Decir «NO» a la bomba!

Como ha sucedido tantas veces algunas historias o figuras históricas quedan relegadas al olvido. Los motivos son varios y variados, aunque muchas veces tienen que ver con el género, la religión, la raza o porque coinciden en el tiempo con otras historias o personajes que adquieren mayor relevancia, la cual puede ser real o magnificada por otros intereses políticos, sociales o económicos.

Durante las vacaciones familiares de este verano, recorriendo librerías me encontré con una colección de libros denominada “GRANDES IDEAS DE LA CIENCIA”. Esta colección impresa desarrolla temas vinculados con numerosos científicos exitosos y es en cierta forma una biografía científica, (si es que existe esta categoría) de la vida y obra de cada uno de ellos. Cada uno de los libros tiene unas 170 páginas de una lectura decididamente amena (para los que tienen un mínimo de formación académica o científica), siendo cada uno de ellos escrito por un científico vinculado con el área de desarrollo científico del texto.

En su presentación comercial, es posible leer un argumento de venta tal y como: “Una colección de libros única, rigurosa y didáctica, para conocer las teorías que explican el mundo a través de la vida de los científicos que la descubrieron”.

La colección es muy numerosa e interesante y se compone de 50 volúmenes, que para para mi como observador algo entrenado y curioso sobre la materia me resultan muy atractivos:

1. Einstein. La teoría de la relatividad.

2. Newton. La ley de la gravedad.

3. Heisenberg. El principio de incertidumbre.

4. Max Planck. La teoría cuántica.

5. Feynman. La electrodinámica cuántica.

6. Turing. La computación.

7. Schrödinger. Las paradojas cuánticas.

8. Boltzmann. La termodinámica y la entropía.

9. Bohr. El átomo cuántico.

10. Galileo. El método científico.

11. Gauss. La teoría de números.

12. Kepler. El movimiento planetario.

13. Pitágoras. El teorema de Pitágoras.

14. Copérnico. El heliocentrismo.

15. Arquímedes. El principio de Arquímedes.

16. Fermat. El teorema de Fermat.

17. Laplace. La mecánica celeste.

18. Gödel. Los teoremas de incompletitud.

19. Marie Curie. La radiactividad y los elementos.

20) Euclides. La geometría.

21. Faraday. La inducción electromagnética.

22. Euler. El análisis matemático.

23. Dalton. La teoría atómica.

24. Rutherford. El núcleo atómico.

25. Maxwell. La síntesis electromagnética.

26. Fermi. La energía nuclear.

27. Leibniz. El cálculo infinitesimal.

29. Lavoisier. La química moderna.

30. Cantor. El infinito en matemáticas.

31. Kelvin. La termodinámica clásica. La física entra en calor.

32. Dirac. La antimateria. El reflejo oscuro de la materia.

33. Meitner. La fisión nuclear. Uranio partido por dos, igual a energía.

34. Hilbert. Las bases de la matemática. En el principio fue el axioma.

35. Von Neumann. La teoría de juegos. Piedra, papel, teorema.

36. Tesla. La corriente alterna. La electricidad tiene un doble sentido.

37. Ampère. La electrodinámica clásica. Objetos eléctricos aún no identificados.

38. Huygens. La teoría ondulatoria de la luz. Un rayo atrapado en una onda.

39. Helmholtz. La conservación de la energía. Sin fecha de caducidad.

40. Hooke. La ley de Hooke. Estiramientos para recuperar la forma.

41. Riemann. La geometría diferencial. La matemática traspasa fronteras.

42. Gamow. El big bang. El conocimiento en expansión.

43. Helmholtz. La conservación de la energía. Sin fecha de caducidad.

44. Fisher. La inferencia estadística. Probablemente sí, probablemente no.

45. Pauli. El espín. Los electrones bailan.

46. Boyle. La ley de Boyle. Bajo presión.

47. Poincaré. La topología. Las matemáticas pierden las formas.

48. Landau. La superfluidez. / La física que surgió del frío.

49. Cavendish. La constante gravitatoria. / Pura atracción.

50. Chandrasekhar. La evolución estelar. Ha muerto una estrella.

Puede ser discutible si no habría que agregar o quitar alguno, pero creo que en general esta colección nos trae una visión coloquial de los grandes hacedores del devenir científico tecnológico de la humanidad.

Por el momento solo pude acceder sólo a tres de los cincuenta volúmenes. El primero referido a Turing, sobre la idea central de “pensando en máquinas que piensan”, lo pone a este célebre descifrador del código “Enigma” que torció el devenir de la segunda guerra mundial al poder dilucidar los mensajes encriptados de las fuerzas armadas alemanas, como el gestor intelectual de las bases teóricas de los primeros ordenadores (computadoras) mediante el uso de los principios de su «máquina universal U». El segundo sobre Einstein y su teoría de la relatividad, centrado en el concepto de que “el espacio es una cuestión de tiempo”. El tercero y que dará origen al tema central de hoy, está basado en la vida y obra de Heisenberg, el científico alemán que le propinó un cambio de sentido a las bases de la mecánica cuántica, con su famoso principio de incertidumbre, que lleva precisamente su nombre. La idea de apertura del libro está basada en una pregunta muy interesante: “¿Existe el mundo cuando lo miras?”.

Yendo de lleno al tema central del principio de incertidumbre, la mecánica cuántica y algunos de los grandes científicos que fueron ignorados en esta disciplina, por ser discriminados o estar a la sombra de otros, en este libro se hace referencia a una científica, que para ser honesto, no conocía en lo absoluto. Aparece en un pequeño apartado titulado: “Lise Meitner”, tal era el nombre de esta investigadora judía de origen austríaco, luego alemana por la anexión de este territorio a Alemania. Junto a otros investigadores de esta última nacionalidad comenzaron en la década de 1930 los estudios sobre la fisión nuclear, «hito relevante para el advenimiento de las primeras armas nucleares, en este caso las bombas atómicas».

No me quedé con esta breve mención en el libro dedicado a Heisenberg y quise ahondar en la vida y obra de esta mujer, debido a tres razones:

  • Fue la primera científica mujer nombrada en 1926 como profesora de la Universidad de Berlín.
  • Debió huir de Alemania a causa de su “porcentaje de sangre judía”, hecho que por las leyes raciales hubiera significado su muerte.
  • Ya en Suecia, y con un sueldo mucho más modesto que en Alemania, rehusó  de participar en Estados Unidos del proyecto Manhattan. De palabras de ella: “nunca haré nada por fabricar una bomba”.

La biografía de esta destacada profesora e investigadora es por demás interesante.

Lise Meitner (Viena, 7 de noviembre de 1878 -Cambridge, 27 de octubre de 1968) fue una científica austriaca que contribuyó a los descubrimientos del elemento protactinio y la fisión nuclear.​ Mientras trabajaba en el Instituto Kaiser Wilhelm sobre radiactividad, descubrió el isótopo radiactivo protactinio-231 en 1917. Formó parte del equipo que descubrió la fisión nuclear, en el año 1938, junto a su sobrino y el físico Otto Hahn, amigo y colaborador suyo. Por este logro, Otto Hahn recibió el Premio Nobel. Albert Einstein la elogió como la «Marie Curie alemana».

Al completar su investigación doctoral en 1905, Meitner se convirtió en la primera mujer de la Universidad de Viena y la segunda en el mundo en obtener un doctorado en física. Pasó la mayor parte de su carrera científica en Berlín, Alemania, donde fue profesora de física y jefa de departamento en el Instituto Kaiser Wilhelm; fue la primera mujer en convertirse en profesora titular de física en Alemania. Perdió estos puestos en la década de 1930 debido a las leyes raciales de Núremberg introducidas en la Alemania nazi, y en 1938 huyó a Suecia, donde vivió durante muchos años, convirtiéndose finalmente en ciudadana sueca.

En una carta que escribió en 1945, Lise Meitner se lamentaba:

“Resulta trágico que, incluso personas como Laue y Otto, no comprendieran a qué suerte abandonaba su pasividad a su propio país.”

A mediados de 1938, Meitner con los químicos Otto Hahn y Fritz Strassmann del Instituto Kaiser Wilhelm descubrió que bombardear el torio con neutrones producía diferentes isótopos. Hahn y Strassmann más adelante en el año demostraron que los isótopos de bario podrían formarse por bombardeo de uranio. A finales de diciembre, Meitner y Frisch resolvieron el fenómeno de tal proceso de escisión. En su informe de la edición de febrero de Nature de 1939, le dieron el nombre de «fisión». Este principio condujo al desarrollo de la primera bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, a otras armas nucleares y reactores nucleares.

Meitner recibió muchos premios y honores al final de su vida, pero no compartió el Premio Nobel de Química de 1944 por la fisión nuclear, que fue otorgado exclusivamente a Otto Hahn, colaborador suyo desde hacía mucho tiempo. Varios científicos y periodistas han calificado su exclusión de «injusta». Según el archivo del Premio Nobel, fue nominada 19 veces al Premio Nobel de Química entre 1924 y 1948, y 29 veces al Premio Nobel de Física entre 1937 y 1965. A pesar de no haber sido galardonada con el Premio Nobel, Meitner fue invitada a asistir a la Lindau Nobel Laureate Meeting en 1962. Sin embargo, Meitner recibió muchos otros honores, incluido el dar al elemento químico 109 el nombre de meitnerio, en 1997.

Fisión nuclear

Colaboró con Otto Hahn durante más de treinta años, con quien descubrió el protactinio en 1918. Fue wissenschaftliches Mitglied (miembro científico) en el Instituto Kaiser Wilhelm de Química desde 1913, después de su habilitación en 1922 se convirtió en profesora de Física Nuclear Experimental en la Universidad de Berlín, la primera profesora de Física en Alemania; ocupó este puesto desde 1926 hasta 1933. A finales de 1938 tuvo que abandonar Alemania, forzada por las Leyes de Núremberg del Gobierno de la Alemania nazi, y se unió al personal de investigación atómica del Instituto de Manne Siegbahn en la Universidad de Estocolmo, en donde estableció contacto con su sobrino, Otto Frisch. Con la contribución de Meitner, Otto Hahn y Fritz Strassmann produjeron el primer ejemplo de la fisión nuclear creada por personas, aunque no se dieron cuenta de lo logrado hasta que ella supo interpretar los resultados. En 1939 Hahn publicó su trabajo omitiendo el nombre de Meitner alegando que el régimen nazi no le habría dejado incluir una autora judía. Meitner y Frisch explicaron el fenómeno mediante el modelo de la gota líquida, introduciendo el término de fisión nuclear, en un trabajo publicado en la revista Nature. A pesar de su investigación sobre la teoría atómica y la radiactividad y de allanar con su descubrimiento de la obtención del punto de fisión el camino a Otto Hahn, el hecho de no aparecer como coautora fue esgrimido por el comité Nobel para otorgar solo a Otto Hahn el premio Nobel de Química de 1944, excluyendo a Meitner. Sin embargo, recibió el reconocimiento por sus contribuciones a la física en 1966, cuando le fue concedido el Premio Enrico Fermi en Estados Unidos.

Sugirió la existencia de la reacción en cadena, con lo que contribuyó al desarrollo de la bomba atómica. Sin embargo, estaba en contra de que se usaran sus descubrimientos para la bomba atómica. En su honor se nombró «meitnerio» al elemento químico 109.

Meitner se naturalizó ciudadana sueca en 1949. Se jubiló en 1960 y se trasladó a vivir al Reino Unido, donde vivían la mayoría de sus parientes. Lise Meitner murió en Cambridge, el 27 de octubre de 1968. Conforme a sus deseos, fue enterrada en Bramley (Hampshire) junto a su hermano Walter, fallecido en 1964. Su sobrino Otto Frisch fue quien compuso la inscripción de su lápida, “Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad”.

Premio Nobel por la fisión nuclear

Aunque Meitner recibió varios honores durante su vida, nunca recibió el Premio Nobel, ya que este fue solo otorgado a Otto Hahn, por el descubrimiento de la fisión nuclear. Fue nominada 48 veces para Premios Nobel en Física y Química, pero nunca ganó ninguno.​ El 15 de noviembre de 1945, la Real Academia de las Ciencias de Suecia anunció que Hahn había sido otorgado el Premio Nobel en Química por su descubrimiento de la fisión de núcleos atómicos pesados.16​ Meitner fue la que le dijo a Hahn y Strassman que debían hacer pruebas más en detalle del radio, y fue ella la que le dijo a Hahn que era posible que el núcleo de uranio se desintegrase. Sin estas contribuciones de Meitner, no habría sido posible para Hahn descubrir que el núcleo de uranio se puede dividir en mitad.

En 1945, el Comité Nobel de Química en Suecia que seleccionó el Premio Nobel de Química decidió otorgar ese premio únicamente a Hahn: Hahn solo se enteró por un periódico mientras estaba internado en Farm Hall en Cambridgeshire, Inglaterra. En la década de 1990, los registros sellados durante mucho tiempo de los procedimientos del Comité Nobel se hicieron públicos, y la biografía completa de Meitner publicada en 1996 por Ruth Lewin Sime aprovechó este desprecintado para reconsiderar la exclusión de Meitner.10​17​ En un artículo de 1997 en la revista Physics Today de la American Physical Society, Sime y sus colegas Elisabeth Crawford y Mark Walker escribieron:

“Parece que Lise Meitner no compartió el premio de 1944 porque la estructura de los comités del Nobel no era adecuada para evaluar el trabajo interdisciplinario; porque los miembros del comité de química no pudieron o no quisieron juzgar su contribución de manera justa; y porque durante la guerra los científicos suecos confiaron en su propia experiencia limitada. La exclusión de Meitner del premio de química bien puede resumirse como una mezcla de sesgo disciplinario, obtusidad política, ignorancia y prisa”.​

Últimos años

El 14 de enero de 1939, Meitner se enteró de que su cuñado Jutz había sido liberado de Dachau y que a él y a su hermana Gusti se les permitió emigrar a Suecia.​ El jefe de Jutz, Gottfried Bermann, había escapado a Suecia,24​ y le ofreció a Jutz su antiguo trabajo en la editorial. Niels Bohr intercedió ante un funcionario sueco, Justitieråd Alexandersson, quien afirmó que Jutz recibiría un permiso de trabajo a su llegada a Suecia. Trabajó allí hasta que se jubiló en 1948 y luego se mudó a Cambridge para unirse a Otto Robert Frisch.​ Su hermana Gisela y su cuñado Karl Lion se mudaron a Inglaterra, 26​ Meitner también consideró mudarse a Gran Bretaña. Visitó Cambridge en julio de 1939 y aceptó una oferta de William Lawrence Bragg y John Cockcroft de un puesto en el Laboratorio Cavendish con un contrato de tres años con Girton College, Cambridge, pero la Segunda Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939 antes de que pudiera. dar el paso.

En Suecia, Meitner continuó su investigación lo mejor que pudo. Midió las secciones transversales de neutrones de torio, plomo y uranio utilizando disprosio como detector de neutrones, una técnica de ensayo iniciada por George de Hevesy e Hilde Levi. Pudo hacer los arreglos para que Hedwig Kohn, que se enfrentaba a la deportación a Polonia, viniera a Suecia y, finalmente, emigrara a los Estados Unidos, viajando a través de la Unión Soviética. Ella no logró sacar a Stefen Meyer, pero él logró sobrevivir a la guerra. Además, rechazó una oferta para unirse a Frisch en la misión británica al Proyecto Manhattan en el Laboratorio de Los Álamos y declaró: «¡No tendré nada que ver con una bomba!». Más tarde dijo que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron una sorpresa para ella, y afirmó que «lamentaba que la bomba tuviera que ser inventada». Después de la guerra, Meitner reconoció el fallo moral que cometió al permanecer en Alemania (por su descendencia judía) de 1933 a 1938. Escribió: «No solo fue estúpido, sino muy incorrecto que no me fuera de inmediato».​ No solo lamentó su inacción durante este período, sino que también fue crítica con Hahn, Max von Laue, Werner Heisenberg y otros científicos alemanes que participaron en la invención de las bombas. En una carta de junio de 1945 dirigida a Hahn, pero que nunca recibió, ella escribió:

“Todos ustedes trabajaron para la Alemania nazi. Y ni siquiera intentaste la resistencia pasiva. De acuerdo, para absolver tu conciencia ayudaste a alguna persona oprimida aquí y allá, pero millones de seres humanos inocentes fueron asesinados y no hubo protesta. Aquí, en la Suecia neutral, mucho antes del final de la guerra, hubo una discusión sobre lo que debería hacerse con los académicos alemanes una vez que termine la guerra. Entonces, ¿qué deben estar pensando los ingleses y los estadounidenses? Yo y muchos otros somos de la opinión de que el único camino para usted sería hacer una declaración abierta de que es consciente de que a través de su pasividad comparte la responsabilidad de lo que ha sucedido y que tiene la necesidad de trabajar por lo que se puede hacer. Pero muchos piensan que es demasiado tarde para eso. Esta gente dice que primero traicionaste a tus amigos, luego a tus hombres y a tus hijos al permitirles arriesgar sus vidas en una guerra criminal, y finalmente que traicionaste a la propia Alemania, porque cuando la guerra ya era bastante desesperada, nunca hablaste contra la destrucción sin sentido de Alemania. Eso suena despiadado, pero sin embargo creo que la razón por la que te escribo esto es la verdadera amistad. En los últimos días uno había oído hablar de cosas increíblemente espantosas en los campos de concentración; supera todo lo que uno temía anteriormente. Cuando escuché en la radio inglesa un informe muy detallado de los ingleses y estadounidenses sobre Belsen y Buchenwald, comencé a llorar en voz alta y me quedé despierta toda la noche. Y si hubieras visto a esa gente que fue traída aquí desde los campamentos. Uno debería tomar a un hombre como Heisenberg y millones como él, y obligarlos a mirar estos campos y las personas mártires. La forma en que apareció en Dinamarca en 1941 es inolvidable”.

Esta reseña sintética de esta gran investigadora es una muestra más de que la ciencia y la filosofía son ámbitos indisolubles, con impactos de uno sobre otro. Por otro lado, “la biografía de Meitner está plagada de episodios que ilustran la resistencia en general que existía en la sociedad de esa época para aceptar la incorporación de mujeres al mundo universitario”.

Lise Meitner, aquella que se animó “ A DECIR NO “, a la bomba atómica.

En momentos donde la amenaza nuclear vuelve a estar en el tapete, producto de otra guerra sin sentido, animarse a decir NO, es imperativo.

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