decirse que tampoco, pero a la distancia puedo distinguir, que las conexiones que establecía no eran fuertes, no les permitían crecer a todos, ni en la toma de decisiones, ni en la autonomía que las personas necesitamos para la consecución de metas y objetivos.
Con el tiempo, las empresas fueron migrando en sus conceptos de liderazgo en general, munidos de herramientas de vinculación que nos permiten estar, al menos muy informados y por momentos más comunicados. Todas las opiniones son tenidas en cuenta, independientemente del grado de responsabilidad, y las estructuras humanas, se fueron flexibilizando y achatando, para ser matriciales. Se busca o se pretende más el desarrollo de funciones, en detrimento de las posiciones.
Los que veníamos del modelo anterior, y yo efectivamente era uno de ellos, tuvimos un proceso de adaptación algo difícil y por momentos lento. Tuve la suerte de que, en mis últimos trabajos como líder, la misma organización me brindó herramientas para entrenarme en nuevas miradas, en conceptos más armonizados para liderar y gestionar entornos de trabajo productivos y eficientes. Hice un buen entrenamiento como coach, donde aprendí a conocerme más y mejor, y a partir de allí poder ser una influencia positiva, y a transformarme de a poco, en un facilitador y al mismo tiempo en una persona con mucho más registro del otro, de sus circunstancias, y de sus inquietudes.
Es por ello, que mi modo de liderar, se basó mucho más establecer un compromiso en la relación con el equipo, dando más y mejores oportunidades, para que los que quisieran, pudieran asumir roles de líderes, con mayor autonomía a la hora de proponer, actuar y resolver. Cuando fui capaz, de comprender la importancia, de que las personas necesitan conectar primero, para luego y a partir de la confianza, dar o intentar dar lo mejor de sí mismos, es cuando pude ver cambios en la naturaleza sostenible y constante de los objetivos que se alcanzaban.
A partir de allí, ya hace poco más de quince años, es que pude conservar relaciones más allá del trabajo, que si bien no creo sean decididamente de amistad, si puedo decir que son de intercambio mutuo, a la hora de enfrentar los problemas de la diaria, y porque no de las estrategias de más largo plazo. Algunos, que oficiaban de colaboradores, aún me escriben para consultarme acerca de sus problemas, sus conflictos humanos y acerca de cómo enfrentar políticas nuevas o asumir renovados desafíos.
Mi estructura de liderazgo actual es bastante más abierta y desinteresada de mi persona, con más foco en el desarrollo profesional y humano, de las personas que administran funciones, que la organización, pide que se equilibren unas con otras. Dar lugar a los valores propios y de los demás, en el contexto de los valores que persigue la empresa, es otra clave a tener en cuenta. Motivar, que es un todo un desafío en sí mismo, ya que para motivar el primer motivado debe ser uno mismo, es una condición esencial y al mismo tiempo única.
En este modelo de menos autoridad formal y más autoridad potencial, con más foco en la contribución a la formación de otros líderes, me he sentido por momentos muy cómodo, y por otros no tanto, a veces por miedos propios y otras veces por miedos ajenos. Pienso que, la balanza está más inclinada, a que muchos reconocen en mí, una persona para nada egoísta con lo poco que sé, y capaz de no guardar nada, y con mucha voluntad por que las personas puedan relacionarse bien conmigo, y con los demás. He recibido agradecimiento, porque he sabido valorar el desarrollo personal de otros, por encima del mío. En esos momentos, me he sentido muy halagado. También he recibido críticas, porque no he sabido ver determinados potenciales en otros, perdiendo tiempo y esfuerzo por ello. Tanto del halago como de la crítica he aprendido.
En el mientras, de no hablar más que de temas laborales, en la actualidad las personas en mi entorno de trabajo, sean colaboradores directos, indirectos, pares o jefes, saben que pueden contar conmigo, para discutir lo que sea, hecho que me ha valido más buenas vibras y menos rispideces. En la manera y la intensidad de conexión con las personas, es donde creo que ha hecho una pequeña diferencia, que es reconocible por los demás, de su propia boca, cuando estoy y no estoy presente. La calidez, el buen humor y el ponerme en los zapatos del otro, han contribuido, para generar buenas relaciones humanas en el trabajo.
Al mismo tiempo, he mejorado mi apertura para dejarme influenciar por otros líderes, y cuando me refiero a ello, me refiero a líderes, tanto de dentro como de fuera de la empresa, independientemente de su posición en la estructura. Hay líderes por doquier, sólo hay que saber distinguirlos, y para ello es necesario, abandonar la noción sólo de la posición formal e ir más allá de lo que muestran los organigramas.
Las lecciones de liderazgo no se acaban nunca, en este contexto exponencialmente cambiante, donde lo que fue muy bueno ayer, puedo no serlo tanto hoy. Revisar y recalcular las decisiones es una práctica, casi del minuto a minuto.
De hecho, los líderes mundiales, ya no parecen ser tan hábiles para liderar, quedando en el camino con todas sus aspiraciones y programas a cuestas. El común denominador, es que la adaptabilidad, la flexibilidad y el pensar fuera de la caja, son ingredientes necesarios, aunque no definitivos, para gestionar equipos humanos, en entornos volátiles.
Soy un convencido de que las organizaciones del futuro, sobrevivirán de la mano de entornos hiper humanizados, dentro de la micro y macro tecnología que lo abarcará todas las ramas del quehacer humano.
Asimismo, soy consciente, de que resulta cada vez más oportuno y desafiante liderar, aunque la tarea es crecientemente compleja.
Lecciones de liderazgo, ni más ni menos. Aprendizajes que no se acaban.