Manipulación exponencial !

La masificación creciente y exponencial de la información y la comunicación, gracias al desarrollo de la tecnología y la digitalización, ha traído tanto beneficios como efectos negativos. La multiplicación y difusión de la información a través de redes sociales no tiene techo, provocando en nosotros la sensación que por más esfuerzos que hagamos no podemos aspirar a ser capaces de abarcarlo todo, sintiendo por momentos una especie de confusión o ceguera, que atenta contra nuestra capacidad de discernimiento, alejándonos del sentido crítico y nuestra capacidad de reflexión para tomar decisiones respecto de que tomar y que no.

Somo espectadores de un bombardeo mediático, que incluyen mensajes políticos, religiosos, culturales, deportivos , económicos y científicos, que se repiten sin cesar, a cada minuto, mediante la difusión de noticias, spots publicitarios y otra serie de elementos de propagación masiva, donde lo que prima sobre todo es la instantaneidad y la poca profundidad. Cortos mensajes digitalizados que se propagan a la velocidad de la luz, y que apuntan a emocionarnos, en lugar de hacernos más racionales.

La manipulación exponencial es un fenómeno que ha adquiere mayor relevancia y preponderancia en distintos ámbitos, pero sobre todo en épocas previas a elecciones es usada a mansalva para captar voluntades desde la masificación de opiniones.

¿Qué es manipular?

Deviene del latín manipulare, y tiene varias acepciones conocidas:

  • Operar con las manos o con cualquier instrumento.
  • Trabajar demasiado algo, sobarlo, manosearlo.
  • Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.
  • Manejar alguien los negocios a su modo, o mezclarse en los ajenos.

La primera de las acepciones es quizás la más pura y que ofrece un sentido de acción o hecho concreto.

La segunda está vinculada con la primera, pero en un sentido negativo del manipuleo.

La tercera y cuarta, que serán objeto del escrito de esta semana, se encuentran emparentadas a actividades menos manuales, para ligarse a la generación de sistemas de gestión de la información y control para manejar recursos y poder.

El arte de manipular

Los grupos políticos, religiosos o económicos tienen entre sus objetivos el control de la masa, que es más fácil que el control del individuo. La manipulación comienza por una relación emocional, un estado en el que parece que se comparten ideas políticas, religiosas o instrumentales, intereses culturales, económicos, lúdicos o sociales. En la relación de manipulación existe una parte activa, el manipulador, y otra pasiva, el destinatario objeto de la manipulación, la masa. Pero es indispensable un tercer elemento, que es el medio. No todos los ambientes son propicios para ejercer la manipulación y lograr los objetivos propuestos, por lo que la psicología de masas tiene en consideración que el individuo es de naturaleza social, que tiene tendencia a reproducir las acciones del resto del grupo y es débil ante una idea o situación dominante.

Fue el psicólogo alemán Kurt Lewin en 1930, a quien se considera fundador de la psicología social, el que subrayó la importancia de la sociedad a la que pertenece el individuo. Como describió el antropólogo, sociólogo y psicólogo social francés Gustave Le Bon, en medio del grupo «el Yo es sustituido por el Nosotros». Sigmund Freud con su obra Psicología de las masas y análisis del yo, realizó la mayor aportación científica de su tiempo para comprender el comportamiento del individuo en la masa. El filósofo y sociólogo Herbert Marcuse subrayó la importancia de los medios como máquina fundamental para la manipulación, subrayando que «la función básica de los medios es desarrollar falsas necesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones que convierten al individuo en esclavo del consumo y la pasividad política». Por lo tanto, el consumidor puede ser el objetivo de la manipulación mediante la publicidad y la propaganda.

El manipulador tiene que tener un gran conocimiento de la psicología humana y sabe que el individuo actúa motivado por el honor, el provecho o el derecho. El ser humano tiene un ego que se ve resarcido por un nombramiento, una condecoración o un título o diploma y su actuación está condicionada por ello. Pero también el individuo está impulsado en sus acciones por el logro material, por la obtención de un privilegio, una concesión o un beneficio económico que, muchas veces, genera deseos ilimitados. Finalmente, el derecho puede otorgar al individuo un poder que solamente se alcanza mediante una estructura legal, ya sea de una asociación deportiva, cultural o política. Es esta última la que confiere al individuo un estatus de supremacía sobre la masa, ya que le permite establecer sus propias reglas para ejercer el poder. Por lo tanto, el individuo como componente de la masa es manipulable más fácilmente, pues pierde su propia personalidad y se confunde con el número, y ahí el manipulador ejerce su influencia con más fuerza.

Los medios de comunicación han facilitado la tarea del manipulador, pues ya no precisa un contacto directo, sino que genera un mensaje a una multitud de individuos que comparten un espacio que puede introducirse en sus propios hogares propiciando la captación de la voluntad de unidades familiares completas, ya sea a través de la radio, la televisión y, cada vez menos, la prensa escrita. Sin embargo, un nuevo aliado del manipulador ha surgido con las nuevas tecnologías y las redes sociales, pues le permiten individualizar al destinatario y aislarse de la eventual discrepancia en un entorno más amplio. La difusión de noticias falsas no es nueva ya que siempre han existido los rumores; lo que ha cambiado es la proliferación masiva, es decir, su transformación en virus por medio de las modernas tecnologías a través de internet y sus más diversas herramientas. Noam Chomsky decía en 1993 que «en un estado totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el Gobierno puede controlarla por la fuerza de las porras. Pero cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, se tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico es mediante la propaganda…» A Chomsky se le atribuye el decálogo de estrategias de la manipulación mediática, sin embargo su autor es el francés Sylvain Timsit, y que fue publicado en 2002 con el título Estrategias de la manipulación, con un subtítulo elocuente: «las estrategias y las técnicas de los dirigentes del Mundo para la manipulación de la opinión pública y de la sociedad…».

Los estudiantes recordarán las prácticas de control de las aulas por reducidos grupos de individuos que mediante una estrategia espacial lograban un efecto multiplicador. También sucedía lo mismo en las concentraciones de grupos políticos o sindicales donde una ligera disidencia era inmediatamente aplastada de forma «democráticamente mayoritaria». La idea que predomina es que no puede haber tanta gente equivocada, por lo tanto, el que yerra es el que discrepa. La táctica del policía bueno y el policía malo ha sido empleada en multitud de situaciones de toda índole, donde la confianza se gana mediante el ardid del buen samaritano, el amigo dispuesto a hacer favores frente al halcón que pretende causar un daño a la víctima. El manipulador transmite una imagen falsa de la realidad y, especialmente el político, justificará el incumplimiento de sus promesas por circunstancias que no son imputables a él.

En la relación de manipulación existe, pues, un mensaje que la mayoría de las veces el manipulador transmite a la masa para que lo asuma como propio. Es frecuente ver en los programas de televisión cómo muchos invitados a las tertulias carecen de criterio propio, y si lo tenían, lo dejaron a la puerta del estudio. Así, un individuo que tenía un reconocimiento social, lo pierde al formar parte de la masa que le coarta. Igualmente, la convocatoria de premios literarios o culturales obedece al interés de una editorial para que se escriba un libro por encargo o se organice un evento musical con determinados artistas para que pueda en uno y otro caso dar a conocer su obra genial, que no es otra cosa que el resultado de la manipulación tras la anulación del manipulado que transmite un mensaje, que no es suyo, a la masa debido a su popularidad. Políticos, académicos, comunicadores mediáticos, funcionarios, militares, científicos, etc. están incluidos en el grupo que con dádivas se convierten en un eslabón fundamental para la manipulación ideológica. Y, entre otras muchas herramientas para la manipulación, están las encuestas de opinión que, falseadas, influyen en la masa.

A los controles de la prensa, la radio, la televisión hay que añadir los que ejercen, pues, las editoriales. Más aun, ese control se ejerce mediante el sistema de evaluadores o revisores de artículos para revistas científicas y académicas de universidades o instituciones que no aceptan obras con opiniones propias y eliminan las críticas a determinados estamentos. Las técnicas del control de masas han evolucionado, pero no son muy distintas a las empleadas por antiguos regímenes fascistas o comunistas para la manipulación de los individuos masificados haciendo ver al disidente que él es la minoría en un entorno estratégicamente controlado por los elementos manipuladores. La libertad del individuo y el futuro de la sociedad es lo que está en juego y, con ello, la viabilidad de la propia democracia. El individuo no puede ser sometido a experimentos que limiten la independencia de sus actos ya que los resultados pueden ser letales. Recordemos la película The Experiment, del director estadounidense Paul Scheuring, que es un remake de la película dirigida en 2001 por el alemán Oliver Hirschbiegel en la que se comprueba con horror que el dinero compra comportamientos de individuos para actuar en situaciones que no controlan, como sucedió en el experimento real en la prisión de Stanford en 1971. La libertad tiene un precio, pero para ciertos individuos puede ser muy alto.

Para finalizar les comparto el decálogo de la manipulación mediática, el cual tiene pocos años, peor resume los componentes esenciales del sistema de masificación.

1- La estrategia de la distracción.

El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción. Esta consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las esferas dominantes. Esto se logra mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar, esa es la idea central de la política de la distracción.

2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar.

3- La estrategia de la gradualidad.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos.

4- La estrategia de diferir.

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público tiene siempre la tendencia a esperar, ingenuamente, a que “todo mejore mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación, particularmente infantiles. Muchas veces se apela a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o mentalidad. Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese una mínima edad, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona en la niñez.

6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.

El uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional y, finalmente, al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores. Se puede, además, llegar a inducir comportamientos.

7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.

Que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su manipulación. “La calidad de la educación dada en general debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la ignorancia prevalezca sobre el conocimiento y el desarrollo del sentido crítico».

8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.

9- Reforzar la autoculpabilidad.

Convencer al individuo de que él es el culpable de su desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema político en dominancia, el individuo se autodesvalida y se culpa. Esto genera un estado de complacencia y cierto desánimo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción.

10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por los sistemas políticos dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el sistema de masificación de voluntades ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El esquema imperante ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, más grande que el de los individuos sobre sí mismos.

Las personas en este nuevo devenir están perdiendo el sentido crítico porque no están siendo educados para discernir, sino más bien para seguir los postulados imperantes, independientemente del sesgo político, social o cultural, de modo tal que la capacidad de reflexión queda menguada y reducida a un mínimo.

No hay personas inmunes a estos mecanismos, por lo que resulta indispensable al menos caer en la cuenta de que si bien es muy difícil vivir fuera del sistema mediático, al menos podemos ejercer nuestro libre albedrío para decidir y proponer acciones por fuera de la caja.

Al final les comparto una última reflexión, que pertenece al genial escritor Mark Twain:

“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”.

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