¡ El desafío cultural !

La cultura no es lo que parece ser. No sólo es un conjunto de aspectos que tienen que ver con un cuadro, una muestra artística, un atelier de escultura o la presentación de un libro. La cultura abarca mucho más, ya que según me lo transmitiera un maestro del pensamiento, puede entenderse por cultura, a todas las respuestas que surgen de la pregunta: ¿Cómo se hacen las cosas por acá?

Cuando uno conoce un lugar nuevo, una ciudad, una región, aún dentro de una misma provincia o país, hay rasgos culturales que lo pintan de cuerpo entero: la limpieza de las calles, el saludo amistoso o no de las personas, el orden público, el sistema de transporte, las escuelas, los hospitales, las comidas típicas, donde y para que trabajen las personas, las costumbres generales, comidas típicas, vestimentas particulares, lugares de ocio, los deportes que se practican y así un sinnúmero de quehaceres individuales y comunes que definen “la cultura del lugar”.

En los ámbitos de trabajo dentro de cualquier actividad, existe del mismo modo una cultura o modo de hacer las cosas, el cual define la impronta general y los resultados que se obtienen. Una cultura traspasa la visión individual, dándole a cada sujeto que la conforma, ciertos rasgos de conducta que lo hacen pertenecer o sentirse dentro de esa manera general de hacer las cosas.

El desafío de introducir cambios en una cultura arraigada por años es una de las tareas más complejas, al cual se enfrentan las organizaciones de cualquier nivel que sean. Es difícil a veces definir por donde empezar, pero la peor decisión es no hacerlo. Es bueno trazar un plan, pero aún mejor sumar a todos a ese plan, aunque el mismo no sea perfecto, generando ejemplos claros y concretos de cómo se tienen que hacer las cosas y replicar esa semilla en todos los lugares más escondidos y olvidados de los quehaceres tanto sea rutinarios como extraordinarios. Los valores de esta nueva cultura tienen que ser claros, acompañando al plan trazado y a las personas o no desviarse del camino, o si lo hacen les sirvan de guía para pegar el volantazo de nuevo hacia el camino que nos lleve a cumplir los objetivos, que tienen que ser simples, entendibles y coherentes.

Desarrollar una nueva cultura que sea más sostenible que la anterior es un trabajo que demandará tiempo, recursos y por sobre todo compromiso, ya que modificar cómo operamos es un trabajo en sí mismo. Como en todo proceso, habrá gente extremadamente comprometida, que necesitará menguar sus ansiedades, personas comprometidas dentro del esquema de valores pautado y otras que no la aceptarán por no compartirla. Necesitamos modificar hábitos, creencias y formas de ver las cosas, de ahí la relevancia y el tiempo que se necesita para lograrlo.

Por si faltara poco, “la revolución 4.0 o más bien la nueva sociedad del conocimiento”, viene a dar un condimento adicional a estos escenarios difusos que se presentan y que son un marco de referencia adicional, al cual es difícil de escapar.

A continuación, un extracto de un artículo publicado en el 2017, donde se nos reseña esto de la “sociedad del conocimiento” y su impactos generales y riesgos asociados:

“La sociedad del conocimiento ha cambiado la creencia sobre el saber científico como algo capaz de controlar la naturaleza y contribuir a una verdad objetiva, por un conocimiento distribuido y difuso, que surge como un mosaico sin organizar. Esto unido a la cantidad de información que se genera y a su rápida difusión propicia una mayor democratización y participación en el saber, a la vez que puede someternos a marcos de pensamiento dominantes ante un mundo que se presenta con una mayor complejidad.

Los cambios tecnológicos, en todos los campos, están suponiendo una auténtica revolución basada en el conocimiento y que altera sensiblemente los modos en que trabajamos y convivimos. Precisamente ha sido la revolución tecnológica, asociada al modo de producción capitalista y a la continua expansión del comercio mundial, la que ha provocado la globalización, entendida como; “la interrelación e interdependencia creciente de todas las sociedades del planeta en un único sistema mundial de relaciones económicas, políticas y culturales”.

La globalización de los sistemas políticos y económicos está teniendo consecuencias para el modelo de sociedad que no son siempre positivas. La educación ha pasado de tener sentido en sí misma para la formación de una ciudadanía crítica, aunque también haya servido a la reproducción del orden existente, a ser un instrumento para el desarrollo económico, un productor de riqueza, con los riesgos que esto puede suponer en la formación de las nuevas generaciones.

El conocimiento, en su sentido más restrictivo y fundado en la teoría económica, adquiere hoy valor para la sociedad por su capacidad para generar riqueza. Se incorpora como un nuevo factor de producción junto a la tierra, el trabajo y el capital. Esta instrumentalización del conocimiento y la consideración de su valor de uso nos llevan a confundir la información neutral o especializada, de lo que constituye un conocimiento con sentido, haciéndonos dependientes a los marcos globales económicos. Un segundo riesgo es el exceso de información que puede convertirnos en ignorantes.

Otro aspecto interesante es el exceso de información que puede convertirnos en ignorantes. Las tecnologías han propiciado un incremento de la información, de su acceso y de su distribución a través de la sociedad en red, pero este incremento de información no supone directamente un incremento del conocimiento. Accedemos a informaciones más o menos elaboradas, como pueden ser “El origen del Universo de Hawking” o “el catálogo de Ikea”, que mientras no estén vinculadas a un sujeto, bajo el proceso de elaboración de la mente humana, no son más que informaciones.

Este cambio sustantivo que se produce en las sociedades de la información no nos conduce directamente a una mejor comprensión del mundo y de nuestro lugar en el mismo, como personas libres y autónomas que participan en su construcción. En la medida que la información se amplía y se incrementa el conocimiento especializado para desarrollar actividades tecnológicamente complejas, tenemos una menor comprensión global de la realidad que nos rodea y utilizamos un bajo contenido reflexivo. La sociedad es cada vez más compleja por la acumulación exponencial de información. Sufrimos una intoxicación por exceso de información, que se traduce en una dificultad cada vez mayor de discriminar lo importante de lo superfluo”.

Sin lugar a dudas, la complejidad de la revolución del conocimiento da un condimento extra para todo esto, lo que produce incertidumbre y ansiedades crecientes, presentando aspectos positivos y negativos para establecer un modelo cultural sostenible en las organizaciones.

El desafío de hacer las cosas de otra manera es superlativo, lleva tiempo, esfuerzo y compromiso. Todo proceso transformador de algo es un hecho superlativo en sí mismo.

Para finalizar una frase que refleja el sentido de lo que queremos reflejar, dicha por el poeta y prosista español, Antonio Machado:

“En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da”.

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