El fantasma de Canterville !

Los cincuentones y los no tanto hemos disfrutado del auge del rock nacional allá por la década del 80. Numerosas bandas icónicas que tomaron impulso con el advenimiento de la democracia, fueron los creadores de temas exitosos, rítmicos y pegadizos (con mucha onda), los cuales sonaban en la mayoría de los hogares, se tocaban en recitales multitudinarios y acompañaban a los jóvenes de la época en todos los centros nocturnos. Por lo general, mucho del contenido de las letras incluían la rebeldía y la búsqueda de libertad y ejercicio pleno de los derechos civiles. Otras tantas buscaban sólo entretener y generar ambientes propicios para mover el esqueleto.

Buenos Aires, año 1975

Un día a las 7 de la mañana suena el teléfono en el departamento que León Gieco comparte con su mujer Alicia sobre Avenida Corrientes. Es Charly García que le dice: “León, escribí una canción, pero es para que la cantes vos”. Tiempo antes, León había compuesto un tema llamado “La rata Laly” y quería que lo cantara Charly para tratar de zafar de la censura porque entendía que este tenía un aura de protección. Charly le responde: “No flaco, si la canción menciona al Che Guevara me van a meter en cana”.

García aparentemente se quedó con un poco de culpa por rechazar el pedido de su amigo, entonces escribió “El fantasma de Canterville” y en ese mismo momento le cantó la primera estrofa por teléfono. “Esa noche nos reunimos, Charly la cantó completa y me encantó. Era una canción para mí realmente, tal es así que yo estaba elaborando mi tercer disco y le cambié de nombre y le puse ‘El fantasma de Canterville’ en homenaje a Charly y la única canción del álbum que no es mía” amplía León.

La censura fue implacable con este disco de Gieco: “De 12 canciones me dejaron 2. De las otras tuve que abrir los canales y volverlas a grabar cambiándoles parte de las letras porque estaban todas prohibidas” recuerda el músico. Una de las canciones censuradas fue precisamente “El Fantasma…”. La letra original decía “me han ofendido mucho y nadie dio una explicación, ay si pudiera matarlos lo haría sin ningún temor” pero tuvieron que cambiar “matarlos” por “odiarlos”. Otra parte censurada fue “He muerto muchas veces acribillado en la ciudad” que tuvieron que cambiar por “rodando sobre la ciudad”.

La canción está inspirada en el cuento de Oscar Wilde del mismo nombre, una especie de parodia de un fantasma que habita el castillo de Canterville, al que nadie le teme, y por el contrario, los habitantes de la mansión le juegan bromas y se burlan de él. Charly cuenta: “El cuento me había impresionado mucho cuando lo leí de chico en una historieta, súper bien dibujado. Transmitía muy bien la idea: un pobre fantasma, que había asustado durante toda la eternidad a la gente y ya no le daban bola. Uní esa idea con lo que estaba pasando en aquel momento. Una de las técnicas para que no te ocurriera nada (habla de los tiempos de la Triple A y luego la dictadura militar) era pasar inadvertido, hacerte el boludo, por eso dice ‘Paso a través de la gente como el fantasma…’ La compuse en la casa de María Rosa Yorio. Cuando sus padres dormían la siesta yo me quedaba solo porque María iba a un colegio, y un día caché ‘El fantasma de Canterville’ en la tele, una película horrible pero que me hizo recordar la historia”.

La letra de la canción se transformó en un emblema de aquellas épocas , dando lugar a muchas interpretaciones y sentidos para el contenido del poema, donde se incluyen varias connotaciones sociales, políticas y culturales.

Yo era un hombre bueno

Si hay alguien bueno en este lugar

Pagué todas mis deudas

También mi oportunidad de amar

Sin embargo, estoy virado

Y nadie se acuerda de mí

Paso a través de la gente

Como el fantasma de Canterville

Me han ofendido mucho

Y nadie dio una explicación

Ay, si pudiera odiarlos

Lo haría sin ningún temor

Pero siempre fui un tonto

Que creyó en la humanidad

Ahora que estoy afuera

Ya sé lo que es la libertad

Ahora que puedo amarte

Yo voy a amarte de verdad

Mientras me quede aire

Calor nunca te va a faltar

Y jamás volveré a fijarme

En la cara de los demás

Esa careta idiota

Que tira y tira para atrás

He muerto muchas veces

Rodando sobre la ciudad

Pero es mejor ser muerto

Que un número que viene y va

Y en mi tumba tengo discos

Y cosas que no me hacen mal

Después de muerto, nena

Vos me vendrás a visitar (uh)

Después de muerto, nena

Vos me vendrás a visitar

Se hicieron innumerables versiones interpretadas por distintos cantantes, pero la que quedó en la memoria de todos, fue la entonada por la voz y acompañada por los acordes de Charly Garcia.

Oscar Wilde, ese escritor exquisito

Sus datos biográficos arrojan que fue hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee. Nació un 16 de octubre de 1854 en la ciudad irlandesa de Dublin (en ese entonces perteneciente al Reino Unido). Desde pequeño Oscar Wilde tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la Portora Royal School de Euniskillen, en el Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época.

La lectura de autores como John Ruskin y Walter Pater conformó por esos años su ideario estético. El esteticismo fue una tendencia cultural de la época victoriana, que defendía la importancia central del arte en la vida. El propio Wilde reflexionó sobre este punto de vista cuando en El retrato de Dorian Gray (su única novela escrita) escribió que:  ” Todo arte es más bien inútil” (“All art is quite useless”).

De hecho, esta cita refleja el apoyo de Wilde al principio básico del movimiento estético: “el arte por el arte”.

Oscar Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en «Poemas». Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que como ya mencionamos defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.

A su vuelta, Oscar Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros escritores de la época. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, los cuales rechazarían el apellido paterno tras los acontecimientos de su encarcelamiento durante 1895.

Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman’s World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, «El príncipe feliz», cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. También se reeditó en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, «El retrato de Dorian Gray«, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.

No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como «Salomé» (1891), escrita en francés, o «La importancia de llamarse Ernesto» (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía; la primera de ellas fue estrenada por la célebre actriz Sarah Bernhardt en 1894. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la ley criminal del Reino Unido (Criminal Amendement Act).

El 27 de mayo de 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada «Balada de la cárcel de Reading», la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.

Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.

Su temprana muerte con tan sólo 46 años de edad, fue el corolario de una vida intensa plagada de sentimientos y emociones profundas, que emanaban con naturalidad de su arte y esteticismo.

Su única novela, El retrato de Dorian Grey es considerado una obra literaria inigualable e irrepetible, dentro del género del terror literario. Publicada en 1890, El retrato de Dorian Gray representa la esencia artística y filosófica del escritor. En su desarrollo, el autor cuenta una historia que ha obsesionado a los artistas durante años: «la búsqueda de la eterna juventud y el temor a envejecer y afrontar tus acciones».

Con una trama repleta de reflexiones sobre el hedonismo, el narcisismo o el dandismo, El retrato de Dorian Gray comenzó como un relato corto y se acabó convirtiendo en una magnífica novela que sigue cautivando lectores a día de hoy.

Sus cuentos más famosos pueden resumirse si se quiere, a las siguientes publicaciones, todas dentro de las obras más leídas y traducidas del planeta:

1. El Fantasma de Canterville:

Si bien ya nos referimos a ese cuento, el mismo es probablemente el cuento más famoso de Wilde. Fue llevado a la pantalla y al teatro decenas de veces. Se publicó originalmente en 1887 en una revista, y salió en un libro compilatorio en 1891. La trama se basa en una familia que se muda a una casa inglesa, y allí aparece un fantasma atormentándolos.

2. El gigante egoísta:

A diferencia del anterior, es un cuento de hadas. Se publicó por primera vez en 1888, y tiene la particularidad de que Wilde lo escribió dos años después de que hubiera nacido su hijo. Analiza la historia de un gigante que tiene un hermoso jardín, y allí los niños aprovechan para disfrutar de ese espacio.

3. El ruiseñor y la rosa:

Se publicó en 1988, y narra el cuento de un estudiante que quería enamorar a la hija de su profesor. Para eso, necesitaba una rosa roja: de esa manera, ella se impresionaría e iría al baile junto a él.

4. La esfinge sin secreto:

Lord Murchison, el personaje principal, se enamora de la típica “mujer fatal”. Comienzan una relación, y él piensa terriblemente que ella lo engaña todo el tiempo. Pero puede que no sea realmente así, y el secreto se develará cuando ella muera.

5. El hombre que contaba historias:

Es un cuento muy corto, y realmente no lleva más de cinco minutos leerlo. Sin embargo, está entre los más destacados del autor. También es el que más análisis e interpretaciones diversas suscita.

Para comprobar con facilidad el estilo complejo y transgresor de este autor irlandés basta con leer algunos fragmentos de lo que es el prefacio que escribió para su gran novela, El retrato de Dorian Grey.

Casi una declaración de principios estéticos y artísticos, allí Wilde escribe frases como las siguientes:

“El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es el propósito del arte”.

“Quienes encuentran significados feos en las cosas bellas son corruptos sin ser encantadores. Esto es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en las cosas bellas son los cultivados. Para estos hay esperanza”.

“No hay libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo”.

“Es al espectador y no la vida lo que realmente refleja el arte”.

“Cuando los críticos están en desacuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo”.

“Todo arte es completamente inútil”.

Por otra parte, hay varias frases de Wilde que ponen en evidencia su facilidad para la expresión y su capacidad para la oratoria. Algunas de ellas:

“Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro”.

“La vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”.

“Los libros que el mundo califica de inmorales son los que enfrentan al mundo a sus propias vergüenzas”.

“El hombre está más alejado de sí mismo cuando habla a cara descubierta. Dale una máscara y te dirá la verdad”.

“La educación es una cosa admirable, pero es bueno recordar cada poco tiempo que nada que realmente merezca la pena saber puede ser enseñado”.

En el fantasma de Canterville, como en muchas otras creaciones de Wilde, subyace el tema recurrente del amor como aquello que trasciende a la propia naturaleza humana. En cada creación nos muestra su desarrollada sensibilidad, su necesidad de mostrar la intimidad de su alma, y al mismo tiempo el tormento que lo acompañaba a todas partes.

Para cerrar les comparto una frase del genial escritor, donde pone de manifiesto su inteligente agudeza:

“¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”.

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