Los juegos olímpicos de Japón que fueron suspendidos el año pasado debido a la crisis de la pandemia, fueron reprogramados para este mes de julio de este año en curso. Tokio, ciudad epicentro donde se está llevando a cabo este inmenso evento deportivo, alberga miles de entusiastas deportistas de muchas nacionalidades, los cuales han sobrellevado exigentes entrenamientos para recuperar el tiempo de aislamiento donde no pudieron ejercitarse de manera adecuada, a los que se les sumaron adversas condiciones de viajes y conexiones de vuelo que muchas veces implicaban largas horas de espera, incertidumbre y nerviosismo por arribar.
Una vez en la competencia más emblemática del mundo, están obligados a seguir rigurosos protocolos para el cuidado de su salud y la de los demás, compitiendo sin el calor del público, festejando la obtención de las afamadas medallas de oro, plata y bronce, conectados con su familia y afectos a través de plataformas digitales, recibiendo muy poca contención emocional de sus mentores y seguidores.
¿Que los mueve?
Es reconocible que la pasión es el principal impulsor de todos ellos, que son personas que en el mejor de los casos y en el seno de los países desarrollados, reciben apoyo económico y financiero de gobiernos y patrocinadores, para entrenar y superarse evento tras evento. Como contrapartida, vemos competir a gimnastas y atletas de países más pobres, donde todo se hace a pulmón, con un esfuerzo sin igual, poniendo de sus propios recursos para alcanzar el sueño de conseguir una presea del color que sea. Eso se nota en los festejos con lágrimas en los ojos, portando un estandarte de la nación a la que representan, corriendo desenfrenados, abrazando a entrenadores y cuerpo técnico. Historias sin igual, nutridas de superación, compromiso y responsabilidad con ellos mismos y con la cultura a la que representan.
Motiva ver el grado de sacrificio de muchos de ellos, que se asumen como protagonistas y vencedores de sus miedos, de la pandemia, de países en conflicto interno y externo y de tantas historias críticas que arrastran desde su niñez. Son un ejemplo de resiliencia, que eligieron no ser víctimas, para ser protagonistas de sus propios éxitos y fracasos. No optaron por ser espectadores de un destino que muchas veces les resultaba aciago y demoledor, sino que se asumieron como verdaderos luchadores y activos protagonistas. Atletas que incluso han vencido los barreras culturales y políticas, para vivir un evento multicultural, único en su naturaleza, que los eleva a la condición de líderes tanto en la victoria como en la derrota.
En este orden de cosas, me conmueve en lo personal, la reseña de vida de una atleta estadounidense que, siendo una campeona multipremiada en gimnasia artística, actualmente evidencia sufrir las consecuencias de la exigencia extrema, en un deporte de alto riesgo. A continuación, voy a transcribir retazos de un artículo periodístico, a los fines de mostrar su historia de vida, acompañadas de algunas opiniones que se alzan para salvar su integridad, luego del abandono de la competencia que hizo en los juegos olímpicos de Tokio.
Es la mejor gimnasta de todos los tiempos, pero se retiró de los Juegos Olímpicos de Tokio en plena competencia. “Debo proteger mi salud mental”, dijo y generó un debate mundial
“Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza”, explicó Simone Biles, considerada la mejor gimnasta artística de la historia, anteayer, luego de abandonar de manera precipitada la prueba de gimnasia por equipos de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Detrás de esta escena, donde ella hizo público su sufrimiento psicológico y sus altos niveles de estrés frente a los periodistas, se esconde una infancia rodeada por drogas y una adolescencia de puro sacrificio y talento, entre los que se colaron numerosas lesiones físicas, y también reiteradas situaciones de abuso sexual que aún intenta superar.
De un sueño lejano a seis medallas olímpicas de oro
Biles vivió sus primeros años de vida con sus padres biológicos, ambos con graves problemas con las drogas. Cuando ella tenía tres, su padre, Kelvin Clemins, abandonó a la familia, que vivía en Columbus, Ohio, y su madre, Shanon Biles, perdió la tenencia de los cuatro hijos por sus adicciones. Tras un breve período en un orfanato, los cuatro niños fueron reubicados. Las dos menores, Simone y Adria, fueron adoptadas por su abuelo materno, Ronald Biles, y su esposa, Nelly Biles, con quienes se mudaron a Houston. Los dos mayores, Tevin y Ashley, fueron adoptados por la hermana de Ronald, y permanecieron en Ohio.
La gimnasta nunca volvió a vivir con su madre biológica, pero ambas se mantienen en contacto. “A veces todavía me pregunto si mi madre biológica se arrepiente y querría haber hecho las cosas de manera diferente, pero evito plantearme estas preguntas porque no las tengo que responder yo”, dijo la gimnasta a medios estadounidenses.
Hoy, Biles llama “papá y mamá” a Ronald y Nelly. Fueron ellos quienes la impulsaron en el mundo de la gimnasia artística y quienes hoy siguen brindándole su apoyo.
Su primer contacto con este deporte fue a los 6 años, cuando su colegio primario organizó una visita a un centro de gimnasia artística para que los alumnos conocieran la disciplina. Fue durante esa jornada que la joven Biles logró llamar la atención de los profesores.
“Solo recuerdo imitar a todas las chicas mayores en el gimnasio trasero y ver si podía hacer lo mismo en el gimnasio delantero, en el trampolín y en el piso. Simplemente me divertí. Luego, enviaron una carta a casa y mi mamá me preguntó si quería unirme, y dije que sí”, cuenta la gimnasta en su documental, “Simone vs. Herself” que salió este año y fue producido por Facebook.
Un año más tarde, a los siete, fue descubierta por la entrenadora Aimee Borman, que la instruyó durante sus primeros años en el deporte. “Un día decidió que sería una gran gimnasta y desde entonces lo ha hecho todo para lograrlo”, contó Borman a la revista Time. Además de la perseverancia, su exentrenadora también destacó el talento de la gimnasta: “Ella siempre ha tenido un sentido del aire increíble, que es lo que necesitas en este deporte. No se choca con mucha frecuencia. A otras niñas simplemente las verás estrellarse, o perderse en el aire. Eso no pasa con ella”, dijo a la revista Houstonia, en 2015.
En la última década, la gimnasta, de ahora 24 años y 1,42 metros de altura, llegó a ser cinco veces campeona mundial en suelo, tres veces en viga de equilibrio y dos veces en salto de caballo. Posee, además, un récord histórico: es la primera gimnasta en ganar tres competencias mundiales consecutivas en el programa completo.
Más allá de sus trofeos y medallas, Biles revolucionó el mundo de la gimnasia artística con algunos de sus saltos, que los expertos consideran únicos. Tres meses antes de llegar a Tokio para participar de los Juegos Olímpicos, la joven ejecutó durante el US Classic un Yurchenko Double Pike, un salto que ninguna otra mujer se arriesgó a realizar en un certamen oficial. El Yurchenko tiene dos desafíos: la altura que tienen que alcanzar los gimnastas para poder girar dos veces con el cuerpo en un ángulo de 90 grados, y la precisión y control de esos giros para no caer de espaldas en el aterrizaje por la fuerza de la inercia que llevan.
Biles superó el récord histórico de las atletas estadounidenses cuando en los Juegos Olímpicos de Río 2016 ganó cuatro medallas de oro en las pruebas de suelo, salto, general individual y general por equipos.
Superar el abuso sexual
Su historia profesional, sin embargo, no fue puros laureles y sonrisas. Dos años después de su triunfo en Río, salió a la luz una historia de acoso sexual que tanto Biles como algunas de sus compañeras de equipo sufrieron durante años. En enero de 2018, Larry Nassar, exmédico del equipo nacional femenino de gimnasia de los Estados Unidos, fue sentenciado a 60 años de prisión por haber abusado de 265 niñas, adolescentes y jóvenes gimnastas durante sus tratamientos médicos. Fue cuando trascendió la noticia que Simone comunicó públicamente haber sido una de sus víctimas.
“La mayoría me conoce como una chica feliz, risueña y enérgica, pero me siento rota y cuanto más trato de apagar esa voz en mi cabeza, más alto me grita. Ya no tengo miedo de contar mi historia. Yo también soy una de las supervivientes que sufrió abusos sexuales por parte de Larry Nassar”, reveló en su momento.
La recuperación, afirmó un año después, estaba siendo difícil. “Ahora, cada vez que voy al fisio o a entrenar y me trabajan el cuerpo, no quiero que lo hagan, pero mi cuerpo me duele: tengo 22 y ya tuve cinco rotaciones, necesito la terapia”, dijo, entre lágrimas, en una entrevista televisiva realizada en agosto de 2019. Y agregó: “Es duro. Voy a intentar superarlo, pero llevará tiempo”.
La gimnasta también salió a hacer declaraciones públicas cuando ese mismo año Tevin, su hermano mayor, fue acusado de triple homicidio. Ella decidió no pagar la fianza y envió sus sinceras condolencias a las familias de las víctimas. Tevin fue liberado tiempo después por falta de evidencia para sustentar la condena.
Antes de Tokio, durante la filmación del documental de la gimnasta, Nelly Biles compartió algunos de los conflictos internos que sufría su hija adoptiva: “Hay diferentes lados de Simone: Hay una persona insegura, hay una persona ansiosa, hay una persona que se esfuerza por alcanzar la perfección, hay una persona que se mantiene muy concentrada, hay una persona que quiere que el mundo sea como ella quiere, hay una persona que se ha lastimado en el camino, y sin embargo conozco a la Simone con las grandes metas, y espero que Simone sea la que salga victoriosa“.
Esta semana, la estrella de gimnasia estadounidense apareció en la tapa de los diarios de todo el mundo debido a su decisión de abandonar dos pruebas: la grupal y la final individual. La decisión la tomó tras su paso por el primer aparato, la barra de equilibrio, durante la prueba por equipos, donde logró un puntaje de 13,766 puntos, una nota por debajo de sus estándares.
“No tengo tanta confianza en mí como antes, no sé si es una cuestión de edad. Estoy un poco más nerviosa cuando estoy haciendo mi deporte. Tengo la impresión de que ya no puedo disfrutar como antes”, explicó después. Sus palabras generaron reacciones de apoyo y también muchas críticas. En las últimas horas, Biles retwitteó un mensaje del actor y ex luchador profesional Brandon Marino:
“Me frustra tanto ver comentarios sobre que Simone Biles no es lo suficientemente fuerte mentalmente o sobre la renuncia a estar con su equipo. Estamos hablando de la misma niña que fue abusada sexualmente por el “médico” de su equipo durante toda su niñez y adolescencia, que ganó el título del Campeonato Mundial mientras sufría un cálculo real, que sometió su cuerpo a un año adicional de entrenamiento por la pandemia, que agregó tanta dificultad a sus rutinas que los jueces, literalmente, no saben cómo calificar adecuadamente sus habilidades, porque están muy adelantadas a su tiempo e innumerables obstáculos más que quizás ni siquiera sepamos”.
Todo esto mientras mantiene sus responsabilidades con sus acuerdos de patrocinio, los medios de comunicación, las relaciones personales, etc. Y algunas personas todavía pueden decir honestamente: “Simone Biles es blanda. Ella abandona”. Esa niña ha soportado más trauma a la edad de 24 años de lo que la mayoría de la gente pasará en su vida.
Para los no gimnastas que no entienden, el hecho de que ella se resistió en el aire y accidentalmente hizo un 1,5 en su primer salto en lugar de un 2,5 es un buen trato. Es aterrador. Ella podría haber resultado gravemente herida al perderse en el aire de esa manera. El hecho de que de alguna manera aterrizara sobre sus pies muestra su experiencia y es increíble. El margen de error en una habilidad como esa es increíblemente bajo. Un movimiento en falso muy pequeño y el final de la carrera o, lo que es peor, pueden ocurrir lesiones potencialmente mortales.
Después del historial de todo lo que ha superado, el hecho de que se haya salido de la competencia por sus propios méritos significa que lo que sea con lo que esté lidiando internamente debe ser insuperable y debe tomarse en serio. A pesar de lo que ella pueda/elija articular al público en las entrevistas, nunca sabremos o entenderemos completamente sus elecciones y luchas personales. Ella merece respeto. Ella merece compasión. Ella no merece que se dicte ningún juicio. Número 1, porque es un ser humano. Y número 2, por todo lo que ha hecho por el deporte. Además de todo lo que ha tenido que soportar debido a este deporte, y la broma de una organización que protegió a su depredador en lugar de ella y sus compañeros de equipo durante años”., escribió Marino.
Con esto última reflexión voy finalizando este pretendido aporte de todos los fines de semana.
«Nos mueven los propósitos, los cuales encierran la pasión por ser y hacer. Para ello necesitamos elegirnos como auténticos protagonistas del hoy, con esa visión anhelada del mañana, visualizando ese lugar a donde queremos arribar. Si nos quedamos en nuestras historias, es poco probable que podamos alcanzar la tan anhelada medalla».