Malvinas cuando se cruzan los Andes !

Resulta difícil encontrar la manera de comenzar un escrito donde no se narra una historia como tal, sino una mezcla de sensaciones cruzadas, que se acumulan en tu corazón, provocando un sinnúmero de estados emocionales. Asombro, admiración, congoja, tristeza, alegría, fuerza, compromiso, derrota, victoria, conviven con otras tantas, que se acomodan como pueden impactando en todo tu cuerpo y tu equilibrio.

Siendo 2 de abril, una fecha simbólica y perpetuamente cara a nuestros sentimientos argentinos, no me encuentro pisando nuestro suelo, aquel que vio nacer, pero no partir a nuestros 649 héroes de una guerra, que dieron su vida por recuperar nuestras Islas Malvinas, aquellas cuyo nombre entonábamos en nuestras canciones escolares.

Quiso el destino que el día anterior hubiera de cruzar la cordillera a Chile, junto a toda mi familia, usando el paso mendocino, aquel que une en cierta manera la capital mendocina con Santiago de Chile. El complejo Los Libertadores, el cual no conocíamos porque habíamos cruzado a Chile por tierra pero usando el paso Cardenal Samoré es un paso fronterizo a gran altura, que incluye en su trayecto previo, posterior y durante todo su desarrollo, un sinnúmero de túneles, caminos de cornisa, precipicios, largas caracolas en descenso y en ascenso, emplazados en un marco majestuoso y sobrecogedor que es la cordillera común que compartimos con nuestro país vecino.

Los más de 350 kms de camino montañoso de ambos lados de la frontera ofrecen los más variados paisajes, colores, vegetaciones y formas geológicas, que se visualizan en un camino serpenteante plagado de carteles que advierten de los peligros de derrumbe y la presencia de calzada resbaladiza, recomendando el uso de cadenas en época invernal para poder transitar en la nieve. Es un recorrido imperdible, digno del porte de los Andes. En la parte argentina del recorrido la ruta corre paralela al río Mendoza, el cual baja de los Andes hacia Argentina, mientras que en la parte chilena, corre paralela a los cañadones de varios ríos y arroyos que bajan este caso hacia Chile. La divisoria real de frontera entre Argentina y Chile ocurre justo en el interior del túnel Cristo Redentor, más o menos por la mitad de su recorrido, a unos 3.200 metros sobre el nivel del mar.

Uspallata del lado argentino, es la última ciudad mendocina con capacidad de proveer de combustible y alimentos, estando ubicada a unos 60 kms de la frontera, mientras que del lado chileno, a unos 50 kms de la línea divisoria, se encuentra la ciudad de los Andes. En ambas locaciones es posible ver vehículos de ambas nacionalidades circulando, personas que cruzan de un lado al otro por turismo, comercio o de visita a familiares. La frontera y sus zonas cercanas son indefinidamente comunes y cercanas.

Para mis tres hijas , Emilia, Paula y Lucía, fue una experiencia única y que les generó no sólo adrenalina, sino una exaltación que no me imaginaba, sobre todo cuando empezaron a recordar la gesta del cruce de los Andes por nuestro prócer compartido, el Gral. San Martín. Lo llamativo para ellas es que les resultaba increíble que un ejército pudiera haber cruzado tamaña mole de piedra, con todas las inclemencias climáticas, llevando alimentos y armas en lomo de mulas, en tan sólo 21 días.  No se imaginaban cómo se pudo llevar a cabo esa proeza humana, ya que el territorio es inhóspito y extremadamente riesgoso, incluso ahora que se cuenta con una ruta en buen estado que elimina en parte las adversidades y posibles contingencias.

Estuvimos hablando bastante rato y recordando hechos aislados de esta campaña de liberación, mientras pasábamos por lugares que nos mostraban los lugares por donde había pasado la expedición, aunque cabe acotar que por este paso no cruzo el General San Martín, sino una fracción de su ejército al mando del exiliado chileno Gral. O’Higgins.  El cerro Aconcagua se observa desde uno de sus laterales, bastante cercano al camino, distinguiéndose por sus tonalidades oscuras, verdosas y azuladas.

Para completar la historia de la gesta militar voy a recurrir a un extracto resumen que encontré en un periódico, de modo tal que mis hijas que me han prometido que hoy leerían este escrito, puedan rememorar la reseña histórica de manera más acabada.

José de San Martín: ¿cómo preparó el Cruce de los Andes?

Con el Ejército de los Andes y en 21 días, atravesaron más de 500 kilómetros de montañas, vencieron a los realistas en Chacabuco y liberaron Chile.

“Solo quien haya cruzado la cordillera puede formarse una idea de lo que fue realizar esa hazaña en 1817, llevar un ejército de 5423 hombres, con 9280 mulas, 1600 caballos y 16 piezas de artillería, además de vituallas, forrajes y municiones por sendas más que caminos. A lo que hay que añadir la escasez de agua, en algunas ocasiones y el exceso en otras, los fríos intensos de noche y en pleno día el mal de montaña o soroche, la falta de pastos para el ganado y de leña para hacer fuego (…) Es una proeza que raya en la esfera de lo impracticable, de lo imposible”, dice el historiador Guillermo Furlong en su libro El paso de los Andes. La epopeya alcanza una dimensión mayor si e suma el hecho de que el camino se hizo guerreando contra las avanzadas enemigas y que, cuando la tropa terminó de atravesar las montañas, los hombres debían estar listos para combatir.

En 1814, José de San Martín se instaló en Mendoza para “Preparar un ejército pequeño y bien disciplinado para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos; aliando las fuerzas pasaremos por el mar para tomar Lima”, describió. El proyecto contemplaba el recorrido hacia Chile de seis columnas con objetivos diferentes: algunos debían liberar provincias, otras confundir al enemigo, y por supuesto una de ellas iba a liderar el ataque principal para ocupar la capital chilena. Era un gigantesco rompecabezas cuya pieza principal era la cuesta de Chacabuco donde estaba previsto que podía desarrollarse la batalla definitiva. El secreto era otro de los elementos esenciales del plan ya que solo San Martín y unos pocos allegados sabían cuáles eran los pasos a seguir. Sigilo, astucia, rapidez, planificación y creatividad son los elementos que el Libertador ejecutó en el momento preciso gracias a su genialidad como estratega y militar.

Cuando llegó a Mendoza, San Martín encontró una provincia sin defensas y con escaso presupuesto. Frente a este nuevo escenario creó un pequeño Estado en Cuyo. Toda la población debía entregar sus riquezas, sus horas de trabajo y sus hombres para la lucha que se avecinaba. Una de sus primeras medidas fue recortar el presupuesto de todas las áreas, excepto la de educación y establecer distintos impuestos según los bienes de cada persona. Como gobernador impuso la vacuna antivariólica, fundó una biblioteca pública y el primer colegio secundario, fomentó la industria y embelleció la ciudad.

Como estratega, instaló su campamento militar en El Plumerillo, a ocho kilómetros de la capital. San Martín apenas contaba con 30 soldados y 900 milicianos; para formar el Ejército de los Andes ordenó el reclutamiento de todos los varones cuyanos entre 14 y 45 años, así logró alistar a 3778 soldados, 1392 auxiliares que estaban bajo el mando de tres generales, 28 jefes y 207 oficiales. Los esclavos, que prefirieron luchar antes de seguir sometidos, se constituyeron en el elemento central de la infantería. Aproximadamente el 40 por ciento del ejército estuvo constituido por los batallones de libertos. La mitad de ellos fueron reclutados en Cuyo por San Martín, que se los compró a los hacendados y a las órdenes religiosas, que eran los grandes esclavistas de la época, y la otra mitad la remitieron desde Buenos Aires. La tropa además estaba integrada por soldados del Ejército del Norte, del Litoral y del Regimiento de Granaderos a caballo, también había chilenos y hasta un grupo de voluntarios ingleses.

En El plumerillo, la instrucción militar consistía en ejercicios individuales (manejo de las armas, por ejemplo) y tácticas grupales (marcha, despliegue en la batalla). El entrenamiento duraba ocho horas, cuando terminaba los hombres debían preparar sus armas, monturas y arreglar su ropa. Pero un ejército además necesita armamento y para fabricarlo se precisaban toneladas de hierro. Los cuyanos donaron caños, rejas, cadenas y hasta ollas, también se fundieron las campanas de la mayoría de las iglesias. Con la ayuda de fray Luis Beltrán, San Martín creó la fábrica de pólvora, la armería, el batán para la fabricación de ropa y hasta una veterinaria para atender a los animales que irían al cruce. Para transportar los pertrechos, la pólvora se fraccionaba en barriles de 100 kilos y la harina en sacos de 105 kilos, pero como las mulas podían llevar un peso de 60 kilos hubo que construir cajones de madera y cuero para distribuir la carga. Los 22 cañones se transportaban atados sobre el lomo de las mulas y las ruedas, a los costados.

El 24 de enero de 1817, San Martín partió hacia el macizo andino. El cruce se hizo por seis pasos diferentes, el Libertador condujo el grueso de la tropa por la ruta de Los Patos y franqueó alturas de 5000 metros; como sus soldados lo hizo montado en una mula, el mejor animal para andar en la montaña. Además, aquejado por una úlcera, en ciertos tramos fue transportado en camilla. De los animales que partieron, sobrevivieron poco menos que la mitad. La tropa soportó el clima cordillerano con temperaturas que durante el día alcanzaban los 30° y a la noche descendían hasta -20°. Como en la alta montaña no había leña se transportaron algunas cargas de ramas, para entrar en calor se quemaba bosta y de noche no se encendían fogatas para no alertar al enemigo. El alimento básico era el guiso “valdiviano” con charqui (carne seca), grasa, sal, ají y cebolla cruda, y se les entregaba un poco de vino y aguardiente para apaciguar el cansancio y el frío.

El 10 de febrero, el Ejército de los Andes pisó tierra chilena, dos días después y sin tener tiempo para descansar, vencieron a los realistas en la batalla de Chacabuco. La operación fue descomunal y la clave del triunfo fue que San Martín era totalmente consciente de que debía lograr la unión de sus soldados para asegurar el éxito de su empresa. Por eso, el Cruce de los Andes se encuentra al nivel de las máximas hazañas de la historia no solo argentina sino también universal.

En esta fecha tan sentida para nuestra patria, me pareció oportuno realzar la gesta de los Andes, debido no sólo a lo ya relatado, sino a la necesidad imperiosa de recuperar los valores que motivaron la campaña, sobre todo aquellos que nos vinculan con un sentido de destino común que engloba a toda la América del Sur.

Por otro lado, el orgullo y sentido de Patria que impulsó a nuestros héroes de Malvinas es el mismo que habitaba en los corazones de aquellos que formaron parte de la gesta de los Andes.

El paralelismo de la heroicidad y la entrega de los participantes argentinos en ambos conflictos separados por casi doscientos años,  no admiten valoraciones de victoria o de derrota, de justa causa o no, del sentido de oportunidad o no, de ambas campañas, ya que considero que eso sería faltar el respeto a aquellos que entregaron su vida y sus sueños, en condiciones que pocos mortales podrían sobrellevar.

Este viaje familiar nos mostró que no hay campaña que no se pueda realizar, ni cordilleras que no se puedan sortear, cuando nos proponemos ir tras un objetivo que nos motivé y nos aliente a seguir.

En este 2 de abril, elevó una plegaria por nuestros soldados caídos en Malvinas, por los veteranos de esa guerra y por todo aquello que nos sirve para superar las diferencias internas y externas, que nos impulsen a crear un sueño común y único sobre la base de los valores que aún permanecen vivos en nuestros niños y adolescentes.

Para culminar les regaló dos frases geniales de nuestro Gral. San Martín

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.

“Si hay victoria en vencer al enemigo, la hay mayor cuando el hombre se vence a sí mismo”.

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