El almanaque se fue deshaciendo de muchos días, horas y minutos. Los fue soltando al aire contaminado por un virus que aún nos tiene a mal traer. Una enfermedad invisible que fue tomando la vida de muchos seres humanos sin pedir permiso, ni mostrar ningún signo de clemencia.
En este trayecto que comenzó más o menos en enero, todos o casi todos hemos sufrido una pérdida cercana, producto del virus, o a consecuencia de los efectos indirectos o indeseados. Personas que por miedo no siguieron sus tratamientos médicos, encierros que generaron angustia y depresión, falta de actividad física, produjeron potenciales escenarios para otras enfermedades no menos mortales, desenlaces no previstos, sufrimientos y zozobra.
A lo largo y ancho del mundo se perdieron empleos, calidad de vida, hubo dificultades para acceder a la educación, los niños se vieron privados de sus juegos y los adultos mayores de la posibilidad de sentir de cerca los afectos.
La voluntad y profesionalismo de los médicos y de todo el sistema de salud alcanzó para amortiguar los efectos de los golpes fulminantes y reiterados de una o varias cepas de un diminuto soldado preparado para matar y mutar.
La vida tal cual la conocíamos sufrió en casi todos los ámbitos una metamorfosis basal, de la cual no habrá un retorno al menos en el corto y mediano plazo. Protocolos de higiene, barbijos, barreras sanitarias, alcohol , otros desinfectantes y prácticas preventivas, han venido para quedarse, parece que por mucho tiempo con nosotros. El distanciamiento como medida de resguardo no podrá ser obviado en los tiempos venideros. Eso implica desafíos cada vez mayores para que las personas puedan llevar a cabo numerosas actividades.
La carrera contra el tiempo por el desarrollo de las vacunas encuentra a varios corredores acercando la llama del fuego olímpico a la meta final. Durante todo el 2021 las personas seremos vacunadas, con la esperanza de que las sucesivas mutaciones sean alcanzadas por la vacuna original.
La globalización se ha roto en miles de pequeños pedazos y fragmentos culturales y geográficos, dando lugar a nuevos nacionalismos, orgullos locales que vuelven a despertar, incluyendo países poderosos que parecen querer aislarse en sus políticas y en sus estrategias, para dar lugar a una nueva y peligrosa contienda, esta vez dominada por la tecnología, el espionaje y las infiltraciones por las redes.
Surgen con más fuerza nuevas intolerancias de las viejas intolerancias que ya conocíamos, volviendo a un bajo nivel de aceptación de los otros y sus pensamientos. Eso suma un elemento más de aislación y desencuentro.
En lo personal creo que no hemos alcanzado a dimensionar que estamos sobreviviendo a una de las peores catástrofes humanas modernas, donde los sistemas sociales generados dentro de culturas capitalistas, socialistas, comunistas o de la naturaleza que sean , no han servido para frenar el avance de una enfermedad poco manejable.
La capacidad de adaptación, la flexibilidad mental, los recursos que poseemos y las acciones que tomamos como homo sapiens que somos, han menguado los efectos, los han tornado al menos manejables, aunque los niveles de incertidumbre siguen por las nubes.
«Sobreviviendo como especie humana durante este año 2020 nos ha permitido ser más resilientes, más inteligentes para aprender a sobrellevar esta enorme crisis».
Es probable que ese aprendizaje sea el mejor capital que hemos atesorado durante este año que culmina.
Es probable que volver sobre cuestiones importantes como los afectos, la cercanía, la búsqueda del bienestar, a cuestionarnos algunos procederes individualistas y haber adquirido un mayor sentido de responsabilidad por el otro, sea el lado más brillante de este año opaco, ajado y con bastante grado de dramatismo.
El final del año 2020 es como una saga de película que culmina con un continuará……. No creo esta sea la única, sino que habrá remakes del mismo u otro tipo que nos seguirán poniendo en jaque. Crisis financieras, económicas, ambientales, religiosas, donde se pondrán cada vez más a prueba nuestra capacidad para dar respuestas.
El debate filosófico sobre nuestra oportunidad como especie adquiere mayor significancia, no nos queda un tiempo ilimitado para trazar un camino que puedan seguir las generaciones futuras.
Sin embargo, el 2021 nos obliga a poner en marcha con gran sentido pragmático, decisiones concretas sin visiones personalistas, despojadas de vanidad para tomar acciones en el muy corto plazo, sobre la salud y las vacunas, las actividades, la educación, el turismo y el desarrollo de la sociedad.
El 2020 se va retirando casi sin ruido, con ausencias notables, con pocas luces.
La bisagra emocional que significa un nuevo año, con renovadas esperanzas, ilusiones y anhelos está muy cerca. El 2021 se viene asomando tímidamente, como un jugador de póker que hojea las cartas.
La encrucijada de la historia nos muestra que hubo tiempos parecidos, casi nunca iguales. Los matices suelen ser semejantes, pero tan distintos a la vez, que el pasado sólo nos sirve como referencia para actuar.
«Un SOBREVIVIENTE del 2020 es un gran afortunado, se quedó con la vida y con la posibilidad de accionar este 2021».
En lo personal creo tenemos que honrar esa posibilidad, comprometidos con resolver pensando no sólo en las cuestiones inmediatas, sino además en qué hacer para adelante.
No sé si a futuro alguien revisará la historia como lo hacemos hoy para establecer comparaciones.
En unas décadas más, alguno de nosotros estará sentado con sus nietos, revisando algunas fotos familiares, donde apareceremos con barbijos y algún alcohol en gel dando vueltas.
Abuelo, ¿por qué salen todos así?
No sólo no tendremos que eludir la respuesta, sino que seguro tendremos que tener muchas otras explicaciones para los por qué habituales en los niños.
Al menos una de las respuestas que demos nos tiene que tener como activos protagonistas sobrevivientes de esta calamidad con pocos precedentes.
El 2021 nos espera.…….
No podemos predecir las cosas que nos van a suceder, pero si podemos elegir que hacer con lo que nos suceda.
Un recuerdo y cariño especial para los que nos están más con nosotros.
Levanto mi simbólica copa pidiendo por ellos, por lo que se están recuperando, para que cada uno de nosotros conserve esa fuente inagotable que no se detiene nunca, a la cual hemos llamado VIDA.
¡Nos vemos en el 2021!
¡Gracias por leerme!