¡ La magia del cine !

La poesía tiene el atributo de la belleza hecha palabra; aquello que escapa del raciocinio puro, deviene en construcciones lingüísticas que, en forma de versos, no tienen ningún objetivo en sí mismas, sino sólo una intención que se devela, en aquellas trazas de sensibilidad y humanidad enriquecida, por las emociones más profundas, las que aunque dormidas acaban por despertar en nuestro interior.

Desde esa amplitud incomprensible, ese encadenamiento sucesivo de adjetivos, sustantivos y verbos desordenados, la imaginación del lector es capaz de transportarlo a otros mundos subjetivos, poderosos y desbordantes de energía.

La virtud de la poesía, radica en que no se puede abarcar si la pretensión es sólo el entendimiento; más bien nos regala la posibilidad de quedarnos momentáneamente atrapados dentro de los sentimientos y pasiones de quien la escribe.

De un modo menos sutil, mucho más intenso y unido a nuestros sentidos, el sonido y la imagen armonizadas en torno de una producción audiovisual, cuentan una historia, proponen un juego donde la magia se hace palpable y presente. Es por ello que desde niños, varias generaciones se constituyeron en amantes del séptimo arte, una industria que pudo reconvertir la naturaleza de las imágenes, dándole movimiento a la fotografía.

Mi encanto con el cine nació en mi colegio, el cual disponía de un modesta sala, donde los fines de semana era posible asistir a funciones donde disfrutábamos de variadas y cautivantes películas. No se trataba de estrenos, pero a ninguno de nosotros, niños inquietos y curiosos, nos importaba demasiado. El cine Gloria, era una sala de barrio, donde se congregaban las familias, constituyendo en sí mismo, un programa para salir, divertirse y pasarla bien.

Recuerdo haber asistido varias veces a ese lugar donde la fascinación tenía un rol preponderante. Habladas en castellano o subtituladas para traducir atractivos diálogos en inglés que en lo personal trataba de copiar, adornadas de ilusiones y efectos especiales que mirábamos extasiados, los filmes nos transpolaban a vivir situaciones y visitar lugares inalcanzables de otro modo. Lo que la profesora de literatura se empeñaba en enseñarnos, pretendiendo que nuestras narrativas tuvieran introducción, nudo y desenlace, la película era capaz de contarlo a través de la crónica sobre la cual se organizaba su argumento central.

Rememoro que durante una clase de contabilidad, nuestro profesor de secundaria, luego de saludarnos e interesarse acerca de qué actividades habíamos llevado a cabo el fin de semana, a lo cual algunos comentamos que además de jugar al futbol, habíamos asistido al cine, nos preguntó sin más:

¿Para qué van al cine?

Muchos de nosotros nos miramos perplejos como sin saber si era o no una pregunta que ameritaba responder. Las respuestas de casi todos, estuvieron ligadas a la diversión, al festejo con amigos. Mientras otros respondían, yo me esforzaba en pensar para que asistía al cine. De lo más profundo de mi ser me vino un propósito, que resultó en ese momento muy claro para mí. Levantando la mano le dije al profesor:  

“yo voy al cine para aprender”.  

Sentí la incomodidad de varias miradas que se posaban sobre mi pequeña figura.

El profesor me pidió que fundamentara mi respuesta para todo el curso.

Mis argumentos, dichos con mis palabras de hoy, fueron algo así como:

  • Además de que me gusta, puedo diferenciar algunas conductas humanas buenas y malas.
  • Puedo imaginar parte de la historia que no está contada de manera literal.
  • Me sirve para distinguir fotografías de videos.
  • Como estoy acostumbrado a leer y escribir, puedo apreciar el guion, que es como el hilo conductor de la trama de la película.
  • Imito después a los actores, aunque la verdad no me sale muy bien.

El profesor se sintió complacido con mi respuesta, tomándome a partir de ese momento, como una especie de asesor (para darle un nombre) acerca de qué películas le recomendaba ver y qué no. Gracias a esa respuesta pude entablar una excelente relación, que iba más allá de los conocimientos, muy necesarios por cierto, de la partida doble y los registros contables.

Durante esta semana nuestra ciudad, fue partícipe de la inauguración de un centro de trabajo, producción y fomento del Polo Audiovisual de nuestra Provincia. Gracias al esfuerzo de autoridades provinciales, municipales y de muchos referentes del sector cultural, se hizo posible alcanzar este hito que será un antes y un después para nuestra comunidad.

Nuestro centro empresario apoyó desde el inicio esta idea, aportando una sede funcional y operativa, ocupando un renovado espacio dentro del edificio de la institución. Fue el gerente Diego, quien se encargó de la obra de refuncionalización, contratando todo tipo de trabajos para que la sede luciera a la altura de las circunstancias. Atilio, nuestro presidente no tuvo dudas respecto de los beneficios que traerá esto para nuestra ciudad, ya que formará parte de esta industria sumamente tecnológica y pujante que, gracias a una clara política, se está transformando en una fuente de innovación y crecimiento para nuestra provincia, haciendo muy real este Polo donde habita la magia de la producción audiovisual.

El esfuerzo, la dedicación y el compromiso de Cecilia,miembro de la comisión directiva, la cual gestionó muchas actividades para que esto finalmente se diera en un tiempo récord, se sumó a la pasión y denodada organización puesta por Jorge, el referente y líder del Polo Audiovisual Córdoba, los cuales recibieron todo el apoyo de Nora, la responsable de cultura provincial, de Juan el intendente municipal, y de Germán el secretario de desarrollo de la comuna. Un agradecimiento especial para todos los que participaron y apoyaron esta iniciativa maravillosa, conformando equipos de amigos para trabajar por un anhelado objetivo común, que amalgamó la voluntad pública y privada.

La firma del convenio para la creación de esta sede, que se hizo en el Centro Cultural Leonardo Favio, nos permitió ser testigos de la importancia central que tiene la industria audiovisual, la posibilidad de trabajo y el sentido de pertenencia que genera para todos aquellos que son parte, aportando el guion, la actuación, el sonido, el maquillaje, la filmación, el vestuario, el alojamiento, la comida, la escenografía, la fotografía, el paisaje, los lugares, la movilidad, la animación y todos los medios tecnológicos, que vinculados entre sí producirán el arte que embelese finalmente nuestros sentidos.

Hacer una producción audiovisual implica un acto de creación que involucra a cientos de personas alineadas para la consecución de un proyecto. Mi reconocimiento para todos aquellos que son artífices de que aún se conserve la magia de la mano de la creatividad.

Este viernes volví a ser aquel niño que, sentado en la butaca del cine de barrio, se emocionaba disfrutando de una película que me trasladaba a lugares inimaginables, encantadores y plenos de vida, siendo parte de momentos únicos e irrepetibles. Estuvo presente en mí el adolescente que iba al cine para aprender, asombrado de observar el esplendor y la magnificencia que estaba contenido en el celuloide, cuando era proyectado magistralmente desde el fondo de la sala.

Nuestra provincia posee una geografía, climas, entornos y personas increíbles.

En ella, a través de este Polo Audiovisual, ya comenzó el proceso de trascender a través de producciones y creaciones memorables, que nos muestran de qué somos capaces, cuando juntos nos proponemos trabajar en pos de un sueño, de la fuerza que nos propulsa cuando damos forma concreta a ideas y proyectos audiovisuales.

Para culminar les dejó un pensamiento que pertenece a San Francisco de Asis.

“ Empieza haciendo lo necesario, después lo posible , y de repente te encontrarás haciendo lo imposible”.

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