Nuestro planeta lucha por sobrevivir en todos los frentes: agua, tierra y aire. Parece una visión apocalíptica pero los últimos eventos del verano europeo, donde las reservas de agua han llegado a mínimos jamás alcanzados y las temperaturas superan registros históricos uno tras otro, son una muestra de lo que los efectos de los desequilibrios son capaces de producir.
Algunos lideres políticos, científicos y otras autoridades, aún se muestran escépticos de que esto sea algo distinto a lo que ha sucedido en otras eras. Sus argumentos se basan en que muchos de los eventos más profundos que afectaron nuestro planeta, estuvieron ligados a circunstancias puntuales, tales como el impacto de un meteorito de grandes dimensiones, que produjeron por ejemplo episodios de enfriamiento masivo, denominadas «eras del hielo». Del mismo modo la eerupción de grandes volcanes, o movimientos sísmicos provocaron eras de calentamiento y enfriamientos extremos en algunas áreas geográficas, que resultaron calamitosas. Sin embargo, es bueno aclarar que, durante estas coyunturas del pasado, la población humana era escasa y sus actividades se limitaban a la caza y recolección natural.
La tendencia al incremento de temperaturas están produciendo eventos climáticos extremos, que alternan sequías con inundaciones, calentamiento de mares y océanos. Sólo por citar un ejemplo cercano, acá en el hemisferio sur, los efectos de la niña o el niño, son cada vez acentuados y con consecuencias difíciles de predecir y menos aún de mitigar.
La sequía extrema que estamos atravesando ya saliendo del período invernal, ha puesto a arder bajo fuego a varias provincias argentinas mediterráneas, que son asoladas por vientos extremos, cenizas, humo y tierra, que tornan inviable la circulación por carreteras, la respiración normal y agudizan las alergias y otras enfermedades respiratorias. En cada una de las ciudades, pueblos, zonas rurales, de sierras o regiones de pastizales, abnegados bomberos y vecinos, luchan contra numerosos focos de incendio que aparecen uno tras otro. «El riesgo de seguir soportando el poder destructivo de las llamas se mantiene en niveles límites muy elevados, con tendencia a tornar la situación cada vez peor».
Dentro de este escenario desalentador, muchos países o comunidades políticas, están tomando acciones concretas que nos hacen pensar que la situación puede al menos estabilizarse. De la mano de las energías renovables en reemplazo de los combustibles fósiles, están acelerando el proceso de recambio de energías contaminantes por energías verdes, con objetivos muy concretos, apalancados por políticas, leyes, y programas específicos, que incluyen metas de cumplimiento efectivas para verificar su concreción. Por lo general, estos planes de sustentabilidad ambiental y social, son acompañados por una conciencia individual y colectiva, que, cimentada en la educación, hace pensar que no se trata de esfuerzos aislados, sino más bien de una visión y cultura que aparecieron para permanecer y crecer cada vez más.
La semana de la educación, donde se festejan el día del maestro y del profesor, es una oportunidad propicia para incorporar definitivamente en la agenda y los programas educativos, la visión en nuestros niños y adolescentes, que todos somos artífices y partícipes esenciales en todos los cambios que necesitamos impulsar, entre ellos ayudar a nuestro planeta a sobrevivir para que nos pueda seguir cobijando como especie por muchas generaciones más.
Les comparto a continuación el estatus en materia ambiental de un país que es pionero en ese campo. Sus programas basados en una visión global mancomunada, son un ejemplo a seguir para lograr torcer rápidamente el rumbo y mitigar los impactos negativos del cambio climático. Los suecos como casi toda la geografía que habitamos sufre las consecuencias del cambio climático, pero hace ya bastante tiempo que impulsan políticas y medidas para salir de la crisis.
La política ambiental de Suecia y sus enseñanzas
Suecia es un país que muchas veces se utiliza de ejemplo: está por encima de la media en términos de educación, compromiso civil, equilibrio trabajo-vida, salud, bienestar subjetivo, ingresos y riqueza, empleo, vivienda y seguridad personal. Uno de sus mejores ejemplos es su política ambiental.
Los números de la economía de Suecia son muy buenos. En Suecia, el ingreso promedio per cápita es de USD 53.442 por año. Este dato lo ubica entre los diez países con mayor renta per cápita.
En términos de empleo, el 77% de las personas de 15 a 64 años en Suecia tienen un trabajo remunerado, más que la tasa de empleo promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que se sitúa en 68%.
En Suecia, solo el 1% de los empleados tiene un horario de trabajo muy largo, una de las tasas más bajas en el área de la OCDE, donde el promedio es del 11%. Si consideramos además que la buena educación y las buenas habilidades son requisitos importantes para encontrar un trabajo, lo confirmamos con las estadísticas: en Suecia, el 83% de los adultos entre las edades de 25 y 64 años han c5x5ompletado la educación secundaria superior, más que el promedio de la OCDE.
En cuanto a la calidad del sistema educativo, el estudiante promedio obtuvo 496 puntos en términos de habilidades en ciencias, lectura y matemáticas bajo el Programa de Evaluación de Estudiantes Internacionales (PISA) de la OCDE. Esta puntuación está por encima del promedio de la OCDE que es de 486 puntos. En Suecia, además, las niñas obtuvieron un promedio de 16 puntos más que los niños. La brecha es mucho más alta que el promedio de la OCDE de 2 puntos.
Si hablamos de salud, la esperanza de vida al nacer en Suecia es de 82 años, dos años más que el promedio de la OCDE.
Estos números nos muestran la fortaleza de la economía de Suecia, pero si vamos a los programas ambientales, ahí vemos que son líderes indiscutidos.
Es el país que acogió la primera Conferencia Internacional sobre el Clima, en su capital, en 1972. El actual gobierno sueco, en el cargo desde octubre de 2014, y formado por una coalición de socialdemócratas y verdes, afirmó el liderazgo ambiental del país en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) dónde se firmó el Acuerdo de París.
Sobre la base del éxito de su política climática y medioambiental, Suecia quiere demostrar el progreso constante realizado en este campo. Y no sólo cuenta con alentar a sus socios, en particular los de la Unión Europea, sino que también espera centrarse en cuestiones cruciales como la financiación de políticas climáticas o el uso de nuevas tecnologías. Además, se declara defensora de los estados más pobres y vulnerables que tienen menos recursos para combatir el cambio climático.
Suecia se ha convertido en uno de los Estados europeos con el menor porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de ser uno de los países con el mayor consumo de energía per cápita. Aun así continúa estableciendo nuevos objetivos ambiciosos para las próximas décadas. Estos propósitos incluyen la abolición total de los combustibles fósiles para calefacción, así como el logro de la neutralidad de carbono y una mejora del 20% en la eficiencia energética para 2050.
Todos los buenos resultados se derivan de los esfuerzos realizados en gran medida por los ciudadanos que permiten que la economía sueca tenga un altísimo PIB per cápita, muestre una tasa de apertura económica del 90%, que es dos veces mayor que en Francia, y mantenga un dinamismo industrial impulsado por empresas líderes y especializadas en productos de alta tecnología y en la economía verde.
Aunque el éxito sueco es posible en gran medida gracias a la importante intervención económica del Estado sueco, inherente al modelo socialdemócrata, esto no significa que asfixie al sector privado. A este último no le falta iniciativa para apoyar la lucha ecológica del país, como IKEA, que mostró su voluntad de lograr la independencia energética para 2020 invirtiendo fuertemente en energía eólica y solar.
Los actores públicos y privados trabajan juntos para construir un modelo de ciudad sostenible, un tema crucial para poder conciliar la creciente urbanización con la ecología.
Gotemburgo, la segunda ciudad más grande de Suecia, lanzó una línea de autobuses silenciosa y no contaminante, alimentada por energía eólica e hidroeléctrica utilizando tres autobuses eléctricos y siete híbridos.
Con el mismo espíritu de cooperación, Estocolmo lanzó en agosto un proyecto de «ciudad inteligente», en el distrito Royal Seaport, que debería mostrar una marcada disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. El proyecto, cuyo objetivo es concebir un modelo urbano con cero impactos en el medio ambiente y fomentar la innovación y el empleo, se basa en nuevas tecnologías para implementar la gestión inteligente de residuos.
Pero, sobre todo, encontramos en Suecia una gran responsabilidad ciudadana en el reciclaje de los residuos. Suecia recicla más del 90 % de sus residuos. Menos del 5% de los residuos domésticos del país son enviados a vertederos.
¿Cómo lo lograron? Con educación ambiental y la concientización de todas las personas sobre el cuidado del medio ambiente y con el trabajo constante en la separación de residuos.
En modo complementario, gestionan sobre la base de presupuestos transparentes para el uso del dinero público en pos de la protección ambiental.
Además de centrarse en no producir residuos, las plantas incineradoras productoras de energía de Suecia queman casi tanta basura como el país recicla, importando residuos de Noruega, Irlanda, Italia y Reino Unido.
Algunas políticas que impulsan el accionar de los ciudadanos para una Suecia ecológica.
Citaremos sólo algunas acciones que se están emprendiendo en Suecia para promover la ecología y el ambiente.
- Los suecos tienen un descuento de 10.000 coronas (alrededor de € 1000) cuando compran un automóvil ecológico. Es decir, un automóvil que consume menos gasolina o funciona con biocombustibles o gas natural.
- La ciudad de Estocolmo introdujo un ”impuesto de congestión” , hace ya varios años, para evitar el hacinamiento del tráfico en el centro de la ciudad. Los automóviles que circulan entrando o saliendo del centro de la ciudad tienen que pagar 10, 15 o 20 coronas (aproximadamente 1, 1.5, 2 €), dependiendo de la hora del día. Cuanto mayor sea la concentración del tráfico, más pagarán.
- Suecia produce toda su electricidad a partir de centrales hidroeléctricas, eólicas y nucleares.
- Desde el 2017 se aplica una reducción de impuestos sobre las tareas de reparaciones, para estimular el uso de artículos viejos o rotos. La reparación de bicicletas, electrodomésticos y calzado se estimula reduciendo el IVA de la mano de obra.
Pero no todas son palabras de elogio. También están aquellos que manifiestan que el gobierno sueco oculta una parte de la verdad porque no tiene en cuenta sus importaciones en el cálculo de las emisiones de gases de invernadero. El mensaje que se quiere transmitir es que el rápido crecimiento económico puede conciliarse con una reducción de las emisiones de carbono. Pero la realidad no es tan simple.
Si queremos hablar con propiedad sobre la reducción de nuestra huella de carbono, también debemos tener en cuenta las importaciones de bienes y proponer medidas para reducir los impactos también en esta área.
Como ya expresamos y pese a que los suecos vienen reaccionando desde hace ya bastante tiempo el cambio climático cambia la geografía sueca: «el calor hunde su montaña más alta».
El monte Kebnekaise se encuentra 150 kilómetros dentro del Círculo Polar Ártico y, durante décadas, ha sido estudiado por los escolares suecos como la montaña más alta de su país. También se estudiaba en los libros de texto que se trata de un glaciar con dos picos: el que se encontraba más al sur era el más alto con 2.103 metros de altitud y el que está más al norte alcanzaba los 2.097. Eso era hasta ahora.
Un equipo de la Universidad de Estocolmo que se encarga de medir cada año la altitud de las montañas suecas ha terminado con todo lo conocido hasta ahora: el pico del sur ahora mide 2.095,6 metros, uno menos que su “hermano’ del norte, que se ha convertido en la montaña más alta de su país.
La montaña del sur ha estado siempre cubierta de hielo, pero desde los años 60 ha estado perdiendo altura paulatinamente por el deshielo hasta que en 2019 ha marcado un récord negativo en su historia: mide 24 metros menos que hace medio siglo. La culpa, según Gunhild Ninis Rosqvist, profesora de geografía de la Universidad de Estocolmo, es del cambio climático.
La profesora universitaria ha explicado que «es todo un símbolo, una señal muy obvia y muy clara para todos en Suecia de que las cosas están cambiando». Este país escandinavo batió en 2018 el récord de temperatura en los meses de mayo y julio, con una media superior de 10 grados a lo que es normal para esa época del año.
Incluso la ciudad de Markusvinsa ha batido durante el año 2019 su récord de temperatura: 34,8 grados, la más alta jamás marcada por una localidad del Ártico en Suecia. Una noticia que los científicos esperaban y que no sorprenden a nadie, ya que vienen a certificar un hecho ya demostrado: el cambio climático está derritiendo el hielo.
Gunhild Ninis Rosqvist explica que la noticia ha conmocionado a los suecos, ya que el Kebnekaise es «icónico, un símbolo para todos los glaciares en Suecia. Pero ya no necesitamos más símbolos. No necesitamos acumular más pruebas. Podemos ver el clima cambiando ante nuestros ojos aquí mismo y tenemos que hacer algo al respecto».
Para culminar les dejo algunos datos adicionales sobre la pujanza de Suecia en materia ambiental.
Sus emisiones de CO2 por unidad de PIB (3,8 toneladas) están muy por debajo del promedio de la OCDE (9,2 toneladas) y están disminuyendo.
Los estándares de calidad del aire en Suecia son buenos y el país ha intensificado aún más sus esfuerzos para la protección del medio ambiente y la conservación de la naturaleza. Suecia se está transformando rápidamente hacia el uso de infraestructuras y tecnologías bajas en carbono y renovables, lo cual incluye la subvención de celdas solares, vehículos eléctricos y puntos de recarga, hasta el apoyo a las inversiones municipales y del sector privado que reducen el impacto climático.
Suecia se encuentra entre los diez principales contribuyentes del Fondo para el Medio Ambiente del PNUMA, que depende de ese tipo contribuciones voluntarias que representan el 95% de sus ingresos. Suecia, en general, se encuentra entre los mayores donantes de financiación ambiental y climática.
En la actualidad, más de la mitad del suministro nacional de energía del país proviene de energías renovables. El Gobierno sueco se ha fijado el objetivo de ser libres de los combustibles fósiles y 100 por ciento renovables para 2045. Suecia ha podido reducir sus emisiones al producir tres cuartas partes de su electricidad a partir de energía hidroeléctrica (45%) y nuclear (30%), otro 17% proviene de la energía eólica y 8% de plantas de calor y energía alimentadas principalmente por biocombustibles. En Estocolmo, todo el sistema subterráneo funciona con electricidad verde y, desde 2017, todos los autobuses funcionan con combustibles renovables.
El reciclaje sostenible de Suecia, el más antiguo de Europa, implica que todos los que compran una botella de plástico o una lata deben pagar un depósito menor, que se reembolsa al reciclar los envases vacíos. En 2020, casi la mitad (46%) de los desechos domésticos se convirtieron en energía, y casi el 90% de las botellas y latas y el 70% de los envases se reciclaron.
La agricultura urbana es popular y la agricultura vertical también está en aumento. Hay varios bancos de alimentos en diferentes partes del país que ayudan a reducir el desperdicio de alimentos mediante la redistribución. Suecia también tiene la distinción de tener la primera carretera eléctrica inalámbrica del mundo, donde los vehículos eléctricos pueden cargarse mientras conducen. El plan es convertir 2.000 km de las carreteras más transitadas del país en carreteras eléctricas inalámbricas para 2030.
Como se puede apreciar las políticas a mediano y largo plazo dan los resultados esperados, si se conservan y sostienen de manera comprometida.
La esperanza de un mundo sostenible es una realidad concreta y palpable en algunas geografías de nuestro planeta.
Nuestro accionar es la clave.