¿El pintor o el soldado?

El majestuoso “río Paraná”, aquel que recorre tantos kilómetros, en donde acumula agua y fuerza, finalmente desemboca manso, pero muy poderoso en un delta pleno de islas, riachos y arroyos, dando vida a uno de los ríos más anchos del mundo, llamado “Río de la Plata”. En sus orillas, se han levantado hermosas ciudades, que aprovechan su potencia, para que, por medio de barcos y navíos de diverso tamaño, puedan transportar de todo. El río Paraná es un rio de vida, que respira todos los aires posibles, desde su nacimiento derivado del río Grande de Brasil.

De naturaleza aluvional, recoge todos los sedimentos propios y ajenos, fundamentalmente de los provenientes de los ríos Paraguay y Bermejo, produciendo de manera constante nuevas islas, islotes y terrenos en continuo movimiento, sobre todo en su desembocadura en forma de delta, uno de los pocos del mundo que pueden considerarse de agua dulce casi en un cien por ciento. Su enorme caudal provoca cada tanto inundaciones y esteros que son característicos de casi todo su recorrido.

San Nicolás de los Arroyos es una ciudad más nueva, en comparación con otras vecinas. Su nombre deriva de la confluencia de varios arroyos, del Medio y Yaguarón como ejemplos, que la separan un poco del cauce principal del Paraná. En esta zona habitaban los yaguaretés, enormes felinos ya extintos en la comarca de los arroyos, y otros animales que fueron presa del avance de la civilización. La ciudad forma parte del conjunto de ciudades que reciben la influencia benéfica del Paraná, y como otras, han sido lugares decisivos para la historia política de nuestra nación argentina.

Acuerdo de San Nicolás

Residir en esta ciudad, implica necesariamente visitar el museo histórico nacional “Casa del Acuerdo”. En esa morada, que pertenecía a la familia Alurralde Helguera, se firmó un compromiso de catorce provincias para crear un gobierno signado por una constitución que uniera a todas las confederaciones y gobiernos que habitaban nuestro suelo patrio. Recorrer la casa, implica ser testigo de un acuerdo superador.

El Acuerdo de San Nicolás fue un pacto firmado el 31 de mayo de 1852 por las catorce provincias argentinas y ratificado por trece de ellas, ya que la provincia de Buenos Aires lo rechazó. Redactado en dieciocho artículos, su objetivo fue sentar las bases de la organización nacional de la Argentina y sirvió como precedente a la sanción de la Constitución de 1853, figurando genéricamente como uno de los «pactos preexistentes» mencionados en el preámbulo de la Constitución.

El Acuerdo nombró a Justo José de Urquiza como director provisorio de la Confederación Argentina, estableció la vigencia del Pacto Federal de 1831 y dispuso la reunión de un Congreso General Constituyente en la ciudad de Santa Fe.

El 6 de abril de 1852, se procedió a la firma del «Protocolo de Palermo», tras una reunión celebrada entre los gobernadores de Buenos Aires, Corrientes, el representante de Santa Fe y el representante de Entre Ríos. El Protocolo nombró a Justo José de Urquiza para dirigir las Relaciones Exteriores de la República, hasta tanto que, reunido el Congreso Nacional, se estableciera definitivamente a quién correspondería ocupar el cargo. Dos días después, el 8 de abril, Urquiza invitó a los gobernadores de las provincias a una reunión que se desarrollaría el 20 de mayo, en San Nicolás de los Arroyos.

Diversos autores creen que el texto definitivo del Acuerdo fue propuesto por Juan Gregorio Pujol, secretario de Urquiza en esta oportunidad. Constaba de 19 artículos dispositivos y uno adicional:

En el primer artículo se declaró al Tratado, celebrado el 4 de enero de 1831, como Ley fundamental de la República y determinó que debería ser observado y puesto en ejecución por el encargado de las Relaciones Exteriores de la Nación.

En los artículos 4 y 5 se menciona el llamado a un Congreso General Constituyente, que se llevaría a cabo en el mes de agosto venidero, realizándose la elección de los Diputados que tomarían parte del Congreso. Se seguirían las reglas establecidas por la Ley de elecciones para la elección de los diputados de las Legislaturas Provinciales. Se declara a todas las provincias iguales en derechos y el número de representantes sería de dos diputados por cada provincia.

En los artículos 6 y 7 se menciona que el Congreso sancionaría la Constitución Nacional, consensuada por mayoría de sufragios, colocando los intereses de la Nación por encima de las provincias.

El artículo 8, declara que los diputados no podrán ser juzgados por sus opiniones, ni acusados por ningún motivo, ni autoridad alguna hasta que no esté sancionada la Constitución, aunque las provincias podrían retirarlos y reemplazarlos de considerarlo oportuno.

Según lo dictado en el artículo 11, el Congreso se llevaría a cabo en la ciudad de Santa Fe.

En el artículo 15 se otorgan facultades ejecutivas a Urquiza y lo nombra como Director Provisorio de la Confederación Argentina.

El artículo adicional invita a las provincias que no firmaron el Acuerdo a adherirse al mismo a través del Director Provisorio de la Confederación Argentina.

El rechazo de Buenos Aires al Acuerdo radicó fundamentalmente en lo declarado en los artículos 5, 11, 15, 18 y 19. Se negaba a que las provincias tuvieran el mismo número de diputados y que se realizara el Congreso en Santa Fe, pues no podría controlarlo ni imponer sus ideas. Además se opuso a que un caudillo del interior —como lo era Urquiza— fuera nombrado Director Provisorio de la Confederación Argentina. Tampoco aceptaba que las provincias aportaran un porcentaje de lo recaudado por su comercio exterior al mantenimiento del gobierno, porque, de ese modo, Buenos Aires sería la provincia que más aportaría.

Las discusiones durante las jornadas de junio llevaron al rechazo del Acuerdo por la Legislatura porteña. Un golpe de Estado dado por Urquiza la obligó momentáneamente a aceptarlo, pero la revolución del 11 de septiembre de 1852 llevó al poder a los opositores del mismo, que lo desconocieron oficialmente.

Las consecuencias más relevantes del Acuerdo fueron básicamente dos: la primera fue la sanción de la Constitución de 1853, que entró en vigencia dentro de la Confederación Argentina. Fue sancionada el 1 de mayo de ese año y al año siguiente fue elegido Urquiza como primer presidente, por un lapso de 6 años. La segunda fue la separación del Estado de Buenos Aires del resto de la Confederación. Esta situación perduraría hasta 1860, tras la derrota militar de Bartolomé Mitre a manos de Urquiza, en la Batalla de Cepeda.

Caseros en 1852 y luego Cepeda en 1860, fueron dos decisivas batallas, que produjeron la pérdida momentánea de la hegemonía de Buenos Aires. En el medio, tuvo lugar la sanción de la constitución argentina de 1853, de la autoría intelectual de Juan Bautista Alberdi.

Recorrer la casa del acuerdo de san Nicolás, implica tomar contacto con cuatro pinturas del “soldado pintor Cándido López” exhibidas en sus muros. Esos oleos, nos llevan a una contienda posterior, que también significó un antes y después para nuestra nación, la denominada guerra de la triple alianza (argentina, Brasil y Uruguay, contra Paraguay), la cual trajo otras consecuencias para nuestra visión geopolítica conjunta.

El pintor soldado

Cándido López (Buenos Aires, 29 de agosto de 1840 – Buenos Aires, 31 de diciembre de 1902)1​ fue un pintor argentino que ha sido categorizado en el conjunto naïf, célebre por sus cuadros históricos sobre la guerra de la Triple Alianza.

López inició su carrera artística daguerrotipista en 1858, siendo discípulo del retratista Carlos Descalzo. En un principio López se dedicó al retrato en su ciudad natal.

Debido a que la daguerrotipia exigía una extremada composición y planeamiento previo de la imagen, fue en ese período que comenzó a iniciarse en el trabajo de esbozos que le llevarían gradualmente a dedicarse a la pintura. Fue así que los conocimientos de daguerrotipista le resultarían importantes para su posterior carrera como pintor: se hizo observador de encuadres, minucioso por la realidad, y se interesó por documentar lo que veía como momentáneo, para intentar «eternizarlo».

Su primer trabajo al óleo, realizado en 1858, se tituló «El mendigo». Ese año pintó también su «autorretrato».

Entre 1859 y 1863 recorrió las entonces pequeñas ciudades y poblaciones de la provincia de Buenos Aires y sur de la provincia de Santa Fe realizando gran cantidad de fotografías. En 1860 instaló su hogar en Mercedes, donde dos años más tarde retrató al recientemente asumido presidente Bartolomé Mitre. Poco tiempo después se instaló en San Nicolás de los Arroyos.

En 1863 trabó amistad con el pintor muralista Ignacio Manzoni, quien promovió en él la idea de explorar los colores y las perspectivas. También recibió enseñanzas de Baldassare Verazzi, pintor italiano afincado en la Argentina.

Estaba planeando un viaje de perfeccionamiento a Europa cuando estalló la Guerra del Paraguay. Se enroló como teniente en el batallón de Infantería de San Nicolás, a órdenes del coronel Juan Carlos Boerr, de la división del general Wenceslao Paunero.

Participó en los combates de Paso de la Patria (Pehuajó) e Itapirú. Durante el tiempo libre entre combates – su regimiento no participó en operaciones ofensivas en ese período – pintó varios paisajes de campamentos militares. Los envió a Buenos Aires, donde fueron vendidos y se hicieron muy populares, ya que la población estaba interesada en cualquier cosa que la acercara a la situación en el frente de combate. Posteriormente participó en las batallas de Estero Bellaco, Yataytí Corá, Boquerón y Sauce. En la Batalla de Curupayty, en septiembre de 1866, una granada le cercena parte del brazo derecho, de modo que pasó a retiro como inválido de guerra. Meses más tarde, tras la convalecencia en Corrientes, regresó a San Nicolás.

Al borde de la miseria, López comenzó a practicar pintura con su mano izquierda, aunque solamente consideró que estaba en condiciones de volver a dedicarse al arte hacia 1869. De modo que volvió a pintar, pero concentrándose en reflejar los campos de batalla y los campamentos de la Guerra del Paraguay. Más tarde vivió varios años en San Antonio de Areco y Merlo (Buenos Aires).

No obstante, no logró prosperidad económica, de modo que en 1887 envió una misiva al expresidente Mitre, a quien le solicitó intercesión para obtener ayuda pública. Mitre en cuanto sujeto muy influyente se transformó en su comitente y le aportó un subsidio a cambio de una serie de cuadros que «documenten» la «Guerra del Paraguay». Es así que a partir de algunos de los esbozos realizados entre 1865-1870, López pintó sus principales cuadros entre 1888 y 1901. López intentó pintar unos cien cuadros, pudiendo concluir 52.

Gran parte de estas obras aparecen con la firma Zepol, seudónimo que corresponde a la reversión de su apellido.

Vivió en distintos puntos de la provincia, como Merlo y Baradero, encontrando un mecenas en la persona del doctor Norberto Quirno Costa, en cuya casa estuvo viviendo seis años en los que pudo dedicarse de lleno a la pintura de las batallas de sus recuerdos.

Su última morada fue en Buenos Aires, donde vivió en la calle Güemes 924 (3838 de la numeración nueva), y allí falleció el 31 de diciembre de 1902 de una «miocarditis aguda».

Sus restos fueron localizados en el Panteón de los Guerreros del Paraguay en el Cementerio de la Recoleta.

En sus cuadros bélicos los combatientes de uno y otro bando figuran más que nada como diminutas sombras en las que se mueven los colores de abigarrados y solemnes uniformes. La pintura de esa guerra es dantesca, al retratar movimientos de masas abigarradas bajo paisajes serenos y en ciertos casos de ensueño, como por ejemplo en Empedrado, entre los bellos palmares de Yatay, o bajo un arrebolado cielo -tal cual ocurre en el cuadro llamado Invernada del ejército oriental.

Llama la atención el formato inusual de sus telas apaisadas, muy horizontales, en una proporción de uno a tres – por ejemplo 40 x 105 cm o 48,5 x 152 cm – lo cual le ha permitido figurar con gran detalle acciones simultáneas y múltiples, describiendo los escenarios naturales de los episodios, al tiempo que realiza todas las imágenes con mucha minucia, pese a las dimensiones de las obras.

Aunque inicialmente utilizó una perspectiva triangular próxima al suelo y a la escena, luego cambió a otra, que se volvería llamativa característica: la de los puntos de vista muy elevados que alejan aún más la profundidad de las perspectivas, transportando la mirada hacia distantes horizontes donde la guerra se difumina y parece quedar anonadada… por ejemplo en los suaves, apastelados colores de un atardecer como en un intento de distanciarse del drama. Sus estructuras pictóricas son sencillas y firmes: entre un plano de la tierra y otro de los cielos.

El otro conjunto de cuadros relevantes de López es el que corresponde a naturalezas muertas y a bodegones, allí los marcos son verticales y las figuras brillan en grupos solitarios casi chillonamente sobre fondos oscuros de matiz melancólico e intimista.

Sus obras se conservan en el Museo Histórico Nacional, Museo Mitre, Museo de Luján, Museo de San Nicolás y Museo de Bellas Artes.

En la casa del acuerdo es posible ver una foto donde se lo ve con su brazo amputado. Para un mortal común como yo, es imposible pensar en una habilidad trasladada y mejorada de una mano a la otra.

Cándido, el cual empuñaba con fuerza un sable o con delicadeza de artista un pincel, sentía tanta pasión por la pintura, que no encontró limitaciones en su mano izquierda que hubo de entrenar.

Encontró real valoración en sus obras luego de su muerte, bastante tiempo después, ya que no pertenecía a la elite de los pintores de bellas artes de Buenos Aires que habían estudiado en Francia.

El pintor soldado, nos enseña como superar las adversidades y que el dolor es parte de la vida.

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