¡No sé que no sé!

Sobreestimar nuestra inteligencia es un hecho más común de lo que parece. No somos tan afectos a declararnos ignorantes, sino más bien solemos opinar de cuestiones sobre las cuales no tenemos una idea cierta o un fundamento para hacerlo. La frase atribuido a Socrates «solo sé que no se sé nada» tiene poca cabida en nuestro accionar conciente, ya sea como una costumbre habitual o en alguna circunstancias que nos toca atravesar. Son muchos los que creemos saber, cuando en realidad no sabemos ni tenemos conciencia de esa ignorancia, mientras que él, Sócrates, sí posee la conciencia de su propia ignorancia.

Para no caer en la tentación de hacerlo sobre este tema, les transcribo a continuación un interesante artículo de la revista “Cultura inquieta”, en donde se abordan todos los aspectos vinculados con este fenómeno que tiene un nombre por cierto impactante.

Efecto Dunning-Kruger, o por qué mucha gente opina de todo sin tener ni idea

Por Jennifer Delgado Suárez via Rincón de la psicología.

El efecto Dunning-Kruger puede resumirse en una frase: cuanto menos sabemos, más creemos saber. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidad, capacidades y conocimientos. Como resultado, suelen convertirse en ultracrepidianos; gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que sabe mucho más que los demás. (Los ultracrepidianos son esas personas que opinan sobre todo sin tener conocimiento de casi nada. Son esos perfiles que no dudan en corregirnos, en minimizar nuestras valías para destacar en cualquier circunstancia y en medio de toda conversación).

El problema es que las víctimas del efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión ni a sugerir, sino que intentan imponer sus ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por incompetentes o completos ignorantes, cuando en realidad no es así. Obviamente, lidiar con estas personas no es fácil porque suelen tener un pensamiento muy rígido.

La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son.

El delincuente que intentó volverse invisible con zumo de limón

A mediados de 1990 se produjo en la ciudad de Pittsburgh un hecho que podríamos catalogar, cuanto menos, de sorprendente. Un hombre de 44 años atracó dos bancos en pleno día, sin ningún tipo de máscara para cubrir su rostro y proteger su identidad. Obviamente, aquella aventura delictiva tuvo una vida muy corta ya que el hombre fue detenido rápidamente.

Cuando lo apresaron, McArthur Wheeler, que así se llamaba, confesó que se había aplicado zumo de limón en la cara ya que este le haría invisible ante las cámaras. “¡Pero si me puse zumo de limón!”, fue su asombrada respuesta cuando lo arrestaron.

Más tarde se conoció que la idea del zumo fue una sugerencia de dos amigos de Wheeler, quienes bromearon sobre el hecho de que atracarían un banco usando esa técnica para que no los reconocieran. Wheeler puso a prueba la idea aplicándose zumo en su cara y sacándose una fotografía, en la cual no apareció su rostro. Es probable que se debiera a un mal encuadre, pero aquella “prueba” fue definitiva para Wheeler, quien decidió llevar adelante su plan «genial».

La historia llegó a oídos del profesor de Psicología social de la Universidad de Cornell, David Dunning, quien no podía dar crédito a lo que había sucedido. Aquello le llevó a preguntarse: ¿Es posible que mi propia incompetencia me impida ver esa incompetencia?

Ni corto ni perezoso, puso manos a la obra, junto a su colega Justin Kruger. Lo que hallaron en la serie de experimentos que realizaron los dejaron aún más sorprendidos.

El estudio que dio origen al efecto Dunning-Kruger

En una serie de cuatro experimentos, estos psicólogos analizaron la competencia de las personas en el ámbito de la gramática, el razonamiento lógico y el humor.

A los participantes les pidieron que estimaran su grado de competencia en cada uno de esos campos. A continuación, debían realizar una serie de test dirigidos a evaluar su competencia real.

Entonces los investigadores notaron que cuanto mayor era la incompetencia de la persona, menos consciente era de ella. Aunque es paradójico, las personas más competentes y capaces solían infravalorar sus competencias y conocimientos. Así surgió el efecto Dunning-Kruger.

Estos psicólogos concluyeron además que las personas incompetentes en cierta área del conocimiento:

– Son incapaces de detectar y reconocer su incompetencia.

– No suelen reconocer la competencia del resto de las personas.

La buena noticia es que este efecto se diluye a medida que la persona incrementa su nivel de competencia ya que también se vuelve más consciente de sus limitaciones.

¿Por qué cuanto menos sabemos, más creemos saber?

El problema de esta percepción irreal se debe a que para hacer algo bien, debemos tener al menos un mínimo de habilidades y competencias que nos permitan estimar con cierto grado de exactitud cuál será nuestro desempeño en la tarea.

Por ejemplo, una persona puede pensar que canta estupendamente porque no tiene ni idea de música y no conoce todas las habilidades necesarias para controlar adecuadamente el tono y timbre de la voz y llevar el ritmo. Eso hará que diga que “canta como los ángeles”, cuando en realidad tiene una voz espantosa.

Lo mismo ocurre con la ortografía, si no conocemos las reglas ortográficas, no podremos saber dónde nos equivocamos y, por ende, no seremos conscientes de nuestras limitaciones, lo cual nos llevará a pensar que no cometemos errores ortográficos.

De hecho, el efecto Dunning-Kruger se puede apreciar en todas las áreas de la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Wellington reveló que el 80% de los conductores se califican a sí mismos por encima de la media, lo cual, obviamente, es estadísticamente imposible.

Este sesgo cognitivo también se aprecia en el ámbito de la Psicología. Tal es el caso de las personas que afirman que “mi mejor psicólogo soy yo mismo”, simplemente porque desconocen por completo cómo les puede ayudar este profesional y la complejidad que encierran las técnicas psicológicas.

En práctica, creemos que sabemos todo lo que es necesario saber. Y eso nos convierte en personas sesgadas que se cierran al conocimiento y emiten opiniones como si fueran verdades absolutas.

¿Cómo minimizar el efecto Dunning-Kruger, por nuestro propio bien?

Todos cometemos errores por falta de cálculo, conocimientos y previsión. La historia está repleta de errores épicos, como el de la emblemática Torre de Pisa, que comenzó a inclinarse incluso antes de que terminara la construcción. Hace tan solo unos años, el gobierno francés gastó 15.000 millones de euros en una flota de 2.000 trenes nuevos, para después descubrir que eran demasiado anchos para 1.200 de sus estaciones, lo cual les llevó a invertir aún más para acondicionar esas estaciones.

En nuestro día a día también podemos cometer errores por falta de experiencia y por sobreestimar nuestras capacidades. Los errores no son negativos y no debemos huir de ellos, sino que podemos convertirlos en herramientas de aprendizaje, pero tampoco es necesario tropezar continuamente con la misma piedra ya que llega un punto en que resulta frustrante.

De hecho, debemos mantenernos atentos a este sesgo cognitivo porque la incompetencia y la falta de autocrítica no solo hará que lleguemos a conclusiones equivocadas sino que también nos impulsará a tomar malas decisiones que terminen dañándonos.

Esto significa que, en algunos casos, la responsabilidad por los “fracasos o errores” que experimentamos a lo largo de la vida no recae en los demás ni es culpa de la mala suerte sino que depende de nuestra deficiente autoevaluación.

Para minimizar el efecto Dunning-Kruger y no convertirnos en esa persona que opina sobre todo sin tener idea de nada, lo más importante es aplicar estas sencillas reglas:

– Sé consciente al menos de la existencia de este sesgo cognitivo.

– Deja siempre un espacio para la duda, para formas diferentes de pensar y hacer las cosas.

– Opina siempre desde el respeto a los demás. Por muy seguro que estés de tu opinión, no intentes imponerla.

Debemos recordar que nadie es experto en todas las materias de conocimiento y ámbitos de la vida, todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Por tanto, lo mejor es enfrentar la vida desde la humildad y con la actitud del aprendiz.

¿Cómo lidiar con las personas que no reconocen su incompetencia o desconocimiento?

Las personas que opinan de manera tajante sobre todo sin tener idea y que subestiman a los demás, suelen generar un gran malestar. Nuestra primera reacción suele ser irritarnos o enfadarnos. Es perfectamente comprensible, pero no servirá de nada. En su lugar debemos aprender a mantener la calma. Recuerda que solo puede afectarte aquello a lo que le das poder, lo que consideras significativo. Y sin duda, la opinión de una persona que no es experta en la materia y ni siquiera sabe de lo que habla, no debería ser significativa.

Si no deseas que la conversación vaya más allá, simplemente dile: “He escuchado tu opinión. Gracias”, y zanja el asunto. Si realmente te interesa que esa persona salga de su estado de desconocimiento y sea más consciente de sus limitaciones, lo único que puedes hacer es ayudarle a desarrollar sus habilidades en esa área.

Evita frases como “no sabes de lo que hablas” o “no tienes ni idea” porque de esta forma solo lograrás que esa persona se sienta atacada, asuma una actitud defensiva y se cierre a tus propuestas. En su lugar, plantea una nueva perspectiva. Puedes decir: “ya te he escuchado, ahora imagina que las cosas no fueran exactamente así”. El objetivo es lograr que esa persona se abra a opiniones y formas de hacer diferentes.

También puedes recalcar la idea de que todos somos inexpertos o incluso profundos desconocedores en algunos campos, no es algo negativo sino una increíble oportunidad para seguir aprendiendo y crecer como personas.

Fuera ya del artículo que me resultó interesante, agrego algunos ejemplos para clarificar aún más el concepto:

Cuando una persona se cree muy habilidosa para algo, aunque evidentemente no lo es, como un cantante sin técnica vocal que se considera muy talentoso.

En los casos en que una persona no puede reconocer la competencia de otros también se presenta este efecto, como un paciente que cree saber más que su médico al automedicarse.

Si se entrena a una persona que presenta este efecto y se aumenta su nivel de competencia, será capaz de reconocer que era anteriormente incompetente. Por ejemplo, cuando alguien que se cree erróneamente experto en una materia es instruido sobre ella y al final descubre que no sabía tanto como creía.

Y para finalizar algo de humor asociado:

  • ¿Qué significa estar cómodo para un estadístico? Meter la cabeza en el frigorífico, los pies en el horno y calcular la media.
  • Un ratón le dice al otro: “¡Mira! ¡Cada vez que pulso el botón, el tío con la bata blanca se pone a escribir algo!”.
  • Están los que ven el vaso medio lleno y los que lo ven medio vacío. Luego están los químicos, que lo ven siempre lleno. Nota: de líquido y aire.
  • ¿Cuántos psicólogos hacen falta para cambiar una bombilla? Uno, pero la bombilla tiene que querer cambiar.
  • Un estambre le dice a un pistilo: “me gusta tu estilo.” Nota: El estilo, junto con el ovario y el estigma componen la unidad del órgano femenino de las flores que es el pistilo.
  • Un hombre siempre será mucho más seXY que una mujer.
  • Un grupo de científicos ha hallado el gen de la timidez. Lo podrían haber encontrado antes, pero estaba escondido entre otros dos genes.
  • ¿Qué le dice un protón a un electrón?: “tío, no seas siempre tan negativo”.
  • Un estudiante que viaja con Einstein le pregunta: “Profesor, ¿está usted seguro de que Londres para en este tren?” Nota: Según la más famosa teoría desarrollada por Einstein, tanto el tiempo como el espacio son relativos al estado de movimiento del observador. Tan correcto es decir por este motivo que “un tren para en Londres” como que “Londres para en un tren”.
  • Un psicoanalista muestra a un paciente una lámina Rorschach y le pregunta qué ve. “Son dos personas haciendo el amor». El psicoanalista le enseña otro dibujo. “Eso también son dos personas haciendo el amor”. El especialista concluye: “usted está obsesionado con el sexo”. “¿Yo? Es usted el que no para de mostrarme imágenes depravadas”.
  • Un número infinito de matemáticos entra en un bar. “Deme una caña”, dice el primero. “Deme media caña” pide el segundo”. “Deme un cuarto de caña” solicita el tercero. “Deme un octavo de caña”… Tras cinco minutos el camarero, harto, les pones dos vasos delante: “chicos, ahí tenéis: barra libre”.
  • ¿Qué significan las siglas ADN? Asociación Nacional de Disléxicos.
  • El alcohol no es un problema, es una solución. Nota: Una solución o una disolución en química es es una mezcla homogénea a nivel molecular o iónico de dos o más sustancias puras que no reaccionan entre sí, cuyos componentes se encuentran en proporciones variables. La descripción es válida para algunas bebidas alcohólicas.

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