La poesía me persigue durante estos días grises. De a ratos me alcanza, provocando la molestia de mi raciocinio. Hemisferios cerebrales en pugna por llegar a un mismo lugar, pero usando distintos caminos.
Por un lado la belleza, la contemplación, la vibración de la emociones que provoca la sensibilidad de dejar que las palabras atesoren conceptos simples, armónicos y oxigenantes. Esto me permite llegar a esbozar una sonrisa, mientras bebo un sorbo de café.
Por el otro costado, la lógica con su sucesión de causas y efectos, me explica en parte la vida, produciendo una sensación de tranquilidad, y acaso un dominio parcial de ciertas cosas. Esto me permite llegar a esbozar una sonrisa, mientras bebo un sorbo de café.
En el mismo momento que sucede esta pugna, pienso que la realidad se compone de hechos que nos trascienden a cada momento. Nuestros juicios, es decir nuestra valoración de acontecimientos del tipo que sean, vienen del pasado, se manifiestan en el presente y tienen efectos en nuestro futuro.
¿Cómo el hombre gestiona su relación e interpretación de los hechos?
Una manera es emitir declaraciones fundadas o infundadas. Algunas de ellas, se transformaron de boca en boca en refranes populares, que son una manera de explicar o más bien justificar muestras conductas, casi como reglas generales o mapas mentales para coexistir en sociedad.
A continuación te comparto algunos refranes populares. No hay una valoración estadística que determine si son los más mencionados, pero eso no reviste mayor importancia para el sentido que pretendo dilucidar. Encierran opiniones cortas sobre el amor, valores, conductas, preferencias, relaciones sociales, espiritualidad, trabajo y varios ámbitos más.
«En el país de los ciegos, el tuerto es rey».
«Ojos que no ven, corazón que no siente».
«Piensa el ladrón que todos son de su condición».
«Ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio».
«A quien madruga, Dios le ayuda».
«De desagradecidos está el infierno lleno».
«Después de la tempestad viene la calma».
«No hay mal que por bien no venga».
«Quien siembra vientos recoge tempestades».
«Muerto el perro, se acabó la rabia».
Los que tenemos ya algunas décadas, hemos tenido quizás una habitual vinculación con estas sentencias; con seguridad las hemos escuchado en boca de abuelos y padres.
Si es tu caso, como el mío, estas y otras frases, a menudo aparecen de manera consciente o inconsciente en tu acontecer diario, colaborando a la hora de tomar decisiones personales.
¿Qué relación guardas con ellas?
¿Tu visión crítica, se rinde a los pies de estas frases cuasi mandatorias?
Del mismo modo, filósofos, pensadores, escritores, científicos, artistas, políticos, se han referido en distintos momentos de su existencia, a hechos de la época, cambios culturales, sistemas políticos y de pensamiento. Han expresado reflexiones un poco más iluminadas, que encierran conceptos que de algún modo, nos facilitan aprender a vivir mejor de manera individual y social. Vale decir, han elaborado abstracciones que no se les ocurren a mortales comunes como yo.
A veces con ironía, otras con picardía, o más bien con sentido de auto referencia, intentan conectar emociones y actos racionales, como condimentos propios de la génesis humana. Pueden resultar reveladoras para personas que atraviesan circunstancias especiales.
Van algunos ejemplos:
«No intentes convertirte en un hombre de éxito sino en un hombre de valor». (Albert Einstein)
«En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada». (Franklin Delano Roosevelt).
«Disculpenme si les llamo caballeros, pero todavía no los conozco bien». (Groucho Marx).
«Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si el mundo fuera a durar para siempre». (Mahatma Gandhi).
«El deber tiene un inmenso parecido con la felicidad de los otros». (Víctor Hugo).
«Somos lo que hacemos de forma repetida. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito». (Aristóteles).
«La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo». (Nelson Mandela).
«Tu tiempo es limitado, no lo malgastes viviendo la vida de otro». (Steve Jobs).
«Aferrarse a la ira es como beber veneno y esperar que la otra persona muera». (Buda).
«Elige un trabajo que ames, y no tendrás que trabajar un día en tu vida». (Confucio).
Adoptando cierta similitud respecto de los refranes, aprovecho para preguntar:
¿Qué sentido te hacen esta y otras reflexiones en tu vida?
¿Tus propias opiniones y convicciones que lugar ocupan?
Embriagado por experiencias sensoriales ligadas a la procesión poética que intenta acorralarme, apenas puedo seguir escribiendo ideas articuladas.
La pluma invisible que guía mis dedos, empieza a descontrolarse.
Los esfuerzos repetitivos por generar alguna idea central y reveladora, me han provocado fatiga y cierta conmoción.
Una porción de virtud poética se abre paso por mis venas, sin mucho éxito, por cierto.
Como dijo el poeta chileno Nicanor Parra, alguna vez:
«Para nuestros mayores , la poesía fue un objeto de lujo. Pero para nosotros es un artículo de primera necesidad. No podemos vivir sin poesía».
O el poeta francés Jean Cocteau:
«Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué».
Para culminar:
¿Acaso los juicios poéticos son esenciales para encontrar un camino más armómico, vedado para nuestro raciocinio?