¡Palabras en peligro de extinción!

Se me ocurre arrancar este reflexivo de hoy con una sencilla pregunta:

¿Cuáles son las palabras que pueden usarse para identificar o nombrar a una puesta de sol?

Las que más fácil no salen son quizás, atardecer, ocaso, crepúsculo y anochecer.

Pero hay más, que ya casi no se usan, tales como:

Véspero: que significa el planeta Venus como lucero de la tarde.

Lubricán: Del lat. lupus (lobo) y canis (perro), influenciado por lóbrego.

Para ser honesto, la única relación que he tenido con estas palabras es el término “vespertino”, con uso aplicado a un turno que arranca después de almorzar o sea un turno vespertino.

Si hiciéramos el ejercicio de recurrir al diccionario y hacer una evaluación rápida, empezando por ejemplo con la letra a, de seguro, caeríamos en la cuenta, de cuántos vocablos hemos dejado de usar en la cotidianeidad de nuestras vidas, y probablemente si calculáramos el porcentaje de palabras que usamos, el mismo no superaría el 1 % del total, y con mucha suerte.

El diccionario de lengua española cuenta con 93.000 vocablos listados, de los cuales unas 19.000 pueden ser considerados como americanismos. De entre todas las palabras que posee el Diccionario de la Real Academia Española así como todas aquellas que son utilizadas pero no están recogidas, el español usa diariamente unas 300 palabras para sus situaciones comunicativas reales. Cuando decimos esto nos referimos a aquellas personas que poseen un nivel educativo básico. Sin embargo, una persona culta e informada usa unas 500 palabras. En el caso de un escritor o periodista puede usar unas 3.000. Sin embargo, Cervantes usó 8.000 palabras diferentes en su obra, es decir, en torno al 3% del idioma.

Dejar de usar palabras, ignorarlas, desconocerlas, nos transforma en cierta manera en analfabetos alfabetizados, ya que las palabras nos sirven para identificar mediante sustantivos, describir acciones, mediante verbos, calificar mediante el uso de adjetivos, y construir oraciones o frases, uniendo todo lo anterior con los convenientes artículos o determinantes, adverbios, pronombres, preposiciones y conjunciones.

El desuso de las palabras, está provocando la desaparición de las sutilezas, los grises, además de creer que puedo usar una sola palabra para describir cosas o situaciones que no significan lo mismo. Además de la desaparición de los vocablos, estamos perdiendo el uso de los signos de puntuación, lo que implica provocar mayor dificultad de interpretación, a las personas que se toman el tiempo para leer nuestros escritos.

Por si faltara poco, la tecnología ha agregado por sí misma, un conjunto de palabras en idioma inglés, que no tienen traducción literal al español, y que son otro desafío a la hora de poder comunicarnos y entendernos.

Las palabras nos sirven para distinguir y diferenciar, siendo estas dos acciones, componentes esenciales a la hora de ampliar nuestra capacidad de observación del mundo en que vivimos. El lenguaje crea mundos donde antes no existía nada, por lo que perder o dejar de usar determinados términos o voces, atenta directamente contra nuestra capacidad de inventiva.

El activo lingüístico medido en término de las palabras que soy capaz de tejer en forma de texto, constituye un basamento sustancial, a la hora de vivir mi presente, y proyectar mi futuro.

A continuación, les comparto los conceptos o palabras que algunas personas están calificando como “en peligro de extinción”.  Parece ser que son de uso diario, pero para el que las presenta, están “perdiendo su valor”.

Fernando Valladares. Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.  Profesor de investigación en el CSIC y profesor asociado de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid.

CONFIANZA

Dicen de la confianza sube por las escaleras, pero baja en ascensor. Es un bien preciado que cuesta mucho ganar y que se pierde con suma facilidad. En las últimas décadas hemos ido presenciando un incremento de la tensión social, y la desigualdad. La creciente degradación ambiental favoreció la aparición de crisis económicas y sanitarias. Y la sociedad se ha ido resquebrajando. Desde los máximos responsables políticos hasta el último de nosotros hemos caído en la polarización y en la crispación, pero también en el miedo y en el desánimo. No nos fiamos de casi nadie, y mucho menos de aquellos a los que elegimos en las urnas. No hay confianza en las instituciones del Estado como no la hay en la dinámica de los mercados. La confianza y su hermana la credibilidad están en sus horas más bajas. Pero es justo ahora cuando más las necesitamos, pues sin confianza ni credibilidad será poco menos que imposible hacer frente a los retos ineludibles de un desarrollo sostenible. Hagamos un esfuerzo por rescatar la confianza de su inminente extinción.

Jordi Sevilla. Economista y político.

TOLERANCIA

La Tolerancia es uno de esos inventos humanos que, como las vacunas, ayudan a mejorar la supervivencia de la especie y, como la electricidad, mejoran nuestra calidad de vida como sociedad.

¿Qué hacemos con quienes no son como “nosotros”, son diferentes, con aquellos que tienen otras creencias, diferentes opiniones, distintos colores de piel o han nacido en otro lugar?

La respuesta a esta pregunta es clave para definir el tipo de comunidad en el que viviremos: se puede combatir al diferente hasta expulsarlo como un cuerpo extraño o no dejarlo entrar en nuestra comunidad. Se puede, también, coexistir como comunidades que viven juntas, pero cerradas cada uno en si misma, sin agresiones (o no demasiadas), pero tampoco con ninguna colaboración (o escasa y muy reglada según reglas de apartheid). O se puede establecer reglas de juego consensuadas, que permitan convivir y trabajar juntos en la consecución de objetivos comunes, respetando las diferencias.  Para esto, es imprescindible la tolerancia que favorece la consecución de un bien común y contribuye a la paz social.

La tolerancia no es innata en el ser humano. Hay que cultivarla. Podemos decir que se llega a la tolerancia, una vez fracasado todo lo demás y es más necesario cuanto más se amplía el colectivo de convivencia. De hecho, el impulso a la tolerancia se produce en el siglo XVIII de la mano de Voltaire, harto de tantas y tantas guerras europeas “de religiones” que solo estaban dejando muertes, odio y destrucción.

La tolerancia permite que gente diferente pueda convivir, trabajar juntos y compartir valores comunes. Las sociedades demasiado homogéneas tienden a ser cerradas, es decir, intolerantes en su interior y agresivas con los del exterior.

Practicar la tolerancia exige tres cosas: relativizar tus propias condiciones y convicciones, respetar las del diferente, aunque no las compartas y aceptar su aportación a un objetivo común.

La tolerancia es la condición necesaria para que haya democracia ya que los cuatro puntos en que podemos resumir los componentes de un régimen democrático solo son posibles si hay una convivencia tolerante: 1.  La posibilidad de producir cambios sociales sin violencia 2. Un sistema que permita controlar a quienes están en el poder para asegurarnos de que no abusen 3. Darle voz al pueblo en el ejercicio del poder y 4. El sometimiento de todos los ciudadanos a la misma ley.

Replegarnos sobre colectivos identitarios, excluyentes, fomentar el fanatismo y denigrar al diferentes, son procesos que nos empobrecen como sociedad (la selección natural demuestra que, a mayor diversidad, mayor probabilidad de supervivencia) y amenazan una convivencia pacífica y democrática. Y eso es, exactamente, lo que los nuevos populismos mediáticos y de las redes sociales, están consiguiendo hoy en día. Tolerancia, no dejes que olvidemos tu nombre.

Rafael Ruiz. Escritor y periodista.

SOSIEGO

Siempre me sedujo esta palabra, tan perfecta en su composición, tan clara, tan castellana, tan poliédrica y visionaria en los propios significados de sus significantes. Me explico.

Pocas palabras como esta tan insinuantes con esa doble ‘s’, tan redonda en esa ‘o’ casi al comienzo y en la otra ‘o’ al final, cerrando el bucle ideal. Abriendo con esa interjección, ‘so’, usada, como explica la RAE, para detener las caballerías. Sooo. Continuando con ese ‘si’ que, aun a falta de tilde, sugiere afirmación y positivismo, optimismo, un mirar y un paso hacia delante tras el reposo que nos proyecta la primera sílaba.

Pero nos están arrebatando esa tranquilidad y ese positivismo para dejarnos solo el ‘ego’. Puzles de egos sin argamasa que los cohesione y haga solidarios en que se están convirtiendo nuestras desarrolladas sociedades occidentales: la prioridad de la rapidez, el rodillo de las novedades y las noticias y las falsas noticias y las innovaciones tecnológicas y las apps, la necesidad de que seamos productivos, rentables, peones de un gigantesco mecanismo industrial-capitalista en el que la tranquilidad, la quietud, la pereza están mal vistas. La necesidad de que consumamos continuamente, en el ocio y en el negocio, en la salud y en la enfermedad… Tranquilidad, quietud, pereza… Palabras en desuso, sobre todo la elegida, el sosiego. Asistimos al exilio del sosiego. Porque desde arriba así interesa que estemos y seamos: egos y no colectivos, pues la fuerza del débil parte, siempre partió, de la unión.

Tan clarividente es el término, fijaos bien, que hasta incluyó, cuando se compuso, su futuro, adivinó su destino, este que aquí hemos venido a explicar, QUIERO explicar: el peligro de sociedades solo construidas de egos egoístas.

Leedla bien: S.O.S. / EGO

Federico Buyolo. Director Adjunto Gabinete de Educación y Formación Profesional

AMABILIDAD

El tiempo corre deprisa. La vida pasa tan rápidamente que en ocasiones ni tan siquiera somos capaces de planear el siguiente paso. Transitamos de un momento a otro como entes que circulan por un mundo caduco del cual, nosotros huimos cargando el día finito con trabajo, banalidades o simplemente más trabajo. Como decía David Foster Wallace, somos esos peces que no saben que es el agua.

¿Y si por un momento nos paramos en medio de la nada y miramos a nuestro alrededor? ¿Y si por un momento nos damos cuenta que a nuestro alrededor hay personas? ¿Y sí por un momento ese discontinuo de seres se conectan en un continuo de sueños ilusiones y proyectos comunes?

La persona amable es aquella que es digna de ser amada. La amabilidad lo que hace que coexista lo diferente. Una relación de mínimos que crea una cohesión humana de personas iguales. La amabilidad no tiene reglas ni patrones, tan solo es una forma de ser, de vivir, de crear ventanas de conexión entre aquellos que nadan en un mundo desconectado de la vida. La amabilidad es más que la tolerancia, es esa agua que nos envuelve y que nos conecta como diferentemente iguales.

Joseba Bontigui, artista, fotógrafo, apasionado de las ballenas.

AMATEUR

Persona que practica por placer una actividad, generalmente deportiva o artística, sin recibir habitualmente dinero a cambio.

Cada vez se hace más difícil encontrar personas que hacen cosas por placer sin importarles si lo hacen bien, mal o regular.  Al principio creía que solo sucedía con los adultos, pero estos últimos años, me encuentro con chicos y chicas de edad escolar que han perdido la pasión.

Lo chicos juegan al fútbol porque quieren ser como Messi, Sergio Ramos o Piqué, son muy pocos lo que disfrutan despreocupados pateando una pelota.  En los colegios se ha transformado el “ aprender” en “saber cosas” y ahora se “estudia” para tener un puesto de trabajo en el futuro.  Tal y como les plantean las cosas desde pequeños, nadie puede extrañarse que las niñas y lo niños ya no juegan; ahora “entrenan”.

Y cuando te encuentras en la calle con un conocido que lleva una raqueta de tenis, nada más saludarle te dice:

 —Voy a entrenar mi drive…—o su golpe listado de derecha… o del revés.  Lo mismo sucede con los que van al golf, la obsesión por bajar su handicap no les ayuda a ver más allá del “green”. Y eso que todo lo que les rodea son prados verdes y árboles. Es verdaderamente difícil encontrarte con alguien que tan solo va a compartir un rato con un amigo mientras hace deporte.

 Y si te gusta pintar, escribir, cantar o tocar un instrumento… tu objetivo es poner exposiciones, publicar un libro o dar un concierto en algún local conocido.  

Nos hemos olvidado que los grande deportistas, creadores y artistas lo son porque hacen lo que aman. Por este motivo son tan creativos, porque lo que hacen surge del placer de hacer lo que  aman. Y además, han sabido añadir una palabra más: COMPARTIR.

Tal vez la diferencia entre AMATEUR Y PROFESIONAL no esté en el dinero y sí en el deseo de COMPARTIR con los demás lo que uno hace con amor.

Eduardo Lazcano. Experto en hacer recados y amante de las palabras.

PALABRAS

Y no me refiero al continente, sino al contenido. Las palabras servían para que dos personas se refiriesen a un mismo concepto con una forma común y reconocible.

Veo con tristeza tres tendencias que ponen en peligro las palabras:

· El egocentrismo que nos hace pensar que somos nosotros los que damos significado a las palabras. Por una errónea rebeldía, no queremos subrogarnos a ese significado común porque pensamos que nos resta identidad. La identidad te la da el lugar dónde pones la palabra, no cambiar lo que lleva dentro. “Yo lo llamo así”, se dice ahora. Fenomenal, espero que así te entiendas contigo mismo.

· La superficialidad. A veces no hace falta cambiar el significado. Basta con quedarse a medias. Cuando un chaval dice “estoy rayado” no sabes si habla de frustración, preocupación o rebeldía. Mismo significante, múltiples posibilidades, ninguna comprensión.

· El manoseo. Las palabras transitan acepciones según las vamos manoseando. ‘Autoridad’ era aspiracional: “es una autoridad en la materia” ahora pensaríamos que intenta imponernos su punto de vista. El propósito y la sostenibilidad ya significan cosas distintas según quién las haya manoseado.

Reivindico el uso común de las palabras. Tratémoslas como lo que son, no intentando cambiarlas a nuestro gusto. Disfrutemos el ejercicio de encontrar la adecuada y ponerla en su mejor lugar. Escuchémosla comprendiendo lo que nos quieren decir y no lo que queremos entender en ella.

Respetemos la palabra…

Con la esperanza de que el blog de hoy les haya resultado placentero, les dejo un gran «apapacho», mientras disfrutan este «plácido» domingo.

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