Letras que inspiran !

Escarchando el suelo, el invierno se hizo presente con toda su gélida fuerza.  El frío continuará por varias jornadas más, para tornar desapacible algunos días de las vacaciones escolares. El receso es siempre bienvenido y esperado, aunque hubiera sido preferido por cierto al menos una pequeña cuota de calidez.

Residiendo a media cuadra de un teatro, reviso cada tanto su cartelera. Me sorprende que el afamado escritor inglés, o quizás como refiere Borges, “el menos inglés de los poetas de todos los tiempos”, siga siendo uno de los protagonistas centrales de las marquesinas culturales de calidad. Las obras maestras del Bardo de Avon, son una fuente inagotable de lirismo, de comedia, de tragedia y de filosofía en estado puro.

El maestro de la tragedia, menos conocido por su poesía y por su comedia, es el exquisito titiretero de las «letras que inspiran».

Que nos dice sobre él la enciclopedia británica:

Shakespeare es generalmente reconocido como el más grande de los escritores de todos los tiempos, figura única en la historia de la literatura. La fama de otros poetas, tales como Homero y Dante Alighieri, o de novelistas tales como León Tolstói o Charles Dickens, ha trascendido las barreras nacionales, pero ninguno de ellos ha llegado a alcanzar la reputación de Shakespeare, cuyas obras hoy se leen y representan con mayor frecuencia y en más países que nunca. La profecía de uno de sus grandes contemporáneos, Ben Jonson, se ha cumplido por tanto: “Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad”.

Otro crítico contemporáneo nos dice sobre él:

Ningún otro escritor ha tenido nunca tantos recursos lingüísticos como Shakespeare, tan profusos en “Trabajos de amor perdidos” que tenemos la impresión de que, de una vez por todas, se han alcanzado muchos de los límites del lenguaje. Sin embargo, la mayor originalidad de Shakespeare reside en la representación de personajes: Bottom es un melancólico triunfo; Shylock, un problema permanentemente equívoco para todos nosotros; pero “sir” John Falstaff es tan original y tan arrollador que, con él, Shakespeare da un giro de ciento ochenta grados a lo que es crear a un hombre por medio de palabras.

Shakespeare fue poeta y dramaturgo venerado ya en su tiempo, pero su reputación no alcanzó las altísimas cotas actuales hasta el siglo diecinueve. Los románticos, particularmente, aclamaron su genio, y los victorianos adoraban a Shakespeare con una devoción que George Bernard Shaw denominó “bardolatría”.

En el siglo XX, sus obras fueron adaptadas y redescubiertas en multitud de ocasiones por todo tipo de movimientos artísticos, intelectuales y de arte dramático. Las comedias y tragedias shakespearianas han sido traducidas a las principales lenguas, y constantemente son objeto de estudios y se representan en diversos contextos culturales y políticos de todo el mundo. Por otra parte, muchas de las citas y aforismos que salpican sus obras han pasado a formar parte del uso cotidiano, tanto en inglés como en otros idiomas. Y en lo personal, con el paso del tiempo, se ha especulado mucho sobre su vida, cuestionando su sexualidad, su filiación religiosa, e incluso la autoría de sus obras.

Resulta curioso que todo el conocimiento que ha llegado a la posteridad sobre uno de los autores del canon occidental no sea más que un constructo formado con las más diversas especulaciones. Se ha discutido incluso si Shakespeare es el verdadero autor de sus obras, atribuidas por algunos a Francis Bacon, a Christopher Marlowe (quien, como espía, habría fingido su propia muerte) o a varios ingenios; la realidad es que todas esas imaginaciones derivan del simple hecho de que los datos de que se dispone sobre el autor son muy pocos y contrastan con la desmesura de su obra genial, que fecunda y da pábulo a las más retorcidas interpretaciones.

Casi ciento cincuenta años después de la muerte de Shakespeare en 1616, comenzaron a surgir dudas sobre la verdadera autoría de las obras a él atribuidas. Los críticos se dividieron en “stratfordianos” (partidarios de la tesis de que el William Shakespeare nacido y fallecido en Stratford fue el verdadero autor de las obras que se le atribuyen) y “anti-stratfordianos” (defensores de la atribución de estas obras a otro autor). La segunda posición es, en la actualidad, muy minoritaria.

Los documentos históricos demuestran que entre 1590 y 1620 se publicaron varias obras teatrales y poemas atribuidos al autor William Shakespeare, y que la compañía que representaba estas piezas teatrales, Lord Chamberlain’s Men (luego King’s Men), tenía entre sus componentes a un actor con este nombre. Se puede identificar a este actor con el William Shakespeare del que hay constancia que vivió y murió en Stratford, ya que este último hace en su testamento ciertos dones a miembros de la compañía teatral londinense.

A lo largo del tiempo han existido teorías que subrayan que William Shakespeare era tan solo un alias tras los que podían esconderse otros ilustres nombres como Christopher Marlowe (1564-1593), el filósofo y hombre de letras Francis Bacon (1561-1626) o Edward de Vere (1550-1604), decimoséptimo conde de Oxford. Jacobi asegura inclinarse por Edward de Vere, que frecuentó la vida cortesana en el reinado de Isabel I (1533-1603), y lo califica como su “candidato” preferido, dadas las supuestas similitudes entre la biografía del conde y numerosos hechos relatados en los libros de Shakespeare.

¿Cuál es una de las razones principales por la que se cuestionó la autoría de Shakespeare? El World Book Encyclopedia señala “la negativa a creer que un actor de Stratford on Avon hubiese podido escribir tales obras. Su origen rural no cuadraba con la imagen que tenían del genial autor”. La citada enciclopedia añade que la mayoría de los supuestos escritores “pertenecían a la nobleza o a otro estamento privilegiado”. Así pues, muchos de los que ponían en tela de juicio la paternidad literaria de Shakespeare creen que “solo pudo haber escrito las obras un autor instruido, refinado y de clase alta”. Con todo, muchos especialistas creen que Shakespeare sí las escribió.

La duda sobre la autoría no reduce para nada la calidad de las obras, que además de profusas y decididamente humanas y no humanas a la vez, tienen un refinamiento especial y único, que las hace merecedoras de todos los elogios y la universalidad que han alcanzado.

Ante la falta de manuscritos hológrafos y de fechas precisas de composición, se hace muy difícil el establecer una cronología bibliográfica shakespeariana. El First Folio, que reagrupa la mayor parte de su producción literaria, fue publicado por dos actores de su compañía, John Heminges y Henry Condell, en 1623, ocho años después de la muerte del autor. Este libro dividía su producción dramática en “Historias, Comedias y Tragedias”, y de él se hicieron 750 copias, de las que han llegado a nuestros días la tercera parte, en su mayoría incompletas. Gracias a esta obra se conservó la mitad de la obra dramática del autor, que no había sido impresa, pues Shakespeare no se preocupó en pasar a la historia como autor dramático.

En líneas generales, la crítica ha destacado sobre todo dos aspectos de la obra dramática de William Shakespeare.

En primer lugar, una indiferencia y distanciamiento casi inhumanos del autor respecto a la realidad de sus personajes, que comparte asimismo con la mayor introspección y profundización en la creación de su psicología. Shakespeare no moraliza, no predica, no propone fe, creencia, ética ni solución alguna a los problemas humanos: plantea, y lo hace mejor que nadie, algunas de las angustias fundamentales de la condición humana (ser o no ser, la ingratitud, sea filial ,El rey Lear, o no, la ambición vacía), pero nunca da respuestas: no sabemos qué pensaba Shakespeare, al que el espectáculo del mundo le trae al fresco, por más que su visión de fondo sea pesimista y sombría ante la posición miserable y mínima que ocupa un hombre hecho de la misma materia que los sueños en un universo misterioso, profundo, inabarcable y sin sentido. Mientras que el teatro barroco español privilegia lo divino sobre lo humano, Shakespeare reparte por igual su temor (o, más exactamente, su maravilla) ante lo celeste y ante lo terrenal.

En segundo lugar, la crítica ha destacado el extraordinario poder de síntesis del «Cisne de Avon» como lírico; su fantasía es capaz de ver un universo en una cáscara de nuez; como creador de personajes, cada uno de ellos representa en sí mismo una cosmovisión, por lo cual se le ha llamado Poet’s poet (poeta de poetas). Son auténticas creaciones Ricardo III, Hamlet, Otelo, Bruto, Macbeth, lady Macbeth, Falstaff… Sin embargo, y por eso mismo, se le han hecho también algunos reproches: los personajes de sus obras parecen autistas, no saben escucharse y permanecen cerrados en su mundo a toda comprensión profunda del otro. ¿Qué simpatía existe entre Hamlet y su pobre y torturada novia Ofelia? ¿Se han «escuchado» alguna vez Marco Antonio y Cleopatra, quienes, a pesar de ser amantes, desconfían patológicamente el uno del otro? El crítico Harold Bloom ha señalado esto como una de las diferencias más notables y sensibles entre Shakespeare y Cervantes. En este último existe empatía, amistad y conexión humana entre sus personajes, de forma que estos aprenden de los demás y evolucionan, mientras que los autistas personajes trágicos de Shakespeare son incapaces de comprenderse y realizar este humano acercamiento.

Para cerrar este breve análisis de la personalidad del genial escritor podemos citar sus frases más célebres.

“El amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos” (Romeo y Julieta).

«Morir, dormir… ¿dormir? Tal vez soñar.» (Hamlet).

«Antes que nada ser verídico para contigo mismo. Y así, tan cierto como que la noche sigue al día, hallarás que no puedes mentir a nadie.» (Hamlet).

To be, or not to be, — that is the question. —» (Hamlet).

«Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes.» (Macbeth).

«El tiempo no vuelve atrás, por lo tanto, planta tu jardín y adorna tu alma en vez de esperar a que alguien te traiga flores».

«Al nacer, lloramos porque entramos en este vasto manicomio.» (El Rey Lear).

“El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.» (El mercader de Venecia).

“Perder el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor; el sueño, descanso de toda fatiga; alimento el más dulce que se sirve a la mesa de la vida.» (Macbeth).

«El que va demasiado aprisa llega tan tarde como el que va muy despacio.» (Romeo y Julieta).

“El pobre contento es rico y bien rico; quien nada en riquezas y teme perderlas es más pobre que el invierno.” (Otelo).

“Ser de tal o cual manera depende de nosotros. Nuestro cuerpo es un jardín y nuestra voluntad, la jardinera”. (Otelo).

Dos que me resultan imperdibles:

Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar, imagina tu filosofía. (Hamlet).

La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de estruendo y furia, que nada significa. (Macbeth).

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