Julián hacía varios días que dormía nada o casi nada. El pico máximo de su paroxismo lo había sumido en estados similares a los de un orate. Sus amigos, que otrora lo veían alegre, vital y ganador con el sexo opuesto, lo desconocían por completo. El porcentaje de conquistas efectivas era el más alto, considerando a todos los integrantes de la banda de compañeros inseparables. Julián que en el pasado no había errado ningún disparo al corazón de una dama, en este presente se encontraba derrotado, cabizbajo, taciturno y mudo. Preso de episodios de inanición, desprovisto de ganas para continuar con el gimnasio, su porte esbelto y su figura de hombre musculoso, poco a poco se iban desvaneciendo.
Todo comenzó bastante bien o por lo menos así parecía. En una charla, después del habitual partido de fútbol de los sábados por la tarde, Julián les había compartido una extraña confidencia. Había conocido en la semana, una hermosa mujercita llamada Juliana. Yendo a la biblioteca de la facultad, en búsqueda de un libro para estudiar economía, se había encontrado con la homónima, presa de la misma necesidad. Como era su costumbre, se comportó ante todo como un caballero, cediendo el único ejemplar disponible a Juliana. Quedaron en que compartirían horas de estudio para aprovechar la posesión del preciado ejemplar. Si bien no cursaban en el mismo horario, se las habían arreglado para juntarse a estudiar en el departamento de ella, durante varios días seguidos. La rareza, es que Julián ese sábado por la noche no saldría con los muchachos, sino que continuaría con la práctica de aprender junto a su tocaya. Los amigos no lo podían creer. ¿Quién era esta susodicha, como para cambiar los hábitos de un ganador como Julián? ¿Qué le pasaba a Julián que, de golpe, era este ser dominado, estudioso y despreciativo con su grupo?
Los dos compañeros de estudio rindieron el examen con sendas notas sobresalientes. Se tornaron inseparables y muy unidos. Julián no vivía más que para seguir los pasos de Juliana, en todo lo que pudiera. Estaba preso de esos ojos oscuros, esa cara de ángel, y ese cuerpo de bailarina, que eran los rasgos más distintivos de Juliana. Él iba perdiendo a pasos agigantados, la íntima batalla con esos sentimientos que iban creciendo en su pecho, nublando su capacidad de raciocinio. Del otro lado, Juliana si bien había sido clara, respecto de que ella ya tenía una relación previa, es como que le daba ciertas esperanzas de conquista. El novio de Juliana, vivía en el campo y venía cada tanto a visitarla. Cuando eso sucedía, nuestro amigo sufría a mares, aunque conservaba la ilusión de que su adorada rompiera finalmente con él. Los episodios de visita se hicieron más regulares, provocando en Julián una obsesión cada vez más mayor por ella.
Luego de varios meses de idas y vueltas, la situación se torció a favor del ferviente enamorado. Juliana empezó a tener dudas acerca de su relación previa, pidiendo se alejarán por un tiempo, para ver que sentía. En esa charla, el nombre de Julián no apareció, pero a buen entendedor pocas palabras, por lo que la relación de Juliana, abandonó la escena dando un portazo que retumbó en todo el edificio. La alegría de Julián fue completa. Por fin, se le había allanado el camino con la morocha de sus sueños. A la semana siguiente, ambos empezaron una especie de romance no tan definido. Muchas visitas, llamadas, salidas juntos, las cuales era Julián, él que por lo general las propiciaba. Además, era Julián el que buscaba la mirada, las manos y los escasos besos de ella. La balanza no estaba siendo equilibrada, si uno miraba la situación desde afuera.
Así siguió la cosa, durante varios meses, donde el galán se desarmaba en galanteos, mientras que la dama rehuía todo lo que podía. Abundaban los regalos de un lado, mientras que del otro abundaban los disimulados rechazos. Julián no cejaba, empeñándose cada vez más en la empresa, lo que como era de esperar producía el efecto contrario en ella. Los amigos de Julián trataban de hacerle ver por todos los medios, que no había reciprocidad. Julián se enojaba diciéndoles que era cuestión de tiempo para que ella cayera rendida a sus pies. Empezó el deterioro acelerado de Julián cuando Juliana, empezó a distanciarse alegando que necesitaba espacio para sus actividades, sus amigas y su estudio. Julián no sabía que hacer, por lo que seguía haciendo lo que pensaba que era lo mejor, vale decir, más regalos, más invitaciones y más pedidos por estar juntos. En el mientras, descuidó completamente sus estudios, sus amigos, el deporte, su familia y casi todas sus arraigadas costumbres.
La hecatombe final sobrevino, cuando un amigo le vino con el cuento que había visto a Juliana a los besos en un boliche de la zona. En teoría ella le había dicho que saldría con sus amigas a bailar. Julian no sólo que no le creyó, sino que intentó golpearlo preso de un enojo incontenible. El amigo se retiró sin más, no sin antes decirle lo mucho que se equivocaba no confiando en él. El domingo al mediodía, con la excusa de que la invitaba a almorzar, Julián se apersonó en el domicilio de la pretendida. La notó distante, distraída y sin muchas ganas de hacer nada. La conversación derivó en las preguntas de rigor, acerca de cómo la había pasado la noche anterior, y con quienes había estado. Juliana le dio inicialmente algunas respuestas elípticas, pero ante la insistencia del reclamante, tuvo la valentía de decirle que realmente a él no le importaba, ya que ella había sido clara respecto de lo que quería para su vida. Julián sintió como que una daga le atravesaba el corazón, la acusó de mentirosa y traicionera, mientras le relataba todo lo que le había contado su amigo. Juliana, le pidió que se fuera, que no soportaría una vez más tanto atropello a su libertad.
Finalmente, Julián sacó fuerzas de su menguada entereza y haciendo gala de su orgullo herido, se fue de ese departamento, para no volver nunca más. La historia sigue como arrancó al principio. Julián tardó mucho tiempo en recuperarse de ese amor no correspondido. Sus amigos, sus padres y todas las personas que lo querían, intentaban ayudar, pero era una situación harto difícil, cuando del otro lado no había eco, no porque no quisiera, sino porque no podía responder como se esperaba. Algunos incluso sugerían, llevarlo a una curandera de mal de amores, para que destrabara el corazón y la mente del rechazado Julián, el cual repetía lágrimas día a día, mientras escuchaba las canciones que alguna vez disfrutó junto a su amada.
Con el tiempo, Julián se fue sobreponiendo dando pequeños pasitos de recuperado. Evitaba por completo cruzarse en la facultad con Juliana. Los pocos amigos comunes, no le daban conversación, ni preguntaban sobre lo sucedido, con lo que todo se fue diluyendo, como el sol cuando es absorbido por la noche,
Mal de amores, cariño no correspondido, será una lección que Julián no olvidaría jamás. Cada tanto, tuvo algunas recaídas de lágrimas y tristeza, aunque cada vez con menos frecuencia. La linealidad no existe, se decía a si mismo. Aprendió a perdonarse los errores de cálculo en esta y otras relaciones, pensando que muchas personas, finalmente hacen lo que pueden y no lo que quieren. Recordaría por siempre con una sonrisa, la vez que se sentó enfrente a una curandera, para contarle todos sus males, que en realidad se resumía en uno sólo: la mujer que él amaba, no sentía lo mismo por él. Jamás olvidaría las muecas qué en el rostro de la adivina, se dibujaban ante cada palabra emanada de su relato afligido. Tampoco podría dejar de sentir en su boca, el gusto de los brebajes que tuvo que beber, siempre en ayunas, cuidando de que no hubiera luna llena. Alguna vez pensó, que si lo hacía quizás podría transformarse en un hombre lobo o algo de esa naturaleza, eso ahora le daba mucha gracia.
Mientras el amor exista, existirán pocas correspondencias plenas, solo una gama de aceptaciones y rechazos totales o parciales. Una ecuación difícil de resolver, cuando empieza, y cuando termina un amor, y menos aún, develar la incógnita de quien ama más, quien menos, y quien es el que define que es el amor y para qué sirve.
No se puede estar todo el tiempo bien de amores, es casi una regla fija.
Mal de amores, consuelo de pocos o de tontos enamorados.
Julián lo descubrió en carne propia.