La carrera !

Preparación

La conversación surgió de manera natural, una tarde mientras Juan y Guillermo corrían como era su costumbre desde hace varios años. Estudiaban juntos Ingeniería mecánica en la Universidad. Este último ciclo lectivo se había hecho muy pesado, muchas materias exigentes, exámenes, trabajos prácticos , más la necesidad de trabajar para poder ayudar económicamente a sus familias de origen, de condición bastante humilde.  Trotar con buen ritmo todas las tardecitas, por las calles cercanas a la Facultad, les ayudaba a sobrellevar las tensiones. Vivían cerca uno de otro, siendo ambos vecinos de la Universidad, lo cual facilitaba las cosas.

¿qué te parece Guille si nos anotamos para correr la maratón por el aniversario de la Uni?

-¿Vos pensás que estamos preparados?

Hace desde segundo año que corremos al menos cuatro veces por semana. No hemos parado nunca, salvo contadas excepciones. Nuestro promedio debe ser de al menos 10 kms por día.

-Es cierto, pero necesitamos subir distancia y velocidad si queremos tener chance de llegar al final. Son 42 kms hermano.

-Nosotros podemos. Nos quedan un poco más de dos meses para mejorar nuestro estado.

-Lo que te puedo ofrecer es acompañarte en el entrenamiento, para que puedas lograrlo. Voy a correr ese día, pero no me comprometo a terminar la maratón.

-Genial Guille, desde mañana sumamos kms y bajamos tiempos.

Las semanas siguientes Juan estuvo muy animado con la idea de alcanzar con buen estado físico y mental la maratón. Le preocupaba un poco una vieja lesión en la rodilla. Notaba que con el esfuerzo incremental se agudizaba un pequeño dolor que se irradiaba desde sus meniscos.

Guillermo, de temperamento más calmo y racional vivía la etapa de preparación con más relajamiento.

Al mes ya sostenían paso firme en una distancia de 20 kms. Los fines de semana que disponían de más tiempo, se animaban con los 25 kms haciendo un promedio que según sus cálculos los pondrían en la mitad de tabla.

Complementaban la preparación física con una adecuada alimentación, nulas salidas nocturnas y buen descanso.

A la sexta semana, Juan se había diferenciado de su amigo Guillermo. Corría algunos kms más y lograba tramos con un interesante promedio de tiempos.

Estaba claro que Juan tenía un espíritu más competitivo y desafiante.

La última vez que entrenaron antes de la carrera Juan era a las claras superior. Guillermo llegó al final unos minutos después portando su habitual sonrisa.

-Es increíble lo que has mejorado Juan. La verdad es que sos un ejemplo para mí en muchos aspectos. Esta carrera la hago por vos, para ver que llegues a terminarla.

-Te agradezco Guille pero creo que vas a poder. Como cuando lograste rendir casi sin haber estudiado, porque sos un tipo muy inteligente. Como esa vez que le enseñaste al profesor como soldar dos metales diferentes.

-Dale loco, haceme la psicológica.

La maratón

Esa mañana de domingo de abril amaneció con un clima ideal. Unos quince grados, apenas una brisa, por momentos nublado total en otros parcial.

La concurrencia era numerosa. Había un poco más de unos setecientos entusiastas corredores, entre mujeres y hombres de diferentes edades. Algunos corrían 10, otros 20 kms, los menos la maratón completa.

Los dos amigos recibieron sus pecheras numeradas. 92 para Juan, 83 para Guillermo. Para la distancia de 42 kms los corredores sólo superaban la centena.

La estrategia era arrancar juntos los diez primeros kms, luego Juan trataría de mantener un ritmo superior para estar dentro de los veinte primeros y culminar así la carrera. Guillermo llegaría con suerte algo más tarde , en un lote con menor desempeño, pero eso no importaba demasiado para él.

Cuando comenzó la competencia, los dos maratonistas se hicieron un lugar juntos, corriendo codo a codo en el lote de vanguardia. Los dos eran flacos, de estatura regular y daban zancadas casi como dos estampitas pegadas.

Cuando sobrepasaron el cartel de los 10 kms, Guillermo pareció desinflarse repentinamente, más allá de lo previsto. Juan sin embargo, no sólo sostuvo la cadencia sino que la elevó. Su cuerpo entrenado se desempeñaba como una máquina perfecta. Su respiración constante oxigenaba la sangre en su corazón, que bombeaba el vital elemento por sus arterias y venas dando una energía constantemente creciente a sus músculos.

A los 20 kms había diez corredores en la punta. Uno de ellos era Juan, el cual ocupaba la posición número nueve. Mucho mejor de lo pensado.

Guillermo venía unos cinco minutos retrasado respecto de ese lote de avanzada. Le costaba sostener el compás y se notaba que sus fuerzas físicas habían menguado impensadamente. Su espíritu tranquilo y sus ganas de llegar lo mantenían en pista.

A los 25 kms, la competencia era liderada por cinco corredores contenidos en una distancia de unos 100 metros. Juan ya era el cuarto. Se sentía pleno y con muchas energías. En la última hidratación que habían hecho observó como jadeaban los que venían detrás de él. Estaba claro que no había chances de que lo alcanzaran.

La idea era continuar así. Juan había subestimado su preparación. De hecho, parecía estar mucho mejor de lo planificado. Quizás podía estar en el podio. ¿Por qué no?

A los 30 kms Juan estaba en la tercera posición lejos del cuarto, pero al mismo tiempo a unos cien metros del segundo. El líder les había sacado una ventaja considerable a todos. Todo pintaba para que la maratón terminará así.

Guillermo a esas alturas padecía la travesía. Estaba en un lote de varios corredores que se sostenían a unos 3 kms de la punta. De mitad de pelotón para arriba, pero había empezado a acalambrarse un poco. Resultaba evidente que no podría mantener ese ritmo mucho tiempo más.

Juan se preguntaba por su amigo. Empezaron a resonar sus palabras en su mente, aunque mucho más en su corazón.

«Juan, corro para acompañarte, no tengo intenciones de nada más».

Se acordó de muchas noches de estudio, de fiestas a las que habían concurrido juntos, de salvatajes económicos, de cuando Guille lo había aguantado en ocasión del accidente de su papá que lo dejó en silla de ruedas de por vida, del examen de ingreso a la facultad, cuando Guille sin conocerlo, lo había tranquilizado con sus palabras de aliento.

Eran excelentes amigos, como hermanos.

Juan no estuvo en el podio de los mejores porque decidió esperar a su amigo, aquel que lo había apoyado en tantas ocasiones.

Terminaron juntos la maratón, Guille muy dolorido apenas moviéndose sostenido por Juan.

Los buenos amigos disfrutaron luego de unas horas de recuperación donde Guille le seguía reclamando que Juan tenía que haber hecho podio, que se lo merecía.

«Loco, te perdiste el tercer puesto. Además casi seguro una oportunidad con una belleza atraída por tu desempeño».

Juan ahora se mostraba como el más calmo. Esta vez se habían invertido los roles.

El aprendizaje para ambos fue superador.

Aún hoy recuerdan este episodio de sus vidas en común, siendo ahora socios de un taller metalúrgico. Una pyme donde trabajan juntos, la cual arrancaron de cero con mucho sacrificio personal y de las familas que conformaron.

Algunos kilos de más, una fraternidad que se renueva día a día.

Esta historia es resumida por ambos con una frase reveladora:

«Lo más importante no era llegar, sino hacerlo juntos como amigos y compañeros de la vida que somos».

Una historia mínima…… contenida en una poderosa relación que llamamos amistad.

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