El inicio del entrenamiento como coach ontológico significó para muchos un antes y un después, respecto de la distinción filosófica de qué significa SER.
Los lentes con los cuales muchos de nosotros observábamos la vida, estaban teñidos de la fuerte influencia del pensamiento cartesiano tradicional: «PIENSO LUEGO EXISTO».
«Elegir ser» partiendo de esa frase nos encierra en nuestra mente, que es una máquina incansable de generar pensamientos, de los cuales solo una pequeña fracción tienen la objetividad y la fuerza necesaria para transformarse en palabras y acciones. Vivimos en un mundo de conversaciones internas, bucles retroalimentados por falencias y vicios, que nos mantienen atrapados en una constante vorágine de energía cerebral desperdiciada. Si nos detenemos a hacer un balance de qué pensamos y de qué realmente construimos a partir de esos pensamientos, el porcentaje de ejecución sería por cierto realmente muy bajo.
Las emociones, aquellos innatos condicionales que nos mueven para actuar, conforman el sistema que desde pequeños nos pone en alerta, usando para ello el miedo, la tristeza, la alegría, el enojo, la dicha, y tantas más que no quiero aburrir con el listado. Contamos sin lugar a dudas, con más emociones negativas que positivas (no posibilidad vs posibilidad). Gracias a ellas hemos superado muchas instancias. Seguimos gobernando la tierra por encima de otras especies animales y vegetales desde hace miles de años.
La combinación de pensamientos y emociones, no son malas en si mismas. De hecho, nos sirven y nos han servido para incontables años de evolución humana.
La ontología del lenguaje, uno de cuyos máximos exponentes es Rafael Echevarría, nos pone en la tarea de reconocer la importancia del lenguaje en nuestras vidas, como aquel que, a través de afirmaciones, declaraciones fundamentales (amor, perdón, ignorancia, si, no), juicios, pedidos y ofertas, nos permite crear y recrear nuestro ser, para dejar de lado la vieja concepción de seres inmutables, como aquellos que aceptan un destino cuasi prefijado. Para Echeverría el lenguaje es acción, vivimos en un mundo de conversaciones donde tener una adecuado conciencia de ello, nos permite accionar y ser, desde un cambio de paradigmas de nuestro observador. En ese punto las preguntas son el punto de partida para que un coach entrenado, este al servicio de una persona (coachee) que pretenda encontrar sus propias respuestas, para alcanzar nuevas metas y posibilidades.
La irrupción de esta nueva concepción en muchos de los que hicimos el entrenamiento, produjo mejoras sustanciales en la manera de observar la vida, pero por sobre todo impactaron positivamente en la esfera de las relaciones, asociadas a su inmenso potencial para desarrollar ámbitos de convivencia éticos y productivos. Echeverría nos invita a construir juntos un nuevo convivir usando el lenguaje como herramienta clave de soporte ético.
No es propósito de este escrito ahondar en la filosofía ontológica de Echeverría, sino más bien la usaremos para vincularlos a con otro gran pensador, que a sus 92 empezó a brillar en otra dimensión menos terrenal: Humberto Maturana.
Un breve resumen de su vida
Nacido en Santiago, Chile, estudió medicina y biología en la Universidad de Chile, que amplió en el campo de la anatomía y neurofisiología en el University College de Londres con una beca de la Fundación Rockefeller. Se doctoró en biología por la Universidad de Harvard (1958), con una tesis sobre la estructura del nervio óptico en la rana -The fine structure of the optic nerve and tectum of Anurans. An electron microscope study-, y prolongó sus trabajos sobre anatomía y neurofisiología de la visión animal en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, junto a Jerome Lettvin. A raíz de dicha investigación, ambos fueron postulados como candidatos al Premio Nobel de Medicina y Fisiología.
En 1960 regresa a su país como docente de biología en la Universidad de Chile, al tiempo que investiga en los sistemas biológico perceptivos de distintos animales y el procesamiento de la información en el cerebro. La biología y la neurofisiología de los procesos cognitivos. En 1965, crea el Instituto de Ciencias y la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Junto con un antiguo alumno y discípulo, el también chileno Francisco Varela, publica De máquinas y seres vivos (1972) y El árbol del conocimiento (1984), en los que dan a conocer el concepto de ‘autopoiesis’ aplicado a los seres vivos. En Santiago crea el Laboratorio de Epistemología Experimental, destruido en 2006 por un incendio. En 2000, funda, junto a Ximena Dávila Yáñez el Instituto de Formación Matríztica, dedicado al análisis de la dinámica de la Matriz Biológica de la Existencia Humana. Es doctor ‘honoris causa’ por las Universidades Libre de Bruselas (Bélgica), Santiago (Chile) y Málaga (España).
Autor, entre otros, de los libros De máquinas y seres vivos, con Francisco Varela (1972), Autopoiesis and cognition (1980), El árbol del conocimiento, con Francisco Varela (1984), Emociones y lenguaje en educación y política (1990), El sentido de lo humano (1991), Desde la biología a la psicología (1993), La realidad, ¿objetiva o construida?, 2 vols. (1996), La objetividad, un argumento para obligar (1997), Transformación en la convivencia (1999), From Being to Doing. The Origins of the Biology of Cognition, con Bernhard Poerksen (2004), The Origins of Humanness in the Biology of Love, con Gerda Verden-Zoller (2009).
Un escueto resumen de su pensamiento y expresiones científicas
Desarrolla en el campo de la biología el concepto de la «autopoiesis», siguiendo los trazos de Bateson y Wittgenstein, entre otros. La realidad es una construcción consensuada por una comunidad, donde se produce una apariencia de objetividad. Reemplaza el concepto filosófico de objetividad por la idea de construcción social. Su «biología del conocimiento’«se sitúa en la corriente del relativismo epistemológico y del constructivismo radical, emparentado por ello con los planteamientos de Heinz von Foerster, de los que se distancia a comienzos ya del siglo XXI. No es menos importante su relación con Gotthard Günther.
La realidad de los seres vivos está en la biología, como la percepción y la construcción de la realidad. Maturana describe una biofilosofía determinista que, a partir del concepto de ‘autopoiesis’, descubre sistemas de vida autorreferentes, dotados de autonomía para la supervivencia y la reproducción que actúa de forma distinta según las circunstancias ambientales, lo que le permite inferencias en el campo de los sistemas sociales, la educación, la comunicación.
A partir de sus numerosos trabajos en la anatomía y fisiología de la visión animal, advierte el relativismo de la recepción al constatar “que es el vivir del animal lo que determina cómo y qué ve éste” y que, consiguientemente, existe una “congruencia operacional de un organismo con su circunstancia”, resultado de los “cambios estructurales coherentes entre organismo y medio que han surgido de la historia evolutiva a que éste pertenece”.
Para Maturana y su trazado sistémico, los seres vivos están sujetos a una dinámica estructural interna, que distingue a las especies y a los individuos, descrita por su autonomía o ‘autopoiesis’, pero también por la dinámica comunicativa o relacional que permite el consenso vital de las diferentes formas de vida.
Otro aspecto importante de sus reflexiones corresponde a la invitación que Maturana realizó al cambio de la pregunta por el «ser» ,pregunta que supone la existencia de una realidad objetiva, independiente del observador, a la pregunta por el «hacer» , siendo esta una pregunta que toma como punto de partida la objetividad entre paréntesis, es decir, que los objetos son traídos a la mano mediante las operaciones de distinción que realiza el observador, entendido este como cualquier ser humano operando en el lenguaje.
Vinculaciones con la ontología del lenguaje
«Antes usted le preguntaba a un biólogo cómo es un ser vivo y no sabía qué contestar», contó Maturana a BBC Mundo en 2019.
Sin embargo, tras publicar su teoría, «el vivir pasó a ser explicable».
«Es un fenómeno de una dinámica molecular que constituye entidades discretas que son los seres vivos», señaló.
Según su teoría, todo ser vivo es un sistema cerrado que está continuamente creándose a sí mismo y, por lo tanto, reparándose, manteniéndose y modificándose.
La ontología hace referencia a ese proceso de transformación continuo del hombre en y a través del lenguaje. Maturana no sólo lo fundamenta biológicamente, sino que va más allá al expresar:
“El lenguaje no es un sistema de comunicación o transmisión de información, sino un sistema de convivir en las coordinaciones de los deseos, los sentires, los haceres, en cualquier dimensión del convivir que está ocurriendo».
Respecto del lenguaje y particularmente la importancia de la escucha a nivel de las empresas.
«Las personas generan todo lo que sucede en la empresa y lo fundamental es que estén haciendo lo que saben hacer de manera cuidadosa en el momento oportuno. Para que eso ocurra -explicó-, tenemos que escucharnos recíprocamente porque si no, resulta en incoherencias en lo que hacemos como comunidad empresarial”.
Humberto y “ su amar educa”
Sobre la educación, opinó: «Lo fundamental en la educación es la conducta de los adultos. Los niños se transforman en la convivencia y va a depender de cómo se conduzcan los mayores con ellos, no solamente en el espacio relacional, material, sino en el espacio psíquico».
“Cuando decimos que amar educa, lo que decimos es que el amar como espacio que acogemos al otro, que lo dejamos aparecer, en el que escuchamos lo que dice sin negarlo desde un prejuicio, supuesto, o teoría, se va a transformar en la educación que nosotros queremos. Como una persona que reflexiona, pregunta, que es autónoma, que decide por sí misma.
Amar educa. Si creamos un espacio que acoge, que escucha, en el cual decimos la verdad y contestamos las preguntas y nos damos tiempo para estar allí con el niño o niña, ese niño se transformará en una persona reflexiva, seria, responsable que va a escoger desde sí. El poder escoger lo que se hace, el poder escoger si uno quiere lo que escogió o no, ¿quiero hacer lo que digo que quiero hacer?, ¿me gusta estar donde estoy?”, son algunas de las preguntas que aparecen.
Para que el amar eduque hay que amar y tener ternura. El amar es dejar aparecer. Darle espacio al otro para que tengan presencia nuestros niños, amigos y nuestros mayores”.
Maturana sentó las bases biológicas para explicar porque el hombre no es un ser inmutable.
El tercer principio de la ontología de Echeverría nos muestra claramente de qué se trata la vinculación social de nuestras acciones:
“Los individuos actúan de acuerdo a los sistemas sociales a los que pertenecen. Pero a través de sus acciones, aunque condicionados por estos sistemas sociales, también pueden cambiar tales sistemas sociales”.
Humberto es un fiel reflejo de una vida dedicada a impactar en los sistemas sociales.
Desde ese punto de vista le damos un Adios relativo.
El ministerio de Ciencia de Chile, lo despedía con estas palabras.
“Lamentamos la muerte del Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana. Doctor en Biología y profesor @uchile. Será recordado por su contribución a la teoría del conocimiento para la comprensión de lo humano, educación, comunicación y ecología”.