Eternas Malvinas !

Malvinas enciende nuevamente nuestros anhelos y emociones más profundas. Como cada 2 de abril, desde hace ya cuarenta años, el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, es abrazado con enorme devoción. Si bien Malvinas es una causa atemporal, durante el mes de abril adquiere una significancia especial, para todos los ciudadanos argentinos, sin distinción de credos, preferencias políticas, y de ninguna otra clase. El pueblo argentino en su conjunto legitima este sentimiento y derecho de pertenencia territorial y política, sobre este conglomerado de islas que nos fuera arrebatado por el Imperio Británico, unas décadas después de nuestra declaración de la independencia que se produjo en el transcurso del año 1816.

Malvinas, conforma geográfica y políticamente la provincia más austral de nuestro país, cuyo nombre es Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. La superficie de las Islas Malvinas, según el Instituto Geográfico Argentino, es de 11.410 Km2, por lo que representa un poco menos del 0,5 % de nuestra superficie soberana. El archipiélago de Islas Malvinas está conformado por dos islas mayores y doscientas islas menores. Soledad con 6.353 Km2 es la más grande y su hermana menor es la Gran Malvina con 4.377 km2. La distancia mínima entre nuestra Patagonia y el archipiélago de Malvinas es de 464 kms. En el año 2016 estaban habitadas por poco menos de 3.400 habitantes, los cuales se agrupaban en torno a la ciudad más poblada, Puerto Argentino, ubicada en el extremo superior oriental de la Isla Soledad. Estos habitantes malvinenses o malvineros (denominados Falklanders o Falkland islanders, por los ingleses) son en su mayoría de origen británico (ingleses, galeses y escoceses), y son nombrados usando otro gentilicio, quizás un despectivo o peyorativo, al denominarlos como «kelpers». Los isleños fueron apodados “kelpers” por los británicos, porque las islas están rodeadas por grandes algas marinas, llamadas “kelp” en inglés. Al principio, el término kelper distinguía a los nacidos en las islas de los británicos emigrados o los funcionarios británicos enviados por la Corona. Alejandro Betts, ciudadano argentino de origen malvinense, lo considera simbólico de una relación opresiva entre los malvinenses y los británicos:

«Hasta 1983, el malvinense nativo no tenía ningún documento de identidad nacional, ni como británico, ni como argentino. Éramos indocumentados y huérfanos de Patria.

Para los británicos, el kelper era un mal necesario para la ocupación física del lugar, pero no merecía tener la ciudadanía británica. Por ello, los británicos residentes en el territorio nos tildaban de “kelper” para marcar claramente la división social/intelectual existente entre el funcionario, personal jerárquico, el personal militar británico en Malvinas y la mayoría de los administradores de los campos malvinenses, oriundos del Reino Unido».

Los términos despectivos de los ingleses para designar a los isleños nativos son «Bennies» y «Stills». El apodo «Bennies» les fue adjudicado por los soldados británicos, enviados a las islas desde 1982 y asentados en la Base Aérea de Monte Agradable. Hace referencia a Benny Hawkins, un personaje muy garrulo e inculto de una serie de televisión de larga duración en el Reino Unido, llamada Crossroads. Cuando el mando militar británico les prohibió a los soldados usar ese apodo para no ofender a los isleños, los marines, pilotos y demás militares trasplantados a las islas los rebautizaron como “stills”, o por “still Bennies”, lo que en español significa que “siguen siendo bennies”.

El año 1982 implicó un antes y un después para la historia de las islas, luego de la denominada crisis de los chatarreros, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1982.  En esa fecha 41 trabajadores de la Compañía Georgias del Sur S. A., del empresario argentino Costantino Davidoff, arribaron a Puerto Leith en el barco ARA Bahía Buen Suceso e izaron la Bandera Argentina, lo cual provocó una crisis internacional con el Reino Unido.

Una noticia de la televisión británica, según la cual dos submarinos nucleares británicos habían zarpado de Gibraltar hacia el Atlántico Sur, habría alertado a los mandos militares argentinos. En este sentido, evitando comprometerse en un desembarco amenazado por dos submarinos nucleares enemigos y en una actitud de, ”ahora o nunca”, la Junta Militar dispuso la ejecución del desembarco estableciendo el Día D entre el 1 y 3 de abril de 1982.

La Operación Rosario fue la reconquista de las islas Malvinas por parte de la Argentina en 1982 por medio de una operación anfibia incruenta, por decisión de la Junta Militar que gobernaba en el país desde 1976. El archipiélago, como ya mencionamos estaba bajo control del Reino Unido desde su ocupación en 1833.

Los militares argentinos desalojaron a las autoridades británicas y establecieron una gobernación militar. Las autoridades argentinas, lideradas por Leopoldo Galtieri, planificaron la operación a partir de diciembre de 1981. En marzo de 1982, zarpó una flota expedicionaria del continente. El desembarco inició el 2 de abril y fue ejecutado sin mayores inconvenientes excepto por un muerto en la toma de la Casa de Gobierno (el capitán Giachino, de la fuerza argentina). El comandante argentino logró su objetivo sin causar bajas en el enemigo ni los civiles, algo que la dictadura requería para las negociaciones diplomáticas. Al final, las fuerzas argentinas rindieron a la reducida guarnición británica, la cual fue deportada junto al gobernador Rex Hunt.

La historia posterior es más o menos por todos conocida. Primero los reveses diplomáticos que condenaron la ocupación argentina de las islas, luego la decisión británica de librar una contienda militar para su recuperación, lo que devino en una guerra que duró 74 días, hasta la rendición argentina del 14 de junio de 1982. Una contienda militar desigual, mal diagramada , planificada y plagada de errores desde su concepción, donde los británicos recibieron apoyos y asistencias concretas de Estados Unidos, países europeos, incluyendo el de algunos vecinos como Chile, que estaba bajo el mando de otro gobierno militar encabezado por Augusto Pinochet. Latinoamérica nos respaldó en general, en especial Perú, cuyos ciudadanos sienten aún a Malvinas como una gesta propia.

La contienda enfrentó a fuerzas inglesas y mercenarias profesionalizadas a todo nivel, con enorme ventaja de armamentos, con una fuerza militar argentina, cuya base era el servicio de conscripción obligatorio, contando en su fuerza con soldados muy jóvenes y desprovistos de una formación militar acorde. Los hechos dramáticos de esta guerra fueron muchos, tales como el hundimiento del Gral. Belgrano, los heroicos combates en tierra, donde los soldados argentinos se destacaron por su templanza y bravura, más los incesantes ataques y hundimientos de naves británicas por nuestra aviación militar.

En ocasión de la guerra yo era un adolescente de 14 años, que estaba cursando la secundaria. Casi todos conocíamos a alguno de estos soldados conscriptos que habían ido a la guerra, y rezábamos por su regreso con vida. Nosotros éramos la parte más joven de esa generación de adolescentes, por lo que teníamos vinculaciones afectivas y de amistad. En el colegio, todas las mañanas durante la formación de ingreso, elevábamos en conjunto una plegaria por todos ellos. En lo personal, me esforzaba por conocer al detalle las noticias del desarrollo de la guerra, no sólo las que daba el gobierno de facto, sino que con mi radio de onda corta era capaz de sintonizar y escuchar las novedades provenientes de la BBC de Londres en español. Las noticias que se difundían en Inglaterra, equilibraban las provistas por la junta militar. Rápidamente y con mucha tristeza caí en la cuenta que nuestras chances de ganar la contienda eran inexistentes. Me emocionaba hasta las lágrimas con las acciones de solidaridad del pueblo argentino, que juntaban alimentos, provisiones y ropa, donaban dinero y joyas, les escribian cartas, con el objeto de proveer de mejores condiciones humanas a esos humildes soldados compatriotas que luchaban en esos fríos territorios de ultramar. La tristeza y desolación que vivíamos con cada reporte de muerte de nuestros soldados, más las noticias desalentadoras que se recibían del frente de batalla, llenaron prontamente de congoja a todo el pueblo argentino. Cada día que pasaba me sentía parte del sufrimiento de esos padres, hermanos y amigos que no verían más a esos adolescentes, transformados en hombres a fuerza de las condiciones extremas de una guerra, los cuales entregaban su vida desprovistos de afectos cercanos, mal alimentados y con casi nulas posibilidades de sobrevivir. Cuando todo llegó a ese fin al que llegan normalmente las decisiones mal tomadas, lloramos amargamente a nuestros jóvenes héroes caídos, sintiendo una profunda pena por sus familias, y una aversión creciente por los que decidieron emprender una guerra perdida de antemano, con suposiciones y previsiones carentes de lógica.

Esta guerra produjo 664 bajas en nuestro ejército, en gran parte de soldados conscriptos, cuyos restos descansan en el cementerio militar de Darwin. Si bien muchos fueron identificados recientemente, gracias a lo cual sus lápidas tienen un nombre, un número de ellos aún no han sido identificados o encontrados, provocando una tristeza adicional a sus familias. Hubo además más de mil quinientos heridos de distinta gravedad, y las cifras de suicidios posteriores arrojan cifras de más de 450 personas. Los ex combatientes, veteranos de Malvinas, en su gran mayoría aún pelean por derechos que no le son debidamente reconocidos, generando más heridas que no cierran.

Cuarenta años después los avances diplomáticos para recuperar este conjunto de islas son muy escasos. No existe además un consenso mundial para acabar con la vieja concepción imperialista y de ocupación territorial con objeto de establecer bases militares y obtener ventajas económicas más allá de las fronteras. Resulta extraño, al menos para mí que en algunas últimas publicaciones periodísticas de nuestro país, se otorgue mucha relevancia a la opinión de los malvinenses sobre si fuimos invasores o no, o sobre si aceptan o no nuestra soberanía, entre otras cuestiones. No tiene que haber, luego de cuarenta años ninguna duda de que las islas nos pertenecen, resultando ofensivas las comparaciones acerca de que la invasión de Ucrania se asemeja con la ocupación que se hizo en el transcurso del año 1982. Las negociaciones para recuperar la posesión de las islas necesitan profundizarse, y no detenerse por elucubraciones y opiniones sin argumentos jurídicos o soberanos. Es la mejor manera de honrar a los que no volvieron, a los que volvieron y se quitaron la vida, a los que no encaminaron su vida y también a los que pudieron sobrellevar las consecuencias, y lograr un mejor futuro. Todos ellos necesitan ser recordados con acciones concretas de nuestra política exterior y con nuestra constancia para lograr el objetivo de que flamee nuevamente nuestra bandera en estas islas tan caras para nuestra memoria y sentimientos.

«La mayor y total convicción de que las islas son nuestras la tuvieron esos jóvenes soldados que pelearon una batalla muy desigual, con el enorme valor del que estaban provistos, con el espíritu sano de quien lucha por algo que siento profundamente propio. Es por ellos que Malvinas es y será uno de nuestros grandes desafíos como Patria».

Malvinas revive cada 2 de abril, provista de la fuerza de los que volaron muy alto, allá en nuestros territorios de ultramar, donde cayeron víctimas de una guerra sin sentido, por una causa que nunca debemos abandonar.

Nuestro más sentido respeto por nuestros héroes, ex combatientes y personal civil que participó de esta guerra. Para todos ellos, nuestro homenaje y más profunda admiración.

Para finalizar les regalo este poema, escrito por Edgardo Esteban, un excombatiente de Malvinas, en ocasión de la conmemoración de los cuarenta años.

Notas al viento

La tarde no vibra con los bombardeos

los Sea Harrier no aparecen

entre los retazos del sol

El soldado aprieta su lápiz

como si fuera una tiza

garabatea en el papel que late

y así traza sus notas al viento.

Alejado de la tropa

sentado en la piedra caliza

escribe su parte de guerra

e invisible observa un punto en el infinito

al oscurecer

enrolla las tiras de su diario

en el bolsillo del pantalón

es lo que hay

-dice.

Esas huellas del colimba

escritas en historias a contrapelo,

me acompañan.

Como Cortázar

con cigarro en la mano

ilumino con el fuego

relatos de las islas perdidas en el Atlántico Sur

El viento amigo es

el que te susurra en el oído

y desnuda a esos falsos mensajeros del humo

de una gesta que no tuvo lugar

ellos pretenden parar el viento

con un pacto de silencio.

La rebeldía de los mudos

es la nuestra

Escupimos memoria

No callamos

La verdad

es la gran derrotada de la guerra.

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