Las hormigas y las virtudes !

Hoy por la tarde he continuado con mi lucha por preservar las hojas de un fresno amarillo. Desde hace unas dos semanas y de manera remolona estas vienen apareciendo a partir de la consolidación de la primavera. Es uno de los últimos árboles de hoja caduca en soltar su follaje, siendo la cadencia de aparición bastante lenta. En la vereda de mi casa hay cuatro fresnos amarillos. Tres de ellos bastante grandes de porte y el cuarto, que estoy tratando de defender de las hormigas negras, es el más pequeño, probablemente implantado más tarde que los otros. Año tras año, las hormigas la acosan sin cesar, ganando más o menos la batalla, según el ahínco y las ganas que yo ponga en el intento por detenerlas. Esta temporada he arrancado antes con las medidas preventivas, siempre evitando usar venenos de manera indiscriminada, para no afectar a otros insectos, aves o demás animales. Pese a todos mis esfuerzos, los minúsculos insectos se mueven como colonias cooperativas super colaborativas, por lo que suelen finalmente quitar parte del follaje pese a todas mis acciones para tratar de impedirlo.

Es un misterio al menos para mí, que desconozco varios de los aspectos conductuales de las hormigas, porque cada año estas parecen recordar el camino que las lleva a ese pequeño árbol. Los hormigueros suelen estar ubicados en posiciones distintas año tras año, incluso bastante alejados de este hermoso arbolito, pero parece ser que eso no es ningún obstáculo para que ellas encuentren el camino que las lleva a su base. Las hojas salen de las ramas en forma de penachos verdes oscuros, siendo muy vistosas, livianas, tiernas y elegantes. Estuve indagando acerca de porque lo denominan fresno amarillo, sin encontrar ninguna referencia. Desde mi ignorancia tiendo a suponer que puede deberse a dos motivos, complementarios o excluyentes: uno que la corteza tiene un tinte amarillento, lo segundo es que las hojas a medida que van envejeciendo hasta caer en el otoño, adquieren una coloración amarillenta cada vez más intensa.

Son árboles bellos, que dan frescura y una sombra consistente, debido a su gran frondosidad, si bien no son tan altos, ni tienen una copa muy extendida. Quizás en otro suelo y otras latitudes alcancen mayores portes, no siendo este el caso. La lucha para evitar que las hormigas poden a uno de estos árboles dura unas cuatro semanas, ya que ellas prefieren cortar las hojas cuando recién han aparecido y están aún muy tiernas. Las hojas desarrolladas ya no les interesan tanto, aunque han sabido atacar algunas en ese estado. Actúan de manera sincronizada a primeras horas de la mañana, o cuando cae el sol e incluso durante toda la noche, y son capaces de pelar el follaje en no más de 48 horas. Han sabido sortear muchos mecanismos que he ido construyendo para poner en la base del tronco, en el tronco y en las cercanías, con una habilidad e inteligencia admirables. Un ejército disciplinado, que no conoce de desalientos ni de rendiciones, avanzando desde tiempos inmemoriales, persiguiendo objetivos simples y claros.

Más allá de las características ya enunciadas, lo que resulta ciertamente destsacable de las hormigas son la fortaleza y templanza que manifiestan, ya que soportan todos los climas, tempestades y prosperan para desarrollar colonias numerosas y resilientes.

Parece ser que estos insectos, lo mismo que sucede con otros como las abejas, han desarrollado acabadamente varias habilidades sociales que los hacen casi invencibles, aunque por cierto se vean ahora amenazados por la extremidad del cambio climático. Quizás en ellos es posible encontrar algo de las virtudes que los filósofos clásicos describían como sustanciales a la hora de consolidar y cimentar nuestra esencia humana.

La naturaleza del escrito de hoy tiene que ver con esto de adentrarnos en «la virtud» o «las virtudes», conceptos que está entrando en desuso, o menguando en su valor con el paso del tiempo. Suele usarse en presencia de un jugador de fútbol con características sobresalientes, para decir que se trata de un virtuoso, o aplicado por ejemplo en el virtuosismo para tocar el piano u otro instrumento musical. Sin embargo, el valor dado a la virtud, que a posteriori de la aparición de la filosofía clásica se describía como aquellos elementos de la conducta que dotarían a la humanidad de una manera de vivir superior y en armonía, dia tras día se va desvaneciendo.

Las virtudes cardinales son cuatro virtudes morales de conducta, que fueran enunciadas por Platón en el contexto de la tradición filosófica clásica y que ejercieron gran influencia sobre el pensamiento posterior del cristianismo. Sobre ellas gira y descansa toda la moral humana,​ y son principios de otras virtudes derivadas o en ellas contenidas.

Estas son, la templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia. Estas virtudes según Platón, «formaban al ciudadano relevante, útil y perfecto».

Este filósofo, aún sin darles el nombre específico de “virtudes cardinales” , las describió como:

Justicia (virtud fundante/preservante) – conózcase a sí mismo.

Prudencia (calculativo) – véase el todo.

Fortaleza (enérgico) – presérvese el todo.

Templanza (apetitivo) – sírvase el todo.

Platón describe la justicia como la virtud fundante y preservante porque solo cuando alguien comprenda la justicia puede conseguir las otras tres virtudes, y cuando alguien posee del todo las cuatro virtudes es la justicia lo que las mantiene todas juntas.

Platón define como un individuo puede lograr estas virtudes: la prudencia viene del ejercicio de razón, la fortaleza de ejercer las emociones o el espíritu, la templanza de dejar que la razón anule los deseos, y desde estas la justicia viene, un estado en que cada elemento de la mente está de acuerdo con los otros.

En analogía con mi batalla estacional con las hormigas, está claro que a ellas les sobra fortaleza y templanza, y parece ser que se conocen muy bien a sí mismas, siendo justas y en concordancia con su propia naturaleza. En todos estos aspectos me sacan de seguro varios cuerpos de ventaja.

Para hablar un poco más de las virtudes cardinales, llamadas también virtudes morales, podemos decir que son esenciales para las relaciones humanas y el orden social. Reciben su nombre de la palabra latina “cardo”, que quiere decir principal o fundamental. Así, se entiende que las virtudes cardinales son aquellos valores principales y fundamentales.

Estas virtudes, asociadas también a las virtudes teologales, son punto de referencia para la orientación de la conducta de la persona hacia una plena humanización, así como hacia la construcción de una sociedad más justa y sana.

Las virtudes cardinales que ya dijimos son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, se complementan con las virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad.

La doctrina católica dice, además, que las virtudes cardinales son una respuesta a las heridas propiciadas en el ser humano por el pecado. Así, cada una de ellas corresponde a la sanación de un elemento en particular.

Prudencia

La prudencia es una virtud que tiene como propósito enmendar o sanar la ignorancia de entendimiento. La prudencia es la capacidad de reflexionar antes de hablar o actuar, así como de evaluar el modo y los medios adecuados para intervenir en una situación.

Implica, por lo tanto, el sentido de la oportunidad, es decir, de juzgar cuál es el momento adecuado para actuar o hablar.

La práctica de la prudencia implica seguir al menos tres elementos esenciales, los cuales son: pensar con madurez, decidir con sabiduría y actuar para el bien. Todo ello implica un proceso de reflexión continua.

Justicia

La justicia es una virtud que surge para contraponerse a la malicia de voluntad. Así, la justicia se comprende como la voluntad manifiesta de una persona de que cada quien reciba lo que merece y es justo, es decir, que cada quien reciba lo que le corresponde.

Por lo tanto, el justo respeta los derechos adquiridos del otro. Por ejemplo, el justo respeta el derecho de propiedad tanto como el derecho de fama y la honra del prójimo. Asimismo, el justo respeta la autoridad que corresponde a cada quien según el rol que cumpla. El justo respeta la autoridad de padres hacia hijos, por ejemplo.

Fortaleza

La fortaleza es la virtud que se contrapone a la debilidad. Se trata de la virtud de tener fuerza para luchar por el bien difícil, es decir, por aquellas metas constructivas o principios nobles que requieren esfuerzo. Asimismo, la fortaleza ayuda a la persona a moderar su audacia cuando esta es excesiva.

La fortaleza implica actuar en dos sentidos: obrar y resistir. Obrar se refiere a actuar de inmediato para conquistar lo deseado. Junto a esto es necesario resistir a la desesperanza y al temor. Para ello, es necesario que la persona tenga también un camino en el autoconocimiento.

Templanza

La templanza es una respuesta al desorden de la concupiscencia. Se trata de la virtud de moderar los apetitos desordenados, así como las tentaciones de los sentidos. Para ello, la persona antepone el uso de la razón. Mediante el ejercicio racional, la persona logra el dominio de sus pasiones para preservar el bien común.

Los medios de la templanza son la abstinencia, la sobriedad, la castidad y la continencia. Otras virtudes que suelen acompañar a la templanza son la humildad y la mansedumbre.

Según la doctrina católica virtud no significa “probidad” (moralidad, integridad) y “honradez” de una acción u omisión aisladas. Al contrario, virtud significa que el hombre es recto, tanto sobrenatural como naturalmente. La virtud es, como dice Santo Tomás, lo máximo que un hombre puede llegar a ser, tanto en el ámbito de lo natural como de lo sobrenatural. Entonces, el hombre virtuoso es de tal manera que realiza el bien por una íntima y esencial inclinación. Según la doctrina católica las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, complementan las virtudes cardinales, dotando al hombre de su sentido y fin últimos en la tierra.

Las 4 virtudes cardinales, según Lao-Tsé

Lao-Tsé planteó que existen cuatro virtudes cardinales y que estas representan el camino hacia la paz interior. Para este gran filósofo, y para el taoísmo en general, tales virtudes son la vía para alcanzar una vida plena y llena de sentido.

Lao-Tsé, cuyo nombre significa «anciano maestro», propagó una doctrina en la que el máximo objetivo es conseguir la armonía, tanto dentro de uno mismo, como en relación a todo lo que existe en el universo. Las cuatro virtudes cardinales son el camino para conseguir ese estado de paz y para alcanzar los “tres tesoros” del taoísmo: compasión, humildad y frugalidad.

“El sabio no enseña con palabras, sino con actos”.

Para Lao-Tsé y sus seguidores, las cuatro virtudes cardinales no son un dogma, sino una vía. Es decir que no es un “deber” alcanzar esas virtudes, sino que estas son la premisa para poder vivir en paz. Esto quiere decir que no son una meta a lograr, sino una vía para ser. Así pues, las grandes virtudes para esta filosofía son las siguientes.

Reverencia por toda forma de vida

La primera de las virtudes cardinales, según Lao-Tsé, es la reverencia por toda forma de vida. Nótese que no habla de respeto por la vida, sino de reverencia.

Esta reverencia, además del respeto, incluye la consideración y la admiración. En este caso, no se trata simplemente de no acabar con ninguna forma de vida, sino también de valorarla en sus múltiples dimensiones.

Uno de los aspectos interesantes es que Lao-Tsé señala que la primera forma de vida a la que se le debe reverenciar es la propia. Ese sentimiento de respeto y admiración nace del amor. Así que no basta simplemente con no interferir con las diferentes formas de vida, sino que debe existir un sentimiento esencial de afecto por las mismas.

Sinceridad natural

Lao-Tsé llama sinceridad natural a la capacidad de ser honestos y auténticos, sobre todo, con nosotros mismos. La tarea está en conocer y comprender quiénes somos realmente, ya que esa es una condición absolutamente necesaria para poder ser sinceros con los demás. La franqueza se construye primero dentro de nosotros y luego esta se expresará de manera natural con los otros.

Cuando encontramos nuestra propia verdad, lo que sigue es permanecer siendo fieles a lo que somos y a aquello en lo que creemos. De eso trata la autenticidad: de ser, en lugar de parecer. Cuando nos aceptamos, la autenticidad también surge de manera espontánea. Por eso Lao-Tsé habla de “sinceridad natural” y no simplemente de sinceridad a secas.

Mansedumbre

A veces, se confunde la mansedumbre con la debilidad o con el servilismo. En realidad, no tiene nada que ver con esto e incluso puede ser su opuesto.

La mansedumbre es una consecuencia de la armonía y de la paz interior. Se expresa como amabilidad y consideración en el trato con otros y nace de la bondad, la cual, a su vez, solo nace cuando alguien está lleno de amor.

La mansedumbre supone la renuncia al deseo de controlar, manipular o imponerse sobre los demás. Esos deseos son los que llevan a desarrollar una actitud beligerante frente a otros.

Quien no tiene la necesidad de convertir a los demás en objeto de su ira o medio para lograr sus propósitos, también logra ser dócil y bondadoso.

Actitud de ayuda

Para Lao-Tsé, la actitud de ayuda es la más elevada de las cuatro virtudes cardinales. Solo se llega a esa virtud cuando hay respeto, sinceridad y bondad. Significa básicamente ser solidarios con otras personas, sin pretender beneficiarnos de ello de alguna manera y sin esperar que a cambio de esa ayuda nos otorguen una similar. Lo esencial de esta actitud es el desinterés.

Quien tiene una actitud de ayuda sincera, vive en paz consigo mismo y tiene una existencia más feliz. Esta es la virtud que nos lleva a sentirnos plenos y que le otorga un significado de trascendencia a nuestra vida. Representa el máximo nivel de evolución humana en una persona.

Lao-Tsé pensaba que las cuatro virtudes cardinales son la forma natural de ser de todas las personas. En su pensamiento, cuando nos acercamos a esas virtudes nos sentimos más cerca de nuestra verdadera naturaleza.

En la esperanza y la plena convicción de que la aplicación estas virtudes cardinales , tanto occidentales como orientales, en mi competencia primaveral con las hormigas, me ayuden para mantener vigoroso a este espécimen de fresno amarillo, aprovecho para regalarles una última reflexión, que a modo de cierre, nos legara este ilustre ingeniero, que por cierto con sus acciones en el campo de la electricidad, transformó nuestras vidas para siempre:

“Nuestras virtudes y nuestros defectos son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan el hombre deja de existir”. Nikola Tesla.

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