Más allá de las frases !

En un mensaje a compañeros de trabajo, se me ocurrió acompañar la misiva con la siguiente fundamentación:

“A ojo de buen cubero, todo indica que estaremos ahorrando un 50 %”.

Cuando nos juntamos con una de las personas a las cuales iba dirigido el mensaje, me dijo que entendía lo del ahorro que estaba citando, pero no sabía a que me refería con eso del buen cubero.

Le comenté que era una expresión antigua, que hacía referencia al hecho de hacer una medición aproximada, sin validación científica.

Evidentemente existe una brecha generacional, donde por razones de evolución del lenguaje se ha producido el olvido de ciertos dichos del pasado. Ellos constituían una manera particular para distinguir en pocas palabras una situación que se estaba viviendo, palpando o que estaba aconteciendo, de manera individual o colectiva. Nuevas apostillas, propias de las generaciones actuales han reemplazado las que entraron en desuso, ahora más ligadas a la era de la tecnología, la revolución digital y las expresiones idiomáticas simplificadas.

La experiencia o comparación con situaciones similares, hace posible que uno pueda usar esa frase típica que no requiere una justificación especial, que sintetiza bastante bien lo que se intenta describir, encerrando muchas veces un prejuicio o un juicio personal asignado al hecho al cual nos estamos referenciando.

Buscando el origen de la frase que había disparado, encontré una explicación bastante mejor que la que había esgrimido.

“A ojo de buen cubero” es un dicho que se utiliza para hablar de la acción de medir algo de una forma imprecisa, sin la ayuda de ningún tipo de peso o medida. Según diversas fuentes, el origen de la expresión estaría relacionado con el antiguo oficio de cubero, persona que, de forma artesanal, fabricaba las cubas (una especie de bidones o tinajas) en las que se almacenaba el vino.

La cuba era, además de un recipiente, una medida de capacidad, y ya que no existía, o no se utilizaba en el oficio del que hablamos, ningún tipo de artilugio para la medición, la exactitud de la capacidad de la cuba, dependía, por tanto, de la pericia del fabricante, en este caso el cubero.

De ahí que, primero en el ámbito rural y luego a nivel general, se comenzase a utilizar la expresión “​a ojo de buen cubero” cada vez que alguien se refería al hecho de medir algo valiéndose únicamente de la percepción y de la vista. Una equivalencia que deviene del italiano, y que tiene una significancia parecida es “a grosso modo”, para referirnos a algo que se hace de forma aproximada.

En un mensaje posterior, envié ahora si cálculos más precisos para dar por cierto la aproximación mencionada. El valor que arrojaban era del 51 %, vale decir un punto más de lo que mis mediciones de buen cubero auguraban. Mi intuición, mi experiencia y cómputos muy preliminares me habilitaban de alguna manera a citar ese porcentaje.

Esgrimir estas frases o dichos que pretenden validar ciertas situaciones, hechos o circunstancias, puede ser contraproducente, si a continuación no se cotejan con la objetividad o con fundamentaciones que no admitan otras en contra.

Vale decir que existe, en muchos casos, una instancia superadora que es la de acompañar el efecto de la sentencia, con argumentos más acabados.

En nuestra vida cotidiana empleamos bastante a menudo estas frases o dichos que a priori pareciese que no admiten discusión alguna. A continuación, te dejo algunas cuantas, explicando el origen de las mismas.

DEL PASADO

“Son gajes del oficio”

Usamos a menudo la expresión ‘gajes del oficio’ para indicar que asumimos con resignación las molestias e inconvenientes propias de nuestro quehacer. Todos sabemos sin la menor duda a lo que nos referimos cuando echamos mano de ella a propósito, en muchos casos relacionándola con el desempeño de una función o un trabajo concreto, aunque no necesariamente. La duda surge al preguntarnos lo que es un gaje, o mejor, quiénes son los dichosos gajes, porque a decir verdad esta voz ya no se usa en su forma singular. Los gajes derivan del francés “gage”, que aludía a la prenda o señal que se otorgaba al aceptar un desafío, usado preferentemente en el contexto bélico y militar. De este modo los gajes pasaron al castellano para referirse a las costas o premios que el príncipe o señor de turno daba a sus soldados de la corte y a quienes trabajaban a su servicio, una especie de propina o paga extra que les compensaba de alguna manera por los inconvenientes y contratiempos que pudieran producirse en el desempeño de su trabajo e incentivarles como buenos “gajeros”.

“Hay que ganarse los garbanzos”

El humilde garbanzo ha sido considerado materia prima ineludible en la dieta de la península ibérica desde tiempo inmemorial. Romanos y árabes enseñaron a utilizarlo convenientemente en diferentes guisos que potenciaban su sabor, mezclándolo con verduras, carnes y frutos del mar. Entre las locuciones relativas al garbanzo tal vez la más habitual sea la de “ganarse los garbanzos” para referirse a aquel que se mantiene con el fruto de su trabajo, entre sus variantes “buscarse los garbanzos” y “tener asegurados los garbanzos”. En este caso, garbanzo se usa como sinónimo de sustento.

Al pan, pan y al vino, vino”

Cuando queremos llamar a las cosas por su nombre, sin dobleces, directamente y no andarnos por las ramas, los hablantes recurrimos a expresiones y frases proverbiales de todo tipo. Los ingleses, por ejemplo, dicen Call a spade a spade (llamar a una pala, pala) y los franceses Appeller un chat un chat (llamar a un gato, un gato); en cambio, los alemanes, más directos ellos, suelen decir Man muss das Ding bei seinem Namen nennen (hay que llamar a las cosas por su nombre). Dentro del territorio español las cosas no cambiaron demasiado, con la diferencia de que, por lo general, se recurrió a utilizar los nombres de los más básicos alimentos. Así, los hispanohablantes optamos por llamar ‘al pan, pan, y al vino, vino’,para indicar que las cosas han de decirse con franqueza y sin rodeos.

DEL PRESENTE

“Gambito de dama”

Empezaremos viendo lo que es un “gambito”. En el juego del ajedrez se trata del lance mediante el cual se sacrifica al principio de la partida algún peón u otra pieza, o ambos, para lograr una posición favorable. Dicho de otro modo, se trata de ofrecer material al contrincante a cambio de obtener ventaja en el desarrollo del juego. En el ajedrez moderno existen muchos tipos de gambitos que recurren a los nombres de las piezas (de rey, elefante, de los dos caballos), a nacionalidades (escocés, danés, letón, italiano), e incluso a nombres propios (Evans, Rousseau, Volga, Budapest, Albin, Halloween).

Pero, al decir de los expertos, el más común de todos ellos es precisamente el “gambito de dama”, que se empezó a usar en los primeros tiempos del ajedrez actual. Se trata de una apertura cerrada que es más un falso gambito que otra cosa, ya que el jugador blanco puede recuperar al peón cuando quiera, y si el negro se empeña en conservar el peón de más, suele caer en posiciones perdidas y siempre inferiores.

En español existen otros vocablos y expresiones que comparten etimología con ‘gambito’ y que, por tanto, provienen de la ‘gamba’, entendida como pierna. El diccionario recoge, por ejemplo, el de ‘gambeta’, que es el movimiento que en la danza clásica se ejecuta entrecruzando las piernas con aire, si bien para los hablantes hispanoamericanos aficionados al fútbol cobra el sentido de regatear o driblar con el balón – ‘gambetear’ se dice también- y en algunos países sudamericanos y equivale a la postura que se hace con el cuerpo para evitar un golpe o un tropiezo, y en sentido figurado una evasiva.

Por todo lo expuesto queda evidenciado, que la expresión hace referencia a un engaño que tiende por objetivo hacer creer a un contrincante de su una supuesta ventaja a favor de él.

“Como agua para chocolate”

Los hispanohablantes, sobre todo los más cinéfilos, asociamos la expresión “como agua para chocolate” con el título de una película mexicana que cosechó enorme éxito años atrás en las pantallas del mundo entero. El filme, dirigido por Alfonso Arau, fue estrenado en 1992 y está basado en la novela homónima de la escritora Laura Esquivel. Narra una intensa historia de amor en el México revolucionario con la gastronomía como telón de fondo y ahondando en los sentimientos de los personajes, como ocurre con las producciones del realismo mágico mexicano.

Si bien es cierto que después de la película, la frase es asociada a un intenso amor entre dos personas, el origen de la frase “estar como agua para chocolate” indica que uno se encuentra tremendamente enfadado e irritable. Eso lo conocen bien no sólo los hablantes mexicanos, sino también los colombianos, costarricenses, cubanos, salvadoreños, uruguayos y del resto de países hermanos. El dicho compara el agua que se añade muy caliente al chocolate -como se hacía a la antigua usanza- con el ánimo encendido de una persona que se encuentra disgustada e iracunda, como hirviendo por dentro. En ese sentido recuerda a la locución ‘estar que echa humo’, aludiendo a esa misma sensación de extremo acaloramiento y sofoco que uno alcanza cuando se halla especialmente enfadado.

“Poner en valor”

De un tiempo a esta parte la expresión ‘poner en valor’ se está convirtiendo en artículo de moda que muchos emplean sin ton ni son. No hay político que se precie de serlo que no sucumba a sus encantos y recurra a ella como muletilla retórica, usándola al por mayor en sus discursos y comparecencias, en la seguridad de conseguir un impacto mediático. Poner en valor se ha extendido a otros escenarios, como el periodístico o incluso el académico, y ha suplantado a otras palabras y locuciones que ya usábamos con el mismo propósito. En la actualidad lo que impera para quedar bien, es decir que algo se pone en valor, aunque quien lo diga en realidad está haciendo un uso exagerado e inapropiado de nuestro idioma. El hablante medio piensa entonces que dicha expresión pertenece al plano culto de la lengua, cuando no es así, y además para este propósito ya disponemos de otras voces y frases tan sencillas y precisas como ‘destacar’, ‘subrayar’, ‘dar importancia o relevancia’ y ‘prestar atención’.

Existen muchísimas más sentencias y frases a medida que usamos cotidianamente, que facilitan las expresiones, pero al mismo tiempo sesgan las opiniones, y adolecen en muchos casos de fundamentaciones concretas, provocando juicios de valor absolutos, que nos impiden ir en profundidad, generando más problemas que claridad. Cada persona atesora algunas, las cuales le resultan más familiares, con las cuales se siente más identificado o bien responden de mejor manera a sus paradigmas y mapas mentales.

Por ello les hago la invitación de ver más allá de las frases.

«Más allá de las frases existe un mundo, sólo hay que tener interés en descubrirlo».

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