Un abejorro se afana por beber el néctar de hermosas y perfumadas flores de lavanda, que han recibido el impulso vigorizante de algunos días previos con temperaturas primaverales. Mientras recibe el frío y algo de lluvia, durante este día desapacible que da comienzo a la estación del amor, no ceja en sus intentos por beber todo lo que pueda. Es raro verlo sin compañía, casi siendo un desorientado y perdido luchador de una causa justa y necesaria, aferrándose a las atrayentes y azuladas flores, las cuales a su vez se sostienen con entereza de los tallos. Todos tratan de no ser despedidos por el intenso y gélido viento. El dato es que estamos en el comienzo de la primavera, pero el valor de las variables no son las esperadas. El insecto levanta vuelo finalmente perdiéndose en el horizonte difuminado. Las flores se quedan solas bebiendo sorbos del agua que pesadamente cae del cielo.
En esta jornada destemplada, cuando las estadísticas se han perdido por la tangente, el dato relevante es que el mundo se articula con el flujo y procesamiento de información que nos proporcionan datos y más datos, a través de los cuales se van conociendo realidades, que sin el avance y desarrollo de la tecnología informática resultarían muy difíciles de dimensionar. Una idea que se expresa de manera repetida gana fuerza en el común de las personas: «dato mata relato». Esta frase vendría a ser algo así como la revancha que la objetividad se toma con la subjetividad y falta de rigor de ciertos conceptos, situaciones y números que se deslizan en discursos, arengas y reportajes.
La esencia de los datos como una nueva filosofía de vida, ha despertado el interés de muchos pensadores, los cuales esgrimen argumentos a favor y en contra de esta proliferación de información. Conocer datos sobre situaciones individuales y colectivas del ser humano, nos sirven de seguro para gestionar a partir de ellos realidades superadoras y mejoradas, basando las decisiones en números poco cuestionables. Al mismo tiempo la sensación de falta de intimidad que eso proporciona, pone en alerta a muchos individuos que se sienten vulnerados en sus derechos.
Dentro de estas vertientes de pensamiento que se valen de los datos como argumento para….., ha surgido una corriente filosófica que se conoce como “dataísmo”, la cual es cuestionada por ser decididamente extrema respecto de la importancia de los datos y su impacto en la toma decisiones con impacto individual o colectivo.
Dataísmo (o datoísmo) es un término que ha sido utilizado para describir la corriente de pensamiento o filosofía, creada por el significado emergente del big data, la inteligencia artificial y el internet de las cosas.
Según el catedrático y ensayista Yuval Noah Harari, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en su libro “Homo Deus: Breve historia del mañana” el dataísmo, es casi como una religión, que podría definirse como “aquella que no venera ni a dioses ni al hombre: adora los datos”.
¿Qué es un dato?
Un dato es una representación simbólica (numérica, alfabética, algorítmica, espacial, etc.) de un atributo o variable cuantitativa o cualitativa. Los datos describen hechos empíricos, sucesos y entidades.
Más recientemente, el término ha sido expandido para describir lo que el científico social Yuval Noah Harari ha llamado una ideología emergente o incluso una nueva forma de religión en la cual “el flujo de información es el valor supremo y la libertad de la información es el mayor bien de todos”.
¿Qué es el dataísmo?
“Si me pidieran describir la filosofía al alza de hoy en día, yo diría que es el dataísmo”, escribió el analista cultural David Brooks en el periódico New York Times en febrero de 2013. Brooks argumentaba que, en un mundo con cada vez mayor complejidad, confiar en los datos puede reducir los sesgos cognitivos y «alumbrar patrones de comportamiento que todavía no hubiéramos percibido».
En 2014, el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han manifestó en su libro Psicopolítica:
El big data debe liberar el conocimiento del arbitrio subjetivo. Así pues, la intuición no representa una forma superior del conocimiento. Se trata de algo meramente subjetivo, de un auxilio necesario que suple la falta de datos objetivos. En una situación compleja, siguiendo esta argumentación, la intuición es ciega. Incluso la teoría cae bajo la sospecha de ser una ideología. Cuando hay suficientes datos, la teoría sobra. La segunda Ilustración es el tiempo del saber puramente movido por datos. […] El dataísmo se muestra como un dadaísmo digital. También el dadaísmo renuncia a un entramado de sentido. Se vacía a la lengua totalmente de su sentido: «Los sucesos de la vida no tienen ni comienzo ni fin. Todo transcurre de manera idiota. Por eso todo es igual. La simplicidad se llama dadá». El dataísmo es nihilismo. Renuncia totalmente al sentido. Los datos y los números no son narrativos, sino aditivos. El sentido, por el contrario, radica en una narración. Los datos colman el vacío de sentido.[…] En general, el dataísmo adquiere rasgos libidinosos, incluso pornográficos. Los dataístas copulan con datos. Así, se habla de “datasexuales”. Son “inexorablemente digitales” y encuentran los datos “sexis”.
También en una entrevista, dada por la publicación de su libro “La desaparición de los rituales”, concedida al diario El País, el mismo pensador dice:
El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia también es pornográfica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones: “¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?”.
Yuval Noah Harari publica en 2016 “Homo Deus: Breve historia del mañana”. En ese libro el pensador y escritor israelí, argumenta que todas las estructuras políticas o sociales competidoras pueden ser vistas como sistemas de procesamiento de datos: “El dataísmo declara que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos”.
Harari plantea que “podemos interpretar que toda la especie humana es un sólo sistema de procesamiento de datos, siendo cada uno de los seres humanos un chip” .Después argumenta que el conjunto total de la historia del ser humano puede leerse como un proceso de mejora de la eficiencia de este sistema incrementando el número y variedad de procesadores/chips del sistema, incrementando el número de conexiones entre procesadores e incrementando la libertad de movimiento junto con las conexiones existentes.
Harari llega a argumentar que el “dataísmo”, como cualquier otra religión, tiene mandamientos prácticos. Un dataísta debería desear “maximizar el flujo de datos mediante la conexión de cada vez más y más medios” y cree que la libertad de la información es “el mayor bien de todos”. Harari también plantea que Aaron Swartz, quien se suicidó en 2013 después de ser procesado por liberar centenares de miles de artículos científicos del archivo en línea JSTOR de forma gratuita, podría ser denominado el “primer mártir» del dataísmo”.
Escribiendo para el Financial Times, Harari argumentó que el dataísmo presenta un desafío existencial a la ideología moral dominante del humanismo, que ve a los sentimientos humanos como la última autoridad del mundo: “el humanismo se enfrenta ahora al desafío existencial y la idea de libre albedrío está siendo amenazada… Una vez que los sistemas Big Data me conozcan mejor de lo que yo me conozco a mí mismo, la autoridad se desplazará de los humanos a los algoritmos”. Harari predice que la conclusión lógica de este proceso es que con el tiempo los humanos otorgarán a los algoritmos la autoridad para tomar las decisiones más importantes de su vida, como con quién casarse, por ejemplo.
Algunos conceptos que se pueden extraer del libro de Harari:
- Después de cuatro mil millones de años de vida orgánica, la era de la vida inorgánica está comenzando.
- Los principales productos de la economía del siglo XXI no serán los textiles, los vehículos y las armas, sino los cuerpos, los cerebros y las mentes.
- Mientras que la Revolución Industrial creó a la clase obrera, la próxima gran revolución creará la “clase innecesaria”.
- La forma en que los seres humanos han tratado a los animales es un buen indicador de cómo los seres humanos mejorados tratarán al resto.
- El islamismo radical supone un reto imponiendo su resistencia, pero las religiones verdaderamente impactantes saldrán de Silicon Valley, no de Oriente Medio.
- La democracia y el mercado libre se derrumbarán una vez que Google y Facebook nos conozcan mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. La autoridad cambiará de manos: pasará de estar bajo el control de los individuos para ser propiedad de los algoritmos de la red.
- Renunciaremos conscientemente a la privacidad en la búsqueda de una mejor salud.
- Los humanos no lucharán contra las máquinas, se fusionarán con ellas. Nos dirigimos hacia el matrimonio más que a la guerra.
- La mayoría de nosotros no llegará a decidir cómo la tecnología afectará a nuestras vidas porque la mayoría de nosotros no entiende esta tecnología. ¿Cuántos de nosotros, de hecho, votaron sobre cómo funcionaría Internet?
Además, Harari dice que «desde una perspectiva dataísta, podríamos interpretar a toda la especie humana como un único sistema de procesamiento de datos en el que los individuos hacen las veces de chips». En tal caso, también podríamos entender toda la historia como un proceso de mejora de la eficiencia de este sistema, mediante cuatro métodos básicos:
- Incremento del número de procesadores. Una ciudad de 100.000 habitantes tiene más potencia de cómputo que un pueblo de 1.000 habitantes.
- Multiplicación de la variedad de procesadores. Diferentes procesadores podrían emplear maneras diversas de calcular y analizar datos. Por lo tanto, emplear varios tipos de procesadores en un único sistema podría aumentar su dinamismo y creatividad: una conversación entre un campesino, un sacerdote y un médico podría producir ideas nuevas que nunca aparecerían en una conversación entre tres cazadores-recolectores.
- Aumento del número de conexiones entre procesadores. Tiene poco sentido aumentar únicamente el número y la variedad de procesadores si están poco conectados entre sí. Es probable que una red comercial que conecte diez ciudades produzca más innovaciones económicas, tecnológicas y sociales que diez ciudades aisladas.
- Incremento de la libertad de movimientos a lo largo de las conexiones existentes. Conectar procesadores apenas es útil si los datos no pueden fluir libremente. Construir carreteras entre diez ciudades no será muy útil si están plagadas de ladrones o si algún déspota autócrata no permite que comerciantes y viajeros se muevan como deseen.
Harari expone cómo al igual que el capitalismo, el dataísmo empezó como una teoría científica neutral, pero ahora está mutando en una religión que pretende determinar lo que está bien y lo que está mal. El valor supremo de esta religión es el “flujo de información”. Si la vida es el movimiento de información y si creemos que la vida es buena, de ahí se infiere que debemos difundir y profundizar el flujo de información en el universo. Según el dataísmo —continúa Harari—, las experiencias humanas no son sagradas y Homo sapiens no es la cúspide de la creación y el precursor de algún futuro “Homo Deus”. Los humanos son simplemente herramientas para crear el “Internet de Todas las Cosas”, que podría acabar extendiéndose fuera del planeta Tierra para cubrir toda la galaxia e incluso todo el universo.
Este sistema cósmico de procesamiento de datos será como Dios. Estará en todas partes y lo controlará todo, y los humanos están destinados a fusionarse con él.
Harari explica cómo esta concepción nos recordaría a otras religiones tradicionales: en el hinduismo se cree que los humanos pueden y deben fusionarse con el alma universal del cosmos: el Atman. Para el cristianismo la muerte une a los santos con Dios y aísla a los pecadores de su presencia.
Para Harari, la tecno-religión más audaz buscará «cortar del todo el cordón umbilical humanista». Tal experiencia religiosa «prevé un mundo que no gire alrededor de los deseos y las experiencias de ningún ser humanoide. ¿Qué puede sustituir los deseos y las experiencias como origen de todo sentido y autoridad? En 2016, únicamente una candidata está sentada en la sala de espera de la historia, aguardando la entrevista de trabajo. Esta candidata es la información.»
Harari argumenta que el dataísmo sostiene que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos.
Bill Gates, en un artículo en su página personal recomendando la lectura de Homo Deus, cita las palabras de Harari en las cuales declara que el mayor bien moral es incrementar el flujo de información y que el dataísmo no tiene nada en contra de las experiencias humanas. «Simplemente los dataístas no creen que tengan un valor intrínseco.»
Gates responde que «el dataísmo no ayuda a organizar las vidas de las personas, porque no tiene en cuenta el hecho de que las personas siempre tendrán necesidades materiales. Incluso en un mundo sin hambrunas ni enfermedades, seguiríamos valorando el ayudar, interactuar y cuidar los unos de los otros.»
Algunas críticas negativas sobre la caracterización de Harari del dataísmo, se centran en que es difícil de creer que esta corriente representa el desafío a la ideología del humanismo liberal, ya que los humanos serán capaces de creer simultáneamente en su propia importancia y en la de los datos.
El propio Harari advierte sobre determinadas críticas que se le pueden hacer al dataísmo, como el problema de la consciencia, sobre la cual el dataísmo es poco probable que pueda arrojar algo de luz. “Los seres humanos también pueden descubrir que los organismos no son algoritmos, sugiere”.
Para finalizar algo de humor vinculado:
Inmortalidad: La tasa de natalidad es el doble que la tasa de mortalidad; por lo tanto, una de cada dos personas es inmortal.
Atropellos: En Nueva York un hombre es atropellado cada diez minutos. El pobre ha de estar hecho polvo…
Accidentes: La probabilidad de tener un accidente de tráfico aumenta con el tiempo que pasas en la calle. Por tanto, cuanto más rápido circules, menor es la probabilidad de que tengas un accidente.
Alcohol y conducción: El 33 % de los accidentes mortales involucran a alguien que ha bebido. Por tanto, el 67 % restante ha sido causado por alguien que no había bebido. A la vista de esto y de lo anterior, está claro que la forma más segura de conducir es ir borracho y a gran velocidad.
Ni frío ni calor: Un estadístico podría meter su cabeza en un horno y sus pies en hielo y decir que en promedio se encuentra bien.
Seguridad en avión: En realidad, volar en avión es muy seguro. La práctica totalidad de los fallecidos en accidentes aéreos han muerto al llegar al suelo.
Chiste de estadísticos: – «¿Has oído ese chiste de estadísticos?». – «Probablemente…»
Precaución: Un hombre tenía miedo de coger un avión por aquello de los secuestros aéreos. Mirando unas estadísticas, encontró que la probabilidad de que hubiese una bomba en su vuelo era de 1 entre 1.000, mientras que la probabilidad de que hubiera dos bombas era 1 entre 100.000. Por lo tanto, a partir de entonces, cuando viajaba en avión llevaba él mismo una bomba.
Estadística vaticana: La ciudad del Vaticano tiene dos Papas por kilómetro cuadrado.
Correlaciones: – Existe una fuerte correlación entre tener los pies grandes y saber multiplicar (Por lo menos si tu muestra incluye niños y personas mayores). Por lo tanto, las personas con los pies grandes son mejores en Matemáticas.
– El consumo de helados y el número de personas que mueren ahogadas están correlacionados. (Cuando hace frío, la gente ni toma helados ni se baña). Por lo tanto, en las piscinas debería estar prohibido vender helados.
Lugares peligrosos: – Los hospitales son los lugares más peligrosos del mundo… “la probabilidad de morir en un hospital es mucho mayor que las de morir en cualquier otro sitio”.
– La cama es el sitio más peligroso del mundo… es donde muere más gente.