Parar la pelota !

La lluvia se hizo presente luego de una prolongada sequía de más de casi cinco meses. Si bien fue escasa, remolona, casi desganada, si es aplicable darle una entidad actitudinal, sirvió para recordarnos de qué se trata y cuán importante resulta este vital elemento que cae del cielo.

No tengo referencias actualizadas si esta bendición en forma de gotas acompasadas, se derramó en las zonas serranas de nuestra provincia, esos bellos y vivos paisajes que han sido arrasados por el fuego. Ojalá de esta manera se haya calmado la voracidad de las llamas que sedientas de oxígeno y materia seca, apagan la vida a su irrefrenable paso.

Sintiendo por momentos esa impulsividad vital mezclada con ansiedad que nos acelera, me pongo a pensar en esa contraparte que la equilibra, la decisión de detener la marcha vertiginosa y poner conciencia en hechos cotidianos, habituales, ordinarios o extraordinarios. Esto nos permite recuperar y darnos cuenta de quienes somos o mejor dicho aún para qué estamos siendo.

Para los que jugamos o hemos jugado al futbol, es muy importante tener dentro del equipo a alguien con capacidad de parar la pelota. Ese jugador diferente y pensante, que hacía que el juego fluyera, se ordenara, se transforme en un juego creativo.

Normalmente este cerebro dentro de la cancha servía al equipo en varios aspectos tales como:

  • Evitar que todos corrieran innecesariamente.
  • Hacer el equilibrio y la pausa necesaria para que el equipo avance y retroceda de manera organizada.
  • Planificar jugadas, cambiar los ritmos y los flancos de ataque.
  • Servir de referencia para el posicionamiento dentro de la cancha.
  • Contener, hablar y evitar los desbordes emocionales.
  • Gestionar los tiempos para jugar a la ofensiva, defender y buscar los huecos por donde pasar la pelota.

Si además este distinto, adquiría condiciones de liderazgo dentro y fuera de la cancha, se transformaba en un verdadero capitán, un referente indiscutido para el desempeño positivo del equipo.

Cada uno de nosotros tiene en su memoria el recuerdo de alguno de estos verdaderos artistas del manejo del tiempo, las emociones, los ritmos, que ponían la cabeza fría cuando había que ponerla, y asimismo el corazón y la garra cuando las piernas flaqueaban.

Las buenas decisiones de este organizador, naturales, repetidas y consistentes, se transformaban con el tiempo en un ejemplo a seguir por el resto de sus compañeros. Otros jugadores copiaban su impronta con sus sesgos personales por supuesto. A la larga el equipo se movía como una maquinaria cuasi perfecta, casi como un tren de engranajes sincronizados y armónicos.

¡Pará la pelota Bordolini! , me solía gritar el técnico de las inferiores donde jugaba a mis doce años. ¡Vos estás para eso!

Si extrapolamos el escenario del juego del futbol al escaparate más complejo de nuestras vidas, donde vivir es un desafío día a día, donde los partidos son otros y los ritmos sumamente vertiginosos, es probable que detectemos muchas áreas donde cada tanto necesitemos parar la pelota.

Familia, trabajo, relaciones, desarrollo personal, espiritualidad, economía y finanzas, amor, salud, conforman un conjunto de espacios vitales a los cuales les damos mayor o menor importancia de acuerdo a nuestra personalidad. Casi siempre existe un área que actúa de motor, que nos impulsa y la que conlleva nuestra mayor atención. Las otras se acomodan al ritmo de esta, para equilibrar la rueda mientras gira.

Lo que nos mueve, es lo que en general nos emociona, nos hace sentir plenos y llenos de ese inmenso deseo de vivir. Las emociones que nos acompañan desde nuestro primer llanto, son inseparables compañeras, condimentan lo bueno y lo malo, sin ser ni buenas ni malas, sólo una parte indisoluble de nuestra humanidad.

Lo que nos nueve a veces no nos permite parar, salirnos un poco de nosotros mismos, para vernos desde afuera, para ver lo que está pasando en realidad cuando nos desentendemos un poquito de las permanentes y veloces reacciones, o en el extremo opuesto de nuestros desgano y depresiones.

Parar la pelota, sirve para poner conciencia, subirnos a un palco elevado para ver desde allí, qué, cómo y para qué estamos viviendo. Ser testigo de nuestras propias acciones en vivo y en directo.

Parar la pelota no es tarea sencilla.

A menudo cuando lo intentamos hacer surgen miedos de enfrentar nuestras ansiedades, imperfecciones y cuestiones no resueltas. Es natural que así sea porque es parte de nuestro software, sólo que cada tanto hay que actualizarlo y pasarle algún antivirus.

El ejercicio vale la pena, adquirir habilidad para hacer un alto y repensar algunas cosas nos posiciona en un escalón diferenciado y con mejor perspectiva.

Mientras escribo estas líneas pienso en las oportunidades que desperdiciamos a diario para detener la vorágine, haciendo una pausa en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Para distinguir lo importante de lo urgente.

Hay un momento en que estando en la mitad de la cancha, es imprescindible levantar la cabeza para observar más allá de los jugadores corriendo y la pelota que va y viene.

Ser un observador de uno mismo para apaciguar las ansiedades, para poner algo de ritmo donde no lo hay o para cambiar de rumbo, evitando caer de manera repetida en los mismos caminos sin salida.

La maduración personal requiere poner consciencia en nuestras acciones.

En lo personal reconozco que los intentos de parar la pelota alternan buenas y malas, pero me da cierta certeza el hecho de haber recogido algunos frutos con esta práctica.

Por momentos logro ser el técnico de mí mismo, diciéndome:

¡Bordolini, pará la pelota que para eso estás!

En otros no me encuentro dentro de la cancha.

Ya con distinguirlos, te aseguro que habrás hecho un gran avance.

No es tiempo de perder las esperanzas !

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