El Mesías de la simpleza !

La tibieza de este fin de semana otoñal invita a desacelerar nuestro ritmo, para llevar a cabo actividades más ligadas con nuestro interior aplacado, aquel al cual recurrimos en busca de calma y paz.

Vivir las Pascuas es un momento único e irrepetible de nuestras vidas. Viviremos tantos pasos (significado de la pascua para el pueblo judío) como tantos años tengamos la oportunidad de contar con el don de la vida.

Para los cristianos es un proceso de introspección hacia la espiritualidad que sirve para el reencuentro con nuestros valores y compromisos más arraigados.

El proceso que transita Jesús cada Semana Santa adquiere un significado especial, intangible, despojado de toda vanidad. Encarcelamiento, martirio, muerte y resurrección es una sucesión de hechos poco agradables, aunque provistos de un final prometedor: la vida más allá la vida.

Este ejemplo de transformación personal se hace mucho más rico si nos detenemos a visualizar el camino.

Este hombre mientras crecía en su fe, lo hacía para mostrar a sí mismo y a los demás, algunas simples y poderosas convicciones sobre las que peregrinaba en compañía de sus apóstoles.

La coherencia de pensar, decir y hacer en torno de unos pocos postulados, que no requieren de gran entendimiento, aunque por cierto de una gran decisión.

Jesús del amor: «Que os améis unos a otros como yo os he amado».

Jesús del perdón: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores».

Jesús de la concordia: «Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo».

Jesús del accionar responsable: «No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados».

Jesús de la alegría en el corazón.

Jesús del agradecimiento por el pan de cada día.

Jesús del dar más que del recibir.

Jesús de la calma: «mi paz os dejo mi paz os doy».

Las declaraciones sobre las que basa su vida y su enseñanza están despojadas de egoísmos.

Una cuestión central recorre su prédica: la simpleza de su corazón.

¿Para que estamos haciendo las cosas tan complicadas?

El Mesías de la simpleza nos viene mostrando un camino hace dos mil años.

Perdón, amor, gratitud, empatía, solidaridad, trabajo, alegría por vivir.

Esta primera revolución, fue seguida por otras revoluciones que pregonaban por ejemplo igualdad, libertad y fraternidad.

Muchos años de historia para tropezar tantas veces con la misma piedra.

El Mesías de la simpleza sigue cada año mostrando una manera de vivir que congrega.

Son tan sencillos sus actos que nos devuelven la grandeza de lo simple.

Por eso en cada pascua, el pueblo cristiano renueva su confianza en este modelo basado en principios universalizados que honran la entrega de Jesús en la Cruz.

Este Domingo celebramos juntos la promesa renovada del apóstol redentor. Lo hacemos en familia, junto a nuestros afectos, congregados en la misa, en la mesa y en las tertulias donde conectamos de nuevo con lo esencialmente humano: amor, convivencia, empatía con el otro, respeto, paz.

La simpleza del Mesías guía nuestros abrazos, perdones y cariños.

Un año que se torna complejo, los temores de la pandemia, las dificultades económicas, son apalancados por la confianza, la fe, y el compromiso del profeta de la vida más allá de la vida.

Nos queda trabajo para superar instancias decisivas de este presente y del futuro.

Este líder remozado nos devuelve la alegría y nos honra con su confianza.

Está en nosotros reencontrarnos con nuestros anhelos más profundos.

¡Felices Pascuas!

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