Una tarde espléndida nos encuentra recorriendo una hermosa región de Italia. Mis ojos no alcanzan a abarcar la plenitud y la belleza de esas montañas que son parecidas a otras tantas, pero que tienen un encanto especial. Una llamada ancestral reverbera en mis genes invitándome a recuperar parte de mi esencia. Esta geografía friulana es la misma que pisaron mis antepasados, que cultivaban sus tierras, algunos en las cercanías del río Tagliamento, otros en los márgenes del río Noncello. El primero desemboca en el Adriático, el segundo es navegable, hasta desembocar en el río Meduna, el cual llega casi hasta Venecia. Todos estos ríos nacen en los Alpes y tienen un corto recorrido hacia el mar.
Plantaciones de vides proliferan en toda el área, dando un marco esplendoroso, muy rico en aromas y abundante en colores. La región friulana estuvo dominada por varios países y tiene influencias eslavas, austríacas, venecianas y francesas. La combinación de todas estas vertientes culturales hasta cerca del 1900, cuando se consolidó la republicana italiana, derivó en la generación de una región única, que fue atesorando lo mejor de esas culturas, para convertirse en una región con una identidad propia, indescifrable, impactante y poderosamente atractiva. En toda esta región se habla una lengua distinta al italiano, el friulano o furlano que tiene raíces, construcciones y palabras propias de varias lenguas, predominando además del italiano, los influjos eslavos, franceses, alemanes, romaníes y húngaros.
Cuatro provincias componen la región del Friuli-Venezia y Giulia (la contradicción con el nombre es que Venezia no forma parte de esta región). Pordenone es quizás la más cercana a la cultura del Véneto. Próximo a Aviano (lugar de nacimiento de mi bisabuela materna Ana), emerge el monte Piancavallo que es la pista de esquí más cercana, situada en las Dolomitas friulanas. Udine, es la provincia, que al decir de sus habitantes es la que mejor representa la identidad friulana. En las orillas del Tagliamento, se encuentra la pequeña comuna de Rivé Dárcano, lugar de nacimiento de mi bisabuelo materno Giovanni Giuseppe. Udine es la provincia más extensa y poblada. Limita con varios países, tales como Austria y Eslovenia. Goritzia es una provincia pequeña, y quizás la más eslava culturalmente. Por último, aparece Trieste, la más diminuta de todas y cuya capital homónima supo ser la capital del Imperio Austro Húngaro. Esta ciudad es una pujante economía portuaria del mar Adriático, en la cual es posible encontrar un crisol de culturas e identidades cosmopolitas.
Mientras recorro la ciudad de Pordenone (una ciudad puerto sobre el rio Noncello en la época de dominio Veneciano) me reencuentro con algunos paisajes que me resultan familiares. Esta calle peatonal que estoy transitando, con veredas techadas, es la misma que probablemente caminaron mis ancestros friulanos. En algunos tramos se llama vía Dele vedue (en friulano), o en italiano Della Vedova (como mi apellido materno) o en español “de la viuda”. Me detengo a contemplar una pastelería y chocolatería que me asombra. Se pueden apreciar numerosos objetos de chocolate, confeccionados y pintados de manera artística a la perfección: zapatos, carteras, botines de fútbol, flores y tantos más. Peratoner es el nombre de este paraíso del chocolate, que se encuentra funcionando desde el año 1873.

Protegido del sol, gracias a esta vereda techada, continúo mi recorrido. La calle desemboca en una catedral-iglesia majestuosa. La iglesia catedral y campanario de San Marco se levanta ante nosotros, invitándonos a pasar. No tengo palabras para describir tanta belleza. Me siento en uno de sus bancos siguiendo una llamada interior, que me invita a orar y rezar frente a su altar. Durante unos diez minutos permanecí en un estado de quietud y paz interior como hacia mucho tiempo no estaba. La conexión me sirvió para desenredar esa maraña de pensamientos que me mantenían confuso, para ver con claridad de donde vengo y hacia dónde voy.

No recuerdo exactamente el momento en el cual me levanté para recorrer nuevamente ese sagrado templo, en el cual viví una experiencia inolvidable. Mis ojos intentaban en vano acumular imágenes mientras mi corazón desbordaba de emociones. A cada paso que daba agradecía la posibilidad de haber conocido este lugar tan caro para mis sentimientos.
En la caminata de regreso nos sentamos un ratito en un banco frente al rio Noncello (el río que no se esconde), donde pude observar sus aguas presurosas que bajan al encuentro del Meduna. Otro momento de calma y contemplación que me hacían falta para completar una siesta-tarde de recogimiento. Algunas gotas caen, tornando el ambiente aún más caluroso y húmedo. Sin embargo, nada me saca de este momento de íntima conexión.
En toda mi estancia en el Friuli encuentro a mi mamá Ana, en cada rincón, cada fragancia, cada destello luminoso o cada detalle de belleza. «Su rostro de muñeca, sus pelos dorados y su impronta femenina son propios de este lugar».
Recorriendo estos lares he podido comprender la naturaleza de su personalidad, sus acciones y sus convicciones más profundas. Ana, es la mujer que buscaba la perfección a cada paso, en todo lo que hacía. Intentaba producir todo con primor, sin máculas, ni detalles. Mientras estaba sentado en ese banco de la iglesia de San Marco, pude recibir algo de su inquebrantable fe y mientras oraba ella estaba conmigo, allí presente.
Ana, la que nos regaló su amor, su compromiso y su abnegada convicción por la vida, tiene un origen lejano y al mismo tiempo tan cercano para mí. A cada paso por el Friuli, todo se hace tan evidente y tan perteneciente a ella, que de solo mencionarlo todos mis sentidos se estremecen.
Ana, la mujer siempre elegante, arreglada y respetuosa, es una proyección escapada de esas tierras que tienen una identidad tan particular e inimitable.
A menos de un año que abandonaras este mundo físico, he podido reencontrarme con tu esencia lejos de casa, en una región italiana singular, que explica bastante tu quehacer y tus ideales.
Cada viaje tiene un significado especial, una marca indeleble. En este caso, jamás olvidaré este reencuentro con parte de mi naturaleza, haber caminado los pasos de mis ancestros y por, sobre todo, haber podido ver los ojos verdes de Ana a cada paso y en cada momento que inspiraba el aire friulano.
Este recorrido por mis tierras ancestrales, me produjo una felicidad sin igual, y muchas ganas de revivir esa posibilidad.
Porque no existe una razón, porque hay cosas que no son fáciles de explicar, esas tierras se han quedado en mi corazón.
Quizás, la única explicación válida sea que esos paisajes, lugares, iglesias, ríos y montañas, me devuelven una imagen desestructurada de Mamá. Esa mujer que me amó por encima de toda dificultad, tejiendo con lana esos perfectos y hermosos abrigos para mí, acompañando mis pasos y siendo feliz con mis éxitos.
Por eso hoy más que nunca, necesito culminar, con este título sobre una parte de mi viaje por Italia, que quizás lo explique todo.
“Tras los pasos de Ana, mi querida Mamá”.
Me atrapó la lectura. Compartimos iguales raíces! Friuli nos hermana.
Leí y pensaba, recordaba. Sentía! Era volver a volar con la mente esas tierras. Volver y sentir el placer de caminarlas y a la vez…. valorar a los ancestros y a la esencia heredada. Gracias!
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