Estrofas celestes y blancas !

Algunos versos cantados desde niño, tus papás mirándote en la fila del colegio, mientras la enseña patria se muestra orgullosa, siendo testigo privilegiado de muchas caritas enrojecidas por el frío, conforman momentos imborrables, únicos, imposibles de plasmar con palabras.

Las emociones tienen la magia de ponernos en acción, dejando de lado por algunos instantes, ese ser racional, ubicándose en el centro de nuestro pecho, allí donde late nuestro corazón.

Así vivíamos y cantábamos nuestra máxima canción patria, aquella que fue creada hace tanto tiempo, modificada para hacerla asequible, entrañable, vívida y triunfal.

En cada rincón de nuestro suelo, en la escuela más alejada, donde algunos niños arriban a educarse a lomo de un caballo, de una mula, a pie, cruzando un río, o usando cualquier otro medio para venir desde grandes distancias, nuestros símbolos patrios son el común denominador de nuestra identidad nacional: la bandera, la escarapela y nuestro himno nacional.

Cada 11 de mayo se celebra el día del “Himno nacional”, aquel que se canta siempre que honramos a nuestra patria, uniendo nuestras voces en una comunión que no se destruye con nada. Nuestras voces se sintonizan solas, no haciendo falta un director de orquesta, ni un maestro de ceremonias, toda vez que se entonan las estrofas de nuestro himno.

La historia de la creación de nuestra canción patria no es muy difundida, pero encierra muchos condimentos de una época donde fue necesario crear símbolos que nos unieran.

Fue escrito por Alejandro Vicente López y Planes en 1812 y compuesto por Blas Parera un año más tarde. De pequeño, pensaba que su letra había sido escrita por dos personas, hasta que caí en la cuenta que López y Planes eran el mismo individuo.

El 24 de mayo de 1813 se presentó en la «Casa de Comedia» de Buenos Aires la obra teatral «El 25 de Mayo», referida a la Revolución de Mayo de 1810, de Luis Morante. La misma terminaba con un himno escrito por el propio Morante, al que el español Blas Parera había puesto música, coreado por los actores. Uno de los espectadores, el porteño Vicente López y Planes, se sintió inspirado y esa misma noche escribió la primera estrofa de un himno para reemplazar al anterior.

El Triunvirato entendió que debía darle al pueblo un canto nacional de mayor importancia que el que hasta entonces se entonaba. En un oficio del 22 de julio de 1812 dirigido al Cabildo de Buenos Aires, sugería a este que mandase a componer «la marcha de la patria», para ser ejecutada al principio delante de las clases.

La Asamblea General Constituyente del Año XIII ordenó componer la letra del himno con fecha 6 de marzo de 1813 y lo aprobó como «Marcha Patriótica» el 11 de mayo de ese año. Al día siguiente le encargó componer una nueva música a Blas Parera. En una sola noche terminó la partitura.

Según la tradición, el 14 de mayo de 1813, en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson se cantó por primera vez, siendo aquella dama quien interpretó sus estrofas.​ Se estima que la obra fue presentada el mismo día 25 de mayo de 1813, ya que el día 28 de ese mismo mes se cantó en el teatro durante una función patriótica efectuada durante la noche. Luego se lo conocería como Canción Patriótica Nacional, y más tarde simplemente como Canción Patriótica. Pero en una copia de 1847 aparece titulada como Himno Nacional Argentino, nombre que recibe en la actualidad.

En 1817, Parera abandonó la Argentina, viviendo varios años en Río de Janeiro y finalmente en España, donde murió. Sobre el exilio de Blas Parera se ha especulado mucho, indicándose que partió del país a causa de haber sido obligado a componer la música del himno; esta teoría carece de documentación que la avale. El musicólogo Carlos Vega explica al respecto que «meses antes de su partida, el gobierno argentino (recuérdese que el país estaba en guerra) exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán, y acaso la causa de su extrañamiento súbito».

El testimonio de un viajero de la época da una idea de la amplia aceptación popular de la que gozaba el nuevo himno: En 1817, un diplomático estadounidense, Henry M. Brackenridge, fue testigo de la extraordinaria difusión que había tenido en el pueblo rioplatense la canción patriótica que la Asamblea del año 1813 había consagrado como Marcha Nacional.

Brackenridge viajaba en un pequeño barco desde Montevideo a Buenos Aires y, en el transcurso de la travesía, escuchó las estrofas del himno coreadas espontáneamente por sus acompañantes. El relato de Brackenridge, tomado de su libro «Voyage to South America» (Viaje a Sud América), publicado en Baltimore en 1819, decía:

“Por la tarde, nuestros compañeros, después de beber un vaso de algo estimulante, rompieron con una de sus canciones nacionales, que cantaron con entusiasmo como nosotros entonaríamos nuestro Hail Columbia. Me uní a ellos en el fondo de mi corazón, aunque incapaz de tomar parte en el concierto con mi voz. La música era algo lenta, aunque audaz y expresiva… Este himno, me dijeron, había sido compuesto por un abogado llamado López, ahora miembro del Congreso, y que era universalmente cantado en todas las provincias de El Plata, así en los campamentos de Artigas, como en las calles de Buenos Aires; y que se enseña en las escuelas como parte de la esencia de la educación de la juventud…”

La letra era marcadamente independentista y antiespañola, como correspondía al espíritu de la época. Tiempo más tarde la Asamblea del año XIII pide un «arreglo» de la letra, para que el himno quedara más acorde con los nuevos vientos que soplaban: Inglaterra se oponía vigorosamente a todo intento de autonomía en las colonias de España, su aliada en la guerra contra Napoleón. El embajador británico, Lord Strangford, hace saber al gobierno de Buenos Aires «lo loco y peligroso de toda declaración de independencia prematura».

Desaparecen entonces estrofas que anunciaban que «se levanta a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación». Se infiltran, en cambio, conceptos monárquicos tan en boga entonces, cuando los próceres competían en candidaturas de príncipes europeos para gobernarlos: el príncipe portugués, el francés o el italiano.

No extraña entonces el «ved en trono a la noble igualdad», afrancesamiento relacionado con el propósito de coronar al duque de Orleans , aunque otros autores señalan que los orleanistas no estaban a favor de la «noble igualdad» de la Revolución francesa, sino más bien lo contrario, que eran partidarios del Antiguo Régimen, O «sobre alas de gloria alza el pueblo, trono digno a su Gran Majestad», estrofa desaparecida en la versión definitiva. O «ya su trono dignísimo abrieron, las Provincias Unidas del Sur».

La música del himno experimentó en 1860 una modificación encomendada al músico Juan Pedro Esnaola, quien realizó una versión orquestada más rica desde el punto de vista armónico.

Tenido por Himno Nacional la Canción Patriótica de Vicente López y Planes, a través de un largo período de la nacionalidad fue interpretado de acuerdo con el texto original. Pero una vez desaparecido el furor de la contienda contra España, en aras de un acercamiento político con esta, debido a numerosas críticas por parte de representantes diplomáticos españoles, la canción nacional sufrió en su enunciado una modificación de forma en lo relativo a aquella parte que pudiera tener un concepto peyorativo para otros países.

Durante la segunda presidencia del general Julio Argentino Roca, el 30 de marzo de 1900 un decreto refrendado con la firma del Presidente de la Nación y de los ministros Luis María Campos, Emilio Civit, Martín Rivadavia, Felipe Yofre, José María Rosa y Martín García Merou disponía que:

«Sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:

Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, solo se cantarán la primera y la última cuarteta y el coro de la Canción Nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813.»

Desaparecieron así las marciales referencias a «los bravos argentinos que unidos juraron su feliz libertad sostener, a esos tigres sedientos de sangre fuertes pechos sabrán oponer». También se quitó: «San José, San Lorenzo, Suipacha, ambas Piedras, Salta y Tucumán, la Colonia y las mismas murallas del tirano en la Banda Oriental/Son letreros eternos que dicen: Aquí el brazo argentino triunfó, aquí el fiero opresor de la Patria su cerviz orgullosa dobló».

El 2 de agosto de 1924 el presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear creó una comisión constituida por Floro Ugarte, Carlos López Buchardo y José André, para componer una versión oficial del Himno Nacional. Gracias al hallazgo de una partitura en el Museo Histórico Nacional atribuida a Blas Parera, a la cual la comisión introdujo arreglos, se pudo estrenar al público en el Teatro Colón el 25 de mayo de 1927. Sin embargo, debido a las críticas que trajo el «nuevo himno», por medio de un decreto de septiembre de 1928 Alvear armó una nueva comisión, en donde se aconsejó hacer una versión más fiel a la de Juan Pedro Esnaola. Hoy en día, la versión vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que se ajusta a lo acordado el 25 de septiembre de 1928 por el Poder Ejecutivo de la Nación. Ya en 1900 se había reglamentado por decreto del Poder Ejecutivo utilizar una versión reducida de la marcha para actos oficiales y públicos.

Por un decreto del 24 de abril de 1944, esta Marcha fue aprobada como el “Himno Nacional Argentino”, tal cual lo conocemos hoy.

El músico argentino Charly García publicó una versión del Himno en su sexto álbum de estudio en solitario, Filosofía barata y zapatos de goma, de 1990. Todas las canciones fueron grabadas en ese mismo año. El álbum fue producido por García y Joe Blaney.

La versión del disco, si bien fue popular, causó polémica y en su momento fue descrita como «antipatriótica» por algunos medios y/o periodistas, y García debió sortear un juicio por “ofensa a los símbolos patrios”. Finalmente, la versión terminó siendo autorizada por los tribunales.

Actualmente la canción es considerada un clásico bastante recordado en la carrera de García, y suele ser incluida en algunas estaciones de radio FM (sobre todo las dedicadas al rock nacional/argentino) como cierre musical de la jornada, o para indicar el comienzo del trasnoche radial, en lugar de la versión oficial del Himno Argentino.

Nuestra canción patria está en el sentir de todos los argentinos, y sobre todo de los niños, ya que es uno de nuestros mayores símbolos, que definen junto a otros «nuestra identidad como nación argentina».

Lopez y Planes era uno solo, como uno solo es nuestro himno, escrito con letras celestes y blancas.

¡Este 11 de mayo que viva nuestra querida Patria Argentina!

Deja un comentario