La verdad del manzanazo !

Los arboles de manzana siempre me resultaron fascinantes. Quien ha estado cerca de uno de ellos probablemente compartirá esta afirmación. Bien entrada la primavera, se produce su prodigioso florecimiento, dando lugar a un extenso conjunto de flores bellas y perfumadas. Una eclosión de blancas flores con algunos destellos rosáceos (dependiendo la variedad), que atraen a innumerables cantidades de abejas, urgidas por beber sus néctares, para transformarlos en las más exquisitas mieles. Tratándose de una planta que necesita agentes externos para transportar el polen de una flor a otra, y así de esta manera lograr la fecundación, el viento y las abejas juegan un rol decisivo en este proceso.

A lo largo de una seguidilla de semanas, las frágiles flores fecundadas con la ayuda de sus amigos insectos, dan lugar a cientos de pequeños frutos, que necesitan evitar las heladas y contar con buenos nutrientes, para alcanzar la condición de una fruta madura, rojo intenso, roja más pálida o verde, dependiendo de la variedad de que se trate. Una joya de la naturaleza hecha fruto que degustamos desde hace varios siglos.

Un árbol de manzanas estaba presente en la casa materna del más grande de los científicos y pensadores, Sir Isaac Newton. Más adelante explicaremos el porqué de su grandeza, por ahora sólo nos centraremos en uno de los mitos que acompañaron su historia hasta el presente.

Los hechos comprobados respecto de la historia de la manzana que golpeó la cabeza del prolífico científico son:

  • Newton nunca mencionó la caída de la manzana en ninguno de sus escritos.
  • La caída de la fruta sí que aparece mencionada en varias obras de otros autores, algunos de las cuales citan al propio Newton como fuente de información.
  • La fecha y el lugar de tal suceso habrían sido el año 1665 o 1666 en el jardín de su casa materna Woolsthorpe Manor, en Lincolnshire. En esas fechas Inglaterra estaba siendo asolada por la Gran Peste (peste bubónica) y la Universidad de Cambridge tuvo que cerrar sus puertas y mandar a sus estudiantes de vuelta a casa. Newton, por aquel entonces, estaba en el Trinity College.

Vale decir que una de las manzanas más famosas de la historia logró esa condición producto de la repetición reiterada y con agregados cada vez más atractivos de sus relatores.

Por ejemplo, uno de sus discípulos contaba:

“En el año 1665 cuando se retiró a su finca a causa de la peste, meditó acerca de su Sistema de Gravitación, algo que se le ocurrió al ver caer una manzana de un árbol”.

El mismo filósofo Voltaire, escribía en una de sus obras:

“Sir Isaac Newton tuvo la primera idea de su Sistema de Gravitación caminando por su jardín, al ver una manzana caer del árbol”.

En otro escrito se cita a su sobrina Catherine Barton como su fuente:

“Un día en el año 1666 en el que Newton se retiró al campo, observando la caída de los frutos de un árbol, como me dijo su sobrina (la señora Conduit), se dedicó a una meditación profunda”.

Por otra parte, una cuestión sí queda clara a la luz de las referencias aquí recopiladas. Aunque la manzana fuera la inspiración del científico inglés, en ningún momento se dice nada sobre que la fruta le golpeara. ¿De dónde viene el detalle del aterrizaje en la cabeza?

El primero en aderezar la historia de esa manera fue el gran matemático suizo Leonhard Euler. En una carta que escribió durante el año 1760 (cuando ya Newton había fallecido), es posible leer:

“Este gran filósofo y matemático inglés, yaciendo un día en un jardín bajo un manzano, una manzana cayó sobre su cabeza, y le dio la oportunidad de reflexionar”.

“Si Newton no hubiera descansado en un jardín debajo de un manzano y por casualidad una manzana no le hubiera caído sobre la cabeza”.

Las cartas fueron publicadas en francés en 1768 y se hicieron muy populares en toda Europa, dando origen al mito del manzanazo en la cabeza, que nos acompaña hasta nuestros días.

Unos años más tarde, el escritor inglés Isaac D’Israeli con la publicación de una obra en varios volúmenes en la que recoge anécdotas de muchas figuras históricas. Menciona el pasaje de Newton y la manzana en dos ocasiones. En el capítulo Poetas, filósofos y artistas, hechos por accidente del tomo 1 se dice:

“Siendo estudiante en Cambridge, se había retirado al campo durante la plaga en el país. Mientras leía debajo de un manzano, una de las frutas cayó y le dio un fuerte golpe en la cabeza”.

En el capítulo Anécdotas de abstracción de la mente, en el tomo 2, se recuerda:

“Newton está en deuda con este paciente hábito en muchos de sus grandes descubrimientos. Una manzana cae sobre él en su huerto, y el sistema de atracción aparece en su mente.”

Una última curiosidad se encuentra en el propio árbol que dio origen a toda esta historia. Aunque existen diversas historias acerca del mismo, parece ser que el manzano de Woolsthorpe Manor (el único que hay en dicha propiedad) todavía existe.

Hoy en día es objeto de peregrinación, de modo que está protegido con una valla para su conservación. Se cree que en realidad el original fue derribado por una tormenta hacia 1820, pero que sus raíces se mantuvieron y dieron lugar al árbol que puede contemplarse en la actualidad. Produce una variedad de manzana conocida como flower of Kent, no muy habitual y de sabor ácido.

Muchísimo más impresionante que el mito de la manzana

Isaac Newton nació el 25 de diciembre de 1642, en Woolsthorpe, Lincolnshire, Inglaterra. Siendo el más grande de los astrónomos ingleses, se destacó también como gran físico y matemático. Fue en realidad un genio al cual debemos el descubrimiento de la ley de gravitación universal, que es una de las piedras angulares de la ciencia moderna. Fue uno de los inventores del cálculo diferencial e integral. Estableció las leyes de la mecánica clásica, y partiendo de la ley de gravitación universal dedujo las leyes de Kepler en forma más general. Logró construir el primer telescopio de reflexión.

Su padre, murió de neumonía unos meses antes de su nacimiento, y su madre luchó por sacar adelante la granja de la familia. Eran tiempos difíciles en el país, una sangrienta guerra civil trastornó a Inglaterra durante seis años. Cuando Isaac tenía tres años su madre volvió a casarse, dejando a su hijo al cuidado de sus abuelos. Su primera educación la recibió en las escuelas de los pueblos cercanos. A los doce años fue inscrito en la escuela primaria de Grantham, una ciudad a diez kilómetros de su hogar. Allí estudió latín y la Biblia, pero tuvo poco contacto con las matemáticas o las ciencias. El joven Newton vivía en la casa de William Clarke, farmacéutico de la ciudad, que tenía una de las mejores bibliotecas del lugar y una hermosa hijastra, con la que más tarde Newton tuvo un romance adolescente, el primero y último de su vida.

Cautivado por el principio de los relojes de sol, aprendió a calcular no sólo la hora sino también el día del mes, y a predecir acontecimientos como los solsticios y los equinoccios. Incluso el viento lo fascinaba. Un día, cuando Newton tenía dieciséis años, se alzó una gran tormenta, mientras la gente prudente buscaba refugio del viento, el joven realizó lo que más tarde recordaría como su primer experimento científico. Primero saltó con el viento, luego contra él. Comparando las distancias de los dos saltos, fue capaz de estimar la fuerza del ventarrón.

Poco después, Newton fue llamado de la escuela para ocuparse de la granja de la familia. Un viejo sirviente de confianza recibió la tarea de enseñarle todas las habilidades necesarias, pero Newton nunca puso su corazón en el trabajo. Construía un molino de agua en el arroyo -completo con presas y compuertas- mientras sus ovejas sin vigilar invadían los campos de maíz del vecino. Su curiosidad, era ilimitada en asuntos de ciencias e invenciones, pero no se extendía hasta la agricultura. Después de nueve meses, la familia decidió que aquel curioso manipulador estuviera mejor en la escuela. El maestro de Grantham, que insistía en que los talentos de Newton se estaban desperdiciando en la granja, se ofreció a alojarlo en su propia casa. Así, en otoño de 1660, Newton regresó a Grantham a fin de prepararse para la universidad. En junio del año siguiente estaba listo para ir a Cambridge. Deseaba ya convertirse en profesor.

En Cambridge, Newton llenó su soledad con el estudio de una amplia variedad de temas, que iban desde la astrología hasta la historia. Al final de su etapa de no graduado en 1664, había descubierto también las matemáticas y la filosofía natural, un campo que abarcaba los temas hoy conocidos como ciencias físicas. Newton se estaba preparando para empezar el trabajo de posgraduado cuando su vida dio otro brusco giro. Inglaterra fue golpeada por la peste bubónica, que se llevó consigo miles de vidas, sobre todo en ciudades como Londres y Cambridge, cuyos sucios y atestados arrabales proporcionaban un caldo de cultivo ideal para la enfermedad transmitida por las ratas. La universidad cerró temporalmente mientras sus estudiantes huían a regiones rurales menos afectadas. Newton regresó a Woolsthorpe, visitando Cambridge de tanto en tanto para usar su biblioteca. Tranquilo al calor de Lincolnshire, puso a trabajar su poderoso intelecto en diversos problemas científicos y matemáticos. Construyó la primera versión funcional de un nuevo instrumento astronómico, el telescopio de reflexión, que usaba un espejo curvo en vez de lentes para enfocar la luz. Desarrolló una nueva y poderosa rama de las matemáticas llamada cálculo. Y efectuó el trabajo fundamental de su teoría de la gravitación.

Su gran tratado Principios Matemáticos de Filosofía Natural (Principia), publicado en 1687 presenta los estudios de Newton durante más de veinte años en relación a la mecánica terrestre y celeste. Allí enuncia la ley de gravitación: dos cuerpos se atraen con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa.

La importancia filosófica de la obra de Newton es extraordinaria; la forma en que el ser humano enfrentó la naturaleza el siglo XVIII y XIX es una consecuencia de los descubrimientos del gran sabio inglés. Los méritos de Newton no se reducen al campo de la mecánica y las matemáticas; también la óptica supo de su talento. Descubrió que la luz blanca puede ser descompuesta en todos los colores del arcoiris al hacerla pasar por un prisma, iniciando con ello el análisis espectral, base de la astrofísica contemporánea. Sus estudios sobre la luz lo llevaron a publicar en 1704 su Tratado sobre Óptica, donde además detalla su teoría corpuscular para la naturaleza de la luz.

Los últimos años de su vida los destino a profundas meditaciones teológicas, alejado casi totalmente de aquellos quehaceres intelectuales para los cuales no tuvo rival. Murió el 20 de marzo de 1727, en Cambridge, Cambridgeshire, Inglaterra.

La manzana, el fruto prohibido del cual comieron Adán y Eva, fue en realidad producto de una mala traducción. Como ya vimos, asimismo no existe evidencia que afirme que realmente una manzana golpeó la cabeza de Newton.  

Todo parece indicar que este riquísimo y difundido fruto, ha estado presente en varias de las historias más importantes de la humanidad.

Símbolo actual de una prestigiosa marca de tecnología, los humanos no cesamos en usarla como un ícono sencillo, práctico y asequible de lo que queremos que trascienda.

La manzana aquella que nace de una bella y aromática flor, no opone reparos ni pide derechos de representación.

Solo sigue ahí desde hace cientos de años acompañando nuestra vida y alimentándonos con su indiscutida riqueza nutritiva.

El fruto prohibido, el atrevido proyectil, la novedosa tecnología, no reflejan para nada la perfección de su belleza.

Dame una manzana y te contaré otra historia!

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