Somos personas que decimos, hacemos, pensamos y sentimos. Esos cuatro estadios en los cuales podemos encontrarnos no tienen según mi punto de vista, un orden prefijado, una secuencia que los ordene, y se replican a cada instante, en este proceso mágico y maravilloso que llamamos vida. Es más, se dan de manera simultánea y tantas veces con un grado de conciencia relativa o más bien desde nuestro subconsciente.
Sin embargo, y yendo a lo concreto los disparadores del pensar, hacer y decir, son nuestras emociones, nuestros estados de ánimo, que son como la música de fondo, sobre el cual se edifican nuestros propósitos o sueños, aquello que le da sentido a nuestra vida. Por lo tanto, lo que sentimos, es en cierta manera lo que nos impulsa, nos mantiene inmóviles o nos hace retroceder. Tener ganas es el primer punto de partida para hacer cualquier cosa que nos propongamos, y sostenerlos en el tiempo, pese a los resultados no deseados, las pérdidas, los sinsabores, es otro gran desafío. Hay que tener ganas de perder, ganar, empatar y también de revisar, cambiar y reorientar nuestros propósitos.
Las ganas salen de nuestro ser más profundo, aquel que olvidamos en la vorágine de los quehaceres diarios, y la que tantas veces le huimos en nuestras conversaciones íntimas, por lo que cultivar nuestro ser tendría que ser (valga la redundancia) nuestra razón de ser.
“Somos seres limitados” es una frase que comúnmente nos traen a colación y que realmente nos las creemos más de lo debido. Los límites por lo general son internos y propios. Nacen con nosotros desde una temprana edad, siempre desde las emociones como el miedo, la angustia, el no poder, el no servir para…… solo por citar los más comunes.
Los límites y las creencias van de la mano y conforman un combo que nos inactiva, a veces casi por completo, les hemos dado en llamar: “creencias limitantes”, y son aquellas que por lo general nos sabotean las acciones, incluso antes de que lleguemos a emprenderlas, paralizando en todo o en parte nuestros sueños.
Las creencias limitantes si las pudiéramos definir son ideas, opiniones o pensamientos negativos que consideramos como ciertos, sin que necesariamente lo sean, y que condicionan nuestra vida.
Se trata de estas creencias que todos tenemos, que aparecen de vez en cuando, normalmente cuando menos nos lo esperamos y menos lo necesitamos, y nos bloquean.
“No sé hablar en público”, “soy incapaz de aprender a conducir”, “mis compañeros son mucho más inteligentes que yo”, “no se me da bien escribir” … de ésta última te hablaré en detalle más adelante.
Poco importa que no se ajusten a la realidad, para nuestra mente son ciertas y, por lo tanto, son reales para nosotros. Nuestro comportamiento se ve totalmente influenciado por estas ideas. Son muy dañinas, ya que nos impiden crecer y desarrollarnos, evitan que nos enfrentarnos a nuevos retos y dificultan nuestra toma de decisiones.
Nuestras creencias proceden del entorno en el que hemos vivido, la experiencia y/o las opiniones de los demás.
Puede ser debido a algo que hayamos intentado hacer alguna vez y, como no nos salió bien, ya decimos que es imposible. Quizás alguien cercano (un familiar, un profesor, un compañero) nos dijo que no valíamos, que no podíamos lograrlo, etc.
Esta idea se queda grabada en nuestro subconsciente y, ante una situación similar, surge de manera automática. Y nosotros la aceptamos sin cuestionarla, como una verdad absoluta. Quizás hemos cambiado mucho desde aquella situación inicial y tenemos nuevas habilidades, pero nuestra mente se bloquea y nos impide actuar.
Muchas creencias limitantes tienen su origen en la infancia, de ahí la importancia de generar en los más pequeños ideas potenciadoras, que son ideas en positivo que nos impulsan a avanzar y superar dificultades.
No merezco… ser amado, tener éxito, la atención de los demás, que respeten mis decisiones…
No puedo… aprobar esa oposición, hablar en público, confiar en nadie, trabajar de lo que me gusta, aprender inglés…
No tengo derecho a… ser feliz, expresar mis opiniones o los demás se enfadarán, descansar, quejarme, cometer errores…
No valgo… para estudiar, para cocinar, para la informática, para enseñar, como madre, como padre…..
Es imposible… ser autónomo y vivir tranquilo, ser rico y buena persona a la vez, que la empresa no se aproveche de mí, que encuentre una pareja que me trate bien…
Soy incapaz de… llevarme bien con esa persona, comer sano, ir al gimnasio, callarme, cambiar de opinión…
Es difícil… encontrar gente afín a mí, aprender a conducir, ser feliz, perdonar…
No es correcto/No está bien… decir palabrotas, cometer errores, pensar primero en uno mismo, decir que no…
Existen cientos de creencias limitantes, cada uno tiene las suyas que son muy pero muy personales.
Les traigo a continuación un breve relato de una persona que al igual que yo, dedica parte de su tiempo a escribir un blog.
Mi experiencia personal
Y ahora, te quiero contar que una de las creencias limitantes que he tenido recientemente es la de no saber escribir.
La consecuencia de esta creencia era que cada vez que me ponía a escribir, me tensaba, y lo que me comentaba internamente, aunque no lo escuchaba, debía de será algo así como “que mal escribes”, “lo estás haciendo fatal”, “así no se hace”, “lo que escribes no tiene ni pies ni cabeza”, “pierdes el hilo constantemente”, “no vas a ser capaz de escribir en español de manera correcta”…
Bueno, como comprenderás, al poco rato de estar escribiendo, me cambiaba el humor y como alguien viniera a preguntar qué tal estaba o qué tal iba con el artículo… te puedes imaginar que el tono de voz con el que contestaba no era el más amistoso.
Se dice que las creencias se forman entre los 0 y 7 años y es probable que esta creencia me viniera de muy pequeña.
El recuerdo que tengo de todos mis años de colegio, instituto y universidad es que tenía malas notas en Historia, donde hacíamos presentaciones, y en Lengua, donde eran frecuentes las redacciones. En Filosofía, ¡ni te cuento lo mal que lo pasaba cuando tocaba hacer las disertaciones!
Bueno, tal vez por esa razón estudié ciencias, y podría decir gracias a eso, porque me encantó lo que estudié.
Gracias también a mi curiosidad por el desarrollo humano y el bienestar, me doy cuenta de lo que quiero mejorar en mi vida. ¡Y este punto es muy importante porque quiero comunicarme contigo en este blog!
Desde que empecé a estudiar y leer sobre PNL (Programación Neurolingüística), Inteligencia Emocional y Psicología, he rellenado unas cuantas libretas con frases, dibujos, citas, reflexiones.
Entonces, lo de no saber escribir, ¿es verdad?
Técnicamente, la primera respuesta es soy capaz de coger un bolígrafo con la mano y un papel y dejar líneas sobre él. Además, soy capaz de dibujar letras y juntarlas para hacer palabras. Por lo tanto, sé escribir.
Segundo, sé hacer frases y, además, voy a recordarle a mi cerebro que ¡sé hacerlas en varios idiomas!
Una vez que me dije estas cosas, decidí tomar las riendas y aplicar en mí misma una de las técnicas recomendadas para superar este bloqueo.
Una de las cosas más útil que aprendí en las diferentes formaciones de estos últimos años es que dos creencias contradictorias no pueden convivir.
Los pasos que yo he seguido para intentar cambiar esta creencia de no saber escribir son los siguientes:
1.- Identifiqué la creencia que me limitaba, fui consciente de ella. Fui lo más concreta posible.
2.- Busqué un lugar tranquilo durante unos minutos.
3.- Me relajé, cerré los ojos y pensé en un lugar agradable.
4.- Imaginé que había una pizarra, me acerqué a ella y escribí mi creencia limitante.
5.- Después, la borré y pensé en la nueva creencia potenciadora (contradictoria) que deseaba integrar a partir de ese momento.
6.- La escribí en la pizarra y la dije en voz alta dos veces.
7.- Abrí los ojos y escribí en mi libreta:
“Hoy puedo decir que disfruto escribiendo (acabo de hacerlo escribiendo las líneas anteriores), lo hago bien (las frases se entienden, ¿no? y las personas que lo leen lo disfrutan” (aquí arriesgo un poco y espero que dejes tu comentario al respecto.
8.- Y durante todo este mes, la recordaré a diario al levantarme hasta que la tenga bien interiorizada.
Me pareció muy útil traerle este escrito de una persona que hace lo mismo que yo.
Para finalizar les regaló una frase que me resulta inspiradora:
“Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto”, Henry Ford.