¿De que se trata la Pereza?

Esta tarde de sábado fría, acompañada por un enérgico viento que moviliza algunas hojas remolonas que aún se aferran a los árboles, resulta ideal para estirar un poco más la acostumbrada siesta del fin de semana. Mientras despierto, mi cuerpo se niega a abandonar las mantas calentitas y acogedoras.

Mi mente se va apoderando fuerte y progresivamente de una pregunta, que encierra un prejuicio, derivado de un arraigado concepto de pecado capital:

 ¿estaré siendo perezoso?

Al instante tomo consciencia de un sinfín de tareas que podría estar llevando a cabo, en vez de “holgazanear por unos minutos”.

“Siempre hay cosas para hacer”, me repite incesantemente una voz interior, que no puedo manejar. Me pone en vilo, operando como un despertador sin sonido aparente, que provoca que finalmente me levante.

La idea de escribir sobre la pereza, surge naturalmente. La posibilidad de escribir es un hecho que me atrapa, más aún cuando encontré EL TEMA.

¿Cómo definimos los occidentales a la pereza?

La pereza es la negligencia, astenia, tedio o descuido en realizar actividades. La religión cristiana, clasifica la pereza como un vicio capital ya que genera otros pecados, si bien antiguamente se la denominaba acedía o acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.

Todos los seres vivos que se mueven, tienden a no malgastar energías si no hay un beneficio, que no tiene por qué ser seguro e inmediato: puede ser algo probable o que se obtendrá en un futuro.

En el caso de los seres humanos (y otros animales), tenemos un cerebro muy grande y que consume mucha energía (20 % del total que necesita el cuerpo), tanto si se usa, como si no. No utilizarlo supone un desperdicio de energía. Para evitarlo, una sensación desagradable, el aburrimiento, evita dejar inactivo el cerebro y otra agradable, la curiosidad, mueve al individuo a buscar algún tipo de actividad interesante, aunque no haya una necesidad inmediata. Las actividades no tienen por qué ser puramente mentales; sirve cualquier actividad en la que intervenga el cerebro, desde leer hasta hacer deporte.

A las personas que evitan realizar cualquier actividad de las cuales el beneficio no sea al instante se les llama vagas, perezosas, holgazanas, desidiosas, haraganas, procrastinadores o dejadas. Las causas para tener dicha tendencia pueden ser variadas, desde mala alimentación o enfermedades o simplemente que las actividades que realizan no les resultan beneficiosas.

El lenguaje por otro lado, nos ha provisto de ciertos conceptos opuestos a la pereza, que está bueno conocer, de modo tal de poder lograr el mejor encuadre posible: «diligencia y laboriosidad«.

De esta manera el laborioso, es poco perezoso, y el perezoso poco laborioso.

Este último concepto no siempre fue así. Si hurgamos en la historia clásica, el concepto del trabajo que tenían los filósofos griegos, adoptado luego por el imperio romano, puede ser graficado por este texto extractado de un ensayo llamado “Sobre la pereza”.

“ En otros tiempos -cuando todavía no era asociada con la omisión de cualquier labor productiva- la pereza era una condición dichosa en la cual solazarse. Y aunque los filósofos en la Antigua Grecia no se ponían de acuerdo en el origen o en la naturaleza del cosmos, en cierta cuestión habrían alcanzado un consenso universal: el trabajo era una actividad aborrecible. Escribe Platón en su República cuando, como un arquitecto utópico, construye imaginariamente su ciudad ideal:

La naturaleza no ha hecho al zapatero ni al herrero; tales ocupaciones degradan a los que las ejercen: viles mercenarios, miserables sin nombre, que son excluidos por su mismo estado de los derechos políticos. En cuanto a los negociantes, habituados a mentir y engañar, serán tolerados en la ciudad como un mal necesario.

Sólo el hombre que goza del ocio es libre, porque sólo el hombre libre puede gozar del ocio. Esa aversión hacia la producción o el intercambio de bienes materiales fue adoptada por los romanos, quienes privilegiaron igualmente el odio sobre las actividades productivas. Cicerón se pregunta:

¿Qué puede salir de honorable de un negocio? ¿Y qué puede producir de honesto el comercio? Todo lo que se llama negocio es indigno de un hombre honrado… Los negociantes no pueden ganar sin mentir, y ¿qué hay más vergonzoso que la mentira? Por lo tanto, es necesario considerar como algo bajo y vil el oficio de todos los que venden su pena o su industria; puesto que cualquiera que cambie su trabajo por dinero se vende y se pone a nivel de los esclavos”.

Desde ese aborrecimiento por el trabajo de los filósofos griegos, hasta la condición actual, hubo un derrotero signado por los principios religiosos, la reforma protestante, la revolución industrial, el capitalismo, el comunismo, las guerras mundiales, la escasez de los recursos y el crecimiento exponencial la de población y de la expectativa de vida. La pereza ya no tiene un espacio concreto, debido a la valorización del tiempo y la necesidad de procurarse los medios de manutención a través de un trabajo rentado.

El debate hoy

Así arranca una publicación, la escritora Pilar G. Rodriguez

“Que el trabajo dirige y ordena cualquier proyecto vital es un hecho incuestionable. Ya sea por exceso, por defecto o por ausencia, la vida baila alrededor de lo que “eres” o dejas de ser. La lingüística en este caso subraya esa usurpación: ¿tú qué eres?, se pregunta mecánicamente. Y se asume que lo que somos es la profesión que tenemos. Porque «¿en qué trabajas?” resulta un poco más largo y, aunque sea más preciso, la lengua tiende a ahorrar, como algunos trabajadores”.

La pereza como concepto ya no está en el centro del análisis sino más bien, otros temas vinculados con la laboriosidad:

  • cantidad de horas trabajadas y productividad.
  • máquinas y tecnología reemplazando el trabajo del hombre.
  • equilibrio vida personal y laboral.
  • trabajo presencial o desde casa.
  • períodos vacacionales y licencias.
  • impuestos al salario.
  • salud y bienestar en el trabajo.

Vale decir que la pereza ha derivado en un concepto más general y creativo que es el «aprovechamiento del tiempo ocioso».«

«El sabio empleo del tiempo libre, debemos admitirlo, es un producto de la civilización y de la educación». escribe Bertrand Russell en su ensayo, Elogio de la Ociosidad.

La pereza, como una corriente contracultural que adquirió fuerza a mediados del siglo pasado, de la mano de Lafargue, con su libro titulado “El derecho a la pereza”, fue significativamente perdiendo entidad, como una oposición concreta al concepto de trabajo asalariado, debido a que la sociedad se fue aglutinando en una idea más equilibrada del tiempo dedicado a trabajar en conjunción con el tiempo dedicado al ocio.

La mejor combinación de trabajo y ocio, produce efectos positivos sobre las conductas humanas, contribuyendo significativamente para la satisfacción de necesidades y el cubrimiento de expectativas. El plan de vida de las personas no se puede motorizar sin un proyecto alineado sobre la base de objetivos concretos. En este caso el trabajo de llevar a cabo este plan, ya nos pone a cubierto de la pereza. Nos vincula con la idea de realización personal, de manera de encontrarnos con el sentido y el para qué vivir.

Para culminar, algunas bromas sobre la pereza:

Un día mi vecino me vio acostado en una hamaca y me dijo:

“la pereza es pecado”.

Yo le respondí:

“la envidia también”.

«Estaba viendo series tranquilamente, hasta que recordé todo lo que tengo que hacer. Ahora estoy viendo series estresadamente».

“La pereza no es un pecado tan malo, después de todo no me deja cometer los otros seis”

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